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El vellocino de oro es una obra de teatro escrita por el dramaturgo español Lope de Vega. Es una de sus pocas obras que se ambientan en un entorno mitológico. La trama se centra en la legendaria búsqueda del Vellocino de Oro por los argonautas, un grupo de héroes de la mitología griega liderados por Jasón. El Vellocino de Oro es un objeto de gran importancia en la mitología griega. Según la leyenda, este vellocino, o piel de carnero, era de oro puro y estaba custodiado por un dragón en una región lejana llamada Cólquida. Jasón y los argonautas emprendieron una peligrosa expedición para recuperarlo. En El vellocino de oro, Lope de Vega, famoso por sus comedias, probablemente usa este mito clásico para explorar temas universales como la valentía, la ambición, el amor y el sacrificio, al tiempo que ofrece una mirada humorística y humanizada a estos personajes míticos. A través de su característico dominio de la estructura dramática y su agudo sentido del ritmo y la caracterización, Lope de Vega logra crear una obra que es al mismo tiempo entretenida, emocionalmente resonante y reflexiva.
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Félix Lope de Vega y Carpio
El vellocino de oro
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: El vellocino de oro.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica ilustrada: 978-84-9953-788-7.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-078-7.
ISBN ebook: 978-84-9897-711-0.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
El vellocino de oro 9
Personajes 10
El vellocino de oro 11
Libros a la carta 97
Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562-Madrid, 1635). España.
Nació en una familia modesta, estudió con los jesuitas y no terminó la universidad en Alcalá de Henares, parece que por asuntos amorosos. Tras su ruptura con Elena Osorio (Filis en sus poemas), su gran amor de juventud, Lope escribió libelos contra la familia de ésta. Por ello fue procesado y desterrado en 1588, año en que se casó con Isabel de Urbina (Belisa).
Pasó los dos primeros años en Valencia, y luego en Alba de Tormes, al servicio del duque de Alba. En 1594, tras fallecer su esposa y su hija, fue perdonado y volvió a Madrid. Allí tuvo una relación amorosa con una actriz, Micaela Luján (Camila Lucinda) con la que tuvo mucha descendencia, hecho que no impidió su segundo matrimonio, con Juana Guardo, del que nacieron dos hijos.
Entonces era uno de los autores más populares y aclamados de la Corte. En 1605 entró al servicio del duque de Sessa como secretario, aunque también actuó como intermediario amoroso de éste. La desgracia marcó sus últimos años: Marta de Nevares una de sus últimas amantes quedó ciega en 1625, perdió la razón y murió en 1632. También murió su hijo Lope Félix. La soledad, el sufrimiento, la enfermedad, o los problemas económicos no le impidieron escribir.
Esta es una de las pocas comedias de ambiente mitológico escritas por Lope de Vega. Relata las peripecias de los viajeros griegos en busca del vellocino de oro.
Doriclea
El rey de Colcos
Fenisa
Fineo
Friso
Helenia
Jasón
Marte
Medea
Ninfas y música
Soldados
Teseo
(Tocando un clarín primero, salga una dama a caballo en el Pegaso, que ha de traer unas alas a los lados, y ella un tocado de plumas altas, y un manto de velo de plata, bordado de ojos y lenguas, preso en los hombros.)
Yo llego a buena ocasión,
si no me engaña el deseo;
los mismos que dijo son
hoy en su templo Febeo,
el gran padre de Faetón.
Aquí dijo que hallaría,
en las siestas de este día,
el Sol y Luna de España:
¡qué gloria los campos baña!
¡Qué resplandor! ¡Qué alegría!
Diome el caballo Pegaso,
de varias plumas vestido,
que estampa en el aire el paso,
cuyas alas me han traído
de las cumbres del Parnaso.
Puesto que la tierra y cielo
puedo penetrar de un vuelo,
porque toda plumas soy,
ciega de mirar estoy
tantos cielos en el suelo.
Con haberme fabricado
¡oh, tú que el cielo gobiernas,
alto Júpiter sagrado!
Toda de lenguas eternas,
aquí todas me han faltado.
Pues para ver sin enojos
tan soberanos despojos,
pocas las estrellas son
del esmaltado pavón
a quien Argos dio los ojos.
Ya mi propósito muda
el resplandor de su llama:
de hablar he quedado en duda;
¿quién dijera que la Fama
jamás estuviera muda?
Pero podré disculparme,
aunque el callar es mudarme
en otra naturaleza;
que solo vuestra grandeza
pudo a silencio obligarme.
Yo vi a Alejandro, y hablé
de Alejandro, aunque señor
de toda la tierra fue,
y a César, cuyo valor
sobre Roma puso el pie.
Pero aunque tantas parecen
mis lenguas, hoy enmudecen
viendo con tanto valor
un Alejandro mayor,
pues dos mundos le obedecen.
Yo vi reinas, cuya historia
osé escribir, y dejar
para siempre a la memoria;
y aquí me viene a faltar
pluma para tanta gloria.
Pero ¡qué desconfianza
hace de quien soy, mudanza!
Hablar quiero; que pues soy
la Fama, obligada estoy
a vuestra eterna alabanza.
(Sale por otra parte, tocándose chirimías, otra dama a caballo, con un tocado de palmas de oro enlazadas, y un manto de plata en los hombros, bordado de palmas.)
Dama II El sitio lo manifiesta:
él es, que a la vista ofrece
tan esmaltada floresta:
no he tardado, pues parece
que dan principio a la fiesta.
Todo lo alcanza el deseo;
retratos del cielo veo
con tan altas majestades,
que pienso que en sus deidades
la turbada vista empleo.
Y como su perfección
apenas la diferencio,
y de igual belleza son,
la lengua han puesto en silencio,
la vista en admiración.
Luego que el sonoro fin
del animado clarín
de la Fama hirió mi oído,
vine a este jardín, que ha sido
ya cielo, que no jardín.
Lejos de las señas voy:
errar el sitio podía,
¡oh, qué venturosa soy!
pues a este jardín venía.
y dentro del cielo estoy.
Presumo, deidades bellas,
que estoy en él, pues por ellas
es fácil de conocer
que tierra no puede ser
donde hay Sol, Luna y estrellas.
Aquí se turbara Apeles
viendo sus luces mayores,
y dejara los pinceles,
aunque le dieran colores
los jazmines y claveles.
Aquí Virgilio dejara
la pluma, en el mundo rara,
pues para miraros solo,
todos sus rayos Apolo
en medio del cielo para.
No es alabaros mi intento;
que si tanta perfección
fiara a mi entendimiento,
cayera, como Faetón,
al mar de mi atrevimiento.
Por eso, claras estrellas,
angélicas luces bellas,
daré al silencio mis faltas;
que ofende las cosas altas
quien no sabe encarecellas.
Quisiera tener lugar
desde donde ver pudiera
la fiesta; quiero mirar
el sitio. ¿Quién me pudiera
mejor de todo informar,
que aquella dama que llama
a su vista mi deseo?
¿Quién sois, generosa dama?
Aunque las señas que veo
me dicen que sois la Fama.
Dama I La Fama soy.
Dama II Este día
llevaréis bien qué contar.
Dama I Lo que no acierto a mirar,
acertar después querría
a encarecer y pintar.
Vos, ¿quién sois?
Envidia La Envidia soy.
Dama I ¿La Envidia? Pues ¿tan gallarda?
No la pintaron ansí
tantas edades pasadas:
poetas e historiadores.
de manera la retratan,
que no hay furia, no hay arpía
con quien tenga semejanza;
vos disfrazada venís.
Dama II El nombre, Fama, os engaña;
que yo no soy esa Envidia
que las historias infaman.
Soy aquella Envidia noble,
que es virtud heroica y santa;
no la que es vicio, que aquí,
como hay tanto Sol, no entrara.
¿No veis lleno mi vestido
de laureles y de palmas?
Pues por envidia las tengo
en las letras y en las armas.
Lloró Alejandro de envidia
que su padre no dejaba
más tierra que conquistase,
que fue de excederle causa.
Con envidia de Platón
estudió cosas tan raras
Aristóteles, que pudo
merecer más nombre y fama.
Aquesta Envidia soy yo;
porque si yo no animara
los ingenios de los hombres,
las plumas y las espadas,
ni hubiera libros famosos
de tantas ciencias, ni hallaras,
Fama, a quién dar tus laureles.
Dama I Altamente desengañas
la que tu nombre promete;
pero ¿a qué vienes, qué aguardas
de esta fiesta?
Dama II Quien la emprende,
a que pretenda me llama,
con envidia de otra fiesta,
puesto que ninguna basta
animar a lo imposible
las fuerzas de su esperanza.
Yo le dije que advirtiese
que era la empresa tan alta,
que a la misma Envidia noble,
con ser tan noble, desmaya,
y que habiendo precedido
tan rara invención, que basta
a ocupar eternamente
fama por naciones varias,