La quinta de Florencia - Félix Lope de Vega y Carpio - E-Book

La quinta de Florencia E-Book

Félix Lope de Vega y Carpio

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Beschreibung

La Quinta de Florencia es una comedia escrita por Félix Lope de Vega, uno de los dramaturgos más prolíficos e influyentes del Siglo de Oro español. En esta obra, el protagonista es el duque Alejandro, un personaje que se destaca por su nobleza y generosidad a pesar de su inicial indiscreción. La trama se centra en una historia de amor y redención. Alejandro, siendo un joven duque, seduce a una molinera, una mujer de humilde procedencia. Este hecho puede ser interpretado como una acción impulsada por el deseo y la juventud, que no considera las consecuencias que podría tener para la joven molinera. Sin embargo, en lugar de abandonarla, Alejandro decide casarse con ella, quebrantando las normas sociales y jerárquicas de su tiempo. Pero la historia no acaba aquí. No solo se casa con la molinera, sino que también le proporciona una dote generosa. Este acto es una manifestación de la rectitud moral y la magnanimidad de Alejandro, quien asume la responsabilidad de sus acciones y busca reparar el daño causado. En La Quinta de Florencia, Lope de Vega explora temas de amor, honor, responsabilidad y redención. La obra es un testimonio de la habilidad del dramaturgo para crear personajes complejos y situaciones dramáticas que reflejan las tensiones sociales y morales de su tiempo. A través de la figura de Alejandro, Lope de Vega presenta un modelo de nobleza que se define no solo por el estatus social, sino también por la virtud moral y la capacidad de rectificar los errores.

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Félix Lope de Vega y Carpio

La quinta de Florencia

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La quinta de Florencia.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-199-1.

ISBN ebooks: 978-84-9897-730-1.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 53

Jornada tercera 87

Libros a la carta 131

Brevísima presentación

La vida

Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562-Madrid, 1635). España.

Nació en una familia modesta, estudió con los jesuitas y no terminó la universidad en Alcalá de Henares, parece que por asuntos amorosos. Tras su ruptura con Elena Osorio (Filis en sus poemas), su gran amor de juventud, Lope escribió libelos contra la familia de ésta. Por ello fue procesado y desterrado en 1588, año en que se casó con Isabel de Urbina (Belisa).

Pasó los dos primeros años en Valencia, y luego en Alba de Tormes, al servicio del duque de Alba. En 1594, tras fallecer su esposa y su hija, fue perdonado y volvió a Madrid. Allí tuvo una relación amorosa con una actriz, Micaela Luján (Camila Lucinda) con la que tuvo mucha descendencia, hecho que no impidió su segundo matrimonio, con Juana Guardo, del que nacieron dos hijos.

Entonces era uno de los autores más populares y aclamados de la Corte. En 1605 entró al servicio del duque de Sessa como secretario, aunque también actuó como intermediario amoroso de éste. La desgracia marcó sus últimos años: Marta de Nevares una de sus últimas amantes quedó ciega en 1625, perdió la razón y murió en 1632. También murió su hijo Lope Félix. La soledad, el sufrimiento, la enfermedad, o los problemas económicos no le impidieron escribir.

Personajes

Alejandro, Duque de Florencia

Carlos, caballero

Doristo

Otavio, caballero

César, secretario

Celio, caballero

Lucindo, molinero viejo

Laura, su hija

Belardo, molinero

Roselo, molinero

Teodoro, casero de la quinta

Dantea, labradora

Antonia, dama

Una Mujer

Horacio

Curcio

Un Paje

Dos músicos

Jornada primera

(Salen el Duque de Florencia, Alejandro; Carlos, caballero; Otavio, caballero; César, secretario, de noche.)

Alejandro ¡Hermosa ciudad Florencia!

Carlos Después que eres su señor,

tiene Florencia valor,

y hace a Roma competencia.

Alejandro Como de día no puedo

verla por mi autoridad,

o porque a la gravedad

de mis cosas tengo miedo,

de noche con mejor modo

veo cosas que ha de ver

un príncipe, que ha de ser

un Argos que vele en todo,

que éstas, por ser tan pequeñas,

no llegan a mis oídos.

Otavio Con hechos esclarecidos

al común gobierno enseñas:

República venturosa

la que tal entendimiento

ha puesto en orden.

Alejandro Mi intento

no aspira a historia famosa,

sino solo engrandecer

la patria.

Carlos Gente atraviesa

a alguna amorosa empresa:

un hombre y una mujer.

(Entra Celio y una mujer con manto.)

Celio No está lejos mi posada,

y con buena colación,

con un corte de jubón,

volveréis menos airada.

Echad por aquesta esquina.

Mujer Tengo una madre tan vieja,

que me riñe y aconseja

bien diferente doctrina.

Pero ¿qué se puede hacer?

Ya, señor, topé con vos.

Otavio Celio es el hombre, ¡por Dios!

Alejandro ¿No conocéis la mujer?

Otavio Veamos por su arrogancia

en qué princesa tropieza.

Basta saber la flaqueza,

no sepáis la circunstancia.

Celio No querría que saliese

el Duque: echad por aquí.

Mujer Pues ¿sale de noche?

Celio Sí.

Pesaríame que os viese.

(Vanse los dos.)

Otavio Ya lleva Celio esta noche

con quien podella pasar.

Carlos Mañana me ha de contar

que es dama de estrado y coche.

¿Cuántas hay que las encuentran

en medio de aquesa calle,

y que con bueno o mal talle,

a tiento en sus manos entran?

Y dejándole la cama

como hospital, tales son,

que luego en conversación

dice: «¡Ah, qué buena dama

aquesta noche gocé!

¡Qué manos, qué olor, qué pechos!».

dejándonos satisfechos

de que Elena o Porcia fue,

y todo el día se están

rascando, y lo he visto yo,

las reliquias que dejó

en la camisa al galán.

Alejandro Según eso, a la mañana

querrá Celio razonar.

Carlos Dos hombres veo pasar

mirando aquella ventana.

(Salen Horacio y Curcio, vestidos de noche.)

Horacio Si no os importa, señor,

mucho, estar en este puesto,

dejadle os ruego, y sea presto,

que es interés de mi honor.

Curcio Lo mismo quise ¡por Dios!

pediros.

Horacio Pues fui el primero,

haced luego, caballero,

lo que yo hiciera por vos,

o habráse de remitir

a las armas.

Curcio No es posible;

yo estoy bien.

Horacio Pues ni imposible

será dejar de reñir.

(Meten mano.)

Alejandro Allí riñen; mete paz.

Otavio ¡Paso, ténganse!

Horacio Si acaso

no llegaran...

Curcio ¡Paso, paso,

que estáis ya muy pertinaz!

Alejandro Si aquesto el Duque supiera,

bien sabéis que se enojara.

Horacio Pues si el Duque nos mirara,

¿cuál hombre un hora viviera?

Alejandro Pues, haced cuenta que os mira,

y andad con Dios.

Horacio ¡Qué prudencia!

Curcio ¿Si es el Duque?

Horacio En la presencia

le parece.

Curcio Al mundo admira.

(Vanse Horacio y Curcio.)

Carlos Música viene, señor;

la música es don del cielo,

de los trabajos consuelo,

y estafeta del honor.

Es para el entendimiento

aire regalado y manso,

es de las penas descanso,

y de la tristeza aumento.

La misma gloria en que está,

el mismo gusto que encierra,

no tiene cosa en la tierra

que más parezca de allá.

(Salen dos músicos cantando.)

Músicos «El valeroso Alejandro

de Médicis, que al de Grecia

quitó la gloria en la paz

y la ventura en la guerra,

con el estandarte santo

del que la nave gobierna

del gran Vicario de Cristo,

y las armas de la iglesia,

fue en Florencia el primer Duque,

y a no ser sola Florencia

mayor conquista en el mundo,

segundo Alejandro fuera;

que la espada y la ciencia

le dio Apolo en la paz, Marte en la guerra.»

Alejandro ¡Notablemente han cantado!

La letra me ha satisfecho,

no porque nunca en mi pecho

lisonjas hayan entrado,

mas porque está bien escrita.

Carlos No ha pintado mal tu historia

el poeta.

Alejandro Con mayor gloria

su voz me anima e incita.

Otavio Lo mismo Alejandro hacía,

que en cualquier combate fiero,

o leía un rato a Homero,

o alguna música oía.

Alejandro Dadle esos cien escudos

en esa bolsa.

Otavio ¿Qué digo,

señores?

Músico I ¿Quién es?

Otavio Amigo,

como a las veces los mudos

alcanzan de los señores

más que los que voces dan,

en este bolsico van

cien escudos.

Músico II Que tú ignores

que somos hombres, me espanto,

que tenemos de creer,

que eso pueda merecer

la humildad de nuestro canto.

Otavio Aquel Duque os los da.

Músico I ¿El Duque?

Otavio Sí.

Músico I Dios le guarde.

Otavio Acudid allá a la tarde.

Músico I ¡Qué Alejandro!

Músico II Así lo es ya.

(Vanse los músicos.)

Alejandro ¿Sabéis en qué he parado?

En que aquesto ha sucedido,

y habemos visto y oído,

César palabra no ha hablado.

Ni se rió viendo al loco

de Celio con la mujer,

ni al reñir quiso poner

mano a la espada tampoco.

Y agora que oyó cantar,

no alzó la vista ofendida.

César, habla, por tu vida,

César, no dejes de hablar.

¿Qué tienes, César amigo?

¿Hay, por ventura, quien tenga

tus partes, y agora venga

a privar tanto conmigo?

¿De qué nace la tristeza?

Tu amigo soy.

César Gran señor,

yo pienso que este rigor

es propia naturaleza.

Tres suertes hay de este mal:

ocio, tristeza y la mía,

que es una melancolía

y una enfermedad mortal.

Es el ocio suspensión

en que está el mismo sentido

sin moverse detenido,

ni tener humana acción.

Es la tristeza tener

por qué estar triste, que un hombre

sabe de su mal el nombre,

y viénese a entristecer.

La fiera melancolía

es estar triste sin causa;

digo, sin la que se causa

de sangre, como la mía.

Doy palabra a vuestra alteza,

que no sé más ocasión.

Alejandro Causa tus estudios son,

César, de tu gran tristeza.

No escribas más: dale Atilio

mis papeles; tu virtud

estima, y a tu salud

quiero que se ponga auxilio.

Yo pensé que te alegrara

la casa que fabricaste

junto a Florencia.

César Y pensaste

bien, ¡oh, nunca yo la labrara!

Alejandro ¿Qué dices?

César Que si no fuera

por ella, me hubiera muerto;

tanto me alegra el desierto,

tanto la corte me altera.

Alejandro Pues, si estás mejor allá,

vete por algunos días.

César No pensé que me darías

licencia.

Alejandro Ésa tienes ya.

César Beso los pies a tu Alteza.

[Habla Otavio aparte a Carlos.]

Otavio (¿Si está enamorado?

Carlos No,

pues que licencia pidió

para aumentar su tristeza.)

Alejandro ¿Qué tratáis?

Carlos Pensaba Otavio

que César amor tenía,

porque no hay melancolía

de más rigor que su agravio.

Alejandro No, porque si lo estuviera,

no gustara de salir

de Florencia, ni vivir

donde a su dama no viera.

Quédate, Otavio, con él;

yo fingiré que me voy,

y sabe lo que es.

Otavio Yo soy

su amigo, y el más fiel,

y pienso que me dirá

la ocasión, si alguna tiene.

Alejandro Carlos.

Carlos Señor.

Alejandro No conviene

que nos detengamos ya,

que aguardará quien sabéis.

Carlos Vamos, señor.

César Y nosotros,

¿no iremos?

Alejandro Quedaos vosotros,

o entreteneros podéis,

que este negocio es secreto.

(Vanse Alejandro y Carlos.)

Otavio ¿Por qué piensas que se ha ido

el Duque?

César ¿Está desabrido

conmigo?

Otavio No, que es discreto.

César Pues ¿por qué?

Otavio Porque supiese

por qué causa triste estás.

César ¡No me faltaba a mí más

de que el Duque lo entendiese!

Otavio Luego, ¿no sabré lo que es?

César Debajo de juramento

de callar mi pensamiento,

o que palabra me des

de caballero y amigo.

Otavio Yo la doy, y cuanto puedo

juro; habla, pierde el miedo

y declárate conmigo.

César Otavio, yo estoy enfermo.

Otavio ¿De qué mal?

César No sé qué mal;

basta saber que él es tal,

que ya ni como ni duermo.

Otavio ¿Es accidente, o dolor?

César Todo lo debe de ser.

Otavio Mal dormir, y peor comer,