El esclavo del demonio - Antonio Mira de Amescua - E-Book

El esclavo del demonio E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

El esclavo del demonio es un drama teatral del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. Aborda el tema fáustico de la venta del alma en pos del deseo terrenal, articulado en torno a la historia de Don Gil, un sabio que vende su alma al diablo para gozar de los placeres carnales de la sensual Lisarda.

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Seitenzahl: 95

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Antonio Mira de Amescua

El esclavo del demonio

 

Saga

El esclavo del demonio

 

Copyright © 1649, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726661163

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Hablan en ella las personas siguientes*

marcelo , viejo angelio , demonio lisarda y leonor , sus hijas dos esclavos don diego de meneses un músico domingo , lacayo de don diego constancio , labrador viejo don gil el príncipe de portugal beatriz , criada de lisarda don rodrigo don sancho licida, pastora fabio , su criado arsino, labrador florino riselo un escudero de marcelo dos ángeles

ACTO PRIMERO

Entra Marcelo, viejo, Lisarda y Leonor, hijas suyas**

marcelo

Padre soy, hago mi oficio;

tomad consejo esta vez,

y sed por tal beneficio,

báculos desta vejez,

5 colunas deste edificio.

Si las acciones humanas

con igual amor de hermanas

dirigís a la virtud,

a la fuerte juventud

10 no envidiarán estas canas.

Un año fue el curso mío;

mayo la niñez inquieta,

la juventud fue el estío,

otoño la edad perfeta,

15 la vejez, invierno frío.

Mi cuerpo apenas se mueve,

que la edad mayor es breve

como el hombre no es eterno,

y por estar en mi invierno,

20 me cubre el tiempo de nieve.

Sirviendo a mi rey gasté

la flor de mi edad dorada

que en tus límites se ve,

y ansí he dejado aumentada

25 la nobleza que heredé.

Esta quiero conservar,

y ansí te pretendo dar,

Lisarda, el estado que amas,

pues que las dos sois las ramas

30 en que el fruto he de mostrar.

Cásate, estado recibe;

hágame Dios tal merced

antes que el tiempo derribe

aquesta baja pared

35 que agora temblando viene.

Don Sancho de Portugal

que de la sangre real,

gotas en sus venas tiene,

a ser tu marido viene

mañana.

40 lisarda [Ap] ¡Yo estoy mortal!

marcelo

Tú, Leonor, que el pensamiento

a Dios eterno ofreciste,

de que yo vivo contento:

ya que el estado elegiste,

45 sabe elegir el convento.

Tus intentos son divinos,

que en esta vida en que estamos

todos somos peregrinos

del cielo, aunque caminamos

50 por diferentes caminos.

Cada estado, ya se sabe

que es camino (cuál es grave,

cuál es fácil; la casada

lleva su cruz más pesada,

55 y la monja, menos grave)

al Cordero que, inocencia,

siguen con más reverencia

diferentes monarquías

y quiero que con las mías

60 gocen desta diferencia.

Mis dos brazos sois las dos;

estados son en que fundo

poder abrazaros, Dios:

con el uno a Vos y al mundo,

65 con el otro sólo a Vos.

Una monja, otra casada;

quedará mi casa honrada,

y yo, con ánimo fuerte,

en el umbral de la muerte

70 lloraré mi edad pasada.

leonor Mi lengua perpetuamente

se atreve a decir de no.

lisarda

Rabio, amor; muero impaciente.

leonor Tu esclava he de ser.

lisarda Y yo

75 una hija inobediente.

La venganza y la afición

efetos de ánimo son

que suelen torcer el curso

a la costumbre, al discurso,

80 al honor y a la razón.

Son tales estas pasiones

que unos tiranos se hacen

de nuestras inclinaciones,

y de no vencerlas nacen

85 extrañas revoluciones.

De las dos vencida fui,

que a don Sancho aborrecí,

y a don Diego de Meneses,

tu enemigo, ha cuatro meses

90 que mi voluntad rendí.

Esta es fuerte inclinación

y no la puedo vencer;

hace en el alma impresión;

no discierno, soy mujer

95 y tomo resolución.

Si con él me has de casar,

yo obedezco.

marcelo [Ap.] (¿Que escuchar

pueda un padre tal rigor?

Ciega la tiene el amor

100 y quiérome reportar).

Hija...

lisarda Mudar no pretendo

mi propósito ofendido.

marcelo

Ángel, mira que me ofendo.

lisarda

Ángel soy, y ansí no olvido

105 lo que una vez aprehendo.

marcelo

Tu aprehensión te condena.

lisarda

Fuerza de estrellas me inclina.

marcelo

No se fuerza la que es buena.

lisarda

A quien amor determina

110 ninguna razón refrena.

marcelo

¿A un traidor, a un homicida

que priva de dulce vida

a un hijo que yo engendré,

tienes amor, tienes fe?

115 ¿No es tu sangre la vertida?

¿Qué fiera, qué irracional,

qué bárbaro hiciera tal?

Hoy pareces mujer mala,

que quiere más y regala

120 a aquel que la trata mal.

Plega a Dios, inobediente,

que casada no te veas,

que vivas infamemente,

que mueras pobre y que seas

125 aborrecible a la gente.

Plega a Dios que, destruida

como una mujer perdida,

te llamen facinerosa,

y en el mundo no haya cosa

130 tan mala como tu vida.

leonor Templa tu enojo, señor,

que espantan tus maldiciones.

marcelo

Descubro en esto el valor.

lisarda

Y yo las inclinaciones.

marcelo

¿De quién, falsa?

135 lisarda De mi amor. Vase

marcelo

Quien ve tanta desvergüenza

también verá mi deshonra,

porque en la mujer comienza

a morir crédito y honra

140 cuando pierde la vergüenza.

Hija que al padre desprecia

viva y muera con infamia;

siga, como loca y necia,

a la antigua Flora y Lamia,

145 no a Penélope y Lucrecia.

leonor Señor –mal dije « señor»

que en este nombre hay rigor

por la sucesión del hombre–;

padre digo, porque es nombre

150 de más dulzura y amor.

Tiempla, tiempla tus enojos,

que con esas maldiciones

podrán mirarlas tus ojos

divertidas las acciones

155 entre sus vanos antojos.

Muéstrale el semblante amigo,

porque si está porfiando

una mujer, yo te digo

que es mejor consejo blando

160 que colérico castigo.

Yo la rogaré y, en tanto,

habla tú a don Gil, el santo

que Coimbra reverencia

por su ayuno y penitencia,

165 oración y tierno llanto,

para que a don Diego pida

se contente del rigor

con que fue nuestro homicida,

sin pretender el honor

170 que es de los nobles la vida.

marcelo

Eres el cielo que ordenas

las cosas con igualdad,

eres arco que serenas

mi rostro en la tempestad

175 de mis lágrimas y penas.

Mi cólera es bien detenga,

y que por ti a pensar venga

que en este mundo pesado

no hay hombre tan desdichado

180 que algún consuelo no tenga.

Plega a Dios que desigual

tu vida a tu hermana sea,

y este viejo ya mortal

tan venturoso te vea

185 que reines en Portugal.

Éntranse, sale don Diego de Meneses*

don diego

Amor, si tus pasos sigo

no sé qué camino elija,

pues vengo a adorar la hija

190 de un hombre que es mi enemigo;

teme en balde la prudencia,

y resisto con violencia;

mas es cual rayo el amor

que hiere con más rigor

195 donde halla resistencia.

Pasa Leandro el estrecho,

Hero en él se precipita,

Tisbe la vida se quita,

Píramo se rompe el pecho,

200 ¿Quién lo hizo? Amor lo ha hecho,

porque vence si porfía;

y la condición más fría

en amor se trueca y arde,

y en el ánimo cobarde

205 suele engendrar osadía.

Osar tengo y no temer,

que a Lisarda he de gozar,

pues bien me quiere.

Entra Domingo, lacayo, leyendo un billete**

domingo Al pasar,

éste me dio una mujer.

don diego

210 Aún hay sol; podré leer:

Lee « Don Diego, el alma se abrasa

por ti, y mi padre me casa;

mas si amor te da osadía,

ven esta noche a la mía;

215 me llevarás a tu casa» .

Cielos, dadme el parabién,

pues que mi ventura es tal

que apenas supe mi mal

cuando encontré con mi bien;

220 fortuna, no des vaivén,

ya que al mismo sol me igualas.

Trae, Domingo, unas escalas;

aunque superfluas serán

donde favores me dan,

225 pueden servirme de alas.

domingo

Don Gil te viene buscando.

don diego

Azar es esta ocasión

–hallar un santo varón

que se está martirizando–

230 al que mal está pensando

y al que con su carne lucha.

Amistad me tiene mucha;

uno es flaco y otro es fuerte.

Entra don Gil de hábito largo*

don gil Don Diego.

don diego ¿Qué quieres?

don gil Verte,

y hablarte.

don diego Di qué.

235 don gil Escucha.

Son, amigo, los consejos

unas amargas lisonjas

que al alma dan dulce vida

y a las orejas ponzoña.

240 Son luz de nuestras acciones.

Son unas piedras preciosas

con que amigos, padre, viejos,

nos regalan y nos honran.

El darlos es discreción

245 a quien los pide y los honra,

y es también locura el darlos

si no se estiman y toman.

Fuerza es darlos al amigo

–y la ocasión es forzosa–

250 si al cuerpo importa la vida

y al alma importa la gloria.

Tu amigo soy, y una escuela

nos dio letras, aunque pocas;

si te cansaren consejos,

255 buena es la intención; perdona.

Ya tú sabes la nobleza

de los antiguos Noroñas,

señores de Mora, lustre

de la nación española.

260 Y ya sabes que estas casas

que celas, miras y adoras

son desta noble familia,

rica, ilustre y generosa.

Tú, que dignamente iguales

265 cualquier majestad y pompa,

porque es bien que los Meneses

pocos iguales conozcan,

cortaste la tierna vida

con tu mano rigurosa

270 al primogénito ilustre

que padres y hermanas lloran.

Accidental fue el suceso,

no quiero en él parte agora:

llegó tu espada primero,

275 fue tu suerte venturosa.

Cumpliste un breve destierro,

que blanda misericordia

vive en los pechos hidalgos

y fácilmente perdonan.

280 Los nobles son como niños,

que fácil se desenojan,

si las injurias y agravios

a la nobleza no tocan.

Agravios sobre la vida

285 heridas son peligrosas;

mas sólo incurables son

las que caen sobre la honra.

Al fin, las heridas suyas

tienen salud, aunque poca;

290 que, al alma, incita el agravio,

y, al agravio, la memoria.

Pues si este viejo no imita

a la africana leona

ni a la tigre remendada

295 en la venganza que toma,

¿cómo tú, tigre, león,

rinoceronte, áspid, onza,

no corriges y no enfrenas

tus inclinaciones locas?

300 Busca el bien, huye el mal, que es la edad corta,

y hay muerte y hay infierno, hay Dios y gloria.

Si con lascivos deseos

de Lisarda te aficionas,

y en ella pones los ojos,

305 la pasada injuria doblas.

A un agravio habrá piedad;

pero, a más, está dudosa;

que aun a Dios muchas ofensas

rompe el amor si se enoja.

310 Teme siempre el ofensor

si el agravio le perdonan,

que su justicia da voces

y el rigor de Dios invoca.

Refrena, pues, tu apetito,

315 porque es bestia maliciosa

y caballo que no para

si no le enfrenan la boca.

Si aspiras a casamiento,

pretendan tus ojos otra

320 porque no habrá paz segura

si resulta de discordia.

De largas enemistades

vienen paces, pero cortas,

porque es pasar de odio a amor

325 jornada dificultosa.

Quien reconcilia enemigos

madera podrida dora

y, al temple, pinturas hace

que fácilmente se borran.

330 Busca otros medios suaves

si pretendes paz dichosa,

y, sobre bases de agravios,

colunas de amor no pongas.

Busca el bien, huye el mal, que es la edad corta,

335 y hay muerte y hay infierno, hay Dios y gloria.

don diego

Predicador en desierto,

hora es ya que te recojas.

don gil Quien hace mal, aborrece

la luz y busca la sombra.

340 Como la noche ha venido

a tu gusto, tenebrosa,

quieres que solo te deje.

Líbrete Dios de tus obras,

Él corrija tus intentos,

345 Él te inspire, y te disponga,

y Él no te suelte jamás

de su mano poderosa.

Vase

don diego

Dichoso tú, que no sabes

de pasiones amorosas;