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El palacio confuso es una comedia teatral del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido dentro de la corte que propiciará numerosas situaciones de enredo, en este caso articuladas en torno a la desaparición de los hijos del rey y la confusión de su identidad.
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Seitenzahl: 84
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Antonio Mira de Amescua
Saga
El palacio confuso
Copyright © 2002, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726661095
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Hablan en ella las personas siguientes:
Salen Livio y Floro
Livio Apenas del mar salí,
y a sus espumas negué
la vida, que le fié
cuando al viento me atreví,
5 hallo que en Palermo es día
festivo, de tal manera
que puede la primavera
copiar en él su alegría;
refiéreme, amigo Floro,
la ocasión.
10 Floro Estame atento.
Comuníquese el contento
como el sol: por líneas de oro;
mas es bien que te prevenga,
primero, un caso infelice:
15 así en Sicilia se dice,
no sé qué verdad contenga.
Cuentan que el rey Eduardo,
rey último desta tierra,
rey que en la paz y en la guerra
20 fue prudente y fue gallardo,
tuvo dos hijos, que un parto
echó a la luz permitiva.
Temió la reina su esquiva
condición, y en otro cuarto
25 hizo al uno retirar,
temiendo como imprudente
que era suceso indecente
ser fecunda y singular.
Entrególe con secreto
30 a un villano el mismo día;
y el rey, que a la astrología
no, como varón discreto,
daba fe demasiada,
por las estrellas halló
35 que el hijo que reservó
la reina, mal avisada,
un rey tirano sería,
injusto, sin Dios ni ley,
que, como bárbaro rey,
40 este reino perdería.
Creyólo el padre, de suerte
que, siendo el bárbaro él,
el injusto y el crüel,
le dio un género de muerte
45 nunca visto: en esa mar
que montañas sube y baja,
encerrado en una caja,
le mandó el tirano echar
y quedó sin heredero.
50 Esto en mi tiempo no fue;
no sé qué crédito dé
a espectáculo tan fiero.
La verdad es que murió
sin sucesión, en Mesina,
55 y Matilde, su sobrina,
como sabes, le heredó.
Esta, pues, según los fueros
de Sicilia, hoy ha mandado
que se junten el estado
60 de los nobles caballeros
y la plebe más lustrosa,
porque ella sola ha de ser
la que esposo ha de escoger.
Livio ¡Qué costumbre inoficiosa,
65 qué bárbara ley! ¿Así
las reinas deben tomar
estado que ha de durar
una vida? Pero dime,
¿ para qué viene la plebe?
70 Floro Porque la plebe también
elegir puede.
Livio ¡Qué bien
armó de fuego y de nieve
estas montañas el cielo!
¡Qué bien Sicilia solía
75 llamarse bárbara! Cría
en su seno el Mongibelo.
¿Esa ley? ¿Esa costumbre?
¿Plebeyos han de ser reyes?
Floro Loco estás si de estas leyes
80 recibes tal pesadumbre.
Los normandos poseyeron
este reino y esto usaron;
pero nunca en él reinaron
populares, siempre fueron
85 los nobles los escogidos,
porque las reinas ya tienen
cuando a tales actos vienen,
en su mente los maridos
a su propósito.
Livio ¿Y quién
90 sospechas que es el dichoso
que ha de elegir por esposo
la reina?
Floro Escogiendo bien,
será el duque Federico,
que es su deudo, y es un hombre
95 que ha adquirido fama y nombre
en la guerra; es sabio, es rico
y el más prudente varón
de Sicilia. Vesle aquí,
él te informará por mí
100 con su talle y discreción.
Salen el duque y Otavio
Otavio Ya, señor, cuantos te ven
pronosticándose están
que has de reinar, y te dan,
como es justo, el parabién;
105 y es tan grande la alegría
de que todos están llenos,
que ya reinas, por lo menos,
en las almas este día.
Mas yo, como lo deseo
110 con afecto superior,
entre esperanza y temor
ni bien dudo ni bien creo.
Duque Dar puedes, crédito, Otavio,
a esa voz sin duda alguna;
115 que aunque es mujer la fortuna,
no ha de hacerme tanto agravio.
Yo soy el hombre primero
deste reino, y si me estima
tanto la reina, mi prima,
120 con razón su dicha espero.
rey he de ser, que ya vi
en sus ojos celestiales
algunas veces señales
que me dijeron que sí.
125 Y siempre los ojos fueron
llamados, con propiedad,
lenguas de la voluntad
y lenguas que no mintieron.
Perdone, Porcia, perdone;
130 ame de veras u olvide;
que no es amor el que impide
que el amante se corone.
Subir a la majestad
es dejar de ser humano
135 y un amago soberano
de la infinita deidad.
Hombre adoraba su nombre;
mas diademas inmortales
de puntas piramidales
140 mudan la especie del hombre.
Otavio Ya sale la reina.
Duque Y sale
un cielo majestuoso
que, en lo grave y en lo hermoso,
no hay planeta que le iguale.
145 Con otros ojos la miro,
con otra alma reverencio
esta deidad, y en silencio
me suspendo si la admiro.
Porque juzgándome suyo,
150 es amor propio el que tengo
cuando a estimarla en más vengo.
Otavio Porcia sale también.
Duque Huyo
los ojos de esa hermosura
porque ya míos no son,
155 y no quiero ser ladrón
de fe verdadera y pura.
Salen la reina y Porcia, el conde Pompeyo y un noble, Carlos, Barlovento y todoslos demás. Siéntanse: la reina en silla y Porcia en almohadas; el duque, el condey el noble se quedan al lado derecho (donde habrá un banco) y Carlos se quedacon ellos, y los demás pasan al otro lado
Conde En esta parte han de estar
los nobles, y se les debe
este lugar, y la plebe
160 allí tiene su lugar.
Barlovento
Pásome a la plebe, pues
que soy un mirón plebeyo.
Reina Por cierto, conde Pompeyo,
que esta ceremonia es
165 bárbara, si rigurosa.
¿La mujer, cuya flaqueza
tiene por naturaleza
ser honesta y vergonzosa,
se ha de obligar a decir
170 en público cuál le agrada
para dueño? ¡Oh ley cansada!
Sólo te pueden seguir
los que ignoran pulicía.
Conde Tus mayores la observaron
175 y razones nos dejaron
en su abono que algún día
las verá tu majestad.
No sólo en nuestras memorias
viven hoy, que en las historias
180 desta famosa ciudad
están escritas; y ansí,
excusando estos temores,
es este ramo de flores
la lengua que dice el sí.
Dale un ramo de flores el conde a la reina
185 A quien la reina le da
aclaman rey y su esposo.
No es trance más riguroso,
como piensas, porque ya
habrás hecho la elección
190 con acuerdos superiores,
y así, este ramo de flores
sólo ceremonias son.
Y el reino que mereciste
sepa en tal publicidad
195 que es libre tu voluntad
y que forzada no fuiste,
pues pudiera acontecer
contra tu gusto casarte,
o por violencia o por arte;
200 pero ansí no puede ser.
Reina Sentaos los Grandes.
Duque Debemos
obediencia, amor y fe.
Barlovento
Nosotros, estando en pie,
oyentes grullas seremos.
Siéntanse el duque, el conde, el noble y vase Carlos a sentar
205 Conde Aquí no tenéis lugar,
soldado; en ese otro lado
habéis de estar.
Carlos Si soldado
me habéis sabido llamar,
¿cómo, conde, no sabéis
que soy noble?
210 Duque Esa arrogancia
es hija de la ignorancia.
Soldado, no porfiéis,
pasad a vuestro lugar.
Carlos No soy necio ni porfío;
215 el lugar que es noble es mío;
si éste es noble, aquí he de estar.
Cualquier soldado adquirió
nobleza y blasón honrado;
¿pues qué ha de hacer un soldado
220 tan valiente como yo?
Hijos de sus obras son
los hombres más principales,
y con ser mis obras tales
hoy no quiero este blasón.
225 Hijo de mis pensamientos
soy agora, y noble tanto,
que hasta los cielos levanto
máquinas sobre los vientos.
El valor los nobles hace,
230 y así, por examen, sobra
mirar cómo el hombre obra
y no mirar cómo nace.
Barlovento
¿A quién digo? Yo me llamo
Barlovento, y sé también
235 que es Carlos hombre de bien,
porque basta ser mi amo.
Señor es de Barlovento:
los dos en la lid más brava
rayos fuimos, yo le daba
240 para pelear aliento
con que fuese nuevo Atila,
con que pudiese vencer,
pues le daba de comer
que llevaba en la mochila.
Reina ¿ Qué es esto?
245 Conde Un hombre atrevido
que, siendo humilde, pretende
asiento.
Carlos Y a nadie ofende
el haberle pretendido.
Todas las cosas criadas
250 si se dan se desminuyen,
tienen fin y se concluyen
perdidas, muertas o dadas.
Solamente la honra está
entera y contenta vive,
255 no sólo en quien la recibe,
sino en aquel que la da.
Poca debe de tener
quien a darla no se atreve,
o por lo menos, no debe
260 quien la niega, de querer
aumentarla; y así soy
más honrado yo este día,
pues quiero aumentar la mía
y pidiéndola os la doy.
Barlovento
265 A pagar de mi diné-
ha dicho muy bi-.
Reina ¿ Quién eres?
Carlos Si atención, reina, me dieres,
lo que sé de mí diré.
Reina Oye, Porcia, este es el hombre
270 que te he dicho tantas veces.
Porcia Gran reprehensión mereces,
mira tu fama y tu nombre,
sujeta esa inclinación.
Reina Me arrebatan las estrellas
el alma.
275 Porcia No fuerzan ellas
las almas, que libres son.
Carlos La piedad de un pescador
de esas playas me ha criado,
que los cielos rigurosos
280 aún el padre me negaron.
Como se cuenta de Venus,
podré decirte que traigo
origen del mar; mis padres
son sus olas y peñascos.
285 A ser bárbaro o gentil,
pensara, como Alejandro,
que Júpiter me engendró,
dios de los truenos y rayos.
Como Rómulo nací,
290 y entre las redes y barcos,
insidias de lienzo y haya
contra peces argentados.
Sólo a los peces del signo
daba mi ambición asalto
295 trepando esferas y cielos
pensamientos soberanos.
Niño, penetraba el mar
y de mí no se ha librado
el coral, que nace verde,
300 muere rojo y vive blanco.