Freud y el psicoanálisis - Carl Gustav Jung - E-Book

Freud y el psicoanálisis E-Book

Carl Gustav Jung

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Contenido: - La doctrina de Freud acerca de la histeria: réplica a la crítica de Aschaffenburg - La teoría freudiana de la histeria - El análisis de los sueños - Una contribución a la psicología del rumor - Una contribución al conocimiento de los sueños con números - Reseña crítica de Morton Prince, The Mechanism and Interpretation of Dreams - Acerca de la crítica al psicoanálisis - Acerca del psicoanálisis - Ensayo de exposición de la teoría psicoanalítica - Aspectos generales del psicoanálisis - Sobre psicoanálisis - Cuestiones psicoterapéuticas actuales - Prólogos a los Collected Papers on Analytical Psychology - El significado del padre para el destino del individuo - Introducción al libro de W. Kranefeldt Die Psychoanalyse - La contraposición entre Freud y Jung

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Seitenzahl: 765

Veröffentlichungsjahr: 2025

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C. G. JUNG

OBRA COMPLETA

VOLUMEN 4

FREUD Y EL PSICOANÁLISIS

C. G. JUNG

 

EDITORIAL TROTTA

CARL GUSTAV JUNG

OBRA COMPLETA

TÍTULO ORIGINAL: FREUD UND DIE PSYCHOANALYSE

PRIMERA EDICIÓN: 2000

SEGUNDA EDICIÓN: 2011

PRIMERA REIMPRESIÓN: 2023

© EDITORIAL TROTTA, S.A., 2000, 2011, 2023, 2024

     WWW.TROTTA.ES

© STIFTUNG DER WERKE VON C. G. JUNG, ZÜRICH, 2007

© WALTER VERLAG, 1995

© ÁNGEL REPARAZ, TRADUCCIÓN, 2000

© FUNDACIÓN C. G. JUNG, INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA Y NOTAS DE EDITOR FIRMADAS, 2000

DISEÑO DE COLECCIÓN

GALLEGO & PÉREZ-ENCISO

CUALQUIER FORMA DE REPRODUCCIÓN, DISTRIBUCIÓN, COMUNICACIÓN PÚBLICA O TRANSFORMACIÓN DE ESTA OBRA SOLO PUEDE SER REALIZADA CON LA AUTORIZACIÓN DE SUS TITULARES, SALVO EXCEPCIÓN PREVISTA POR LA LEY. DIRÍJASE A CEDRO (CENTRO ESPAÑOL DE DERECHOS REPROGRÁFICOS, WWW.CEDRO.ORG) SI NECESITA UTILIZAR ALGÚN FRAGMENTO DE ESTA OBRA.

ISBN: 978-84-1364-266-6 (obra completa, edición digital e-pub)

ISBN: 978-84-1364-270-3 (volumen 4, edición digital e-pub)

CONTENIDO

Introducción a la edición española: Enrique Galán Santamaría

FREUD Y EL PSICOANÁLISIS

1. La doctrina de Freud acerca de la histeria. Réplica a la crítica de Aschaffenburg

2. La teoría freudiana de la histeria

3. El análisis de los sueños

4. Una contribución a la psicología del rumor

5. Una contribución al conocimiento de los sueños con números

6. Reseña crítica de Morton Prince, M.D., «The Mechanism and Interpretation of Dreams»

7. Acerca de la crítica al psicoanálisis

8. Acerca del psicoanálisis

9. Ensayo de exposición de la teoría psicoanalítica

Prólogo a la primera edición

Prólogo a la segunda edición

1. Una visión de conjunto de las hipótesis anteriores

2. La teoría de la sexualidad infantil

3. El concepto de libido

4. Neurosis y factores etiológicos en la infancia

5. Las fantasías de lo inconsciente

6. El complejo de Edipo

7. La etiología de la neurosis

8. Los fundamentos terapéuticos del psicoanálisis

9. Un caso de neurosis en una niña

10. Aspectos generales del psicoanálisis

11. Sobre psicoanálisis

12. Cuestiones psicoterapéuticas actuales (correspondencia C. G. Jung/R. Loÿ)

13. Prólogos a los Collected Papers on Analytical Psychology

Prólogo a la primera edición

Prólogo a la segunda edición

14. El significado del padre para el destino del individuo

Prólogo a la segunda edición

Prólogo a la tercera edición

15. Introducción al libro de W. M. Kranefeldt Die Psychoanalyse

16. La contraposición entre Freud y Jung

Bibliografía

Índice onomástico

Índice de materias

INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

Enrique Galán Santamaría

Este volumen de la Obra completa contiene la mayoría de los escritos de Jung publicados durante la época de su estrecha colaboración con Freud, entre 1906 y 1913, cuando el psicoanálisis se dota de organización e inicia su expansión internacional, liberándose del estrecho marco profesional y social que le asfixiaba en Viena. Como señala el propio Freud en su Autobiografía, publicada en 1925, «la historia del psicoanálisis se divide, para mí, en dos periodos, prescindiendo de la prehistoria catártica. En el primero me hallaba totalmente aislado, y tenía que llevar a cabo toda la labor. Este periodo duró desde 1895-1896 a 1906-1907»1. Es decir, entre la ruptura con Breuer, la «prehistoria catártica», y el contacto con Jung, prometedor psiquiatra de la Clínica Universitaria Burghölzli, cuyas investigaciones experimentales y peritajes criminológicos se apoyan en la teoría freudiana de lo inconsciente, verificándola.

El aislamiento de Freud es relativo, pues se conoce su correspondencia con W. Fliess, iniciada dos años después de romper con Breuer. Cuando llega el momento de distanciarse a su vez de él, en 1902, es nombrado profesor no numerario de la Universidad de Viena y a su alrededor se agrupan unos cuantos seguidores, que se reúnen las veladas de los miércoles en la consulta de Freud, lo cual contradice sus palabras: «Durante diez años, contados a partir de mi separación con Breuer, no tuve ni un solo partidario».

Gracias a aquella correspondencia (1887-1904), que conforma su autoanálisis, Freud puede establecer los conceptos fundamentales del nuevo saber asociado a su nombre. En cuanto a sus discípulos en esas veladas, W. Stekel —su único analizando y promotor de las mismas—, A. Adler, M. Kahane y el afamado médico R. Reitler, a quienes se sumarán, entre otros, P. Federn (1903) y O. Rank (1906), serán en la Viena de principios de siglo los propagadores de sus hipótesis, expresadas en sus grandes libros sobre el sueño (1900), los actos fallidos (1901, 1904), el ingenio (1904) y la teoría sexual, con su nueva conceptualización de la histeria en el célebre «caso Dora» (1905), generalmente recibidos por la crítica de modo favorable, en contra de lo que el propio Freud da a entender.

Freud, Jung y la política del psicoanálisis

No es este el lugar para estudiar pormenorizadamente la relación entre Freud y Jung, que ha merecido ya obras notables y minuciosas. Aquí se trata simplemente de establecer sus hitos y contenidos a partir fundamentalmente de los epistolarios de Freud con Jung, Abraham, Ferenczi, Jones, Binswanger y otros pioneros menos relevantes, como O. Pfister, S. Hall, J. J. Putnam o S. Spielrein, cuya publicación se sucede desde los años sesenta, y de las Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, publicadas en 1974. La riqueza de tales documentos ha permitido comprender objetivamente los primeros pasos del movimiento psicoanalítico, que brotado de la psiquiatría se expandirá hasta conformar uno de los más evidentes rasgos espirituales del siglo XX. Lo señala Jung en 1930, al introducir el libro de Kranefeldt (capítulo 15 de este volumen): «El psicoanálisis (...) no es sólo un método terapéutico, sino también una teoría psicológica que no se limita en absoluto a las neurosis y a la psicopatología general, sino que trata también de incorporar a su dominio el fenómeno normal de los sueños y, más allá, el extenso ámbito de las ciencias del espíritu: la literatura, las artes plásticas en general, la biografía, la mitología, el folklore, la ciencia comparada de las religiones y la filosofía»2. Setenta años después de esas palabras el fenómeno es todavía más amplio. Pero volvamos a 1905. E. Bleuler, director de la Clínica Universitaria Burghölzli, donde Jung trabaja y vive desde 1900, atendió y apoyó, desde sus estudios sobre la afasia (1891), la obra de Freud, que era estudiada en la Clínica y, en lo posible, aplicada, como demuestra el tratamiento hospitalario de Jung con S. Spielrein durante el invierno de 1904. Ese mismo año se inicia el escaso intercambio epistolar entre Freud y Bleuler (publicado en 1965) y, desde Berlín, se incorpora al equipo médico K. Abraham como primer asistente de Jung, que tiene dos años más y es en ese momento médico jefe de la Clínica. En 1905 Jung es nombrado profesor no numerario en la Universidad de Zúrich, una vez doctorado como psiquiatra con su tesis «Sobre el tiempo de reacción en el experimento de asociación»3.

Desde 1903 Jung dirige junto a F. Riklin el laboratorio experimental de la Clínica. Estas investigaciones, dadas a la luz inicialmente en revistas especializadas, son recopiladas y presentadas por Jung en Estudios de asociación diagnósticos, publicado en 1906. Jung envía este libro a Freud —que ya lo tenía, citándolo en una conferencia de psiquiatría forense—, quien le escribe el 5 de marzo para agradecérselo. Esta carta da inicio a su correspondencia.

En «Psicoanálisis y experimento de asociación»4, su contribución a este libro, Jung señala que «los principios de Freud han sido utilizados repetidamente» en los distintos estudios y presenta el experimento de asociación como «un precioso instrumento para descubrir el complejo patógeno y que por esta razón puede servir para facilitar y abreviar el psicoanálisis de Freud»5. Afirma que Freud es el mejor conocedor de las neurosis psicógenas, apoyándole frente a sus críticos, como hará a finales de mayo de ese año en Baden Baden, durante el Congreso de Neurólogos y Psiquiatras del Sudoeste de Alemania, cuando se enfrenta a Aschaffenburg, uno de los creadores del experimento de asociación (capítulo 1 de este volumen). En julio dará a la imprenta Sobre la psicología de la dementia praecox: un ensayo6, donde aplica las categorías freudianas a la psicosis.

Jung escribió a Freud el 25 de septiembre de 1905, pero esa carta, en manos de la familia de S. Spielrein, no llegó a su destino. Su primera carta a Freud conservada tiene fecha de 5 de octubre de 1906, seis meses después de la que Freud le enviara, y rezuma entusiasmo. Agradece a Freud el envío de su recopilación de escritos menores y le promete su libro sobre la demencia precoz en cuanto se publique. A partir de este momento, Freud, recién cumplidos los cincuenta años, y Jung, con treinta y uno, mantendrán a lo largo de seis años una estrecha alianza que sellará el destino del psicoanálisis.

En las cartas cruzadas entre Jung y Freud durante el último trimestre de 1906 se sientan las bases para su colaboración. Jung defiende a ultranza los trabajos de Freud, aunque cuestiona desde el principio la etiología exclusivamente sexual de la histeria. No obstante, se adhiere completamente a su método psicoterapéutico e intenta adentrarse con él en las psicosis, algo del máximo interés para Freud. Jung asume que hay diferencias de todo tipo entre ellos —ambiente, formación, material, experiencia y dotes— pero sabe que debe seguir su senda y profundizar en la transferencia, no resuelta en su «primer éxito psicoanalítico» con S. Spielrein.

El año 1907 comienza así con los mejores augurios. A finales de enero, M. Eitingon visita a Freud comisionado por la Clínica Burghölzli y asiste a dos «veladas de los miércoles», donde ya se sabía desde noviembre del año anterior que Freud estaba en contacto con la Clínica a través de Jung. Dos meses después son Jung y L. Binswanger quienes viajan a Viena. El encuentro entre Freud y Jung, en una conversación de trece horas seguidas, es un flechazo. Unos días después, Jung confesará a Freud «veneración» mientras éste le saluda como «continuador y perfeccionador de mi labor (...) [y] sucesor». Jung está entusiasmado: «Aquel que conoce la ciencia de usted ha comido precisamente del árbol del Paraíso y se ha tornado vidente».

En julio, Abraham envía a Freud sus trabajos sobre traumas sexuales infantiles y demencia precoz, iniciando una copiosa correspondencia, de la cual Jung se declara «celoso», máxime cuando Abraham le manifiesta un claro antagonismo, rehusando trabajar con él y el resto del grupo, centrados progresivamente en el psicoanálisis. En septiembre, Jung representa a Freud en el I Congreso Internacional de Psiquiatría y Neurología (Ámsterdam, 2 al 7 de septiembre) con el caso de S. Spielrein (capítulo 2 de este volumen). En la tormentosa discusión que provocaron su ponencia y su actitud desafiante, varios psiquiatras defendieron a Freud. Entre ellos se encontraban O. Gross, en contacto con el grupo de Viena, el «celta» E. Jones, que trabajaba con éste en Múnich bajo las órdenes de Kräpelin, y E. Jellife, de Estados Unidos. Dos semanas después se constituye la Sociedad Freudiana de Médicos en Zúrich, donde se reúnen bajo la presidencia de Bleuler los médicos de la Clínica y psicólogos de la talla de Claparède o Flournoy, editores de los Archives de Psychologie. Así, al grupo de Viena, médicos y artistas dominados por la «judeidad», ese problemático girar alrededor de la identidad judía, se le une el de Zúrich, en el seno de una de las mejores clínicas psiquiátricas, que mantiene estrecho contacto con el mundo profesional y académico, y sin mayor confesión que el antialcoholismo, instaurado por Forel, su anterior director.

En octubre, Abraham se dirige a Freud con una petición de ayuda. Piensa volver a Berlín y abrir una consulta privada, dada la dificultad de promoción que encuentra «en Alemania por ser judío y en Suiza por no ser suizo», queja que encuentra simpatía inmediata en Freud, a quien visitará en diciembre, una vez instalado en Berlín. Su puesto en la Clínica será ocupado por A. A. Brill, que acude desde Estados Unidos —aunque ha nacido en la misma provincia que Freud—, donde la psiquiatría está liderada por el suizo A. Meyer, formado en Burghölzli. El movimiento inicia su expansión.

En noviembre, Jones, que visita a Jung en la Clínica tras pasar unos días en Budapest con S. Ferenczi y F. Stein, antiguo asistente en Burghölzli, le plantea la oportunidad de una reunión de los pocos freudianos repartidos por Europa. Jung comunica a Freud inmediatamente la idea y presenta a Jones como «un vigoroso apoyo a nuestra causa». Freud, aunque está entusiasmado, escribe a Jung el 8 de diciembre que prefiere no asistir al Congreso «ya que mi presencia perturbaría el mismo». Tal absurdo lleva a Jung a contestar que no sólo dan por hecho su presencia sino su presidencia, que Freud rehúsa, pensando en Bleuler o en Jung para desempeñar ese papel.

1908 se abre así con esta tarea liderada por Jung, algo que molesta en la Sociedad Psicológica de los Miércoles, atravesada en ese momento por tensiones en torno a la propiedad intelectual, hasta el punto de votar el 5 de febrero contra el «comunismo intelectual» en el grupo. Freud propone la creación de un grupo más amplio que nada tenga que ver con éste y escribe a Jung doce días después que «desearía que usted procurase poner las mayores dificultades posibles a mis vieneses».

En esta situación tiene lugar del 26 al 28 de abril el I Congreso de Psicología Freudiana en Salzburgo bajo la presidencia de Jung, al negarse Freud y Bleuler a ocuparla. Con cuarenta y dos participantes venidos de Viena, Zúrich, Berlín, Budapest, Múnich, Londres, Boston, Ginebra, Nueva York, Dresde y algunos sanatorios psiquiátricos repartidos por la geografía suiza, se pronuncian diez ponencias a lo largo del día 27. Sus autores, que tratan sobre la neurosis y la psicosis, el experimento y el mito, la terapia y la educación son Freud, Jones, I. Sadger, M. Prince, Riklin, Abraham, Stekel, Adler, Jung, Stein y Ferenczi por orden de intervención. La única polémica estalla entre Abraham y Jung respecto de la demencia precoz.

Por otro lado, Freud, Jung, Jones y Ferenczi deciden en una reunión privada la publicación del Anuario de investigaciones psicoanalíticas y psicopatológicas [Jahrbuch für Psychoanalytische und Psychopathologische Forschungen], dirigida por Freud y Bleuler y editada por Jung. La clara preferencia de Freud por Jung afecta profundamente a los vieneses, que hacen sentir su malestar como susceptibilidad ante el supuesto antisemitismo de los no judíos, como recuerda Jones en su biografía de Freud.

A la vuelta del congreso, Freud comunica a Jung sus impresiones. En primer lugar, «me siento aunado con usted y ya no siento que se nos pueda separar». Respecto a Jones, que Jung le presenta en Salzburgo, «siento algo en contra de él, casi diría yo que extrañeza de raza». Y, lo que más le preocupa: «no he dejado de darme cuenta que entre usted y Abraham se prepara una desavenencia». Jung responde que es Abraham quien busca la disensión, pues él valora su obra aunque no le considera «precisamente un gentleman», y cuestiona las posibles diferencias étnicas o geográficas que señala Freud.

Éste intentará reconciliarles, aunque sólo recibe quejas de Abraham. En mayo, mientras Jung está dedicado en cuerpo y alma al tratamiento hospitalario de Gross, Abraham escribe a Freud que se entiende mejor con él que con Jung por un «parentesco intelectual (...), la manera talmúdica de pensar». Freud le responde en referencia a Jung que «casi diría que sólo al sumarse él pudo el psicoanálisis eludir el peligro de convertirse en un asunto nacional judío». En julio Abraham comenta que «Jung parece haberse entregado nuevamente a sus antiguas aficiones espiritistas (...) Si Jung se hace a un lado no hay que contar con los del Burghölzli». Dos días después Freud escribe a Jung que «la causa no puede prescindir de usted (...) Me interesa mucho la mezcla de razas de nuestra hueste». Cinco días más tarde declara a Abraham que «lo que me atrae de usted son los rasgos afines, judíos [por los que] debemos estar dispuestos a permitir que nos hagan alguna injusticia». Una semana después Abraham comenta a Freud el rumor de que «en Burghölzli Freud parecería ser una perspectiva superada».

Inquieto, Freud refuerza su apoyo a Jung considerándole «un germano que atrae más fácilmente las simpatías de los demás» y que conquistará el campo de la psiquiatría, tratándole como «querido amigo y heredero». Abraham sigue quejándose en diciembre, esta vez sobre el «despotismo» de Jung por no admitir sus contribuciones al Anuario (que Freud denomina «Anuario junguiano» con orgullo), cuando en realidad habrá tres suyas, más que de ningún otro autor. Ante esto Freud ya habla de «complejo de persecución» y le recuerda que «nuestros camaradas arios nos son indispensables, pues de lo contrario el psicoanálisis sucumbiría a manos del antisemitismo». Un psicoanálisis que este año de 1908 ya cuenta con tres sociedades (Viena, Zúrich, Berlín) y se expande más allá del océano, como demuestra la invitación que S. Hall, de Estados Unidos, ha cursado en octubre a Freud para pronunciar unas conferencias en septiembre de 1909 en la Universidad de Clark, en Worcester, Massachusetts, adonde Freud piensa acudir acompañado por Ferenczi.

A pesar de su apoyo, Freud mantiene algunas diferencias con las tesis de Jung, tanto en lo relativo al experimento de asociación, que no cree comparable con el psicoanálisis, pues busca complejos en vez de vencer resistencias, como respecto a la demencia precoz, que, como Abraham, no cree originada por ninguna «toxina», como defienden Bleuler y Jung siguiendo la psiquiatría académica. Eso no obsta para que el libro de Jung sobre la demencia precoz de 19077 le gustara «excepcionalmente» y su conferencia de 19088 le pareciera «encantadora». Como le escribe en enero de 1909, «Usted, si yo soy Moisés, tomará posesión, al igual que Josué, de la Tierra Prometida de la psiquiatría, la cual tan sólo puedo contemplar de lejos».

Jung se encuentra en un momento crítico. El tratamiento de Gross, que lleva a cabo por petición de Freud, le ha movilizado enormemente. El carácter vanguardista de este inteligente psiquiatra, inmerso en la vida social rupturista de la época mientras él vive recluso en la Clínica, seduce enormemente a Jung, quien no sólo se reconoce deudor de Gross, introductor de los términos «extratensión» e «introtensión», respecto al par extraversión/introversión, sino por haberle permitido caer en la cuenta de sus propios «componentes polígamos», sobre los cuales consultará directamente a Freud, viajando a Viena a finales de marzo. En ese encuentro, la tensión de lo tratado es tal que se produce un llamativo fenómeno paranormal (un armario cruje sin motivo aparente dos veces seguidas) que espantará a Freud. Para éste es fundamental que Jung tenga la estabilidad necesaria y cumpla con el papel de «hijo primogénito, sucesor y príncipe heredero», que Freud le tiene reservado, máxime cuando ya se han empezado a explicitar las tensiones con Adler en las «veladas de los miércoles».

En junio, Jung se muda a su casa de Küsnacht, su «Tusculum», abandonando la Clínica. Allí acaricia la idea de realizar una investigación futura sobre la transformación de la libido en la demencia precoz, a la que le conduce la reflexión sobre sus grandes fracasos, que sólo puede tratar con Freud: «Gross y Spielrein constituyen amargas experiencias». Se hace imperioso investigar sobre la contra-transferencia. Por otro lado, las noticias son buenas: también le han invitado a la Universidad de Clark. Eso supone que este año no habrá Congreso psicoanalítico. Aunque Freud, Jung y Ferenczi llevarán «la peste» a Norteamérica, donde les espera Jones.

El viaje comienza en Bremen el 20 de agosto, reuniéndose Freud y Ferenczi con Jung. En una sobremesa, a raíz de un sueño de Jung, Freud se desmaya. El sueño prefigura la ampliación conceptual junguiana de lo inconsciente y Freud lo interpreta como un deseo encubierto de parricidio. En algún momento de los días pasados en el George Washington, donde viaja también uno de sus críticos, W. Stern, Freud, que ha contado a Jung uno de sus sueños, se niega a seguir respondiendo a las preguntas de éste por temor a perder la autoridad, que justo en ese momento queda mermada. El 29 de agosto están en Nueva York, donde asisten por primera vez al cine y tratan acerca de la organización psicoanalítica, planteando Freud el asunto racial.

El 4 de septiembre llegan a Worcester y se reúnen con Jones. Las conferencias son un éxito, con asistentes como W. James, F. Boas, W. Stern, A. Meyer, E. D. Tichtener o J. J. Putnam. Freud presenta magistralmente, sin ayudarse de nota alguna, el psicoanálisis y Jung habla de los experimentos de asociación. Tras una semana en la casa de campo de Putnam embarcan el 21 de septiembre en Nueva York y llegan a Europa ocho días después. El mes siguiente sale el primer número del Anuario, con textos de Freud, Abraham, Maeder, Jung, Binswanger, Ferenczi, Stekel, Silberer y Adler. El psicoanálisis ya tiene su órgano de expresión. No debe retrasarse más el siguiente Congreso.

Jung ha vuelto movilizado de América, donde ha conversado largo y tendido con W. James, con quien concuerda en muchos planteamientos epistemológicos, sobre los fenómenos parapsíquicos, como miembros que son de la American Society for Psychical Research (Jung desde 1907). Aunque desde ese momento ya no usará, como antes, el término «psicanálisis», siente que está modificando sus puntos de vista. La teoría de la libido de Freud le resulta inaplicable a la demencia precoz y se revela insuficiente, al girar exclusivamente alrededor de lo sexual. Freud se inquieta y señala que está usando conceptos adlerianos como «sensibilidad». En Navidad de ese año Jung le confesará que «es duro tener que trabajar junto al creador», recordándole la diferencia de posiciones respecto a la libido, el sadismo y la demencia precoz. Por otro lado, Jung está en aprietos. Se queja de que sus colegas hablan mal de él en Zúrich e incluso está intentando analizar a su mujer para «curarle» los celos. Hierve en ebullición intelectual, inmerso en la arqueología y la mitología, y se ve arrastrado por sus componentes polígamos, de origen contratransferencial.

En enero de 1910 ya tiene clara la intuición, que comunica a Freud, de que «en la fantasía individual el primum movens es el conflicto individual, pero la materia o la forma (como se desee) es, sin embargo mítica». Los libros de Abraham Sueños y mitos y el de Rank El mito del nacimiento del héroe se han publicado el año anterior siguiendo una idea que Freud le expuso a Jung en agosto de 1908 sobre la identidad de neurosis y mito. Sumergido en el material mitológico y en cadenas de asociaciones que le desbordan, debe preparar el II Congreso, que tendrá lugar los últimos días de marzo en Núremberg. El psicoanálisis se ha introducido en Rusia, Italia, Francia, Holanda y Suecia y el segundo número del Anuario, que Freud quiere fundamentalmente suizo, acaba de aparecer, sin contribuciones de Adler ni de Stekel.

En este II Congreso, Ferenczi, a instancias de Freud, ofrece una visión de la historia del psicoanálisis como un antes y un después de Jung, plantea la necesidad de organizarse en una Asociación Internacional con un Boletín y propone a Jung como presidente. La respuesta de los seguidores vieneses tiene un aire de rebelión y Freud propone a Adler, presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Viena tras el congreso, y a Stekel, sorprendidos en una reunión clandestina, ser en compensación los editores de la nueva Revista Central de Psicoanálisis [Zentralblatt für Psychoanalyse] de la que él sería director. Eso no calmará los ánimos, aumentando en Viena la queja de presunto antisemitismo de los zuriqueses, a quienes Freud apoya precisamente por no ser judíos.

Bleuler, que no asiste al Congreso ni quiere saber nada del psicoanálisis, se enfrenta a Jung, quien se encuentra en un caos personal y en el acmé de su poligamia. Freud teme la desconexión con la Clínica e intenta desde Viena encauzar a Jung sin mucho éxito. En agosto se queja de su falta de entidad como presidente, de quien todos están celosos por la preferencia que muestra hacia él. En su respuesta a esa carta, Jung le manifiesta su repugnancia al trapicheo político y le recuerda que no ha aspirado a ser presidente, interesado más bien en la «orientación absolutamente espiritual del psicoanálisis» que se está formando en Zúrich. Tres días después de esta aclaración, el 26 de diciembre, Freud se reúne en Múnich primero con Bleuler y después con Jung. Después de esa reunión le escribe a Ferenczi que está convencido de que Jung es «el hombre del futuro».

1911 empieza así en un equilibrio precario para la organización psicoanalítica. Jung teme la crítica de Freud a sus variaciones conceptuales y técnicas. En marzo se suicida J. J. Honegger en el sanatorio psiquiátrico donde trabaja como miembro del equipo médico, lo que supone un nuevo fracaso de Jung, que lo había tratado durante unos meses el año anterior y en quien tenía puestas muchas esperanzas. En mayo está dedicado a la astrología guiado por Toni Wolff y redacta la primera parte de Transformaciones y símbolos de la libido, desarrollando una conferencia sobre simbolismo dada un año antes en Herisau. Freud se basará en esta conferencia para su delimitación de los principios de placer y realidad en «Los dos principios del suceder psíquico».

En junio, Adler abandona junto a otros miembros la Sociedad Psicoanalítica Vienesa, mediando incluso una querella judicial contra Freud. Es obligado un nuevo congreso, que tendrá lugar en Weimar entre el 21 y el 22 se septiembre. Freud viaja a Küsnacht tres días antes y calibra el estado del grupo suizo, con cuyos miembros acude a la ciudad goethiana. Allí, cincuenta y cinco participantes reeligen por aclamación a Jung como presidente y a Riklin como secretario.

En el último trimestre sale el tercer número del Anuario, con la primera parte de Transformaciones... A Freud le parece que el cristianismo limita el horizonte de esa obra y anuncia a Jung que no le seguirá por ese camino. Ese mismo mes de noviembre Jung adelanta a Freud que está variando la teoría de la libido y que hay mucho revuelo en Zúrich a raíz de su conferencia «Nuevos rumbos de la psicología»9. Por su parte, Bleuler, que acaba de publicar su monografía sobre la esquizofrenia, abandona definitivamente la sociedad psicoanalítica, aunque seguirá colaborando en el Anuario. En otro orden de cosas, S. Spielrein, la primera mujer doctorada, y cum laude, en psiquiatría por la Universidad de Zúrich, ingresa en la Sociedad de Viena. Freud siente que ya no puede contar con Jung, a quien el 30 de ese mes escribe que «sólo el tiempo nos impedirá encontrarnos o chocar entre nosotros». Describirá esta situación en su artículo «Grande es Diana efesia», publicado entonces.

Aunque en enero de 1912 Freud resalta en una carta a Jung su contribución a la «herencia inconsciente del simbolismo», a Ferenczi le comenta que ya no considera a Jung su sucesor, a quien cree ambiciosamente centrado en sus propios intereses, abandonando así las labores organizativas. Pero tampoco puede remplazarle. Jung siente la desconfianza de Freud y le recuerda que no se habría puesto a su lado si no tuviera algo de hereje, alérgico a venerar al maestro. Freud ve en ello una declaración de independencia y espera que se haga explícita en la segunda parte de Transformaciones..., de la cual Jung le avisa que presenta una nueva concepción del incesto como fantasía.

La visita privada a finales de mayo de Freud a Binswanger, a quien le han diagnosticado un tumor, en el sanatorio psiquiátrico que dirige en Kreuzlingen, sin pasar por la vecina Zúrich, donde Jung no estaba para leer la carta en la que Freud se lo notificaba, provoca todo tipo de suspicacias en Jung, que ve en esa visita un desacuerdo de Freud respecto a sus ideas. Cuando se aclare el «gesto de Kreuzlingen» en noviembre ya será tarde.

En el ínterin, Jung ha decidido en junio aceptar la invitación hecha por Jellife en nombre de la neoyorquina Universidad jesuita de Fordham, invitación que Freud declina por consejo de Jones, para dictar una serie de conferencias durante el mes de septiembre. No habrá, por lo tanto, congreso psicoanalítico ese año por ausencia de su presidente. Por otro lado, Jung anuncia a Freud que está modificando ciertas formulaciones teóricas y que pondrá a disposición su cargo de presidente en el próximo congreso de la Asociación Internacional de Psicoanálisis (AIP). Con ello se enfrenta claramente con Freud, que le tacha de adleriano y que el 30 de julio confiesa a Ferenczi que «mi intención de fundir judíos y goyim al servicio del psicoanálisis me parece por el momento un fracaso. Se separan como aceite y agua». Ferenczi apoya incondicionalmente a Freud ante la «declaración de guerra» de Jung. Considera que «los otros suizos, demasiado sometidos a sugestión, son antisemitas», y se congratula del «privilegio psíquico de haber nacido judío y estar preservado desde la infancia de absurdos atávicos».

Jung inicia su viaje en agosto y durante tres semanas de septiembre despliega en Norteamérica una actividad desbordante. Además del ciclo de conferencias en la Universidad de Fordham, ante una audiencia de 90 personas (capítulo 9 de este volumen), pronuncia otras en Chicago, Baltimore, Washington. En Nueva York hace presentaciones de casos en la Academia de Medicina, el Instituto Psiquiátrico del Estado y el Hospital Bellevue, y también imparte seminarios privados. Una larga entrevista en el New York Times y un extenso reportaje en el Times dan fe de la resonancia pública de este viaje10.

Al otro lado del Atlántico, el 12 de agosto se constituye, por iniciativa de Jones y Ferenczi, el «Comité Secreto», encargado de velar por el desarrollo del psicoanálisis contra Jung y compuesto en ese momento por Abraham, Rank y Sachs además de Jones, Ferenczi y Freud, con A. von Freund de ayudante. La primera labor que Freud encarga a ese comité, presentada como «contraataque», es criticar los nuevos escritos de Jung desde la Revista, sin que quepa duda alguna «de que soy yo quien está detrás». Ferenczi se ocupará de Transformaciones..., Abraham de las conferencias de Fordham y Jones, en un texto dedicado al «complejo de dios», se encargará de presentar a Jung como megalómano. Freud, quien con Tótem y tabú, que aparece por entregas en Imago, aparecida este año, marca su distancia con la mythologics de Jung, se reserva un texto sobre el narcisismo y otro sobre la historia del movimiento psicoanalítico, una «bomba» para descalificar las posiciones junguianas. El enfado con Jung le lleva a escribir a S. Spielrein, despechada pero aún enamorada de Jung, que la unión de judíos y no judíos —la fantasía transferencial de Spielrein con Jung— era imposible, refiriéndose a «la raza superior de los judíos».

Enfrentar la Revista con el Anuario encuentra una negativa frontal por parte de Stekel, ya distanciado de Freud a causa de V. Tausk. Se piensa entonces en una nueva publicación, la Revista Internacional de psicoanálisis Médico [Internationale Zeitschrift für ärztliche Psychoanalyse], cuya organización será tratada en una reunión de los presidentes de las sociedades en Múnich el 24 de noviembre, veinte días después de la salida de Stekel del círculo freudiano. En esa ocasión Freud aclara a Jung el «gesto de Kreuzlingen» y sufre un nuevo desmayo, en el mismo hotel donde tuvo lugar un episodio idéntico años antes relativo a Fliess. Freud escribe después a Ferenczi que ha recordado a Jung que «todos los que estaban conmigo habían estado con él hasta que les puso en la puerta» y que Jung le había asegurado que se dedicaría a la causa. Pero como le escribe a éste último, «es fácil de prever que lucharemos entre nosotros prácticamente». Esa lucha ya había comenzado y Freud contaba con un estado mayor para llevar adelante su estrategia.

En efecto, días después Jung le escribe que siente que él desprecia enormemente su trabajo y le recuerda su negativa a seguir el análisis onírico en el viaje de 1909 a Norteamérica como muestra de autoritarismo. En esos días Freud comenta a Abraham, Ferenczi y Jones que Jung está enloquecido y a J. J. Putnam que no acepta las modificaciones teóricas de Jung, calificadas de «errores regresivos». El 18 de diciembre Jung salta: «Su técnica de tratar a sus alumnos como a pacientes constituye una equivocación. Con ello crea usted hijos esclavizados o descarados granujas». Escandalizado, Freud comenta la carta con Ferenczi, quien le responde que «es él [Jung] quien trata a los alumnos como pacientes» y que «el análisis mutuo [que Jung lleva a cabo con M. Moltzer, colaboradora y antigua analizando] es un sinsentido». Curiosamente, veinte años después Ferenczi realizará en Diario clínico su gran investigación sobre las posibilidades del «análisis mutuo». Freud decide dar carpetazo a la relación el 30 de diciembre: «que se lo lleve el diablo». El 3 de enero de 1913 escribe a Jung: «Su opinión de que trato a mis discípulos como si fuesen pacientes es comprobadamente inexacta (...) Le propongo, por tanto, cesar por completo nuestras relaciones privadas».

Los acontecimientos se aceleran. Jung viaja en marzo a Nueva York. Jones mantiene a Freud informado del viaje y éste comenta a Abraham, que no deja de hablar del antisemitismo de Jung, en su carta del 27 que Jung «está trabajando más en beneficio propio que en el del psicoanálisis», concluyendo que «sus deficientes teorías no me compensan su carácter desagradable». En mayo, a punto de constituirse la Sociedad Psicoanalítica de Budapest, escribe a Ferenczi que «según noticias de Jones, debemos esperar cosas terribles de Jung», y le propone reunirse a reflexionar con Jones «para saber cómo defendernos. La verdad nos pertenece». Freud está muy interesado en «no dejar las cosas como un duelo personal entre Jung y yo». Por su parte, Ferenczi cree que «todos los miembros del comité deben participar» y expresar claramente su crítica a Jung durante el próximo congreso, en septiembre. Desde Berlín, Abraham ofrece su total disposición. El 25 de mayo se reúne el comité y Freud entrega los famosos anillos a sus miembros. De esta reunión, Jones recuerda en su biografía de Freud, «hasta qué grado llega la suspicacia de los judíos ante el más leve signo de antisemitismo». Jones se sentiría muchas veces desplazado en las irónicas conversaciones mantenidas en el seno del comité.

En agosto, Jung se encuentra en Londres para intervenir en el VII Congreso Internacional de Medicina (5-12 de agosto), donde conocerá a C. Long, médico cinco años mayor que él y que, entre otras actividades, traduciría al inglés Transformaciones... En su ponencia en este congreso P. Janet se muestra conciliador con el psicoanálisis, al que considera una verificación de sus propias hipótesis y del que únicamente rechaza la exclusiva etiología sexual de las neurosis, admitiendo que «ha rendido grandes servicios al análisis psicológico». Por su parte, Jung, en su conferencia «Aspectos generales del psicoanálisis» (capítulo 10 de este volumen), utiliza por segunda vez —la primera, en 1911, al tratar sobre los complejos11—, ahora para definir sus planteamientos, el término «psicología analítica», que amplía el campo de la «psicología profunda», al cual pertenece el psicoanálisis12. Jones está entre los presentes.

El mismo día que Jung lee su ponencia, el 5 de agosto, Freud transmite a Ferenczi su opinión sobre las tan temidas conferencias americanas de Jung: «he leído el trabajo de Jung y lo encuentro, más allá de lo que cabría esperar, bueno e inofensivo (...) Las contradicciones quedan completamente dentro del terreno del psicoanálisis. Muchas cosas, hacia el final, concernientes a la terapia, la transferencia, etc., son incluso excelentes (...) En conjunto, visto de lejos, sobrestimé mucho el peligro (...) Los acercamientos a Adler son poco importantes».

Freud y Jung se encontrarán por última vez en el IV Congreso de la Asociación Internacional de Psicoanálisis, durante el 7 y 8 de septiembre de 1913, en Múnich, al que asisten ochenta y siete participantes. Jung presenta su primer texto sobre los tipos psicológicos13, donde contrapone la posturas de Adler y Freud según el par introversión/extraversión. Su última frase: «La difícil tarea del futuro será crear una psicología que haga justicia por igual a ambos tipos»14. (Ferenczi considera este escrito «de una insolencia y una pretensión insuperables».) El trabajo científico queda ahogado bajo las tensiones personales, puestas de manifiesto en la votación para la elección de Jung: de los cincuenta y dos votantes, treinta votan afirmativamente y veintidós se abstienen. La situación es imposible. Jung escribe a Freud el 27 de octubre que «duda usted de mi buena fe (...) [y eso] hace imposible la ulterior colaboración con usted (...) Renuncio por tanto a la redacción del Anuario que usted me confió».

El comité toma posiciones. Abraham, que se pregunta por los «verdaderos motivos» de Jung, se pone «enteramente a la disposición» de Freud, que durante enero de 1914 escribe «con rabia» su Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico, punta de lanza de las críticas de Ferenczi, Rank, Jones y Abraham que saldrán en las publicaciones psicoanalíticas, todas ahora en manos del comité.

El 24 de marzo Jung presenta su dimisión como presidente de la Asociación Internacional y abandona la Universidad. Freud se alegra con Abraham, el futuro presidente hasta el final de la Primera Guerra Mundial, de «la meticulosidad con que Jung ha cumplido nuestros planes» y se congratula de una «nueva era sin Jung». Ferenczi siente la dimisión «muy agradablemente». El comité espera el efecto de «la bomba», esa batería de críticas hacia Jung en las publicaciones de la Asociación Internacional de Psicoanálisis, de la que Jung era presidente hasta ese momento. La bomba estalla el 25 de junio y en julio el grupo de Zúrich abandona la Asociación. El 26 de ese mes, Freud escribe satisfecho a Abraham que «nos hemos liberado por fin del brutal santurrón de Jung y sus loros repetidores». Jones cursa la orden de que no debe citarse ni a Bleuler ni a Jung en ninguna publicación y transmite a Londres, cuya Sociedad Psicoanalítica se ha constituido tras el Congreso, que todo psicoanalista que se acerque a Jung será excomulgado. Como escribe Freud en el inicio de su texto sobre la corta historia del psicoanálisis, que inicia ahora una nueva andadura, «El psicoanálisis es, en efecto, obra mía (...) Nadie puede saber mejor que yo lo que es el psicoanálisis [y] qué es lo que puede acogerse bajo su nombre o ser incluido en él».

Contribuciones de Jung al psicoanálisis

El primer texto de Jung, recién licenciado en medicina, es un informe sobre La interpretación de los sueños de Freud15 presentado en 1901 durante una sesión de trabajo en la Clínica. En su tesis de licenciatura16, publicada en 1902, los trabajos de Freud-Breuer sobre la histeria centran el significado de su investigación (los problemas sexuales adolescentes desencadenarían la emergencia de lo inconsciente en la escisión). Como señala en su respuesta a la crítica de Hahn a este trabajo17: «el análisis del cuadro clínico (...) se apoya (...) en las investigaciones de Freud sobre la histeria»18. Por otro lado, en sus estudios experimentales hay múltiples referencias a las obras de Freud, de quien se subraya la importancia, menospreciada, para la psiquiatría, confluyendo en su escrito de 1906 sobre el psicoanálisis y el experimento de asociación. Por último, y antes de conocer a Freud, la respuesta a la crítica de Aschaffenburg, con quien ha mantenido correspondencia, y el prólogo a su escrito sobre la demencia precoz, donde expresa «lo mucho que debo a los brillantes descubrimientos de Freud», parece indicar que Jung considera a Freud el autor que podía liberar a la psiquiatría de la cárcel descriptiva donde la había encerrado el dominante paradigma kräpeliniano.

La energía desencadenada por el encuentro de los dos colegas, uno formado como neurólogo, el otro como psiquiatra, intensificaría la creatividad que revela una simple ojeada a su bibliografía durante esos años de amistad, colaboración y conflicto. Para Jung, verse tan valorado y apremiado por el «gran hombre» que para él fue siempre Freud, supuso, a pesar de la responsabilidad que tuvo que asumir, un espaldarazo a sus trabajos. Para Freud, descontento con el dilentantismo de sus primeros seguidores, el empuje de Jung le hacía concebir la esperanza, como le dijo en alguna ocasión, de que su obra no caería en el olvido.

En el periodo comprendido entre los años 1906 y 1913 Freud publica, además de su escrito sobre Leonardo (1910), tres de sus grandes casos: Juanito, el «Hombre de las ratas» (1909) y Schreber (1910), cuyas Memorias de un neurópata Freud conoció por Jung. De esta época datan también sus primeros escritos técnicos —sobre el psicoanálisis silvestre (1910), la transferencia, el análisis de sueños (1911), los «consejos prácticos» (1912) y la iniciación al tratamiento (1913)— y «Los dos principios del suceder psíquico» (1911).

En cuanto a Jung, además de la defensa de Freud y el psicoanálisis, realiza la primera lectura psicoanalítica de la psicosis (1907, 1908) y procura una ampliación del psicoanálisis —para Freud una desviación— en Transformaciones y símbolos de la libido (1911-1912)19 —cuyo primer capítulo estimularía «Los dos principios...»— y en sus conferencias en la Universidad de Fordham (1913), donde se resumen los planteamientos contenidos en esta obra que Freud no pudo aceptar, provocando su ruptura.

Veamos con más detalle la apreciación junguiana del psicoanálisis siguiendo los textos de esa época, la mayoría recogidos en este volumen y el resto en los volúmenes 3, 5, 17 y 18 de esta Obra completa.

Lo primero que señala Jung en todos sus escritos de apoyo a Freud, publicados en revistas especializadas de psiquiatría y psicología, es la necesidad, antes de extraer cualquier conclusión, de aplicar su método, haciéndose con él tras una práctica de años, a los casos en los que está indicado, fundamentalmente histeria y neurosis obsesiva, pero también en las psicosis, pues como indica en «Sobre el significado de la teoría de Freud para la neurología y la psiquiatría», de 190720, «el análisis [de la demencia precoz] descubre los mismos mecanismos psíquicos puestos en práctica en las neurosis»21. En segundo lugar, Jung se refiere a la evolución de la obra freudiana desde sus primeros escritos, ligados al método catártico de Breuer, hasta el abandono de la teoría traumática y la descripción de los procesos primario y secundario en su obra capital sobre los sueños. En tercer lugar, aun recordando que la noción de sexualidad es muy amplia en la obra de Freud, afirma que no se puede negar el simbolismo sexual que él señala, pues la literatura y la mitología lo confirman. Todo ello se explicita en los tres primeros textos de este volumen, de 1906, 1908 y 1909, basados en un material empírico interpretado desde la noción clave de complejo. Junto a ellos, en su folleto El contenido de las psicosis, de 190822, escribe que «el camino hacia la psiquiatría del futuro (...) sólo puede ser el camino de la psicología»23, y una psicología de lo inconsciente como es el psicoanálisis.

Las conferencias en la Universidad de Clark impulsan internacionalmente al psicoanálisis. Las cinco intervenciones de Freud —recogidas en su Psicoanálisis— establecen los puntos fundamentales de este nuevo saber. En la primera conferencia trata de la diferencia entre consciencia e inconsciente a partir de la escisión histérica, reconociendo el papel desempeñado por Breuer. En la segunda introduce los conceptos de «resistencia» y «represión». En la tercera, junto al término «complejo», aportación de la escuela de Zúrich, los procesos de elaboración del sueño, «condensación» y «desplazamiento», presentes en lapsus, equivocaciones y olvidos, como modo de expresión de lo inconsciente. En la cuarta se refiere a la sexualidad infantil y el «complejo nuclear» del Edipo. En la quinta, por último, se centra en la «regresión» y la «transferencia». Freud fue doctorado honoris causa en Derecho por esa Universidad debido a sus aportaciones a la psicología.

Por su parte, Jung se ocupa del experimento de asociación24, de la influencia de la familia en el individuo25 y de la evolución de la sexualidad en los niños —siguiendo la vía abierta por del «caso Juanito» de Freud— a partir de la evolución de su propia hija Ágata, estudiado en Sobre conflictos del alma infantil26, donde se revela el valor de la educación sexual infantil individualizada y se introduce el término «introversión». Se comprende que el doctorado concedido en su caso lo fuera por su contribución a la higiene social y la educación. Las aportaciones de Freud y Jung fueron publicadas al año siguiente en el American Journal of Psychology, traducidos por A. A. Brill.

Como ya sabemos, la causa psicoanalítica se dotará a partir de 1909 de una primera publicación, el Anuario. En el primer número, de 600 páginas, se encuentran textos tan importantes como el caso Juanito y el «hombre de las ratas», de Freud, o «Introyección y transferencia» de Ferenczi. El artículo de Jung, «El significado del padre para el destino del individuo» (capítulo 14 de este volumen, revisión de 1949 del escrito original), presenta varios casos clínicos —de adultos y niños— refiriéndose a la aplicación del experimento de asociación sobre la constelación familiar e introduce el término «imago» para diferenciar la realidad psíquica frente a la realidad objetiva. Este artículo decepcionará a Abraham, quien discutirá con Freud hasta qué punto el psicoanálisis otorga tanta importancia a la figura del padre. En cualquier caso, el término «imago», como el de «complejo», formará parte desde entonces del vocabulario psicoanalítico.

A partir de 1910, al Anuario se le suma la Revista, a raíz del II Congreso que da vía libre a la Asociación Internacional. En el segundo número de aquél, con casi 800 páginas, Jung publica además de Sobre conflictos del alma infantil, «Referata sobre trabajos psicológicos de autores suizos»27 y «Acerca de la crítica al psicoanálisis» (capítulo 7 de este volumen). En la Revista saldrá «Una contribución a la psicología del rumor» (capítulo 4 de este volumen). En todos ellos Jung se centra en la psicología sexual infantil, en el mejor estilo freudiano.

Empezará a ver las cosas de otro modo a partir de sus investigaciones mitológicas a la vuelta del viaje americano de 1909. En el Anuario de 1911, de alrededor de 900 páginas, con contribuciones como el caso Schreber, de Freud, Jung presenta su primera parte de Transformaciones..., además de las reseñas de los libros de Bleuler28, Hitschmann29 y Prince (capítulo 6 de este volumen).

En la Revista publica «Una contribución al conocimiento de los sueños con números» (capítulo 5 de este volumen). Respecto a este último artículo tal vez sea útil recordar la única vez que Jung acudió a una velada de los miércoles, el 6 de marzo de 1907, con ocasión de su primera visita a Freud en compañía de Binswanger. Ese día se trataba el caso, presentado por Adler, de un aristócrata ruso judío con un gran «complejo judío», que padecía tartamudez y una compulsión a contar 3, 7 y 49 con la cabeza sumergida en agua. La opinión de Freud al respecto es que «tal vez el 3 represente el pene cristiano, el 7 el pequeño pene judío y el 49 el gran pene judío. El pene judío más pequeño está representado en la compulsión por el número más grande».

Generalizando a los sueños con números, Freud afirma que «todo está determinado, hasta en el menor detalle, y nada es casual». La lectura de uno estos sueños realizada por Jung algunos años más tarde no se referirá a la anatomía ni a las diferencias culturales, sino al adulterio y la esterilidad, resaltando los aspectos transferenciales. Cuando se publica este texto de Jung Freud es muy crítico con el biologismo de Adler, que ya no está a su lado.

Jung también centrará su atención en la transferencia en su crítica reseña al libro de M. Prince. En el caso de la reseña del libro de Bleuler, resalta la importancia de la «ambivalencia» delimitada por Bleuler, que asimila a la «resistencia» freudiana, cuyo origen en un complejo ligado a la evolución sexual también puede verse en la esquizofrenia —ese mismo año ha reelaborado Bleuler la antigua demencia precoz en su libro capital—, concluyendo que «hoy no debe dudarse de que la esquizofrenia posee esencialmente los mecanismos de cualquier otra “psiconeurosis” (...) y sus síntomas individuales sólo pueden estudiarse desde el psicoanálisis»30.

En julio de 1911 Jung se encuentra en Londres, donde pronuncia una conferencia en la sección de psiquiatría de la Real Academia de Medicina, «Sobre el problema de la psicogénesis en las enfermedades mentales»31. Empieza cuestionando el materialismo que rige en la psiquiatría, que desdeña los determinantes psicológicos, y en la psicología, encerrada en laboratorios. No es optimista respecto a la terapia de la psicosis, que exige un tiempo prácticamente ilimitado, pero sabe que gran parte de la peor sintomatología se debe a las condiciones hospitalarias, que cronifican lo que podría haberse curado en un inicio. Presenta el estudio de la psicogénesis como la clave para la comprensión y el tratamiento de toda psicopatología.

De ese mismo año trata su «Breve panorama de la psicología de los complejos»32, su contribución al Congreso Médico Austral-Asiático. Ahí puede leerse que «los síntomas, tanto de la neurosis como de la demencia precoz, y tanto si son de naturaleza física como psíquica, se originan en el complejo, como la escuela de Freud ha descrito minuciosamente»33. En ese mismo texto utilizará por primera vez la expresión «psicología analítica», que identifica con la «psicología profunda» de Bleuler.

A finales de ese año Freud publica en la Revista «Grande es Diania Efesia». Con ese grito las fuerzas vivas de Éfeso se rebelaron contra san Pablo y los judíos. Y sigue: «La Congregación de Éfeso, fundada por Pablo, no le mantuvo fidelidad durante mucho tiempo. Cayó bajo la influencia de Juan (...) sin que cambiaran mucho las condiciones anteriores». Es decir, la revolución psicoanalítica peligraba en manos de Jung, que estaba rebajando el valor de la sexualidad para ser aceptado en sociedad.

En 1912, la publicación de «Nuevos rumbos de la psicología» crea revuelo en Zúrich. En ese texto Jung no hace sino señalar la insuficiencia de la psicología y psiquiatría experimentales, que él promocionó, para conocer el alma humana, y la importancia de la psicología de Freud, que «podría denominarse psicología analítica», reservando el término «psicoanálisis» exclusivamente para el «método» de Freud34. A raíz de ese revuelo escribe una serie de cartas, de las cuales en este volumen se recoge «Acerca del psicoanálisis» (capítulo 8), donde habla del «método educativo» del psicoanálisis, que afecta a «todos los ámbitos de la vida», no sólo al sexual. En las otras cartas35 señala que para evitar malentendidos sobre el concepto de sexualidad en psicoanálisis conviene leer a Freud, a Bleuler y a Riklin además de sus propias obras más a que a los adversarios, tachados de ignorantes.

En marzo de ese año se publica el primer número de Imago, donde Freud inicia las entregas de Tótem y tabú, su respuesta a Transformaciones... Freud pide colaboraciones de Jung para esta revista dirigida por Rank y Sachs y deja entrever hasta qué punto no competirá con el Anuario. En esa época ya pueden rastrearse las hostilidades entre Freud y Jung, aunque éste no deja de alabar los escritos técnicos de aquél. El 22 de marzo Jung comunica a Freud que ha recibido la invitación de la Universidad de Fordham. Freud le responde al respecto que «todo el mundo admitirá que su viaje sirve a los intereses del psicoanálisis». Tres meses después, en junio, escribirá a Ferenczi que ese viaje no augura nada bueno. Ese mismo mes Jung está en Berna, en cuya Sociedad Médico-Farmacéutica, frente al patriarca de la psicoterapia en Suiza, P. C. Dubois, presenta el psicoanálisis, creado por Freud, como «una teoría radical que puede utilizarse junto a otros métodos»36.

Sin embargo, Jung está más bien inmerso en la redacción de la segunda parte de Transformaciones..., que intuye le separará de Freud. En agosto tiene preparadas las conferencias de Fordham, una síntesis de este libro, con un último capítulo ya presentado en el I Congreso Internacional de Pedagogía de Bruselas un año antes, y que traducirán al inglés M. Moltzer, quien le ayudaba con sus pacientes anglonorteamericanos, y los esposos Eder, puntales del psicoanálisis en Londres.

La publicación de la segunda parte de Transformaciones... en el volumen 4 del Anuario, con textos de Bleuler, Freud, Rank, Brebelskaja, Silberer, Jung, Spielrein, Nelken, Jones, Maeder y Rosenstein, y las malas noticias de Jones sobre el éxito de Jung en Norteamérica provocaron la separación definitiva.

Sabemos que Freud rompe con Jung en enero de 1913 y que su último encuentro fue en el triste IV Congreso de la Asociación Internacional de Psicoanálisis en Múnich durante el primer fin de semana de septiembre. Un mes antes, Jung está en Londres, participando en el XVII Congreso Médico Internacional. En su intervención (capítulo 11 de este volumen), Jung se distancia de Freud y comenta que «quisiera proponer que se liberara a la teoría psicoanalítica de la perspectiva exclusivamente sexual. En su lugar yo introduciría un punto de vista energético en la neuropsicología»37, para terminar diciendo que «el psicoanálisis aparece (...) no ya como una mera reconducción del individuo a sus deseos sexuales primitivos, sino, entendido correctamente, como una tarea altamente moral de infinito valor educativo»38.

Unas semanas después del Congreso aparece el primer número de la Revista Internacional. Jung interviene con un crítico artículo en defensa de su discípulo Nelken39 y, con él, de la libertad de investigación: «Nuestros intentos de desarrollar y ampliar los descubrimientos anteriores han dado lugar al absurdo chisme de un cisma. Algo de este tipo sólo puede ser un invento de gente para quien las hipótesis científicas son artículos de fe (...) Mis puntos de vista científicos cambian con mi experiencia y descubrimientos, como siempre ha ocurrido en la ciencia. Me resultaría sospechoso que no fuera así»40. El grueso del número está dedicado a la respuesta del comité secreto, incapaz de forzar la dimisión de Jung en el Congreso, a sus planteamientos.

La crítica a las propuestas junguianas sobre la libido y el incesto supone una descalificación total. Abraham, que se ocupa de las conferencias americanas, señala que «Jung ha hecho una exposición totalmente incorrecta de las enseñanzas de Freud» en «contradicción con sus anteriores escritos» sobre sexualidad infantil. Considera que tiende «hacia la psicología superficial» de W. Stern y que con su tratamiento del sacrificio (último capítulo de Transformaciones...) se «convierte en un teólogo». Abraham percibe «en los escritos de Jung la obra de tendencias primordialmente destructoras y reaccionarias; no puedo ver ningún signo de consecuciones positivas o constructivas» y concluye que «Jung no tiene ya el derecho de aplicar la designación de “psicoanálisis” a las opiniones que propone». Como vemos, comentarios mucho más duros que los del propio Freud sobre esta misma obra.

Por su parte, Ferenczi, al analizar Transformaciones..., aunque subraya los muchos méritos del estudio, apela «a estar en guardia, a no dejarnos seducir por lo que hay de cierto en la obra». Presenta el estudio de Jung como el inverso de los de Abraham y Rank y, refiriéndose a que el caso que comenta, Miss Miller, no ha sido tratado por él, considera muy «lamentable que Jung intente apoyar su tentativa en un nuevo modo de interpretación, precisamente sobre un material cuya investigación no puede realizar personalmente», olvidando aquí que lo mismo hizo Freud con Schreber. Considera su primer capítulo («Las dos formas del pensamiento») basado en el texto de Freud «Los dos principios del suceder psíquico», cuando es precisamente al revés, y acusa a Jung de «emitir juicios de valor que no pertenecen sólo a la psicología sino también a la moral y a la teología», concluyendo que «no podemos embarcarnos en la discusión planteada por Jung en esta ocasión sobre el valor mayor o menor de la religión cristiana».

Ferenczi habla de «la propensión de Jung a dar pura y simplemente valor de decreto a la hipótesis que le resulta más simpática», y minusvalora como «especulación personal de Jung» su concepto de libido, separado por «un abismo» de la concepción de Freud, quien «permanece constantemente bajo el control de experiencias sacadas de la psicología individual». Después de hacer prevalecer las hipótesis de Abraham sobre las de Jung respecto a las psicosis, ve a éste tan unilateral como a Adler y cree que «se ha dejado llevar por el deseo de eliminar el término “inconsciente” para reemplazarlo por otros vocablos». Define la obra como sistematización filosófica más que como investigación científica, que no guarda «más que un cierto parecido con el psicoanálisis». Para rematar, en este primer número de la Revista Internacional, Jones achaca a Jung un «complejo de dios» que revela un «narcisismo colosal», presentándole como un «psicótico que no puede admitir la existencia de ningún otro Dios».

Jung, sabiendo orquestado por Freud este ataque en toda regla, que explica la actitud en Múnich de la guardia freudiana, comenta con cierta ironía a P. Bjerre, en una carta del 10 de noviembre, que «hasta ahora no era antisemita, pero me temo que voy a serlo a partir de ahora». Todavía faltaba la crítica de Freud.

Esta crítica aparece en 1914, en el nuevo Anuario sin Jung, donde se publica la «bomba» de Freud sobre el movimiento psicoanalítico y su artículo sobre el narcisismo. En el primero de estos textos llama la atención sobre las importantes aportaciones de la escuela de Zúrich y de Jung, en quien tanta confianza puso para ser decepcionado amargamente después. Señala que «de los dos movimientos aquí examinados [el de Adler y Jung] es, desde luego, el de Adler el más importante». Acusando a Jung de haber «desatendido de nuevo la poderosa melodía primitiva de los instintos», de desconocer la importancia de los sueños y no haber comprendido qué es lo inconsciente, recuerda que «la modificación de Jung (...), como lo han hecho resaltar todos sus críticos (Abraham, Ferenczi, Jones) es tan oscura, opaca y confusa, que ha sido mal interpretada y no se sabe aún cómo llegar a su exacta comprensión». Freud no reconoce «las innovaciones de los suizos como continuación y desarrollo legítimos del psicoanálisis por mí iniciado», por lo que «la nueva teoría, que quisiera sustituir al psicoanálisis, supone un desgaje del mismo y un abandono total del análisis».

A su vez, en Introducción al narcisismo expone que «las investigaciones de la escuela suiza, no obstante sus merecimientos, sólo han logrado arrojar alguna luz sobre dos puntos del cuadro de la demencia precoz: sobre la existencia de los complejos comunes a los hombres sanos y a los neuróticos y sobre la analogía de sus fantasías con los mitos de los pueblos, sin que hayan podido conseguir una explicación del mecanismo de la enfermedad. Así, pues, podremos rechazar la afirmación de Jung de que la teoría de la libido ha fracasado en su tentativa de explicar la demencia precoz, quedando, por tanto, excluida su aplicación a las psicosis». En suma, Jung había errado el camino y su obra a partir de este momento no podía ser denominada psicoanálisis y, por haber querido «sustituir» al psicoanálisis, Jung era un adversario al que había que tratar como tal. Jung sería obligado al ostracismo, expulsado de la Causa y tratado como traidor y, al no ser judío, como antisemita. El estereotipo, que se iría enriqueciendo con el tiempo y los rumores, circula hasta hoy en amplios círculos.

Después de la ruptura

El rechazo absoluto de los últimos escritos de Jung por parte de sus antiguos colegas en los albores de la Primera Guerra Mundial aceleró su crisis personal, iniciada en diciembre de 1912 y que se intensificaría al estallar en agosto de 1914 la Gran Guerra. Entra así en el periodo que en Recuerdos, sueños, pensamientos se denomina «confrontación con lo inconsciente», cuando no puede hacer otra cosa que atender con cuidado y paciencia a las imágenes espontáneas que surgen de su interior, en forma de sueños, fantasías y recuerdos. Se ve jugando como un niño con piedras a orillas del lago y embargado por emociones que apenas logra apaciguar mediante el yoga. Le asaltan visiones de destrucción que no puede dejar de caracterizar como psicóticas y los sueños le sumen en la mayor perplejidad. Lo único que podía hacer era levantar acta de sus fantasías, descubriendo que las emociones volvían a su cauce cuando era capaz de captar la imagen subyacente.

Aparecieron así las personificaciones del sabio Elías y Salomé la ciega, acompañados por una serpiente negra, y, al final, Filemón, su gurú espiritual, compensado más tarde con el ka, «un espíritu de la naturaleza». Esta inmersión en su imaginación le permitió acceder a la realidad del alma, la objetividad de la psique, hasta tal punto que cincuenta años después diría que «mi ciencia fue el medio y la única posibilidad de salir de aquel caos (...) Invertí todas mis fuerzas para comprender todos los temas, cada imagen particular, ordenarlas lo más racionalmente posible y realizarlas en vida».

Aferrado a su familia y su profesión, la nekya de estos años no le destruyó sino que le fortaleció. En ese proceso tuvieron importancia primordial el Libro Negro y su reorganización en el Libro Rojo, los Septem sermones ad mortuos, «un cierto croquis y resumen del contenido general de lo inconsciente» escritos en 1916, el mismo año que «La función transcendente»41, y los mándalas que pinta cotidianamente entre 1918 y 1919 en el acuartelamiento de la neutral Suiza donde se encuentran los prisioneros de guerra ingleses. A través de ese proceso comprendió que existe un centro que guía el proceso de desarrollo psíquico, «una circumambulatio alrededor del sí-mismo». Esa seguridad le permite retomar la línea abierta por su ponencia en el último congreso psicoanalítico siete años antes y profundizar sus estudios para redactar Tipos psicológicos, cuya publicación en 1921 demuestra que para entonces Jung ha sanado de su «enfermedad creativa». Como termina el capítulo que Jung escribe sobre Freud en sus memorias, «Sigfrido, el héroe, ya no se adecuaba más a mí».

Cuatro décadas más tarde pudo concluir que «los años en que trataba de aclarar las imágenes internas constituyeron la época más importante de mi vida, donde se decidió todo lo esencial (...) Toda mi actividad posterior consistió en perfeccionar lo que brotó de lo inconsciente, inundándome en un principio. Constituyó la materia prima para la obra de mi vida».

El escenario que Recuerdos, sueños, pensamientos ofrece de ese periodo parece traslucir un aislamiento completo de este príncipe destronado del psicoanálisis, repudiado por quienes se acercaron gracias a él a este nuevo saber. Sin embargo, Jung no deja de publicar durante estos años y a su alrededor va creciendo un amplio grupo de seguidores que le apoyarán incondicionalmente.

En julio de 1914, un mes antes del estallido de la guerra, Jung dicta en la sección de neurología y medicina psicológica de la Asociación Médica Británica su conferencia «Sobre el significado de lo inconsciente en psicopatología»42. En ella define lo inconsciente como «todos los procesos psíquicos que están bajo el umbral de la consciencia»43. Recordando que «en las personas normales la función principal de lo inconsciente consiste en efectuar una compensación y producir un equilibrio»44, entiende el trastorno mental como una ruptura de ese equilibrio y los síntomas —la emergencia de lo inconsciente— como un intento de compensación, esto es, «el comienzo de un proceso curativo»45.