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Antonio Mira de Amescua escribió Hero y Leandro. Esta es una comedia mitológica que dramatiza el mito de los desafortunados amantes que se hicieron famosos gracias a autores griegos y latinos. Hero y Leandro eran dos amantes que vivían en Sestos y Abidos, ciudades separadas por el Helesponto. Cada noche Leandro se arrojaba a las aguas del mar para visitar a su amada y ella esperaba impaciente a su amante, custodiando una lámpara que le servía de guía en medio de la oscuridad. Una noche de tormenta, el viento apagó la llama y las olas acabaron con la vida de Leandro. A la mañana siguiente, cuando Hero vio el cadáver de Leandro, se arrojó desde lo alto desde una torre. Así termina esta trágica historia. Mira supo unir la tradición clásica del mito y las técnicas dramatúrgicas del barroco con gran maestría.
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Seitenzahl: 75
Veröffentlichungsjahr: 2012
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Antonio Mira de Amescua
Hero y LeandroEdición de Vern Williamson
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Hero y Leandro.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-525-8.
ISBN rústica: 978-84-9816-090-1.
ISBN ebook: 978-84-9897-565-9.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 47
Jornada tercera 87
Libros a la carta 119
Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.
De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.
Leandro, galán
Polidoro, galán
Nicanor, pintor
Floro, lacayo gracioso
Cintio
Eliano, hermano de Hero
Leonardo, padre de Leandro Lucindo, hermano de Mitilene
Hero, dama
Mitilene, dama
Silena, criada de Hero
Tidora, criada de Hero
Músicos
(Salen todos los músicos y músicas, y toda la compañía con ramos en las manos y una guirnalda en una fuente de plata, y van por un palenque cantando todos, y salen detrás Leandro y Nicanor.)
Músicos «Hoy se celebra en el valle
el Fénix de la hermosura,
la que es madre del Amor
y nación de las espumas.
Los cisnes y las palomas
del carro de Venus hurtan
los resplandores al Sol
y la nieve de sus plumas.»
(Vanse todos y quedan Leandro y Nicanor.)
Leandro Ya que vas peregrinando
por estos mares, escucha
la ocasión por qué en el valle
tantas naciones se juntan.
Aquella ciudad que miras,
en quien las torres se encumbran,
amenazando a los vientos
nubes pardas y confusas,
se llama Abido. Es mi patria.
Fue mi madre; fue mi cuna,
y, si yo muero con dicha,
ha de ser mi sepultura.
No te alabo esta ciudad.
La modestia me disculpa;
que en las propias causas siempre
es la retórica muda.
Esta que miras, vecina
a estos montes, cuyas puntas
pirámides son, que en ellos
sirven al Sol de columnas,
se llama Sesto; y en medio,
por esas aguas profundas,
el estrecho de ese mar,
que es un línea, y es una
división que el cielo ha hecho
para que no se confundan
términos de Europa y Asia;
porque Sesto está sin duda
en Asia, Abido en Europa.
Y así no es mucho que infundan
las soberanas estrellas,
lámparas que nos alumbran.
Inclinaciones contrarias
en las dos máquinas usan
contra sí misma de guerra.
Ambas por causas ocultas
se aborrecen, con estar
tan vecinas que se escuchan
los latidos de los canes,
cuando en las sombras confusas
la noche nos da silencio.
Y cuando el alba madruga,
las aves de Abido y Sesto
en dos coros se saludan.
El breve estrecho igualmente
peces a los dos tributa,
y las nubes de los unos
suben mezcladas y juntas.
Todos los años en Sesto,
en ese templo que ilustra
ese valle, se celebran
con sumo amor y con suma
reverencia las exequias
del bello Adonis, de cuya
belleza Venus cautiva
descendió en las blancas plumas
de sus cisnes muchas veces.
No te espantes que concurra
celebrando a Venus, madre
del Amor y la hermosura,
la juventud de este valle,
y, coronadas de murta,
vengan las damas al templo
de la gran diosa, que triunfa
de la libertad del alma,
y a sus amores ayuda.
Treguas hay en ambas partes
mientras que las fiestas duran;
y, temiendo el sacrilegio,
los enojos disimulan.
Gozar quise de las treguas;
no he venido con alguna
pasión de Amor; que jamás
supe de Amor las injurias.
Curiosidad me ha traído,
no amor, ni celos; que nunca
cautivé la libertad,
ni las aras que perfuman
de Venus he menester.
Aquel coro, aquella junta
de músicos que pasó,
sospecho que va por una
sacerdotisa del templo,
para que en las aras puras
dé a la diosa el sacrificio;
que siempre así se acostumbra,
pero ya vuelven con ella.
Mucha gente viene, mucha
debe de ser su belleza,
que aplauden, ruegan y buscan.
(Vuelven a salir todos los músicos cantando lo mismo, y detrás del acompañamiento, Hero, coronada con una corona de flores y Polidoro.)
Músicos «Hoy se celebra en el valle
el Fénix de la hermosura,
la que madre del Amor
y nació de las espumas.»
Hero Los que, de Venus y Amor,
entre las verdes espumas
de estos valles celebráis
una deidad absoluta,
antes que empiecen los fuegos
las carreras y las luchas
y las batallas fingidas,
es necesario que suplan
sacrificios los defectos,
y las oraciones suban
desde el templo al tercer cielo
donde la diosa se oculta.
Las flores de esta guirnalda,
que mi indigna frente ilustra,
porque son sangre de Adonis,
entretejidas de murta,
serán la ofrenda este día
ya que la belleza usurpan
al iris de tres colores:
encarnada, verde y rubia.
Todos ¡Hero, viva!
Hero No me deis,
amigos, honra ninguna;
dadla en el templo a la diosa.
Polidoro Tu mismo ser nos disculpa,
Hero hermosa, y pues que sabes
de la diosa que te ilustra,
¿cómo no sabes de amor?
¿Cómo mis males no escuchas?
¿Cómo de las flechas de oro
los libres ojos ocultas?
Hero Calla, Polidoro, calla;
que tus palabras me injurian.
Polidoro Sirve a Diana, señora,
pues de tanta gloria triunfas.
Leandro ¡Ay, Nicanor, qué belleza!
¡Qué singular hermosura!
¡Qué celestial gallardía!
¡Con qué prisa, con qué furia,
porque a Venus desprecié,
ya a mi pecho el hijo apunta!
Flechando está el arco de oro;
ya no hay libertad que sufra
tal rigor. Venganza ha sido
de la diosa. ¡Ah, cruel! ¡Ah, injusta!
No puedo yo blasonar
de libre. Mal disimulas,
siendo deidad, tus enojos.
Nicanor ¿Cuál de éstas es?
Leandro ¿Qué preguntas?
Si entre humildes fuentecillas,
que apenas de sí murmuran,
ves el mar de la belleza;
si eclipsadas y difuntas
ves las estrellas delante
del Sol, hermosa criatura,
¿cuál ha de ser la ocasión
de mi muerte?
Nicanor ¿Ya te juzgas
muerto y vencido?
Leandro Sí, amigo.
Cuando los halcones buscan
por las regiones del viento
a la garza, haciendo puntas,
y ella, del Sol mariposa,
hecha un cometa de pluma,
se remonta hasta los cielos,
con naturaleza oculta
reconoce cuál neblí,
entre las rapantes uñas
le ha de matar, aquél teme,
y de los otros se burla,
sin temerlos ni estimarlos,
del mismo modo me anuncia
mi corazón que he de ser
presa y víctima desnuda
de libertad, de la hermosa
sacerdotisa que alumbra
ese templo más que Venus
con ser ésas aras suyas.
Hero ¡Ea! Ya es hora. Repitan
vuestras canciones las musas
y ninfas que a Venus sirven
con afecto y alma pura.
Músicos «Los cisnes y las palomas
del carro de Venus hurtan
los resplandores al Sol
y la nieve de sus plumas.»
(Vanse.)
Leandro Nicanor, ¿pudo ser Venus
entre las flores y nuncias
del Himeto tan hermosa?
¿Pudo nacer de la espuma
tan curiosa y tan bizarra?
Tras sí me lleva. ¿Quién duda
que ésta ha de ser ocasión
de mi muerte y desventura?
Nicanor ¿Quieres que yo la retrate
entre la tropa confusa
de esa gente, pues que soy
el Fénix de la pintura?
Leandro Sí, Nicanor, y la vida
si acaso me queda alguna,
será el premio del retrato.
Entra pues; traslada, hurta
aquellos rayos del Sol,
para que en las líneas mudas
de tu pincel, me den luz,
aliento, gloria y ventura.
A espaldas de mi retrato
has de copiar la luz suya,
porque yo pueda imitar
la mendiguez de la Luna.
(Vase Nicanor. Sale Floro.)
Floro ¡Gracias a Dios que te veo!
Siguiéndote me he perdido.
Leandro Hallas a otro del que ha sido,
porque adoro, amo y deseo.
Fuerza fue amar cuando vi
nueva luz de este hemisfero.
Floro ¿Y cómo se llama?
Leandro Hero.
Floro Futuro de sum, es, fui.
¡Que Hero se llaman las damas
de esta tierra! Apostaría
que has de querer otro día
en gerundio de amo, amas.
Leandro Ésta es la deidad más pura
de ese templo que adoraste.
Floro ¿Y en cuántas partes notaste
que consiste su hermosura?
Que la beldad que provoca,
y muerte tal vez nos da,
en cuatro partes está:
ojos, manos, voz y boca.
Leandro ¿Por qué en voz?
Floro No voz que cante,
sino la con que habla sea:
metal dulce de jalea,
no de becerro que espante.
Un amo a quien yo servía
requebraba a una mujer
sin oírla ni saber
si era muda; pero un día
que le dijo: «Yo os adoro»,
respondió la dama así:
(Muy gordo.) «Pues, ¿y qué se me da a mí?»
Pensó que bramaba un toro.
El tal galán, otro día
otra enamoró más bella,
y siempre callaba ella
a cuanto el galán decía.
Díjole una vez: «Mi diosa,
hermosa el cielo os formó».
Y la dama respondió:
(Gangueando.) «Ya yo sé que soy hermosa.»
De suerte que en los metales
de la voz hay hermosura
y fealdad.
Leandro Una luz pura
con reflejos celestiales