La confusión de Hungría - Antonio Mira de Amescua - E-Book

La confusión de Hungría E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

La confusión de Hungría de Mira de Amescua relata un conflicto político en Hungría, baluarte de Occidente en los confines de Europa… Fragmento de la obra  Jornada primera   (Salen el Conde Bertilo, Ricardo su criado, y Ausonio, Príncipe, con un retrato en las manos.)   Bertilo: No es bien que del gozo huyas por un retrato que apenas puede remediar las tuyas ni las facciones ajenas has de sacar por las suyas; que retratada una dama ni la aborrece ni la ama el sabio, libre de amor; mas lo atribuye al pintor que quiso extender su fama, porque siempre la pintura le da más vivas colores que tiene en sí la figura, porque quieren los pintores mostrar allí la hermosura, y es de damas común trato; porque si beldad y ornato al suyo no sobre puja [el] pintor que las dibuja, nunca advierte en el retrato, desmintiendo imperfecciones por no descubrir las suyas, a lo cual dan mil razones semejantes a las tuyas cuando alabas tus pasiones. Y así puedes entender que esa diosa, esa mujer que a tu parecer es diosa, es mujer no tan hermosa como es a tu parecer. 

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Seitenzahl: 93

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Antonio Mira de Amescua

La confusión de HungríaEdición de Vern Williamsen

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La confusión de Hungría.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-530-2.

ISBN rústica: 978-84-96428-48-5.

ISBN ebook: 978-84-9897-570-3.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 57

Jornada tercera 83

Libros a la carta 139

Brevísima presentación

La vida

Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.

De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.

Personajes

Trebacio, rey de Tracia

Rey de Hungría

Bertilo, conde

Ricardo, su criado

Floriseo, duque, hermano de Leonora

Lisarte, marqués

Ausonio, príncipe

Licio, criado de Ausonio

Fenisa, infanta, hermana del Rey de Hungría

Leonora, dama, prima del, hermana del duque Floriseo

Un mercader

Un paje

Un viejo

Tres mozos de caballos

Jornada primera

(Salen el Conde Bertilo, Ricardo su criado, y Ausonio, Príncipe, con un retrato en las manos.)

Bertilo No es bien que del gozo huyas

por un retrato que apenas

puede remediar las tuyas

ni las facciones ajenas

has de sacar por las suyas;

que retratada una dama

ni la aborrece ni la ama

el sabio, libre de amor;

mas lo atribuye al pintor

que quiso extender su fama,

porque siempre la pintura

le da más vivas colores

que tiene en sí la figura,

porque quieren los pintores

mostrar allí la hermosura,

y es de damas común trato;

porque si beldad y ornato

al suyo no sobre puja

[el] pintor que las dibuja,

nunca advierte en el retrato,

desmintiendo imperfecciones

por no descubrir las suyas,

a lo cual dan mil razones

semejantes a las tuyas

cuando alabas tus pasiones.

Y así puedes entender

que esa diosa, esa mujer

que a tu parecer es diosa,

es mujer no tan hermosa

como es a tu parecer.

Ausonio No con tus razones muevo

mi pecho, noble y bizarro,

pues a decirte me atrevo

que aunque su dorado carro

baje a los infiernos Febo

haciendo que a todo el orbe

su luz necesaria estorbe,

convirtiéndola en tinieblas,

y aunque el aire con las nieblas

que el cuarto elemento sobre,

la luz sola, de esta dama

que arde en mi pecho de cera

levantará tan gran llama

que olvide la luz primera

su resplandor y su fama.

Y si no, permite Apolo

poner de esta estrella solo

su retrato allá en el cielo,

que ella dirá luz al suelo

y él la dará al alto [polo].

Mas, porque no se te antoje

que cual Ícaro voy alto

a hacer que el cielo se enoje,

no quiero dar tan gran salto

porque no caiga y me arroje.

Pero, dime, ¿no es muy llano

que no puede el ser humano

trasladar mayor belleza

que da la Naturaleza

con su rica y franca mano?

Si es efecto la hermosura

que Naturaleza causa,

sin ser escasa ni dura,

¿cómo, di, si en esta causa

tendrá efecto la pintura?

Luego, el retrato es igual

a su mismo original,

y esa beldad que en sí tiene

del propio dueño, le viene

como cosa accidental.

Mas, cuando en esta divisa

su hermosura no volara

por el mundo todo aprisa,

solamente lo adornara

por ser su nombre Fenisa.

Que con el Fénix de Arabia

por ser en Arabia solo

y lo consagran a Apolo

la deidad más justa y sabia.

Y así la Fenisa mía

no reconoce segundo

en todo el reino de Hungría.

Bertilo Poco has dicho. En todo el mundo

no se vio su gallardía.

¡Por mi fe, qué firme estás!

Ausonio Tan en su punto lo estoy

que si quiero estarlo más,

dos pasos pasados doy

como quien vuelve hacia atrás.

Bertilo Supuesto que tú la quieras

y que es justo que así mueras,

¿qué remedio has de tener?

Ausonio Pedirla al rey por mujer.

Bertilo ¡Por Dios! ¿Que quieres de veras?

Ausonio Y tan de veras que luego

quiero que a Hungría te partas

a dar a mi mal sosiego,

y al rey, su hermano, mis cartas

en que lo dicho le ruego.

Solo pretendo que en esto

estés, Bertilo, dispuesto

que será grande servicio.

Bertilo A tu alteza estoy propicio.

Ausonio Pues, a escribir voy.

Bertilo Ve presto.

(Vase Ausonio y quédanse Bertilo y Ricardo.)

El resto de su tormento

ha echado Amor de un envite,

pues siendo yo el instrumento

quiere que Ausonio me quite

el bien de mi pensamiento.

La propia Fenisa adoro.

¡Mira cuán en balde lloro!

Pues vengo a ser de ella dueño

como quien es en un sueño

señor de ajeno tesoro.

Entendí partirme a Hungría

para remediar mi pena,

y he de partir este día

para remediar la ajena

y acrecentar más la mía.

No sé cómo agora vivo,

pues por un amor altivo

la escondí en pecho fiel

y habrá de quedarse en él

como aquél que entierran vivo.

Ricardo Pues, si tu pecho la amaba,

¿cómo aquí la despreciaba?

Bertilo Y aun nació de ese desprecio

tenerla Ausonio en más precio

que hasta aquí su pecho estaba.

Trae Amor su gracia bella

es cual moneda oportuna

a ver quién da más por ella

diciendo, ¿hay persona alguna

que quiera casar con ella?

Que se llegó al lance rico,

todo el mundo certifico

pues por él anda el retrato;

mas yo por comprar barato

le pase precio aunque chico.

Mas viendo que es celestial

y al traslado sobrepuja

el divino original,

crecido ha tanto la puja

que quedó atrás mi caudal.

Ricardo Que estás perdido aseguro

porque si no estás seguro

que el caudal al precio alcanza,

será tu verde esperanza

vestido de verde oscuro.

Bertilo Antes será verde y clara,

aunque mi caudal no alcance.

Ricardo ¿Será que por ser tan cara

querrás buscar otro lance?

Bertilo Ojalá otro tal hallara;

pero, pues que yo no hallo

en mi estado otro vasallo

sabio como tú y discreto,

decirte quiero un secreto

con que me jures guardallo.

Ricardo Ya, Bertilo, de mí sabes

que la fe que tú mereces

guardaré en casos más graves;

pues por el aire los peces

y por el agua las aves

primero andarán que yo

pueda decirte de no

en cosas de más momento

que es callar un pensamiento

que Amor a tu pecho dio.

Bertilo Como mi mal causa Amor,

y su mal es sin remedio,

es perpetuo su dolor

si no recibo por medio

ser al príncipe traidor.

Si mi mal he de curar

el suyo se ha de aumentar;

si se cura el suyo, el mío

será tal que desconfío

de poderle remediar.

¡Por mi fe, que es caso extraño!

¿Qué medio será más justo?

Venir a hacer un engaño

quitando a Ausonio su gusto,

ya remediaré mi daño.

O, serle siervo leal

en padecer yo mi mal

porque no padezca el suyo.

Ricardo Remedia, señor, el tuyo

que es causa más principal;

porque en proseguir tu amor,

no eres traidor pues no quitas

haciendas, vidas ni honor.

Y si a traidores imitas,

no te llamarán traidor;

que cada cual su fatiga

la remedia y la mitiga.

Y, pues el cielo lo quiere

a aquél que Dios se la diere,

San Pedro se la bendiga.

Mas mira que a lo que intentas

has de advertir a los fines,

porque no es bien que consientas

que agora lo determines

y que después te arrepientas.

Bertilo No más, Ricardo, no más.

¡Qué buen consejo me das!

En mi remedio has estado;

pero atrás bien he mirado

y pienso no verme atrás.

Que en este amoroso intento

seguro está el pensamiento

porque va por buen camino,

pues ni mal me determino

ni de mi mal me arrepiento.

No tiene más que pedirme.

La voluntad es victoria

y Amor quedará más firme,

pues si alcanzo tanta gloria

¿cómo puedo arrepentirme?

Ya sabes, quiere me parta

cuando él una carta escriba,

y en esto su mal no aparta

que todo mi engaño estriba

en la firma de su carta.

Con ella [yo] pienso hacer

que venga a ser mi mujer

la que él por suya señala,

pues muchas veces se iguala

la industria con el poder.

Cuando partamos de aquí

a donde Ausonio me envía,

te daré la carta a ti

y con ella irás a Hungría

para darla al rey por mí.

Yo de Tracia me saldré

y entretanto me estaré

con mi padre Decio, el conde,

hasta ver si él responde

conforme mi intento y fe.

Y en dándote la repuesta

agradable y no molesta

porque conoce la firma,

que será, Ricardo, aquésta

en que mi bien se confirma,

te partirás a buscarme

por la posta para darme

cuenta de ello y testimonio

porque yo, en llegando Ausonio,

vaya allá para casarme;

que ni él le [conocerá]

ni a mí tampoco me ha visto.

Ricardo No más, señor. Bueno está;

que en tu pretensión asisto

y el príncipe sale acá.

(Salen Ausonio con una carta y Licio su criado.)

Ausonio Por señal y por ejemplo

del milagro que contemplo,

en esta carta encerrado

mi corazón bien guardado

colgaré, Amor, en tu templo.

Porque el poder soberano

que muestras hoy sin igual

diga a voces que tu mano

al más enfermo de [tal]

ha vuelto más presto sano.

Toma estas cartas y parte

para que pongas aparte

el mal que de Amor sostengo.

¡Por mi fe que envidia tengo

y quisiera acompañarte!

Bertilo No me ha admirado que [veas]

tú envidia en esta victoria

pues primero es justo creas

que he de gozar yo la gloria

que tanto, señor, deseas.

Quiero decir que he de ver

la que ha de ser tu mujer

y tener mi alma por suya;

que como esta gloria es tuya

por mía la he de tener.

Ausonio Satisfecho quedo así;

que tienes de negociar

como si fuera por ti.

Bertilo Bien puedes imaginar

que voy a casarme a mí.

Queda, Ausonio, descuidado,

porque yo voy encargado

de remediar esta pena,

no como si fuera ajena

mas de mi propio cuidado.

Mas mira tú cuánto peno

porque alcances esta palma;

que a ser el cuidado ajeno,

nunca gozará mi alma

de un casamiento que ordeno.

Ausonio De muy remiso me arguyo

si el ofrecer no concluyo,

con que en ti solo confío

y si negocias el mío,

negociar prometo el tuyo.

Bertilo No quiero, señor, dejar

la ocasión que se me ofrece

sin la coger y gozar,

pues cuando el mío comience

el tuyo se ha de acabar.

No hayas miedo que condene

el amor que tu alma tiene

mi poco cuidado. Adiós.

Ausonio ¿Tenéis de partir los dos?

Ricardo Sí, señor, si así conviene.

(Vanse Bertilo y Ricardo.)

Licio ¡Oh, cuánto debe un señor

a un siervo noble y fiel!

En Bertilo hay gran valor

pues que sales hoy, por él,