La desgraciada Raquel y el Rey don Alfonso el Octavo - Antonio Mira de Amescua - E-Book

La desgraciada Raquel y el Rey don Alfonso el Octavo E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

La desgraciada Raquel y el Rey don Alfonso el Octavo es una comedia teatral del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido amoroso que propiciará numerosas situaciones de enredo, todas ellas presentadas bajo un prisma de profunda moral católica, en consonancia con la visión del mundo que tiene su autor.

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Seitenzahl: 97

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Antonio Mira de Amescua

La desgraciada Raquel y el Rey don Alfonso el Octavo

Edición de Rafael González Cañal

Saga

La desgraciada Raquel y el Rey don Alfonso el Octavo

 

Copyright © 2009, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726660913

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

COMEDIA FAMOSA LA DESGRACIADA RAQUEL Y REY DON ALFONSO EL 8o DEL DOCTOR MIRA DE MESCUA

Hablan en ella las personas siguientes

alfonso octavo, rey de Castilla fernando illán alvar núñez garci lópez calvo, criado Otro criado raquel, judía zara, judía david, judío, padre de Raquel Una mujer Un viejo Soldados [dalida]

JORNADA PRIMERA

Salen Raquel y David, su padre

raquel Suspende de tus ojos,

padre y señor, el repetido llanto,

que te ha causado enojos,

y si mi amor puede contigo tanto

5 como mi confianza,

alcance amor lo que el dolor alcanza.

La causa que tuviste

para tanto pesar me comunica;

y si tu llanto triste

10 en mudas quejas su dolor explica,

para que no sea tanto,

dígamelo tu voz, mas no tu llanto.

¿Por qué tu pena escondes?

Mira que dando estás tormento al alma.

15 En fin, ¿no me respondes?

Mira que ya con tan penosa calma

el dolor engañamos:

o sintamos los dos, o no sintamos.

david Eres, hija importuna,

20 enemiga de ti, cuando engañosa

buscas que tu fortuna

te haga más infeliz por más hermosa,

apurando el veneno

que oculta el pecho, de recelos lleno.

25 raquel Si el mal, comunicado,

halla alivio en la pena que mantiene,

reparte tu cuidado

y el dolor harás menos que te tiene

en tan duro tormento

30 ya, de puro sentir, sin sentimiento;

comunica tus males

y templaré, al oírlos, el tenerlos;

que, si los hizo iguales

el amor, no se aumentan con saberlos

35 y quizás, al oírlos,

descansará tu pecho con decirlos.

david Raquel, este cuidado,

que así en líquido aljófar desperdicio,

no sólo en mí ha empleado

40 el duro golpe que me priva el juicio;

que a muchos toca siento,

mas no por eso es menos mi tormento.

Toda mi ley padece

el golpe de fortuna más airado;

45 que el dolor ennoblece,

siendo el honor, Raquel, el injuriado,

triste y común afrenta.

raquel ¿No me dirás la causa?

david Escucha atenta:

Después que Alfonso el Octavo,

50 rey de Castilla feliz,

entre rebeldes tinieblas

triunfante empezó a lucir,

brillando el acero armado

siempre al combate civil

55 de opuestos afectos, ciegas

luces de mentido ardid;

después que a sus plantas nobles

rindió la altiva cerviz,

que descollaba a horizontes

60 presuntuoso cenit,

y después que victorioso

vio a Fernando desistir,

ceñido el sacro laurel

que usurpaba para sí;

65 después que fijó el imperio

y con pecho varonil

al colorido del alma

dio el valor otro matiz,

después, en fin, que engañada

70 envidia nueva, mentir

hizo a la edad el ardor

de experiencia juvenil,

entre diversos combates

que pudieran oprimir

75 mayores fuerzas, el yugo

supo al cuello sacudir,

y en repetidas campañas

contra la morisma lid

de mil victorias cargado

80 le vio su campo embestir.

Fuera el repetir sus glorias

toda la luz reducir

del sol a número, y todo

ese estrellado zafir

85 con la vista registrar

y en la memoria escribir.

Desta postrera lo digan

las Navas, donde le vi,

siendo de sus huestes todas

90 presumptuosa adalid,

competir con lo bizarro

y triunfar de lo gentil.

Pero ¿para qué te canso

en contar ni repetir

95 victorias, que han de parar

en tragedias para mí?

Vamos al caso, Raquel,

que ya no puede encubrir

el silencio tanto tiempo

100 la llama dentro de sí.

A Toledo llegó Alfonso,

y agradecido al feliz

triunfo que a su Dios le debe,

promulgó, en oprobio vil

105 de la mosaica y hebrea

ley, que para dividir

de sus cristianos vasallos

nuestra religión, salir

nos mandaba de Toledo.

110 Escucha que desde aquí

empiezan, Raquel, mis penas,

que en el secreto escondí

de mi dolor, porque el tuyo

en su noticia temí.

115 Diez días ha ya que estamos

desterrados, y de mí

ha diez días que no sé

con tan nuevo frenesí.

En este aprieto los nobles,

120 los ricos, que de Rabí

descendientes, a sus tribus

firmes siempre han de seguir,

hicieron junta, y Rubén,

descendiente de Leví,

125 nuestro pontífice sumo,

acordó que era bien ir

alguna hermosa judía

a hablar al Rey, y decir

de parte de su ley toda,

130 que el miserable infeliz

estado de su rüina

no aumentase introducir

tan nueva mudanza al pueblo,

que, olvidado del motín,

135 entre los hebreos vivía

quieto, seguro y feliz.

La causa que le movió

a aquesto fue el presumir

que, como el Rey es tan mozo,

140 en quien el ardor pueril

aún está espirando humos,

del fuego inquieto aprendiz,

puede ser que no tan firme

quiera el voto proseguir

145 con que a su ley sacrifica

despojos de Sinaí;

y más, si es que la hermosura

pone con mano sutil

en la tabla de sus ojos

150 de su veneno el buril,

que es tan retórico el labio

si sabe bello fingir,

que trueca distante unión

entre el mirar y el oír.

155 Persuade la hermosura

con otras voces, y así,

lo que lo atento callar

hace lo hermoso decir.

Pareció bien este arbitrio,

160 y acordándose de ti,

quieren que tú misma seas

la que vayas a pedir

al Rey por tu pueblo; todos

unánimes, hija, aquí

165 dicen que esperan tu amparo

por más hermosa; sufrir

debes tan nuevo cuidado.

Acuérdate de Judit,

que por libertar su pueblo

170 quiso arriesgarse a morir.

Por el miedo de Nabal

la prudente Abigail

el ímpetu resistió

de los campos de David.

175 No has menester pelear

pues aunque vas a rendir,

tú en tus ojos aseguras,

triunfante victorias mil.

Yo no he podido escusarte;

180 sabe el gran Adonaí

cuánto intenté defenderlo,

mas ¿cómo podré encubrir

los rayos de tu hermosura,

pasmo de Senacherib?

185 Esto fue lo que confuso

me tuvo, y aquesto, en fin,

lo que mi llanto ocasiona,

pues aunque es justo cumplir

el precepto de Rubén,

190 también es justo advertir

que hacer cebo tu hermosura,

y de su temprano abril

querer ya experimentar

la flor que empieza a salir,

195 es querer que se malogre

el fruto con la raíz.

¡Ay Raquel, cuánto lo lloro!;

mejor que de Isaac, allí

el sacrificio presumo

200 que yo te le labro aquí,

pues si en el fuego de amor,

materia haciendo de ti,

aplico la leña yo,

causa de su llama fui.

205 Hoy a la cumbre de Alfonso

te subo, mas, ¡ay de mí!,

que hay incendio al abrasar

y no hay cordero al herir.

Ya te lo he dicho, Raquel;

210 mis miedos no hagan huir

el valor que te acompaña;

y pues sabes resistir

las orejas a las vanas

lisonjas, por desmentir

215 mis temores, arma el pecho

de encantos, Circe gentil.

El árbol de Ulises lleve

tu nave, que, surta, oír

pueda las voces, y el sueño

220 burle encantos a su ardid.

Escúchete él más atento

sollozar, mas no gemir;

tus dos labios purifique

nuevo alado serafín

225 para bien del pueblo hebreo,

y de la fama el clarín

tu nombre eterno publique

en uno y otro confín.

raquel Aparte

(¡No sé qué espíritu ardiente

230 tiranamente me ciega,

que a su voluntad me entrega!)

A tu gusto está obediente

Raquel, la embajada aceto;

y si en mí libra el favor

235 del Rey el pueblo, señor,

desde luego le prometo.

No así hagáis con fe perjura

concepto que desvanezca

en lo que el valor merezca

240 lo que debo a mi hermosura.

¿Ves de mí tal presunción?

¿Vos, sabiendo mi entereza,

tenéis miedo a mi belleza?

david No es miedo, que es prevención.

245 raquel Yo, que soberbia y altiva

ni aun a la fama consiento

que me alabe, porque intento

que ella muera y que yo viva,

pudiera negarme, avara,

250 de mis ojos al crisol;

aunque fuera Alfonso el sol,

sus rayos menospreciara.

Y si hago experiencia aquí

de mi soberbia cruel,

255 sabré yo rendirle a él,

mas él no vencerme a mí;

con que se allana el intento

que me pone vuestra ley,

pues sólo vencer a un rey

260 tuviera por vencimiento.

david Pues si a tanto te dispones,

oye lo que has de decir.

raquel No he menester persuadir

yo con ajenas razones,

265 pues si al Rey mover ordeno

a mi acento persuasivo,

no irá el afecto tan vivo

si fuere el discurso ajeno.

Y cuando mi resistencia

270 a esta victoria se obliga,

no sufre que nadie diga

que ayudó con su advertencia,

pues si fuere menos sabio

mi discurso en sus enojos,

275 yo haré que enmienden mis ojos

los errores de mi labio;

voy a obedecer.

david Detente,

que si estás determinada,

no has de llevar la embajada

280 con traje tan indecente.

Menos alegre el dolor

ostente tu sentimiento,

porque dos veces atento

acometa tu valor;

285 todo está ya prevenido.

¡Zara! ¡Dalida!

Salen Dalida y Zara, con un monjil

zara ¿Señor?

dalida Aquese es mejor color

para adornar tu vestido;

con él representa atenta

290 nuestro mal y nuestro bien,

y diga el color también

lo que el corazón intenta.

raquel Todo a tu obediencia asiste.

Vuelve a mirar el vestido

Mas ¡ay de mí!

david ¿Qué te ha dado?

295 raquel Inquieta el alma ha turbado

este espectáculo triste;

aquesta pompa funesta

que negro aparato traza,

¿contra qué vida amenaza,

300 contra qué muerte se apresta?

¿Qué librea es la que advierte

mi afecto, en dudas deshecho,

si voy a rendir un pecho

con las señas de una muerte?

305 La voz el dolor ataja

que tan triste agüero ofrece,

y hasta el corazón parece

que se viste su mortaja.

Quitad, apartad, que estoy

310 temiendo –¡lance crüel!–,

cuando he de rendirle a él,

que yo a ser rendida voy.

david ¿Qué dices, Raquel? Advierte

que éste es traje prevenido.

315 raquel Ya sé, señor, que es vestido,

mas es vestido de muerte.

david Antes ese adorno vi

que ajena muerte traslada.

zara Y si tú fueras casada,

320 no le temieras así.

david Igual pronóstico ha sido

de que triunfante has quedado,

pues de la muerte has sacado

despojos en el vestido;

325 mas si te ha causado enojos...

raquel No prosigas, que quisiera

que la misma muerte fuera,

por beberla con los ojos.

Venga ese adorno, que así

330 burlarme quiero del hado:

venceré al fin mi cuidado.

david Mientras te vistes aquí,

aplaudiendo tu dolor,

la gente voy a juntar

335 que te ha de ir a acompañar.

Vase

raquel ¡Guárdete el cielo, señor!

Y pues es preciso hacer,

obediente a su precepto,

ley su mandato, ¡ay de mí!,

340 daca, Dalida, el espejo,

y tú, Zara, harás que cante

Délbora entre tanto, ¡ay cielos!,

por ver si de aquesta suerte

mi estraño pesar divierto.

345 zara Tú has hecho como judía

en haber tenido miedo.

Pónese Dalida con un espejo delante, empieza a desnudarse y tocan dentro

raquel No mal mi mal acredito

si por despojos empiezo,

pues me quita lo que gozo

350 el logro de lo que temo;

desnude el pecho el vestido,

y vista el alma el afecto;

mas ¿quién no teme en aquél

alegre y éste funesto?

355 zara Si tu hermosura es beldad,

mejor es dejalla en cueros.

raquel ¿No cantan, Zara?

zara