La jura del príncipe - Antonio Mira de Amescua - E-Book

La jura del príncipe E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

La jura del príncipe es un auto sacramental del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. Al igual que sucede con los autos sacramentales de otros autores del Siglo de Oro, tales como Lope de Vega, en él se cargan las tintas en el fondo humano de los personajes más allá del poso católico y alegórico que suele tener el subgénero.

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Seitenzahl: 37

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Antonio Mira de Amescua

La jura del príncipe

 

Saga

La jura del príncipe

 

Copyright © 2007, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726660845

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Personas:

EL REY PABLO ESPAÑA LA FE LA HEREJÍA LA VERDAD DIEGO EL PRÍNCIPE JUAN EL ENGAÑO

Sale la Herejía, a lo húngaro**

 

HEREJÍA En las islas del norte

mi palacio fundé y está mi corte,

que si en las alas de aquilón subía

al monte del sagrado testamento,

5 esa región es mía;

y, como siente mi obstinado aliento

de católica sangre hidropesía,

mientras no la he bebido

la casa de Austria mi enemigo ha sido;

10 que Dios vendrá del austro

para humanarse en el divino claustro

–dijo el profeta–; y si Belén es «casa

de pan» y al Austria pasa

su devoción divina,

15 con razones mi anhelito camina

a que el Austria me tema,

y la augusta diadema

no ciña más su frente

porque la casa deste pan no aliente.

20 Los estados de Flandes

a mi mano derecha estoy mirando,

tan fértiles y grandes

que su campaña está frutificando

perpetuamente amena;

25 a los belgas se extiende y a la arena

del oceano helado;

a Germania he llegado,

inundada del Rin y del Danubio,

la que adoraba un dios de metal rubio,

30 de quien en sus regiones

un tiempo se llamaban los teutones;

a la parte de oriente,

llegada a la corriente

del Danubio, se mira

35 Austria, que siempre me ha encendido en ira

por la gran devoción que ha profesado

al pan consagrado.

¡Ah, superior Panonia!

¡Ah, provincia, ah colonia

40 de religión y leyes,

de monarcas católicos y reyes!

¡Región áspera y bella:

yo te pienso abatir! ¿Quién es aquella

que con hermoso ceño,

45 como si fuese de los orbes dueño,

me mira y me amenaza en la campaña?

¡Oh, católica España!

En la fe te conozco. ¿Qué me quieres?

Sale España, con cota y enaguas y espada

ESPAÑA Bárbaro sin razón, dime, ¿quién eres?

50 ¿Quién mi valor desprecia?

HEREJÍA Rey soy, el más poderoso

que ven las góticas islas,

y en mis horizontes fríos

es la noche tan prolija

55 que en viendo al sol trasmontar

nunca esperamos el día,

para que tinieblas sean

nuestro imperio y nuestra vida.

Soldado he sido valiente

60 aunque viven las heridas

que recibí en este pecho

en batallas peregrinas.

No se contenta en mi estado

esta ambiciosa agonía,

65 y así salgo a dilatar

mis reinos y mis provincias.

Por las dos Germanias entro

con tal poder y tal dicha

que he ganado muchas plazas

70 sin que el César me resista.

Asombros he dado a Europa,

y aun pienso que me temías

aunque intrépida blasonas

que tu fe te fortifica.

75 Corona fui de tus godos,

y de mi cólera antigua

temblaba Italia que aún hoy

le dura el nombre de Atila.

Invasión general hizo

80 mi gente, que parecía

ejército de langostas

cuando las mieses derriban.

Fenecer no pudo, al modo

de las estupendas hidras

85 que por un cuello cortado

siete cuellos multiplican;

no de otra suerte el gran Nilo,

por las campañas egipcias,

parece que anega el orbe

90 su corriente desasida

de los montes de Etiopía,

la que al mar se precipita

por las siete cataratas

porque los piélagos giman

95 del sur, y con ser temor

no parece cobardía.

Pues si es tanta la potencia

de aquella gente nacida

en los carámbanos rizos

100 que el ártico polo cría,

¿cómo tú no estás temblando?

¿Cómo me escuchas y miras

tan gallarda, tan osada,

tan gentil, tan atrevida?

105 Vive mi nombre famoso,

que el aliento que vomitan

mi furor y ardiente pecho

y mi obstinada herejía

te ha de abrasar, porque veas

110 aquella seca que explican

tus historias, cuando estéril

más de diez lustros gemías:

en un tiempo cerró el cielo

cataratas cristalinas

115 a tus pecados, sesenta

fueron los años que indigna

fuiste de lluvias; vapores

no ha levantado en tus climas

el sol, las nubes huyeron