La mayor corona - Antonio Mira de Amescua - E-Book

La mayor corona E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

La mayor corona es una comedia teatral del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. . En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido amoroso que propiciará numerosas situaciones de enredo, articuladas en torno a la problemática de un rey a la hora de elegir futura esposa.

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Seitenzahl: 96

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Antonio Mira de Amescua

La mayor corona

COMEDIA FAMOSA DE LA MAYOR CORONA

Saga

La mayor corona

 

Copyright © 2014, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726660814

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Personas:

leovigildo , rey hermenegildo [y] recaredo , sus hijos teosindo ormindo rodulfo [sisberto] cardillo , lacayo américo ingunda bada y lísipa, damas ofrido orosio , obispo hereje un ángel un niño músicos

ACTO PRIMERO DE LA MAYOR CORONA

Salen Ormindo y Teosindo y Rodulfo, galanes

teosindo

¿ En qué vendrá a parar esta locura?

ormindo

En eligir mujer que le castigue.

teosindo

¡Bárbara remisión!

rodulfo No halla hermosura

en tantas que le agrade y que le obligue.

ormindo

Pues, ¿ qué procura el padre?

5 rodulfo El Rey procura,

en el discreto intento que apercibe,

que venga a ser, Ormindo, alguna dellas

recíproca elección de las estrellas.

teosindo

Princesas de naciones diferentes

10 admira el Betis en su sacra orilla,

y algunas tan perfectas y ecelentes

que por alta deidad las ve Sevilla.

ormindo

¡Bravo rigor!

rodulfo Del Príncipe, ¿ qué sientes?

teosindo

Que su tibieza al mundo maravilla;

15 que, si en tantas bellezas se resiste,

en defecto del ánimo consiste.

ormindo

Doce son, con las dos que entran agora,

las que a España han venido.

rodulfo ¡Cosa estraña,

de una mujer un hombre se enamora!

teosindo

20 Es el glorioso sucesor de España,

y el sol que nace en su rosada aurora,

cuando el padre en el mar se asombra y baña.

rodulfo

Si a las mujeres tiene tanto miedo,

deje el reino a su hermano Recaredo.

ormindo

25 Dicen, si habla verdad la astrología,

que ha de causarle una mujer la muerte,

quitándole la sacra monarquía;

y no es mucho que tema de esta suerte.

teosindo

¡No hay estrella sin Dios!

rodulfo Son armonía

30 por quien el hombre su grandeza advierte;

que canta el cielo, en cláusulas de estrellas,

la eterna potestad que puso en ellas.

teosindo

Ya debe de llegar Lísipa hermosa,

pues el Príncipe sale al regio trono.

rodulfo

35 Si esta deidad elige por esposa

las pasadas locuras le perdono.

teosindo

La música en los aires sonorosa

se pierde al sol en lisonjero tono.

rodulfo

¡Bizarro es el Príncipe!

ormindo ¡Es gallardo!

rodulfo

40 El fin de las demás, destas aguardo.

 

Vanse. Tocan. Salen Leovigildo, rey, de barba, bizarro;

y Hermenegildo, príncipe, su hijo; y siéntanse en un sitial

 

leovigildo

Los claros y invencibles ostrogodos

la griega y la romana monarquía

traducieron a España, dando todos

renombre eterno a la grandeza mía.

45 Desde el peñasco que en soberbios codos

el sol entre sus llamas desafía,

hasta el monte del egicio Alcides,

mi majestad con sacro imperio mides.

Todos feudos me dan, todos me llaman

50 el magno sucesor de Atanarico;

todos me reverencian, quieren y aman,

después que de Arrio la verdad publico.

Los suevios y romanos ya me aclaman

el monarca mayor y rey más rico

55 de cuantos gozan luz del sol agora,

ya en su decrepitud y ya en su aurora.

En veinte mil estados dilatada,

es España en dos partes dividida:

la Citerior y la Ulterior llamada,

60 del vándalo y fenicio poseída.

Ésta, de plata y de zafir calzada,

y de plantas frutíferas ceñida,

siempre verde lisonja del verano,

su príncipe te nombra soberano.

65 Ésta te llama dueño, ésta te pide

sucesor generoso que propague

la goda majestad que en ti reside,

que no turbe la edad ni el tiempo estrague.

Alba es tu juventud, donde preside

70 el ardor juvenil, y donde halague

lascivo amor angélica belleza,

que es bárbara sin él Naturaleza.

Estas cosas me mueven a que elijas

esposa, Hermenegildo, que dé a España;

75 que en santidad y eternidad erijas

sucesor que me imite en tanta hazaña.

Ya todas dilaciones son prolijas,

ya es toda remisión necia y estraña.

Princesas, varias reinas, te previenen,

80 pues en Sevilla hay diez, sin dos que vienen.

Sale Cardillo, lacayo

cardillo

Ya honrando vienen diferentes trajes

las princesas divinas, matizadas

como el cielo de auroras y celajes,

y de escuadras de gente acompañadas;

85 y entre perlas, diamantes y balajes,

estrellas de sus soles fulminadas,

dan en sus ojos, con valor profundo,

si al día más beldad, más bien al mundo.

Llegué a las Cortes, y diciendo que era

90 tus ratos de placer y tus cosquillas,

y una grave y gentil, y otra severa,

brotaron en sus rostros maravillas.

La griega a uno mandó que ésta me diera,

que hecha lámpara vi con cadenillas,

95 y la francesa fulminó un diamante

de un rayo de cristal que eclibsó un guante.

Riqueza es ser bufón, no hay tal oficio,

todos nos dan por miedo o por locura;

que si en nosotros ya se premia el vicio,

100 cuando está la virtud pobre y oscura,

todos los que cursáis este ejercicio

conmigo celebrad vuestra ventura;

que es, el que loco os llama y tiene en poco,

dándoos y sustentándoos, el más loco.

Tocan música, y pase acompañada Ingunda, y con ella, Recaredo;

ella, al pasar, hace reverencia al Rey y éntrase

recaredo

105 ¿ Qué te parece la francesa hermosa?

hermenegildo

Otro espíritu nuevo me ha infundido.

leovigildo

Si te parece bien, será tu esposa.

cardillo

¡Gracias a Dios que esposa has elegido!

hermenegildo

Señor, si obedecer es ley forzosa,

110 puesto que el casamiento así es temido,

en vos con más razón, y como es justo,

la voluntad resino con más gusto.

Vos la esposa me dad de vuestra mano,

della penda mi bien o mi mal penda;

115 ora del cielo el apologio vano

ejecute la ley o la suspenda;

ora por ella el bárbaro tirano

me deje sin imperio y sin hacienda,

y mientan entre tantos imposibles

120 los astros que se fingen infalibles.

De las doce elegí una, porque aquella

que me diéredes vos elegir quiero;

vos la suerte sereis y vos la estrella

que influye amor, del alma lisonjero.

leovigildo

125 Será la más gentil y la más bella

mujer.

hermenegildo Aquesto solamente quiero:

que la unión más conforme y más segura

consiste en la virtud, no en la hermosura.

leovigildo

Suertes tienen de echar, pues llego a verte

con tal resolución.

130 hermenegildo Prenda es del Cielo

la mujer que al marido se da en suerte,

y ansí vendré a perder todo el recelo.

Que una mujer me ha de causar la muerte

dice la astrología; mas yo apelo

135 a la causa primera, que Dios solo

brazo es que reina en mar y oprime el polo.

leovigildo

Ahora eres mi hijo, ahora puedo

reengendrarte en mis brazos nuevamente;

ahora la corona te concedo

140 que carga España en mi cesaria frente.

Vamos echar las suertes, Recaredo.

¡Ya Hermenegildo es rey!

hermenegildo Soy obediente.

¿Vos la esposa me dais?

leovigildo Casarte es justo.

hermenegildo

Quejaos a vos si no saliera a gusto.

recaredo [Ap.]

145 Como Ingunda no sea, venturoso,

Amor, me he de llamar.

Vanse Leovigildo y Recaredo

cardillo ¡Gracias al Cielo

que ya, menos cansado y enfadoso,

quieres a España dar común consuelo!

¡Gracias a Dios que fuiste para esposo!

150 Ya, señor, se acabó todo el recelo

que al casarte tenías, aunque un sabio

al casarse llamó « el mayor agravio» .

hermenegildo

¿ Al casarse?

cardillo Al casarse.

hermenegildo ¡Calla, necio!

cardillo

¿Pues no es mentís una mujer, si sale

155 a disgusto, con ira y con desprecio?

Y dime: ¿hay bofetón que se le iguale

a una necia, si cela y habla recio,

aunque el hombre la halague y la regale?

Y si al mayor regalo esto se deja,

160 ¿hay palos como ser la mujer vieja?

Luego bien dice el sabio, y más si es pobre

el casamiento, que éste es todo afrentas.

Renombre de animoso el hombre cobre

que se engolfa a expugnar tantas tormentas.

165 Sóbreme paz y libertad me sobre.

¡Oh tú, que altivo de esta ley te esentas,

Jove gentil: que es, mira, en sus regalos,

la mujer bofetón, mentís y palos.

 

Sale Recaredo

recaredo

Llegué con mi padre, hermano,

170 al cuarto do Amor encierra

las bellezas peregrinas

por peregrinas bellezas,

los estranjeros milagros

en quien con mayor soberbia

175 junta marfil para rayos,

guarda cristal para flechas;

que tan valiente en sus rostros

se excedió Naturaleza,

que, admirada en ellas, juzga

180 soberana omnipotencia.

Salieron a recibirnos,

por epiciclos de puertas,

doce estrellas, porque el cuarto

el firmamento parezca.

185 Vi en ella un zodiaco hermoso

con doce imágines bellas,

tórrida zona en que el sol

abrasara con más fuerza;

aunque pienso que bañaran

190 con más templanza la tierra,

porque todas parecían

sinos de la primavera.

Lo estraño de los vestidos,

lo diverso de las lenguas,

195 otra Babilonia forman.

Siendo Amor gigante en ella,

salió Tilene divina,

en sí trasladando a Persia:

vestida de nácar y oro,

200 tan gentil y tan honesta

que a la rosa parecía

que a la aurora se desflueca;

para ser del sol pastilla,

ardía en sus conchas tiernas.

205 Lausinia, de azul, hacía

a los cielos competencia,

siendo, entre estrellas de plata,

cielo del mayor planeta.

Quedé en su vista abrasado,

210 quedé ciego en su presencia;

mas no es mucho, si me vi

entre el sol y las estrellas.

De plata y de anaranjado,

que laberintos se mezclan,

215 salió el Fénix de Alemania,

si en nieve el Fénix se quema.

El naranjado color,

entre la plata y las perlas,

una naranja la hacía

220 de escarcha y de flor cubierta;

que por el rostro mostraba

lo dulce de su belleza,

que Amor para el apetito

cortó naranja tan bella.

225 De verde, Laudomia egicia

fue un jardín en quien pudiera

perderse, mejor que en Chipre,

Amor sin arco y sin venda.

De verdes plumas también

230 dilataba en su cabeza

una selva por penacho.

¡Quién se perdiera en tal selva!

De pardo rosado y oro

Clotilde salió; y Nerea,

235 de verde mar, porque el mar

manso y templado parezca;

aunque nadie ve sus ojos

que se escape de tormenta,

porque son almas de vidrio

240 donde las almas se anegan.

Leonora, de amor milagro,

vestida de blanca tela,

sol pareció que, anublado

en el invierno, despierta

245 en la nieve de los montes,

que sacudir puede apenas

del cabello que el aurora

con dedos de oro le peina.

Posidonia, de pajizo,

250 con mil asientos y piezas,

pirámide parecía

hecho de preciosas piedras.

Teodora gentil, sembrando

su buen gusto, en copia siembra

255 lantejas de plata y oro

en campo de rosa seca;

y estaban tan bien guisadas,

que mil Saúles pudieran

despreciar sus mayorazgos

260 por tal plato de lantejas.

Camila, gloria de Italia,

de negro espolín cubierta,

burlar quiso tantos días

fingiéndose noche negra;

265 porque lo negro, escarchado

de plata y oro, acrecientan

tanta hermosura en su noche,

que a oscuras los días deja.

Las que entran y las que salen

270 con admiración se encuentran,

porque magna conjunción

vimos allí de bellezas.

Lísipa en ellas se admira,

Ingunda se espanta en ellas,

275 y en Lísipa y en Ingunda

ellas quedaron suspensas.

Las suertes propuso el Rey,

y, alegres y satisfechas,

a las suertes remitieron

280 la dudosa competencia.

Ya están las estrellas juntas,

ya echando las suertes quedan.

Suerte y estrellas tendrás,

si es suerte que estrellas echan.

285 Medio soberano ha sido,

pues que quedaron contentas.

Y tú, por suerte casado,

¡plega al Cielo que la tengas

tan feliz como gloriosa,

290 dándole a España una reina,

de quien a copias veamos

ángeles que le sucedan!

hermenegildo