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La reina Sevilla, infanta vengadora es una comedia teatral del dramaturgo Antonio Mira de Amestua. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido amoroso que propiciará numerosas situaciones de enredo e intrigas palaciegas, todas ellas presentadas bajo un prisma de profunda moral católica, en consonancia con la visión del mundo que tiene su autor.
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Seitenzahl: 78
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Antonio Mira de Amescua
Comedia famosa del doctor Mira de Amescua
Saga
La reina Sevilla, infanta vengadora
Copyright © 2012, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726660777
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Suenan clarines y atabales y salen el Almirante de Francia y Blancaflor, su hermana, con mascarilla pendiente de un lado del rostro
almirante
Blancaflor, ¿ qué novedad
es esta? Cuando venimos
a París, la que compite
en majestad y edificios
5 con Roma y Nápoles, vemos
en públicos regocijos
la gran ciudad, y la causa
ni la entiendo ni adivino.
Varios instrumentos suenan,
10 galas no ordinarias miro,
y no hay monsiur que no lleve
un fénix gallardo y rico
por penacho en su cabeza.
En los balcones y nichos
15 se previenen luminarias
para que dé el artificio
competencias a la noche
con el día.
blancaflor No imagino
la ocasión de tantas fiestas.
almirante
20 ¿Si es admirable prodigio,
con que el cielo corresponde
a la intención que has traído
de ver a Carlos?
blancaflor No soy
tan dichosa yo.
almirante En los signos
25 celestes, cuando naciste
–si la ciencia y el juïcio
de los hombres no se engañan–
matemáticos peritos
hallaron que tú has de ser
30 reina de Francia. Sobrinos
somos de Carlos. ¡Qué mucho!
Hijos no tiene. En el hijo
castigó, como Trajano,
la muerte de Valdovinos,
35 y ya en madejas de nieve,
haciendo el tiempo su oficio,
mira pendiente la barba
compitiendo con un siglo
su dichosa edad. Pudiera,
40 aplicando los sentidos
y afectos a tu hermosura,
querer casarse contigo.
Por esto, hermana, por esto
a la corte te he traído
45 a que la mano le beses;
porque los cielos divinos
no en balde te dan belleza,
poca edad y airoso brío.
Y cuando ellos te negasen
50 sucesión, aumentos míos,
te llevarán el cuidado,
dando a mi dicha principio;
que pudieras persuadir
a Carlo Magno, mi tío,
55 me nombrase sucesor
del cristiano y del antiguo
reino de Francia, de quien
soy Almirante. Disignios
son los nuestros bien fundados;
60 no son vanos ni exquisitos
pensamientos que, en los aires,
trepan a su precipicio.
Aplica, al uso francés,
en el rostro (que a Narciso,
65 más que su imagen, matara)
la mascarilla, que he visto
venir los Pares de Francia
hacia acá.
blancaflor Y aun imagino
que Carlos viene con ellos.
Pónese la mascarilla
almirante
70 Fortuna, si bien me quiso
tu condición inconstante,
agora, agora te pido
que al Amor hurtes las flechas
si no te las presta él mismo.
Salen Carlo Magno, emperador, y caballeros, todos galanes
75 Deme vuestra majestad
su mano.
carlos Almirante, amigo,
en alas de mi deseo
puedo decir que has venido,
pues cuando darte quería
80 de mis intentos aviso,
o mi fortuna o tu amor
el cuidado me previno.
¿Quién es aquella madama
que acompañáis?
almirante Señor mío,
85 Blancaflor, mi hermana. Llega
al rendimiento debido
al supremo emperador
del mundo.
Derriba la mascarilla
blancaflor Turbada miro
la cesárea majestad
90 a quien humilde suplico
me dé la mano.
carlos Sobrina,
aunque viejo, no me olvido
de ser galán, y bien sé
que han de ser los brazos míos
95 lo que yo os tengo de dar;
Abrázala
y de la vejez recibo
esta licencia. No fuera
tan descortés y atrevido
siendo joven, claro está.
almirante [Ap.]
100 Amor, gallardo principio
das a mi industria. Prosigue,
y flechas de fuego vivo
enciendan la riza nieve
de su pecho.
carlos Cuando admiro
105 la singular hermosura
que el cielo pródigo y rico
dio a Blancaflor, mi silencio
es retórico artificio.
Mudo alabo esta belleza,
110 mudo esta deidad estimo.
Mas, ¿ qué elocuencia bastara?
Sobrina, callando digo
mucho más.
blancaflor Soy vuestra esclava.
carlos El secreto regocijo
115 de París y de mi pecho
agora pienso deciros.
Escuchad, parientes.
blancaflor [Ap.] Si es
el corazón adivino,
reina de Francia soy ya;
120 rayo mi hermosura ha sido.
carlos Por la muerte de Carloto...
[Ap.] (¡Ay, qué funesto principio!
Pero habiendo sido justa,
mal me enternezco. Prosigo).
125 ...quedando sin heredero,
pasé mi edad que por siglos
puede numerarse agora,
cuando tanta nieve miro
en esta barba pendiente,
130 si bien el heroico brío
de mi juventud lozana
y el generoso y altivo
vigor permanecen siempre,
murieron, que así lo quiso
135 el cielo, mis doce pares,
por quien los franceses fuimos
asombro de los humanos,
famosos desde los rizos
cabellos del alba hermosa,
140 hasta el sepulcro más frío
del sol en el occidente.
Bien es que restando vivos
sus hijos, dirá la fama
de los franceses lo mismo.
145 Yo, pues, que a los largos años
con el ánimo resisto,
viéndome sin heredero,
que es natural apetito
de los reyes, he tratado
150 –¡Oh, cuán alegre lo digo!–
de casarme con Sevilla,
más que humano ángel divino,
hija del grande Ricardo,
el poderoso y el rico
155 emperador del oriente.
Por embajador envío
al hijo de Galalón,
mi cuñado, y solicito
con dicha mi casamiento,
160 pues fácilmente consigo
mis deseos, porque el conde
de Maganza también hizo
su embajada, que a Marsella
con la desposada vino.
165 Esto, amigos, hasta agora
de mis labios no ha salido;
que a veces el pecho humano
es obscuro laberinto.
Fui secreto a recibirla;
170 las manos allí nos dimos.
Y una quinta de un jardín,
–dije jardín, paraíso–
fue de mis alegres bodas
tálamo verde y florido.
175 Diez días en ella estuve,
y a la santa que es asilo
de pecadores, aquella
que lavó a los pies de Cristo
sus culpas, humildemente
180 un sucesor he pedido.
Víneme a París a donde
solemnidades previno
mi cuidado, porque sea
día famoso y festivo
185 el de su entrada. Ya llega.
Ya mis secretos publico;
ya soy fénix remozado,
y ya pienso que eternizo
mi imperio. No os espantéis,
190 vasallos, deudos y amigos,
de que en la vejez me case;
que esto de muchos se ha dicho
y tal vez vimos a un hombre
a la palma parecido,
195 que en arrugadas cortezas,
cargada de años y siglos,
si en la juventud estéril,
da los pálidos racimos
de su fruto. En la vejez
200 forma el águila su nido
y sus hijuelos alienta
con más calor, con más brío.
Y no siempre la consorte
del que es anciano marido
205 imita a la verde yedra
que derriba el edificio.
No siempre parece al mar
que el movimiento continuo
de las olas va venciendo
210 la eternidad de los riscos.
Aguila, mar, yedra, palma
en lazos de amor tejidos,
imitan hoy maridajes
de diamantes y jacintos.
215 Hoy a la reina Sevilla
en la corte recibimos.
Hoy llega el sol del oriente
hasta el polo de Calisto.
Hoy Carlos, el que de magno
220 el renombre ha merecido,
de nuevo se ve triunfando
en dichoso regocijo.
almirante Ap.
Desvaneció nuestro intento.
blancaflor Ap.
Tarde, Almirante, venimos.
almirante
225 Gran señor, la norabuena
te doy alegre, aunque envidio
al hijo de Galalón,
conde de Maganza. Mío
pudiera ser el favor
230 de haber a Francia
el sol de Constantinopla.
Mucho le estimáis. No fío
en hijos de Galalón.
¡Quiera Dios...!
carlos Basta, sobrino.
235 ¿Cómo murmuráis así
del hombre que más estimo?
almirante
Dije mal, señor, perdona.
carlos No me espanto; que enemigos
fueron vuestros padres. Ea,
240 salgamos a recibirlos.
Tocan. Vanse y salen el conde de Maganza,
la reina Sevilla, Teodoro, de camino, y criados
conde Mi señora, cerca estamos
de la ciudad de París,
donde eres ya flor de lis
que con respeto adoramos.
245 Estas flores, estos ramos
que ponen treguas amenas
entre las rubias melenas
del sol, y esta clara fuente
cuyo cristal transparente
250 da silvestres azucenas,
serán rústica floresta,
mientras al mar español
se va despeñando el sol,
y pasa el ardiente siesta.
255 Vecina montaña es ésta
a la metrópoli y corte,
donde a tu regia consorte
has de coronar la frente
cuando vienes del oriente
260 a las provincias del norte.
reina Conde, aunque llegar deseo,
y quiere mi honesto amor
ver a Carlos, mi señor,
que es el último trofeo
265 de mi esperanza, ya veo
que con los rayos que tiende
el sol, abrasa y ofende,
teniendo, aunque es verde mayo,
una flecha en cada rayo
270 con que los montes enciende.
Pasemos en hora buena
la siesta aquí.
Sienta y recuéstase
conde [Ap.] (Dame, Amor
atrevimiento y valor
para declarar mi pena;
275 ya que mi desdicha ordena
que esta griega bizarría
confunda en el alma mía
el discurso y la razón.
Hablemos, que en la ocasión
280 el respeto es cobardía).
Vosotros podéis bajar
a ese valle a coger flores
que los celestes colores
de el iris han de envidiar.
285 Pues sobre ellas ha de estar
la reina nuestra señora.
Si reposar quiere agora,
sembrad aquí flores bellas;
porque parezcan estrellas
290 en los campos del aurora.
teodoro
Vamos.
Vanse los criados
conde [Ap.] (Echelos de aquí
para gozar la ocasión.
Ánimo, pues, corazón.