Las desgracias del rey don Alfonso el Casto - Antonio Mira de Amescua - E-Book

Las desgracias del rey don Alfonso el Casto E-Book

Antonio Mira de Amescua

0,0

Beschreibung

La obra teatral de Antonio Mira de Amescua Las desgracias del rey don Alfonso el Casto relata la vida de Alfonso II, quien fue nombrado rey de Asturias tras la muerte de Silo. Para evitar los continuos ataques de sus adversarios, tuvo contactos diplomáticos con los reyes de Pamplona, Carlomagno y su sucesor, Ludovico Pío. El sobrenombre de "el Casto" se debió a su renuncia a las mujeres.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 103

Veröffentlichungsjahr: 2010

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Antonio Mira de Amescua

Las desgracias del Rey don Alfonso el Casto

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Las desgracias del Rey don Alfonso el Casto.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-103-8.

ISBN ebook: 978-84-9897-580-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Loa 9

Baile del Amor y del Interés 13

Jornada primera 19

Baile de las diosas 63

Jornada segunda 67

Jornada tercera 113

Libros a la carta 153

Brevísima presentación

La vida

Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.

De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.

Personajes

El Rey don Alfonso el Casto

Don Sancho Díaz, el conde de Saldaña

Don Suero Velázquez

Doña Jimena, hermana del Rey

Doña Elvira, dama

Ramiro

Ordoño

Ancelino

El conde Tibaldo

Mauregato hijo ilegítimo de Alfonso el Magno

Bernardo, labrador

Sancha, labradora

Don Gonzalo

El capitán Muza, moro

Moros, de acompañamiento

Dos criados

Dos plateros peregrinos

Dos ciudadanos

Loa

Loa

(Sale la Loa diciendo:)

Queriendo la hermosa Dido

que aquel padre de troyanos

le refiriese la historia

de sus lamentables llantos,

le dice de aquesta suerte:

«Eneas fuerte y gallardo,

cuéntame, si acaso gustas,

aquel desastre pasado

que entre ti y los griegos hubo.»

Él dice: «Quiero contarlo,

con tal que me des silencio».

Concediólo. Yo me espanto

poderlo acabar consigo;

que las mujeres son diablos.

Yo salgo a pedir silencio,

no a los hombres, porque es llano,

que tienen de conocerlo.

Solo con mujeres hablo;

que tienen tan largos picos

que pretendiendo gastarlos,

están parlando continuo,

sentadas, corriendo, andando,

en sus casas, en la iglesia,

en el sermón, en los autos,

y aun me dicen que hay algunas

que están durmiendo y hablando.

Y, porque vengo mohíno

de un caso que me han contado,

referiré algunos males

de los muchos que han causado

para que se eche de ver

que las mujeres son diablos.

Ya saben que la primera

causa de nuestro pecado

fue mujer, y de mujer

la forma en que le engañaron.

Mil males causó la Cava

a España, pues que duraron

sus reliquias hasta que

el cielo envió a Pelayo.

Y también los causó Elena

a atenienses y troyanos

y a griegos, pues que dos veces

a dos príncipes la hurtaron.

La primera a Teseo,

Rey de Atenas a quien Castor

y Apolux en campal guerra

de su poder la sacaron;

y la segunda, fue Paris;

que era lo de [los] troyano[s].

Príamo, aquéste la hurtó

a otro Rey, que es Menelao.

Ningún bien causó tampoco

Clitimnestra, pues dando

a su marido la muerte

fue causa de tantos daños.

Pero, ¿qué me maravillo?

¡Que las mujeres son diablos!

La cautelosa Semíramis,

estando un tiempo Reinando

con su marido, el Rey Nino,

le pidió por solo espacio

de cinco horas su poder,

y apenas se le hubo dado

cuando le mandó matar

por quedar con todo el mando.

Mil más pudiera decir;

pero déjolo, mirando

que vengo a pedir y el pobre

nunca ha de ser porfiado,

y también me mueve a ello

ver que de allí me han mirado

dos mujeres que por señas

me dicen que calle, y callo;

que me lo mandan mujeres,

que las mujeres son diablos.

Mas, si me fuera yo agora

con el cabello así largo

a meterme entre mujeres,

¡cómo saliera pelado!

Más quiero volver la hoja

y deshacer el agravio

y en lo que toca a ser Eva,

causa de nuestro pecado,

yo digo que Adán lo fue

y sábese de San Pablo

cuando dice que en Adán

mueren, y resucitamos.

Y Cristo, nuestro maestro

nos dice aquesto bien claro,

que mujer nos dio el remedio

si por mujer fue el pecado.

Y así mal dice el que dice

que las mujeres son diablos.

Si algún mal causó la Cava

a España, solo [Juliano]

la forzó, y donde hay fuerza

nunca interviene pecado.

Si Semíramis mató

a Nino, fue porque estando

en sus reinos, no quisieron

amplificar sus estados.

Después de muerto quedó

por Reina, y en un caballo,

de todas armas vestida,

con sus gentes salió al campo

sujetando muchos reinos:

Etíopes, Egipcianos.

La valerosa Cenobia,

de Palmirenos espanto,

es quien rindió a Capodacia

y a Persia, y está enseñando

a dos hijos que tenía

el latín, griego y hebraico.

Las invictas amazonas

dieron poderío y mando

a dos mujeres que fueron

las que España han enviado

reliquias de aquellos godos

que se han ido prolongando

hasta el tercero Filipo

que Dios guarde muchos años.

Y así mal dice el que dice

que las mujeres son diablos.

Bien las he vuelto su honra.

A fe que me deben harto;

que lo que dije al principio

era que venía enojado,

y agora lo iré también

si no dan lo que demando,

que es el silencio que dio

Dido a Eneas, y gustando

oirán la mejor comedia

que se haya visto en tablado.

Y también doy la palabra

de que aquí y en cualquier cabo,

desmentiré al que dijere

que las mujeres son diablos.

Baile del Amor y del Interés

(Salen los Músicos.)

Músicos Entre apacibles vergeles

que adornan flores vistosas

y cantan los ruiseñores

entre los lirios y rosas,

y las cristalinas fuentes

riegan hierbas olorosas,

y hace fértiles labores

y aljófar sus hojas brotan

haciendo el céfiro manso

en el jazmín y amapola,

un sonoroso ruido

al menear de las hojas

andaba a caza Cupido.

(Sale Cupido con arco y aljaba y flechas, vendado los ojos.)

Entre contento y congoja,

por negarle la obediencia

las damas bellas, graciosas,

miran que es obedecido

del pastor a la real pompa

rindiéndosele a sus pies

cuanto de este mundo gozan.

Siente que mujeres flacas

le quieren quitar la gloria,

y se la den a interés

entre preseas y joyas,

quítase el arco y aljaba

y entre la hierba lo arroja

cuando vio entrar a Interés

con gran majestad y pompa.

(Sale Interés, muy galán con cadena y sortijas de oro.)

Cadena de oro en el cuello,

sortijas, preseas y aljorcas,

alegre en ver que le estiman

el mundo y naciones todas,

paséase ante Cupido

y con meneos se entona.

No le hace acatamiento

de que Cupido se enoja.

Quítase la venda Amor,

y dícele: «Cómo osas

parecer en mi presencia,

siendo invencibles mis obras?».

Interés le ha respondido:

«Como han sido cautelosas

conociendo sus afectos,

se han acogido a mi sombra.

Los dos hacemos el juego

y porque es cosa notoria,

escucha aquesta razón

y conocerás mi gloria.»

Obras son amores,

hermano Polo,

obras son amores

que no amor solo.

Cupido replica: «Aqueso

es porque mi fuerza afloja

cuando el amor es fingido,

y dádivas le sobornan».

A aquesta razón responde

Interés aquesta nota:

«Dos amorosos galanes

quieren a una dama hermosa.

Pregúntanla a quién más ama.

Y ella dice melindrosa:

“Fulano me quiere mucho

mas Zutano me hace obras”.

Da el uno amor y palabras,

el otro da amor y doblas.»

Interés es cosa firme

y Amor un jerigonza.

Si no, mira aquesta letra

que tu mismo nombre nombras,

y por verse atropellado

de sus entrañas te arroja.

(Danzan al son de la letra.)

«Las damas de hogaño, Blas,

que visten sedas y galas,

querránte bien si regalas

y más cuando dieres más.»

Dice Amor: «Es cierta cosa;

que no les diera su hacienda,

luego más parte me toca».

Quiso Interés replicar

mas Amor con voz sonora

dice que es cosa muy justa

que esté por igual la gloria.

Interés no lo consiente;

que el premio da la victoria.

Declaren por ser sentencia

Belisa y la bella Flora.

(Salen Belisa y Flora en traje aldeano.)

Salen las pastoras bellas

como al salir de la aurora;

salen los rayos de Febo

haciendo ricas alfombras.

Las dos hacen reverencia

y ellos que los campos bordan

con luces de sus reflejos,

con su mesura se adornan.

Amor les propone el caso

y con razones exhorta

a que sentencien por él;

que es cosa que les importa.

E Interés descubre el hecho

y su gran cadena toca

mostrando preseas y anillos

y otras riquezas y joyas.

Las dos entran en acuerdo

y en sentenciar se conforman

que lleve solo Interés

el lauro de la victoria.

Oyendo Amor la sentencia

a voces dice: «¿qué importa

que en los jardines del Chipre

tengo yo mi trono y pompa,

y allá en los campos Elíseos

suene mi sonora trompa,

y en el monte del Parnaso

que su publique mi gloria

si soy de Interés vencido?».

E Interés dice: «Aquí os toca

que hagáis lo que yo os mandare».

Y callando, Amor otorga:

«¿Por qué razón un bastardo,

hijo de una mujer loca,

conmigo se ha de igualar;

que soy quien el mundo asombra?

Seamos, Amor, amigos,

y con mudanzas graciosas

los dos quiero que bailemos

con estas damas hermosas.»

(Bailan al son de esta letra.)

Amor, pues quedáis vencido,

no tiréis,

porque os arrepentiréis.

Ya vuestras flechas, Amor,

que están de tormento y lloro,

Interés las vuelve de oro

que se reciben mejor.

Aplacad, luego, el rigor

y no tiréis

porque os arrepentiréis.

Amansad un poco el brío

en tirar a los amantes;

que con perlas y diamantes

tiene Interés señorío,

lo demás es desvarío.

No tiréis,

porque os arrepentiréis.

Bueno es Interés y Amor,

si los dos corren parejas;

que se entra por las orejas

este suave licor.

Mas Interés es mejor.

No tiréis

porque os arrepentiréis.

Jornada primera

(Suena música y salen al tablado [tres] tambores, uno con un pendón levantado y en él un león, otro con una fuente de plata con una corona, otro con otra fuente con una espada. Después en orden, todos los que pudieren y corriendo una cortina aparece en un tribunal el Rey don Alfonso, armado el pecho, galán y descubierta la cabeza. Arrímanse todos a los dos lienzos del vestuario.)

Alfonso Hidalgos asturianos

reliquias y sucesión

de godos y de romanos,

fortaleza de León

que he de regir con mis manos;

por el valor sin segundo

que tenéis, máquinas fundo

para dar a España asombros,

y he puesto sobre mis hombros

el mayor peso del mundo.

Los reinos y majestades

suelen tener por grandeza

lisonjas y falsedades,

y así pongo en mi cabeza

montes de dificultades.

Poca paz y mucha guerra

son columnas de Reinar;

que el hombre que en Rey se encierra

entre las sirtes del mar

y volcanes de la tierra,

siempre ha de vivir velando.

La vida le van gastando

los cuidados con que lidia,

y los linces de la envidia

sus obras le están mirando.

Desde la gallega sierra

hasta la andaluz nevada

me está llamando la guerra.

Mirad si es carga pesada

para un hombre hecho de tierra.

En efecto a mi persona

el cuidado no perdona;

que a todo estaré ofrecido

desde oí que habrá ceñido

mis sienes esta corona.

Sancho Seas, Alfonso, de hoy más

para los moros un rayo

que abrase, y sí lo serás;

que eres nieto de Pelayo

y vas dejándole atrás.

Ya que es hecho la elección,

falta la coronación.

Permita, pues, tu persona

ponerle espada y corona

en señal de posesión.

De Pelayo es esta espada,

que el mundo causaba espanto

en su brazo levantada,

y si viviera otro tanto

viera a España restaurada.

Ármate, señor, con ella,

serás Sol de la milicia

y hemos de jurar en ella;

tú de guardarnos justicia,

nosotros de obedecella.

Con aquesta un león se doma,

de tus vasallos la toma,

que darte quisieran ellos

el águila de dos cuellos

con el imperio de Roma.

Y si en aqueste estandarte,

por insignia un león te han dado,

ellos gustarán de darte

el fuego del scita helado,

del tracio el armado Marte,

las águilas del romano,

arco y flechas del persiano,

los leones del inglés,

los tres lirios del francés,

las lunas del otomano.