Lo que puede una sospecha - Antonio Mira de Amescua - E-Book

Lo que puede una sospecha E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

Lo que puede una sospecha es una comedia de costumbres del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido amoroso que propiciará numerosas situaciones de enredo, todas ellas presentadas bajo un prisma de profunda moral católica, en consonancia con la visión del mundo que tiene su autor.

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Seitenzahl: 76

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Antonio Mira de Amescua

Lo que puede una sospecha

 

Saga

Lo que puede una sospecha

 

Copyright © 2003, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726660623

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Personas que hablan en ella:

don carlos de portugal don diego meneses don íñigo de portugal doña isabel , su hija don alonso de atayde doña inés de portugal cardillo , lacayo fenisa , criada

PRIMER ACTO

Salen doña Inés, Fenisa y doña Isabel con mantos

inés La dicha de conoceros

hace mi suerte mayor.

isabel Fianzas os da mi amor

de saber corresponderos.

5 inés Estoy tan aficionada

a vuestro ingenio y belleza

que, de la naturaleza,

con razón, vivo enojada

de que me hiciera mujer,

10 cuando os crió tan hermosa,

que es vitoria poco honrosa

no peligrar al vencer:

pues no importa que el agrado

y brío me haya rendido

15 si mi ser está impedido

de poderos dar cuidado.

isabel Ved que vuestras perfecciones

piden alabanza igual,

y que me hacéis mucho mal

20 con tantas ponderaciones,

pues cuando restituiros

quiero el favor que me dais,

como todos los gastáis

no me dejáis qué deciros;

25 y os suplico, mi señora,

me hagáis merced de decirme

casa y nombre.

inés P revenirme

quise a ese cuidado ahora:

doña Inés de Portugal

30 soy, de don Carlos hermana,

cuya estirpe soberana

debo a la Casa Real.

isabel ¿Que sois hermana de don Carlos?

inés Y muy vuestra servidora.

35 isabel Vuestros favores ahora

de nuevo vuelvo a estimarlos,

pues en mí vuestro decoro,

por quien sois, aplausos gana,

Ap. (y porque os llamáis su hermana

40 del dueño que firme adoro).

¿Fenisa?

fenisa Señora mía.

isabel Ap.

Desde luego me agradó.

¡Cómo el alma adivinó

que algo de Carlos tenía!

45 fenisa Ap.

Pues advierto, si te agrada,

por si de estado mejoras,

que buenas son pocas horas,

las que tiene una cuñada.

inés Las ferias del nombre espero.

50 isabel Agradecidas las doy:

hija de don Diego, soy,

de Meneses, cuyo acero

asombro fue y maravilla,

grangeando igual decoro

55 en Ceuta, ya contra el moro,

ya en los campos de Castilla.

inés No sin ocasión parece

que de vos me aficionaba

cuando vuestro ser me daba

60 a entender lo que merece,

pues vuestra casa y la mía,

los tiempos son buenos jueces,

emparentaron más veces

que el sol da rayos al día;

65 y, así, tenemos de ser

muy amigas.

isabel Está llano

que el gusto que con vos gano

no le procuro perder.

Salen don Íñigo y don Alonso

íñigo ¡El resto de la hermosura

70 se vio esta tarde en mi bien!

alonso ¡Y el imperio de un desdén

que rendir mi amor procura!

íñigo ¿Tenéis ya nuevo cuidado?

alonso Y que es milagro de amor,

75 mas me trata con rigor.

íñigo Muy al tiempo estáis templado.

alonso ¿Cómo?

íñigo Porque cada día

elección nueva tenéis.

alonso Una de las dos que veis

80 es el norte que me guía.

íñigo Ap.

(¿Si será doña Inés, cielos?)

Decid, ¿cuál es de las dos?

alonso La más hermosa.

íñigo Por Dios,

que me habéis causado celos.

85 alonso La de a man derecha es.

íñigo Ya me habéis desahogado,

porque temió mi cuidado,

que era el vuestro doña Inés.

alonso Ya supe que sus despojos

90 dan a vuestro amor desvelos,

y antes que os causara celos

me sacara yo los ojos.

íñigo De vuestra amistad lo creo.

alonso Pues estamos dos a dos,

95 no pagará al cielo Dios

tributo nuestro deseo.

íñigo Lleguemos. Tras del Aurora

madrugar dos soles vimos;

la novedad advertimos;

100 y, como la causa ignora

de mirarle duplicado,

el día venga a saber,

si el cielo en amanecer

el orden común ha errado.

inés ¿Responderémosles?

105 isabel No.

inés Pues no siendo conocidas...

isabel Hay muchas honras perdidas

por pensar que nadie vió.

Apártase Inés con don Íñigo

inés Por estar acompañada,

110 Íñigo, hablarte no puedo.

isabel Parece que tenéis miedo,

señora, a esotra tapada...

A doña Isabel se llega [don Alonso]

alonso Sed, señora, más piadosa

vos que vuestra compañera,

115 o desdeñando siquiera

abrid a voces la rosa.

Para quien está rendido,

sobrado rigor mostráis.

íñigo [Aparte a doña Inés]

Mirad que celos me dáis

120 de no ser favorecido.

isabel [A la criada]

Respóndeles tú, pidiendo

que se vayan.

alonso ¡Qué rigor!

Ciego pintan al amor,

y mucho en vos le estoy viendo.

íñigo [Ap.]

125 Mira que tu amor se queja

de tu desdén, prenda mía.

inés [Ap.]

La noche se sigue al día,

y mi casa tiene reja.

fenisa Caballeros, yo os suplico

130 que os váis, y que nos dejéis,

que hay a quien cuidado déis

en la calle.

íñigo No replico,

obedezco al mandamiento.

[Ve Fenisa al padre de doña Isabel]

fenisa ¡Mi señor..!

alonso ¿De qué os turbáis?

135 fenisa Bastante causa nos dáis,

viendo vuestro atrevimiento,

con tan poca cortesía.

isabel Por aquí quiero volverme,

que si llega a conocerme

140 mi padre, tendré mal día.

inés Vamos.

íñigo ¿Siguiéndolas váis?

isabel Suplícoos, que nos dejéis.

alonso ¿Rémora me detenéis

cuando, acero, me llamáis?

Vanse las tres, y sale don Diego, padre de doña Isabel

145 diego Aunque ayuda a mi sospecha

el serle tan parecida,

queda su virtud vencida,

la sospecha satisfecha.

alonso Por su padre era el recato

150 que con los dos han tenido.

íñigo Parece que ha anochecido.

alonso Si se ausentó el sol ingrato

que me abrasa, claro está

que la noche ha de venir.

155 íñigo ¿Pensáis rondar o dormir?

alonso ¿Quién con amor dormirá?

Vanse.

diego Bien se puede en mí perder

esa celosa inquietud,

que de su mucha virtud

160 liviandad no he de creer.

Ya está agonizando el sol

en cristalinos abismos,

y en lucientes parasismos

va espirando su arrebol;

165 donde suelo entretenerme

quiero un rato retirarme,

que luego vendré a acostarme,

que la vejez tarde duerme.

Vanse y sale Cardillo lacayo y don Carlos

cardillo

Desde que al jardín entraste

170 ayer, no he tenido un rato

para poder preguntarte

lo que pasó, que aunque me hallo

con el nombre de Cardillo,

suele haber a los Cardillos

175 también casos reservados.

carlos Fue tan grande la aventura,

tan sin alma me ha dejado,

que fuera mucha desdicha

no perderla en tal encanto.

cardillo

180 Por lo que ha que te conozco,

ya sé que eres desalmado,

sin ser de los que bostezan

por señas lo temerario;

pero sólo te suplico

185 que me refieras lo raro

de esa aventura, pues todos

los que estamos escuchando,

mosqueteros, ballesteros,

homesbuenos y fidalgos,

190 escuderos, ricos hombres,

que de todo hay en el patio,

querrán saber el suceso,

pena que si lo callamos

habiendo dicho algo de él

195 habrá silbo de contado.

¿A qué te llevó Fenisa?

carlos Escucha, pues, y sabraslo.

Bien viste que, ayer mañana,

Fenisa me fue a decir

200 que feriarme pretendía

la aventura más feliz,

y que, en fe desta esperanza,

órdenes obedecí

suyas, esperando, atento,

205 en la puerta del jardín

de Isabel; y también sabes,

que Fenisa vino a abrir,

y que en el jardín entré;

pues escucha desde aquí.

210 Llegué, siguiendo sus pasos,

donde me pude encubrir

entre unas murtas, adonde

el cristal se vio ceñir,

entre muros de alabastro,

215 formando espejo al pensil:

tienda del campo, en que Flora

las siestas suele dormir

tan defendido del sol,

cuando le viste el abril,

220 que ignora por dónde pueda

sus rayos introducir.

Ciudadana de su margen

era Isabela gentil

si no sol de aquella esfera,

225 floresta de aquel país.

Parecióme que quería

(tan encendida la vi)

templarle, que ella a su fuego

aun no pudo resistir.

230 Era la estación del día

en que el sol llega a rendir

el espíritu fogoso

en túmulo carmesí,

cuando, haciendo con su adorno

235 treguas, llego a descubrir

sin velo tanta deidad,

sin velo tanto feliz

incendio como encubría,

que, abochornado, salir

240 pretendió a desahogarse

el caluroso marfil.

Dejo, para lo decente,

de Holanda el velo sutil,

que agradecí a lo delgado

245 lo que quiso permitir,

pues crepúsculo a su día

y nube también la vi

que, dando del sol noticias,

no la dejaba lucir.

250 La sustancia que el gusano

y lo que bañó el añil

y formó juego de acero,

con movimiento furil

se quitó, habiendo primero

255 hurtado al breve jazmín

de su hermoso pie el coturno.

No sabe a qué discernir

el alma: si es mejor gloria

el gozar que el advertir;

260 porque, en tanta perfección

como ostentó serafín,

la atención toda es sentidos

y el apetito es civil.

En pie se puso, y mirando

265 el uno y otro chapín,

con mil donaires les dijo:

« corchos, nada me añadís,

porque, a darme perfección,

fuera forzoso que aquí

270 o no os pudiera dejar

o me diérais qué sentir» .