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En el momento central del Barroco, encontramos al menos dos comedias que desarrollan la historia del heroico capitán de Israel Los prodigios de la vara, de Antonio Mira de Amescua, y La corona derribada y vara de Moisés, de Lope de Vega, también editada en Linkgua Ediciones. En ambas se adaptan los episodios más sobresalientes de la vida del líder hebreo, con elementos que proceden en su mayoría de la Biblia y de otros autores antiguos, como Flavio Josefo. Aunque la historia del heroico capitán es pródiga en elementos sobrenaturales que exigirían la presencia de ingeniosos efectos especiales, en la comedia de Mira, la mayor parte de las escenas las narra algún personaje. De esta manera el relato sustituye a la puesta en escena, supliendo con ello la pobreza general de medios existente en los corrales de comedias y dejando el resto a la imaginación del espectador. En este sentido, hay que recordar que tanto la comedia de Lope como la de Mira están destinadas al público de los corrales. No son comedias palaciegas, como lo serán luego muchas piezas de Calderón y otros dramaturgos más tardíos.
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Seitenzahl: 96
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Antonio Mira de Amescua
Los prodigios de la vara y capitán de IsraelEdición de Vern Williamsen
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Los prodigios de la vara y capitán de Israel.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-257-6.
ISBN rústica: 978-84-9816-109-0.
ISBN ebook: 978-84-9897-586-4.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 51
Jornada tercera 97
Libros a la carta 141
Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.
De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.
Nacor, egipcio
Eliacer, veedor egipcio
Faraón, Rey de Egipto
Termud, su hija
Moisén, hebreo
Masar, gracioso
Arón, hermano de Moisén
María, su hermana
Jetro, madianita
Datán, hebreo
Solomí, esposa de Datán
Avirón, hermano de Datán
Séfora, hija de Jetro
Adar, pastor
Josué
Un Ángel
Músicos
(Suena un tambor y salen Nacor y Eliacer, egipcios.)
Nacor El militar alboroto
me obliga, amigo Eliacer,
a preguntar por saber
la causa de este rumor;
que como yo he estado ausente
tanto tiempo de esta tierra,
no he sabido de esta guerra.
Eliacer ¿Eso es pedir que lo cuente?
Nacor Sí, amigo.
Eliacer Pues escuchad;
que brevemente sabréis
la causa y pretexto. Veréis
por los ojos la verdad.
Sabed, que el Rey de Etiopia,
Rey de bárbara opinión,
rendir quiso a Faraón
fiado en su mucha copia
de soldados.
Nacor ¿Y qué causa,
siendo convecinos todos
y tratados por mil modos
en la amistad, puso causa?
Eliacer Sobre una ocasión bien leve
se deshizo el amistad
que quien tiene voluntad
de reñir, presto se atreve.
De una peculiar cuestión
en los tratos comenzó,
y a fe que caro costó
al principio a Faraón.
Porque los nuestros volvieron
de Etiopia maltratados,
y fueron tan apretados
que a los pies alas pusieron.
Mas ya veréis que gozosos
en bien han trocado el mal,
y este atambor es señal
de que vuelven victoriosos.
Nacor ¿Quién el capitán ha sido?
Eliacer Un hebreo de nación.
Nacor ¿Cómo, o por qué?
Eliacer Faraón
se vio en el caso afligido.
Al oráculo acudió
y, habiéndole consultado
todo lo que había pasado,
aquesta respuesta dio:
«Si en vuestro favor y ayuda
en tan peligroso empleo,
tomáis capitán hebreo,
de que venceréis no hay duda.»
Y luego eligió a Moisén,
que sus ejércitos rija.
Nacor ¿Es el que sacó su hija
del Nilo?
Eliacer El mismo.
Nacor ¡Qué bien
que ejércitos regirá
quien de guerra no ha tratado!
Eliacer Antes es tan gran soldado
que vencedor vuelve ya.
Nacor Decid, si sabéis, por qué
su madre le echó en el Nilo.
Eliacer Aunque con rústico estilo,
escuchadme, y lo diré:
Viendo el Rey Faraón, que los hebreos
en número crecían cada día,
temió que no creciesen en deseos
contra su potestad y monarquía;
y antes que en este caso fuesen reos,
quiso atajar aquello que temía,
y pretendió salir de estas quimeras
convocando de Egipto las parteras.
Con potestad de Rey, aunque tirana,
mandó que en cualquier parto que se hallasen
de la nación hebrea, loca y vana,
si era varón, al punto le matasen,
aunque era acción cruel, poco humana;
pero que siendo hembras, las guardasen
porque haciéndolo todas de esta suerte,
nunca de Egipto tratarían la muerte.
Las parteras, al fin, a Dios temieron,
y aunque el Rey como Rey lo había mandado,
de aquesta tiranía se abstuvieron
por no ver de su Dios el rostro airado;
otra vez ante el Rey llamadas fueron,
riñéndolas no haber ejecutado
al ................... [ -onden]
que los hebreos, ya de ellas se esconden.
Para poner por obra el Rey su intento,
en público pregón pronunció un bando,
mandando nadie tenga atrevimiento
del pueblo de Israel, caso nefando,
a los hijos varones dar sustento;
sino que luego al punto, aunque llorando,
en el Nilo los echen porque sea
sepulcro el Nilo de la gente hebrea.
Y para que ninguno se escapase
criándole secreto, se hiciese
general escrutinio, y se mirase
en todo el pueblo hebreo, lo que hubiese
cada tres meses, y se castigase
al que aqueste mandato no cumpliese,
y con tanto rigor se ha ejecutado
que solo aqueste hebreo se ha escapado.
Nació Moisén, y viéndole hermoso,
sus padres con secreto le criaron;
llegóse al fin el tiempo riguroso
de los tres meses, y los dos trazaron
de las manos librarle de aqueste oso,
un ataúd de mimbres fabricaron
en él al rapaz tierno le pusieron
y en confianza al cielo se le dieron.
Entregáronle al Nilo, y su corriente
y la voluble casa del infante
sobre el curso veloz de la creciente
comienza a navegar, pasó adelante
cuando Termud, saliendo con su gente,
a la orilla del Nilo, vio vagante
andar sobre las aguas la cestilla,
y mandó que la saquen a la orilla.
Del ataúd corriendo la cortina,
perlas vertiendo al rapacillo hallaron,
y al instante la infanta se imagina
que al Nilo los hebreos le entregaron
por no ver de su vida la ruina;
quien el pecho le diese procuraron,
y sin saber de madre ni de padre,
ama fue del rapaz su misma madre.
De la infanta, por hijo, fue adoptado,
y como era tan bello y tan hermoso
de todos los egipcios adorado,
de Termud mucho más, y de su esposo;
el cielo sabe por qué oculto hado,
pues teniendo principio riguroso,
y tanto, que quisieron darle muerte
agora es estimado de esta suerte.
Nacor ¿Quién le quiso matar?
Eliacer Estadme atento.
Por hacer fiesta al padre y alegría,
Termud se le llevó con gran contento,
diciéndole que viese lo que hacía
en sus brazos el Rey, le hizo asiento;
y la corona real que le ceñía
en señal de amistad y por grandeza,
al infantico puso en su cabeza.
Y como quien no estima la corona,
con notable furor la echó en el suelo,
sentida le mostró la real persona
corriéndose al contento un triste velo.
Termud, por inocente, su hijo abona,
que no es presagio aquel del santo cielo,
mas el rapaz, al fin, con ser criatura,
del dios Amón, deshizo la figura.
Un sacerdote quiso darle muerte,
ostentando que a Egipto le importaba,
y mirando la infanta el trance fuerte
lágrimas por el hijo derramaba,
ser infeliz, diciendo, y triste suerte;
mas viendo Faraón lo que lloraba
que no le maten, dice, dando vida
al que casi la tuvo ya perdida.
Creció Moisén. Al fin, llegó a ser hombre.
Hubo esta controversia en Etiopia
el Oráculo dice que se nombre
un capitán hebreo, y con la copia
de soldados gitanos, y su nombre
tendrán los Etiopes, mucha inopia.
Nacor, ésta es su historia, esto contiene,
y aquéste es Faraón que a verle viene.
(Al son de chirimías salen con majestad Faraón y Termud, su hija, y siéntanse.)
Faraón Con externo regocijo
te puedes mostrar, Termud,
cuando viene con salud
y con victoria tu hijo.
Termud Es tan grande, mi señor,
el regocijo que tengo
que contigo a verle vengo
llena de gusto y amor.
Por muchas partes me toca
el estar con mucho gusto,
y tanto que fuera justo
en esta ocasión ser loca.
Porque esta ocasión abona
la persona de Moisén,
mostrando no ser desdén
el arrojar tu corona.
Y el que con resolución
darlo la muerte intentaba
lo que su vida importaba
verá en aquesta ocasión.
Faraón Bien los sabes ponderar
como parte apasionada,
pero verás si me agrada
cuando le llegue a premiar;
que tal premio darle pienso
que si otro hijo no tienes,
haré, dándole mis bienes
que le dé aroma e incienso
Egipto, pues es testigo
de su notable valor,
que obliga a tenerle amor
aun el mayor enemigo.
Termud Que los pies os bese, es bien
por tan notable favor;
(De rodillas.) que a mí me le hacéis, señor,
cuando está ausente Moisén.
Faraón Aquesto, hija querida,
no te cause espanto, no,
que no es mucho le honre yo
cuando él me da honor y vida.
(Al son de chirimías y atambores, entran en forma de escuadrón Masar, gracioso, y todos los más que pudieren con bandera y delante Moisén con bastón, muy galán, a lo gitano, y todos los demás.)
Moisén Los pies beso a vuestra alteza.
Faraón Alza, capitán valiente.
Moisén En lugar tan eminente
así ha de estar mi bajeza.
Faraón Tu madre presente tienes,
su mano puedes besar.
Moisén No soy digno de alcanzar
tan gran favor.
Termud ¿Cómo vienes
de la jornada, Moisén?
Moisén Seguro ya de embarazos.
Termud Levanta, y toma mis brazos,
que en la tierra no estás bien.
Faraón ¿Cómo tanto has tardado?
Moisén No he podido más, señor.
Faraón Créolo de tu valor.
Cuéntame lo que ha pasado.
Moisén Después, señor, que partí
al son de trompas bastardas,
animando a tus soldados
el retintín de las cajas,
y yo con nuevo valor
deseando que llegara
tiempo de escaramuzar
para mostrar mis hazañas,
no porque yo confiase
de mí, mas porque llevaba
dentro en mi pecho tu nombre
que al más cobarde animara,
y fuera de esto, señor,
los favores de tu gracia,
porque la gracia del Rey
infunde esfuerzo en el alma
del vasallo. Finalmente
partí con tus reales armas
a castigar a arrogantes
llenos de esperanza vana.
Y como el feliz suceso
de la buena guerra es trazas
por hallarlos descuidados
usé de una extraordinaria.
No quise embarcar tu gente
porque entregándome al agua
el vernos era forzoso
y había duda en la batalla;
mas caminando por tierra,
aunque toda llena estaba
de serpientes y culebras
obstáculo de la entrada
por su ponzoña, mandé
que se fabricasen arcas
de mimbre y juncos marinos,
porque sirviesen de jaulas
la gran copia de cigüeñas
en quien puse mi esperanza,
enemigos capitales
de esta nociva canalla.
Hice el viaje con ellas
y determiné soltarlas,
antes de llegar al paso
donde la ponzoña estaba.
De sus moradas salieron
al viento dando sus alas,
y, viendo a sus enemigos
como si el clarín tocaran,
la batalla comenzaron,
siendo los picos sus lanzas
despedazando serpientes
con el furor de sus garras.
Teniendo ya el paso libre
llegué en muy pocas jornadas
a dar vista al enemigo
que bien descuidado estaba.
Orden di de acometer
y al fin llegando a las armas
les sobrepujé y vencí;
muriendo las esperanzas
que tenían de Reinar
en Egipto, y la batalla
vencida, sus heredades,
todos sus panes y casas,
no dejando cosa en pie,
convertí, señor, en brasa.
Y entrando la tierra adentro
llegué a la ciudad de Gaba,
y por ser inexpugnable,
por estar de agua cercada,
forzoso fue hacer el real
a vista de sus murallas.
Tarbis, la hija del Rey
en esta ocasión Reinaba
por haber muerto su padre;
y saliendo a una ventana
a ver mi esfuerzo y valor
por estar aficionada
de quien tuvo atrevimiento
de tan valerosa hazaña
que fue llegar a sitiar
su fortaleza y alcázar,
cuando yo —por ser el Nilo
de tal valor y pujanza—
tímido estaba y confuso
de ver que no podía entrarla.
Tarbis forzada de amor
me envió aquesta embajada,
que si me quiero casar
con ella, que su real casa
con su reino y la corona
sujeta y rinde a mis plantas.
Y aunque era ocasión aquésta
que honor y reino me daba,