Misión de la Universidad - José Ortega y Gasset - E-Book

Misión de la Universidad E-Book

Jose Ortega Y. Gasset

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Beschreibung

"Misión de la Universidad" es la reflexión de Ortega y Gasset sobre una institución que conocía administrativa y vivencialmente. Mucho ha cambiado cuantitativa y cualitativamente la universidad española desde 1930, pero sigue siendo necesario precisar con claridad cuál es el lugar asignado a la universidad en la educación y a qué debe aspirar.

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Veröffentlichungsjahr: 2023

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José Ortega y Gasset

Misión de la Universidad

Edición de Santiago Fortuño Llorens

Índice

INTRODUCCIÓN

Ortega y Gasset, un intelectual de su tiempo

El momento histórico-social de Misión de la Universidad

El tema de la educación y de la Universidad en Ortega y Gasset

Misión de la Universidad. Sus ideas principales

Recepción crítica de Misión de la Universidad

El estilo de Misión de la Universidad

Final

ESTA EDICIÓN

BIBLIOGRAFÍA

MISIÓN DE LA UNIVERSIDAD

Capítulo I. La cuestión fundamental

Capítulo II. Principio de la economía en la enseñanza

Capítulo III. Lo que la Universidad tiene que ser «primero». La Universidad, la profesión y la ciencia

Capítulo IV. Cultura y ciencia

Capítulo V. Lo que la Universidad tiene que ser «además»

APÉNDICES

I. A la FUE de Madrid

II. Temple para la reforma

III. Entregas de Misión de la Universidad en el diario El Sol

CRÉDITOS

Introducción

A Rosa Navarro Durán,en reconocimiento a su excelencia universitaria.

Porque Ortega, [...] ha sido en España [...] por su magnitud, por su excepcionalidad, más que un hombre, un acontecimiento. Solo un acontecimiento puede influir con tal intensidad en los aspectos más heterogéneos de un país: en el pensamiento, en la literatura, la política, la enseñanza, las maneras y los estilos.

FERNANDO VELA

«Evocación de Ortega» 1956.

ORTEGA Y GASSET, UN INTELECTUAL DE SU TIEMPO

La biografía de José Ortega y Gasset (1883-1955) ocupa un periodo interesante y variado de la vida intelectual española. Su mayor parte se circunscribe en la denominada Edad de Plata de las letras españolas1 y en la posguerra española. En la fecha de la publicación de Misión de la Universidad (1930), Ortega y Gasset se hallaba en su plena madurez personal, intelectual y social: catedrático de universidad, reconocido pensador y con una extensa obra ensayística. Ese mismo año publicó uno de los ensayos más relevantes y de mayor repercusión internacional La rebelión de las masas «o grande diagnóstico que Ortega fa da crise europeia» (Gabaráin, 2003: 10, nota 4). Compartía junto a otros literatos y pensadores contemporáneos su dedicación al periodismo como modo de estar e influir en su tiempo, «acaece que la conciencia pública no recibe hoy otra presión ni otro mando que los que le llegan de esa espiritualidad ínfima rezumada por las columnas del periódico», afirmará en el capítulo último de Misión de la Universidad.

La Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907), fundada bajo la presidencia de Santiago Ramón y Cajal, las ayudas para la investigación y los viajes al extranjero de los universitarios por parte del Ministerio de Instrucción Pública en la época del conde de Romanones promovieron la apertura española,

Desde su juventud —cuando ofreció el lema, España es el problema, Europa la solución— Ortega encarnó más que ningún otro español la voluntad de sincronía, que movía crecientemente a tantos centenares de españoles de la que podemos llamar clase cultural, en la cual ocupaba un lugar destacado su propia generación, la de 1914 (Marichal, 1986: 2-4).

El 12 de marzo de 1910, en la Sociedad «El Sitio» de Bilbao, leyó la conferencia La pedagogía social como programa político. Asimismo, en 1915 Ortega y Gasset impartió un ciclo de conferencias en el Ateneo de Madrid bajo el título «Guía espiritual de España», una de las más importante fue Meditación del Escorial. Tratado del esfuerzo (Lasaga, 2003: 35 y 57) en la que advertía: «La mole adusta de San Lorenzo expresa acaso nuestra penuria de ideas, pero, a la vez, nuestra exuberancia de ímpetus».

Fundado el Partido Reformista de Melquíades Álvarez y Gumersindo Azcárate, en octubre de 1913 Ortega y Gasset suscribió la Liga de Educación Política Española, junto a Manuel Azaña, Gabriel Gancedo, Fernando de los Ríos, el marqués de Palomares del Duero, Leopoldo Palacios, Manuel García Morente, Constancio Bernardo de Quirós y Agustín Viñuales. En el Prospecto de la Liga de Educación Política Española proclamaba uno de los principios rectores de su pensamiento social:

Para nosotros, por tanto, es lo primero fomentar la organización de una minoría encargada de la educación política de las masas. [...] Por esto, la obra característica de nuestra Asociación ha de ser el estudio al detalle de la vida española y la articulación, al pormenor, de la sociedad patria con la propaganda, con la crítica, con la defensa, con la protesta y con el fomento inmediato de órganos educativos, económicos, técnicos, etc.

La conferencia que pronunció Ortega y Gasset en el Teatro de la Comedia de Madrid el 23 de marzo de 1914, bajo el título Vieja y nueva política, al presentar la Liga de Educación Política Española marcaba sus propósitos:

La Liga de Educación Política se propone mover un poco de guerra a esas políticas tejidas exclusivamente de alaridos, y por eso, aun cuando cree que solo hay política donde intervienen las grandes masas sociales, que solo para ellas, con ellas y por ellas existe toda política, comienza dirigiéndose primero a aquellas minorías que gozan en la actual organización de la sociedad del privilegio de ser más cultas, más reflexivas, más responsables, y a estas pide su colaboración para inmediatamente transmitir su entusiasmo, sus pensamientos, su solicitud, su coraje, sobre esas pobres grandes muchedumbres dolientes,

apelaba a la clase culta y autoexigente, presentaba a la nueva generación de 19142 y planteaba algunos aspectos que posteriormente informarían Misión de la Universidad. Una generación de intelectuales que «si el año 14 determina el origen del compromiso público de aquella generación, [...] el 14 de abril de 1931 representa el punto de llegada del proyecto de regeneración democrática fraguado a partir de aquella fecha» (Fuentes, 1993: 8). Frente a la generación anterior, los miembros de la del 98, «se afanan por trabajar; saben que del rigor y la disciplina se obtiene una rentabilidad perdurable [...] regeneracionista y educadora, europeísta y pedagógica» (Martínez de las Heras, 1993: 13).

Aunque «la política constituía un segundo camino (los otros dos eran la literatura y la filosofía), incluso una posible vocación [...] Ortega no tuvo vocación ni gusto por la política» (Lasaga, 2003: 31-32) circunscribiéndose de febrero de 1931 a agosto de 1932 «su acción política práctica en sentido estricto» (Rodríguez Huéscar, 1994: 107) al ser elegido diputado a las Cortes por la circunscripción de León. «La formación fue deshaciéndose suavemente hasta quedar en nada. De resultas, Ortega dio su primera “espantada” de la política, reflejada en el ensayo “Verdad y perspectiva” (1916)» (Lasaga, 2003: 108, nota 5) cuando expuso su postura ante el mundo y el papel en el mismo: «El Espectador tiene, en consecuencia, una primera intención: elevar un reducto contra la política para mí y para los que compartan mi voluntad de pura visión, de teoría» y concluía «aspiro a contagiar a los demás para que sean fieles cada cual a su perspectiva».

Ortega se interesó por el tema de la educación y enseñanza que ocupó asimismo la atención de políticos, intelectuales y profesores de la época siguiendo el programa regeneracionista de Joaquín Costa, uno de los pensadores que más le influyó. Su dedicación a la filosofía va en sintonía con su atención a la pedagogía, con los creadores de la Institución Libre de Enseñanza en 1876 (Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo Azcárate, Joaquín Costa, Hermenegildo Giner, Montero Ríos, Nicolás Salmerón...)3, con el magisterio del filósofo alemán Krause, la aparición de la revista España4 y su participación ya comentada en la Liga para la Educación Política, que desde 1917 contaría con el periódico El Sol y, en su redacción, con Lorenzo Luzuriaga quien, a su vez en 1922, fundó la Revista de Pedagogía.

Tanto Ortega y Gasset como Giner de los Ríos dedicaron su esfuerzo al problema educativo del país, pero ambos se diferenciaron respecto a los efectos de esa reforma en su incidencia social, más allá de lo estrictamente pedagógico. Para el filósofo «De la escuela, el acento se desplaza a la plazuela, por decirlo en el argot orteguiano, es decir, a los periódicos, revistas, foros y tribunas. Se trata, pues, de organizar el poder crítico y directivo de la inteligencia, el nuevo poder espiritual» (Cerezo, 2007: 39), mientras que «para Giner, es el medio social quien crea la ciencia [...]. Ortega sí creerá en el genio, y en su capacidad para conmocionar una sociedad entera, desde sus raíces. Son los dos polos opuestos de una misma interpretación de la capacidad de intervención del intelectual en la sociedad» (Rodríguez de Lecea, 1990: 32), o según Cerezo Galán: «El proyecto ilustrado de Ortega implicaba esta dimensión secularizadora, contraponiendo la cultura moderna, esto es, la moral de la ciencia y las virtudes laicas y civiles a la moral religiosa» (2007: 192, nota 35) siendo «el punto teórico medular de su compromiso público: su adhesión decidida a la moral de la ciencia, como modo de infundir al país la conciencia pública de que carece» (Cacho Viu, 1991: 29), de filiación positivista.

En concreto y más adelante lo comprobaremos, Ortega y Gasset mostró tempranamente su preocupación por la educación universitaria en «La Universidad española y la Universidad alemana», una extensa valoración crítica en seis entregas, con el pseudónimo X. Z., entre los meses de enero y febrero de 1906 con ocasión de su primer viaje a la Universidad de Leipzig (Ortega, 1991: 711-746). Perteneció, pues, al periodo que Federico de Onís denominó la Edad de Oro del ensayismo español en un tiempo en el que coincidieron en este género literario figuras destacadas de distintas generaciones, Unamuno en la generación del 98 y Ortega y Gasset en la generación del 145.

Desde La España Moderna a Cruz y Raya desde El Imparcial, a El Sol y La Vanguardia, las revistas y periódicos habían albergado un ensayismo vigoroso que conectaba las esferas de la especulación teórica con el crujido de los problemas sociales, políticos o artísticos de día (Gracia y Ródenas, 2008: 10).

Ortega y Gasset proclamará en Misión de la Universidad que corresponde a la universidad crear opinión desde los medios de comunicación, desde el periodismo «porque la vida pública necesita urgentemente la intervención en ella de la Universidad como tal». Desde el periódico El Sol, Ortega y Gasset reflexionará e influirá en el pensamiento y acción de sus contemporáneos mediante el ensayo y los artículos sobre lo actual e inmediato. La Revista de Occidente (1923), fundada y dirigida por él mismo, supuso sincronizar el pensamiento español con la hora europea, «uno de los proyectos más personales y apasionados del filósofo, que estuvo ligado directamente a él hasta 1936» (Zamora, 2002: 219).

En el ámbito propiamente literario español, en el año 1930, coincidiendo con Misión de la Universidad, ven la luz Imán, de Ramón J. Sender, las obras de Federico García Lorca El público, Retablillo de Don Cristóbal y La zapatera prodigiosa, y José Díaz Fernández publica su ensayo El nuevo romanticismo. Polémica de arte, política y literatura, en el que invoca en varias ocasiones la autoridad de Ortega y Gasset.

La poesía surrealista celebraba su momento álgido (Poeta en Nueva York, de García Lorca, y Sobre los ángeles, de Alberti, aparecieron el año anterior) así como Luis Buñuel y Dalí colaboraban conjuntamente en Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930). Por su parte, William Faulkner publicaba su novela Mientras agonizo Dashiell Hammett El halcón maltés, en el género negro, y Noël Coward ponía en escena Vidas privadas.

EL MOMENTO HISTÓRICO-SOCIAL DE «MISIÓN DE LA UNIVERSIDAD»

Varios hechos históricos, políticos y administrativos relevantes en España jalonan el cuatrienio entre 1928 a 1931 y enmarcan la conferencia Misión de la Universidad. En 1928, se promulga el Decreto-Ley de 19 de mayo sobre reforma universitaria «que daría al traste con las esperanzas de mejora y libertad pedagógica con que el ministro de Instrucción Pública Eduardo Callejo la había presentado» (F. Vicente y A. González, 2002: 137), y que reorganizaba la Facultad de Filosofía y Letras, mermaba la libertad pedagógica y de cátedra así como equiparaba, en cuanto al reconocimiento oficial de estudios, los centros privados universitarios de El Escorial, regentado por los agustinos, y por los jesuitas el de Deusto. Un año antes (1927) se había constituido la FUE (Federación Universitaria Escolar), agrupación juvenil que se movilizó a favor de la derogación del Decreto-Ley de reforma universitaria, se enfrentó a la Dictadura de Primo de Rivera (Fonck, 2001: 282), fue contestada férreamente por el régimen y promovió la dimisión de Primo de Rivera en enero de 1930.

En julio de 1929, Ortega y Gasset, a su regreso de Buenos Aires, donde publicó en el periódico La Nación, y de Chile, en donde impartió conferencias y cursos, presentó su dimisión, junto a Fernando de los Ríos, Luis Jiménez de Asúa y Felipe Sánchez Román, entre otros, y fue apartado en julio de la cátedra de Metafísica de la Universidad de Madrid que había ocupado durante dieciocho años por sus discordancias expresadas en el periódico El Sol ante la aprobación del Estatuto Universitario. La población universitaria española había pasado de 27.000 estudiantes en 1923 a 60.000 en 1929 (Fonck, 2001: 286)6.

En abril de este año, veinticinco intelectuales de Madrid y de provincias (Francisco Ayala, Corpus Barga, José Díaz Fernández, Pedro Salinas, entre ellos) le dirigieron a Ortega y Gasset un escrito en el que, tras reconocer su prestigio: «Coincidimos todos en estimar que, si había en España un hombre de excepcional mentalidad, pulcra historia, sin contaminaciones, con ningún pasado político, y eficaz ideología porvenirista, ese hombre era Ortega y Gasset», solicitaban «su dirección y apoyo, reclaman su indispensable consejo», pues «creemos que se impone con urgencia la necesidad de que los intelectuales españoles, muy particularmente los intelectuales jóvenes, definan sus actitudes políticas y salgan de su apoliticismo».

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) en un primer momento había resultado esperanzadora en lo económico y administrativo con la creación de una serie de planes y organismos y su intento de acabar con el viejo régimen, mediante el Directorio militar formado por nueve hombres, lo que mereció el apoyo de Ortega en las páginas de El Sol pues a un «propósito tan excelente no cabe ponerle reparo» (Juliá, 2008: 490). Más tarde, sin embargo, produjo malestar en el estamento militar, agravió al regionalismo catalán y fue perdiendo popularidad enfrentándose a la universidad, lo que ocasionó, junto a la dimisión de un buen número de sus catedráticos, la consiguiente rebelión estudiantil.

Otros hechos significativos se fueron sucediendo en 1930: El 30 de enero, Primo de Rivera, una vez hubo dimitido, salía hacia París donde murió el 16 de marzo, fecha en que se acordó cerrar la Universidad de Madrid hasta el 10 de octubre del mismo año. El monarca había dejado su lugar en febrero al general Dámaso Berenguer, en cuyo gobierno Ortega nuevamente fue repuesto en su cátedra y el día 5 del mismo mes de 1930, en El Sol, en su artículo «Organización de la decencia nacional» apelaba a la convivencia nacional.

El general Berenguer, en la denominada Dictablanda, entre febrero de 1930 y el 15 de febrero del año siguiente, capitaneó a quienes propugnaban nueva convocatoria de elecciones, vigente la Constitución de 1876, y «frente a una monarquía socialmente aislada y carente de apoyos políticos, con su sistema de partidos desguazado y su sistema caciquil desarbolado, el movimiento republicano se extendió rápidamente por las principales ciudades durante la primera mitad de 1930» (Juliá, 2008: 493). En este mismo año, se publicó La rebelión de las masas, «el libro más famoso de Ortega y Gasset, y aún de la lengua española en el siglo XX», según Julián Marías (1975), con una repercusión internacional desconocida hasta entonces. Ortega y Gasset en su artículo «El error Berenguer» el 15 de noviembre de 1930 en El Sol afirmaba:

La Dictadura ha sido un poder omnímodo y sin límites, que no solo ha operado sin ley ni responsabilidad, sin norma no ya establecida, pero ni aun conocida, sino que no se ha circunscrito a la órbita de lo público, antes bien ha penetrado en el orden privadísimo brutal y soezmente. [...] No hay punto de la vida española en que la Dictadura no haya puesto su innoble mano de sayón. [...] Aquí no ha pasado nada. Esta ficción es el Gobierno Berenguer. Pero esta vez se ha equivocado. Se trataba de dar largas. Se contaba con que pocos meses de gobierno emoliente bastarían para hacer olvidar a la amnesia celtíbera de los siete años de Dictadura. [...] Este es el error Berenguer de que la historia hablará. [...] somos nosotros [...] gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestros conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!

Y, como dos días antes en su artículo Sobre el poder de la prensa, concluía con la frase Delenda est Monarchia, evocando la famosa Delenda est Carthago con la que Catón finalizaba sus discursos.

Ortega y Gasset asistió en Barcelona a la reunión de escritores catalanes y castellanos los días 23 y 24 de marzo de 1930 en solidaridad con los ciento diecisiete firmantes del manifiesto frente al ataque a la lengua catalana por parte de la Dictadura7. Pedro Sáinz Rodríguez encabezaba la lista.

El 16 de agosto se formó el Pacto de San Sebastián entre la oposición republicana (Alianza Republicana, el Partido Radical Socialista, la Derecha Liberal Republicana, la Acció Catalana, la Acción Republicana de Cataluña, el Estat Català y la Federación Republicana Gallega) (Zamora, 2002: 315). En noviembre de 1930, sin políticos del régimen restauracionista, expulsados por el general Primo de Rivera, con una monarquía débil y la oposición fuerte de socialistas y republicanos (Márquez y Padorno, 2001: 193-194), se fraguó y produjo, en Jaca el 12 de diciembre, la tentativa de golpe republicano de Galán y García Hernández (López Vega, 2008: 50), quienes posteriormente fueron fusilados y, tres días después, se produjo la sublevación de Cuatro Vientos.

En este contexto político, cultural y académico impartió Ortega y Gasset su conferencia, cuyo propósito germinal era un curso bajo el título La idea de la Universidad. Siete artículos en El Sol durante el otoño de 1930 recogieron las notas que dieron pie al discurso. «El trabajo [...] se entiende en el marco de la amplia polémica suscitada por la Ley de Bases de Reforma Universitaria, presentada en las Cortes en mayo de 1933, y que finalmente no llegó a ser debatida» (Casado, 2005: 322).

El 10 de febrero de 1931, Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala y Gregorio Marañón suscribieron el Manifiesto de la Agrupación al Servicio de la República en Segovia bajo la presidencia de Antonio Machado. Tras la caída de la monarquía y proclamación de la República el 14 de abril de 1931, se formó su primer gobierno.

En octubre de 1932 en el diario Luz se publicará el manifiesto de su disolución, una vez que en diciembre del año anterior Ortega y Gasset había pronunciado una conferencia en el madrileño cine de la Ópera con el título «Rectificación de la República».

También en Cataluña, a principios de 1931, Francesc Cambó, en contacto con Ortega y Gasset, a quien había tildado de diletante en política, planteó crear el Partido de Centro Constitucional, de tendencia conservadora, con el empeño de enlazar los intereses catalanes con la política española. Los intentos de formar un movimiento nacional y posterior partido fracasaron. En las elecciones a Cortes en junio de 1931, proclamada la República, Ortega y Gasset fue elegido diputado, incursión parlamentaria que concluyó en junio de 1932.

EL TEMA DE LA EDUCACIÓN Y DE LA UNIVERSIDAD EN ORTEGA Y GASSET

A través de su prolífica obra, Ortega y Gasset mostró su interés por la educación y el nivel cívico e intelectual de los españoles. Con el significativo título «Pidiendo una biblioteca», en El Imparcial del 21 de febrero de 1908, aleccionaba muy joven: «Tenemos que educarnos. Y la educación no es obra de espontaneidad, sino de lo contrario, de reflexión y de tutela».

Había mostrado ya idéntica preocupación unos años antes. Entre febrero de 1905 y marzo de 1906 transcurrió el primer periodo de Ortega en la universidad alemana de Leipzig. Al año siguiente cursó de nuevo estudios superiores en Berlín y Marburgo, ciudad a la que, según reconocía, debo «la mitad, por lo menos de mis esperanzas y casi toda mi disciplina» y donde halló establecido el neokantismo de sus maestros Cohen y Natorp (Marías, 1967: 238). Desde su primera estancia en Alemania, «donde alcanzó Ortega mayor popularidad» y mayor reconocimiento (Lledó, 1957: 45), Ortega y Gasset comparó la universidad alemana frente a la española en sus seis entregas, bajo el título «La Universidad española y la Universidad alemana», firmadas con las siglas X. Z. y publicadas en El Imparcial entre el día 16 de enero y el día 20 de febrero de 1906. «No es este sino uno de los ejemplos que cabe aducir, a partir de su correspondencia y escritos, del compromiso público al que el joven Ortega se siente impelido, por ver de sacar al país del marasmo en que se hallaba» comenta Cacho Viu (1989: 27) sobre la estancia de Ortega en Alemania.

En la primera entrega, 16 de enero, al confrontar la universidad alemana con la española «con el fin de que se vea cómo la ventaja sencillamente infinita de aquella sobre esta no consiste en su mayor riqueza, sino en el pensamiento que la informa», añade:

Y para mayor claridad considérese la institución pedagógica compuesta de tres dimensiones como los cuerpos euclidianos, a saber: el profesor, o sea la latitud; el estudiante y su padre, que suelen ser los largos, la longitud, y el fin que cada Estado prescribe a sus Universidades, o sea la profundidad. Esta última es la más importante: de ella depende la capacidad y hace buenos o malos a profesores y estudiantes (S. Ortega, 1991: 715-716).

El día 17 de febrero de 1906, en la cuarta entrega, se detiene en este último aspecto, la misión del profesor universitario, como lo expondrá casi cinco lustros después en Misión de la Universidad:

El ideal del profesor universitario es, por consiguiente, un hombre que por una parte, como pensador independiente, examina su ciencia [...] y, de otra, como maestro, acierta a imbuir en sus alumnos el espíritu científico y guía a los mejor dotados para que participen en el trabajo erudito [...] Solo un corto número entre los estudiantes se dedica luego a trabajos genuinamente científicos: los más enseñan en las carreras públicas y son jueces, maestros de Instituto, abogados, médicos... (S. Ortega, 1991: 728).

El 12 de marzo de 1910, en su conferencia en la Sociedad «El Sitio» de Bilbao, Ortega y Gasset con el título La pedagogía social como programa político afirmaba: «La ciencia pedagógica tiene que comenzar por ser la determinación científica del ideal pedagógico, de los fines educativos»; continuaba: «El otro problema que le es esencial consiste en hallar los medios intelectuales, morales y estéticos por los cuales se logre polarizar al educando en dirección a aquel ideal» y concluía: «Regeneración es inseparable de europeización. [...] Regeneración es el deseo; europeización es el medio de satisfacerlo. Verdaderamente se vio claro desde un principio que España era el problema y Europa la solución» (Ortega, O.C. 1: 508-509 y 521).