No hay burlas con las mujeres - Antonio Mira de Amescua - E-Book

No hay burlas con las mujeres E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

No hay burlas con las mujeres es una comedia de costumbres del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido amoroso que propiciará numerosas situaciones de enredo, todas ellas presentadas bajo un prisma de profunda moral católica, en consonancia con la visión del mundo que tiene su autor.

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Seitenzahl: 90

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Antonio Mira de Amescua

No hay burlas con las mujeres

 

Saga

No hay burlas con las mujeres

 

Copyright © 1653, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726660555

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Personas

DON JACINTO MOSCÓN, lacayo DON DIEGO ARMINDA, dama DON LOPE LAURA, dama DON GARCÍA LUCÍA, criada DON PEDRO, viejo

JORNADA PRIMERA

Salen don Jacinto y don Lope

 

DON LOPE

Ni a mi amor ni a mi lealtad

debes tan cauto retiro

cuando, en tu semblante, miro

indicios de novedad;

5 que no es amigo perfeto

quien de su amigo recela,

con ardid y con cautela,

el alma de algún secreto.

Esta tristeza me admira,

10 pues, si a la pena te dejas,

los labios callan las quejas,

y el corazón las suspira.

¿Tienes amor?

DON JACINTO No es amor

esta congoja que siento.

DON LOPE

¿Pues qué tienes?

15 DON JACINTO Un tormento

que me toca en el honor;

por eso de mi cuidado

no te doy parte, que ha sido

malo para referido

20 y bueno para callado.

Y tanto más el pesar

y la congoja atormenta

cuanto es forzoso que sienta

sin poderse declarar;

25 que, en alma de dolor llena,

por más que su mal se aumente,

no es pena la que se siente:

la que no se dice es pena.

DON LOPE

No sé que, de tanto amor

30 como profesamos, crea

que haya recato, aunque sea

en las materias de honor;

pues, si un alma habemos sido

en un alma, es vano intento,

35 dejándola el sentimiento,

querer quitarla el sentido.

Hoy, si bien se considera,

me parece más suave,

una pena que se sabe

40 que una pena que se espera;

porque viene a padecer

quien su mal ha conocido

la pena sola que ha sido,

y no cuantas pueden ser;

45 y, así, juzgo más agravio

y más causa a mis enojos

que lo que dicen tus ojos

me esté negando tu labio.

DON JACINTO

Tanto, don Lope, me aprieta

50 tu razón y tu amistad

que fiaré de tu lealtad

toda mi pena secreta.

Ya sabes, don Lope amigo,

que de Madrid partí a Flandes,

55 trocando ocios de la corte

por estruendos militares.

Llegué contento a Bruselas,

besé la mano al Infante,

bizarra envidia de Adonis,

60 fuerte emulación de Marte,

que correrán sus hazañas

escritas por las edades,

con las plumas de la Fama,

en limpio bronce y diamante,

65 sin que borren las memorias

de sus hechos inmortales,

la envidia, para ofenderle,

ni el tiempo para olvidarle.

Señalome en la campaña

70 los gloriosos estandartes

en que militamos juntos

los dos, y en que profesaste

conmigo tanta amistad,

que eran las dos voluntades

75 un solo gusto, una vida,

un aliento y una sangre,

porque un alma nos regía,

dividida en dos mitades,

y nos juntaba una estrella

80 con unión inseparable.

Allí vivimos tres años

tan sin conocer pesares

entre las balas y picas,

entre las trompas y el parche,

85 que sólo era nuestra guerra

el descanso de las paces

y nuestro divertimiento

los ejercicios marciales,

cuando me vinieron nuevas

90 de la muerte de mi padre,

y fue forzoso que a España

me partiese, y te dejase,

para acudir brevemente

a negocios importantes

95 de mi herencia y dar estado

a Arminda, mi hermana; al áspid,

a la muerte que me ahoga

y al veneno que me trae

sin vida; que es gran desdicha

100 que, a un bien nacido, no baste

guardar el honor en sí,

siendo malo de guardarse,

sino que leyes injustas

le obliguen a conservarle

105 en una hermosura libre,

en un depósito frágil,

en una hermana, cristal

que se empaña al primer aire.

Llegué a Madrid, recibiome

110 con apacible semblante,

mezclando risas y llanto,

alegrías y pesares,

de mi gustosa venida

y memorias de su padre;

115 que, aun en los más duros pechos,

es forzoso, al acordarse

sentimientos que se fundan

en causas tan naturales,

humedecerse los ojos

120 y el corazón ablandarse.

Vivíamos desta suerte,

no hermanos ya, sino amantes,

que crece mucho el amor

con el lazo de la sangre,

125 cuando, en la serenidad,

se levantan huracanes

de recelos a mi honor,

borrascas que me combaten,

peligros que me amenazan

130 con furiosas tempestades,

que, en los golfos de la honra,

zozobra toda la nave.

DON LOPE [Ap.]

¡Cielos! ¿qué es esto? ¿Si acaso

don Jacinto entiende o sabe

135 que a Arminda, su hermana, adoro,

y que, con su fuego, arde,

en gustoso sacrificio,

sobre sus limpios altares,

mi corazón amoroso,

140 mi pecho siempre constante?

DON JACINTO

En sus dos ojos leía

alguna viveza fácil,

algún cuidado que nunca

sabe bien disimularse,

145 sin que el recelo y cautela

pudiese bien informarme

desta llama que sentía,

deste incendio tan cobarde,

que, por más que le malicio,

150 pude menos apurarle.

Hasta que, advirtiendo atento

con más cuidadoso examen,

he visto que don García...

[Ap.] (No sé cómo declararme

155 sin que las voces del labio

el rostro en colores pague...)

DON LOPE

¿Qué dices?

DON JACINTO ...Que don García

de Meneses, por la calle,

alrededor de mi casa,

160 y aun en mis propios umbrales,

como loca mariposa,

la llama ronda agradable,

la luz festeja apacible,

la antorcha mira suave,

165 dando tornos al peligro

en que llegará a quemarse,

si mis recelos apuro

y si a luz mi verdad sale;

porque a uno y otro, alevosos,

170 a uno y otro loco amante,

seré rayo que consuma,

seré veneno que acabe;

seré relámpago ardiente,

seré furia, seré áspid,

175 seré flecha que derribe,

y seré incendio que abrase.

Quédate con Dios, don Lope,

que yo quiero, vigilante

en la fuerza de mi honor,

180 asistir, atento alcaide.

Vase don Jacinto

DON LOPE¿ Qué es esto que escuché, cielos?

¿Son sueños o son verdades?

¿Son engaños del sentido

o son desengaños? Males,

185 ¿para qué venís tan juntos,

si no pretendéis matarme,

si no queréis consumirme

con tan rigurosos lances?

Arminda ingrata me ofende,

190 y don García es su amante;

su hermano mismo lo dice,

yo lo escucho, y él lo sabe.

A dos engañas a un tiempo,

¡Oh, mal hayan las beldades

195 que buscan a su belleza

un apoyo en cada amante!

¡Y mal haya la hermosura

que nació para ser fácil!

¡Mal haya quien su amor pone

200 en bellezas tan mudables

que, más que el fuego ligeras,

que, más que el aire inconstantes,

que, más que el agua engañosas,

vencen agua, fuego y aire!

205 ¿Estas son tantas caricias?

¿Estos son tan agradables

favores como me dijo

aquel basilisco ángel

estos seis meses de amor,

210 en que escuché voces tales,

promesas de fe tan pura,

ternuras de amor tan grandes,

mentiras tan aparentes,

tan gustosas falsedades

215 que, a pesar de mis desvelos,

pudieron asegurarme...?

¡Pero yo haré, bella ingrata,

que tantas ofensas pagues,

que tantos engaños sientas,

220 que tus mentiras se aclaren,

que tus memorias se borren,

que se admiren mis verdades,

que se sosieguen mis penas,

si es que pueden sosegarse!

225 Y sepa el mundo que he sido

el más desdichado amante

que, en las memorias del tiempo,

han escrito sus anales

para que los hombres, todos,

230 en mi amor se desengañen

que no hay fe correspondida

y que no hay lealtad constante.

Vase y salen Arminda dama con un papel en la mano, y Lucía, criada

ARMINDA

¿Qué intenta don García

con tan loca porfía,

235 pues los atrevimientos

desbaratan, no ayudan, sus intentos?

Que pensar ser amado

a pura diligencia del cuidado

si la estrella no inclina

240 es violentar la parte más divina

que en nuestros pechos generosos mora.

Si a don Lope gallardo mi alma adora,

si un alma a los dos rige y un aliento,

si somos una vida, un sentimiento,

245 ¿cómo quiere, atrevido,

dejar vida faltándole el sentido?

¿Y cómo sus razones

podrán dejar un alma sin acciones?

LUCÍA Señora, no te ofende

250 quien su amor puro descubrir pretende;

que, cuando no se mire bien querido,

es halago a la pena ser oído;

y ninguno en sus males se condena

a negarse el alivio de su pena;

255 pues, cuando sus intentos no adelante,

se alienta con que sepan que es amante.

ARMINDA

Antes de tus razones bien infiero

que no es amante fino y verdadero

el que, por el alivio que desea,

260 pone a riesgo el honor que galantea;

pues, de su mismo estilo, cierto arguyo

que atropella mi gusto por el suyo,

y viene a ser delito

venderme por fineza su apetito.

265 ¡Este papel arrojo, que excusado

estuviera el ser necio y porfiado..!

Arroja el papel sobre un bufete

Don Lope es mi amor todo,

y llégole a querer yo de tal modo

que, si mayores prendas encontrara

270 –que no las puede haber, es cosa clara–

sólo por estimar su amor constante,

las burlara, más firme que el diamante,

y, con lealtad no poca,

venciera las durezas de la roca.

275 LUCÍA ¿Tanto le amas, señora?

ARMINDA

Lucía, de tal modo me enamora

su trato, sus respetos y su agrado,

que sólo vivo de lo que le he amado;

y esto, de tal manera,

280 que, a no amarle tan fina, me muriera;

pues, si es verdad sabida

que el amor es el alma de la vida,

tengo por cosa clara

que, a no amarle, la vida me faltara;

285 y, para más tormento,

sólo quedara vida al sentimiento.

LUCÍA Bien lo has encarecido.

ARMINDA

Pues aún no mide el labio lo sentido,

que en mi amor fuera mengua

290 caber en los espacios de la lengua;

y así a decirlo todo no se atreve,

que es, para tanto amor, cárcel muy breve.

LUCÍA Tu hermano viene. Ese papel recoge.

ARMINDA

Ay, Dios, ¿si podré ya?

LUCÍA ¡Él te le coge,

295 con que somos perdidas!

Va a coger el papel del bufete, y entre don Jacinto

DON JACINTO

¡Qué turbadas están y qué rendidas

a nuevos sustos! ¡Oh, rigor tirano!

Dime, Arminda, ¿qué tienes en la mano?

ARMINDA

Hermano don Jacinto, señor, era...

DON JACINTO

¡Acaba de decirlo!

300 LUCÍA ¿Qué quimera

podrá inventar, que no se aclare luego?

DON JACINTO

¡Enseña ese papel!

ARMINDA ¡Oye, te ruego!

Quítasele de la mano

DON JACINTO

¡Dámele, o vive el cielo..!

ARMINDA

El corazón se me ha trocado en hielo

305 ¡que, a la desdicha mía,

hubo de dar principio don García!

DON JACINTO

¿Tú, papeles, infame? ¿Tú, papeles

que son testigos fieles

de mi deshonra y de mi pena? ¡Ingrata!,

310 tú borras cuanto honor en blanca plata,

cuanto en cristal nevado

tienes, de tus mayores, heredado.

¡Vive Dios, inhumana, mi homicida,

que has de pagar la culpa con la vida!