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No hay burlas con las mujeres es una comedia de costumbres del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido amoroso que propiciará numerosas situaciones de enredo, todas ellas presentadas bajo un prisma de profunda moral católica, en consonancia con la visión del mundo que tiene su autor.
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Seitenzahl: 90
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Antonio Mira de Amescua
Saga
No hay burlas con las mujeres
Copyright © 1653, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726660555
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Salen don Jacinto y don Lope
DON LOPE
Ni a mi amor ni a mi lealtad
debes tan cauto retiro
cuando, en tu semblante, miro
indicios de novedad;
5 que no es amigo perfeto
quien de su amigo recela,
con ardid y con cautela,
el alma de algún secreto.
Esta tristeza me admira,
10 pues, si a la pena te dejas,
los labios callan las quejas,
y el corazón las suspira.
¿Tienes amor?
DON JACINTO No es amor
esta congoja que siento.
DON LOPE
¿Pues qué tienes?
15 DON JACINTO Un tormento
que me toca en el honor;
por eso de mi cuidado
no te doy parte, que ha sido
malo para referido
20 y bueno para callado.
Y tanto más el pesar
y la congoja atormenta
cuanto es forzoso que sienta
sin poderse declarar;
25 que, en alma de dolor llena,
por más que su mal se aumente,
no es pena la que se siente:
la que no se dice es pena.
DON LOPE
No sé que, de tanto amor
30 como profesamos, crea
que haya recato, aunque sea
en las materias de honor;
pues, si un alma habemos sido
en un alma, es vano intento,
35 dejándola el sentimiento,
querer quitarla el sentido.
Hoy, si bien se considera,
me parece más suave,
una pena que se sabe
40 que una pena que se espera;
porque viene a padecer
quien su mal ha conocido
la pena sola que ha sido,
y no cuantas pueden ser;
45 y, así, juzgo más agravio
y más causa a mis enojos
que lo que dicen tus ojos
me esté negando tu labio.
DON JACINTO
Tanto, don Lope, me aprieta
50 tu razón y tu amistad
que fiaré de tu lealtad
toda mi pena secreta.
Ya sabes, don Lope amigo,
que de Madrid partí a Flandes,
55 trocando ocios de la corte
por estruendos militares.
Llegué contento a Bruselas,
besé la mano al Infante,
bizarra envidia de Adonis,
60 fuerte emulación de Marte,
que correrán sus hazañas
escritas por las edades,
con las plumas de la Fama,
en limpio bronce y diamante,
65 sin que borren las memorias
de sus hechos inmortales,
la envidia, para ofenderle,
ni el tiempo para olvidarle.
Señalome en la campaña
70 los gloriosos estandartes
en que militamos juntos
los dos, y en que profesaste
conmigo tanta amistad,
que eran las dos voluntades
75 un solo gusto, una vida,
un aliento y una sangre,
porque un alma nos regía,
dividida en dos mitades,
y nos juntaba una estrella
80 con unión inseparable.
Allí vivimos tres años
tan sin conocer pesares
entre las balas y picas,
entre las trompas y el parche,
85 que sólo era nuestra guerra
el descanso de las paces
y nuestro divertimiento
los ejercicios marciales,
cuando me vinieron nuevas
90 de la muerte de mi padre,
y fue forzoso que a España
me partiese, y te dejase,
para acudir brevemente
a negocios importantes
95 de mi herencia y dar estado
a Arminda, mi hermana; al áspid,
a la muerte que me ahoga
y al veneno que me trae
sin vida; que es gran desdicha
100 que, a un bien nacido, no baste
guardar el honor en sí,
siendo malo de guardarse,
sino que leyes injustas
le obliguen a conservarle
105 en una hermosura libre,
en un depósito frágil,
en una hermana, cristal
que se empaña al primer aire.
Llegué a Madrid, recibiome
110 con apacible semblante,
mezclando risas y llanto,
alegrías y pesares,
de mi gustosa venida
y memorias de su padre;
115 que, aun en los más duros pechos,
es forzoso, al acordarse
sentimientos que se fundan
en causas tan naturales,
humedecerse los ojos
120 y el corazón ablandarse.
Vivíamos desta suerte,
no hermanos ya, sino amantes,
que crece mucho el amor
con el lazo de la sangre,
125 cuando, en la serenidad,
se levantan huracanes
de recelos a mi honor,
borrascas que me combaten,
peligros que me amenazan
130 con furiosas tempestades,
que, en los golfos de la honra,
zozobra toda la nave.
DON LOPE [Ap.]
¡Cielos! ¿qué es esto? ¿Si acaso
don Jacinto entiende o sabe
135 que a Arminda, su hermana, adoro,
y que, con su fuego, arde,
en gustoso sacrificio,
sobre sus limpios altares,
mi corazón amoroso,
140 mi pecho siempre constante?
DON JACINTO
En sus dos ojos leía
alguna viveza fácil,
algún cuidado que nunca
sabe bien disimularse,
145 sin que el recelo y cautela
pudiese bien informarme
desta llama que sentía,
deste incendio tan cobarde,
que, por más que le malicio,
150 pude menos apurarle.
Hasta que, advirtiendo atento
con más cuidadoso examen,
he visto que don García...
[Ap.] (No sé cómo declararme
155 sin que las voces del labio
el rostro en colores pague...)
DON LOPE
¿Qué dices?
DON JACINTO ...Que don García
de Meneses, por la calle,
alrededor de mi casa,
160 y aun en mis propios umbrales,
como loca mariposa,
la llama ronda agradable,
la luz festeja apacible,
la antorcha mira suave,
165 dando tornos al peligro
en que llegará a quemarse,
si mis recelos apuro
y si a luz mi verdad sale;
porque a uno y otro, alevosos,
170 a uno y otro loco amante,
seré rayo que consuma,
seré veneno que acabe;
seré relámpago ardiente,
seré furia, seré áspid,
175 seré flecha que derribe,
y seré incendio que abrase.
Quédate con Dios, don Lope,
que yo quiero, vigilante
en la fuerza de mi honor,
180 asistir, atento alcaide.
Vase don Jacinto
DON LOPE¿ Qué es esto que escuché, cielos?
¿Son sueños o son verdades?
¿Son engaños del sentido
o son desengaños? Males,
185 ¿para qué venís tan juntos,
si no pretendéis matarme,
si no queréis consumirme
con tan rigurosos lances?
Arminda ingrata me ofende,
190 y don García es su amante;
su hermano mismo lo dice,
yo lo escucho, y él lo sabe.
A dos engañas a un tiempo,
¡Oh, mal hayan las beldades
195 que buscan a su belleza
un apoyo en cada amante!
¡Y mal haya la hermosura
que nació para ser fácil!
¡Mal haya quien su amor pone
200 en bellezas tan mudables
que, más que el fuego ligeras,
que, más que el aire inconstantes,
que, más que el agua engañosas,
vencen agua, fuego y aire!
205 ¿Estas son tantas caricias?
¿Estos son tan agradables
favores como me dijo
aquel basilisco ángel
estos seis meses de amor,
210 en que escuché voces tales,
promesas de fe tan pura,
ternuras de amor tan grandes,
mentiras tan aparentes,
tan gustosas falsedades
215 que, a pesar de mis desvelos,
pudieron asegurarme...?
¡Pero yo haré, bella ingrata,
que tantas ofensas pagues,
que tantos engaños sientas,
220 que tus mentiras se aclaren,
que tus memorias se borren,
que se admiren mis verdades,
que se sosieguen mis penas,
si es que pueden sosegarse!
225 Y sepa el mundo que he sido
el más desdichado amante
que, en las memorias del tiempo,
han escrito sus anales
para que los hombres, todos,
230 en mi amor se desengañen
que no hay fe correspondida
y que no hay lealtad constante.
Vase y salen Arminda dama con un papel en la mano, y Lucía, criada
ARMINDA
¿Qué intenta don García
con tan loca porfía,
235 pues los atrevimientos
desbaratan, no ayudan, sus intentos?
Que pensar ser amado
a pura diligencia del cuidado
si la estrella no inclina
240 es violentar la parte más divina
que en nuestros pechos generosos mora.
Si a don Lope gallardo mi alma adora,
si un alma a los dos rige y un aliento,
si somos una vida, un sentimiento,
245 ¿cómo quiere, atrevido,
dejar vida faltándole el sentido?
¿Y cómo sus razones
podrán dejar un alma sin acciones?
LUCÍA Señora, no te ofende
250 quien su amor puro descubrir pretende;
que, cuando no se mire bien querido,
es halago a la pena ser oído;
y ninguno en sus males se condena
a negarse el alivio de su pena;
255 pues, cuando sus intentos no adelante,
se alienta con que sepan que es amante.
ARMINDA
Antes de tus razones bien infiero
que no es amante fino y verdadero
el que, por el alivio que desea,
260 pone a riesgo el honor que galantea;
pues, de su mismo estilo, cierto arguyo
que atropella mi gusto por el suyo,
y viene a ser delito
venderme por fineza su apetito.
265 ¡Este papel arrojo, que excusado
estuviera el ser necio y porfiado..!
Arroja el papel sobre un bufete
Don Lope es mi amor todo,
y llégole a querer yo de tal modo
que, si mayores prendas encontrara
270 –que no las puede haber, es cosa clara–
sólo por estimar su amor constante,
las burlara, más firme que el diamante,
y, con lealtad no poca,
venciera las durezas de la roca.
275 LUCÍA ¿Tanto le amas, señora?
ARMINDA
Lucía, de tal modo me enamora
su trato, sus respetos y su agrado,
que sólo vivo de lo que le he amado;
y esto, de tal manera,
280 que, a no amarle tan fina, me muriera;
pues, si es verdad sabida
que el amor es el alma de la vida,
tengo por cosa clara
que, a no amarle, la vida me faltara;
285 y, para más tormento,
sólo quedara vida al sentimiento.
LUCÍA Bien lo has encarecido.
ARMINDA
Pues aún no mide el labio lo sentido,
que en mi amor fuera mengua
290 caber en los espacios de la lengua;
y así a decirlo todo no se atreve,
que es, para tanto amor, cárcel muy breve.
LUCÍA Tu hermano viene. Ese papel recoge.
ARMINDA
Ay, Dios, ¿si podré ya?
LUCÍA ¡Él te le coge,
295 con que somos perdidas!
Va a coger el papel del bufete, y entre don Jacinto
DON JACINTO
¡Qué turbadas están y qué rendidas
a nuevos sustos! ¡Oh, rigor tirano!
Dime, Arminda, ¿qué tienes en la mano?
ARMINDA
Hermano don Jacinto, señor, era...
DON JACINTO
¡Acaba de decirlo!
300 LUCÍA ¿Qué quimera
podrá inventar, que no se aclare luego?
DON JACINTO
¡Enseña ese papel!
ARMINDA ¡Oye, te ruego!
Quítasele de la mano
DON JACINTO
¡Dámele, o vive el cielo..!
ARMINDA
El corazón se me ha trocado en hielo
305 ¡que, a la desdicha mía,
hubo de dar principio don García!
DON JACINTO
¿Tú, papeles, infame? ¿Tú, papeles
que son testigos fieles
de mi deshonra y de mi pena? ¡Ingrata!,
310 tú borras cuanto honor en blanca plata,
cuanto en cristal nevado
tienes, de tus mayores, heredado.
¡Vive Dios, inhumana, mi homicida,
que has de pagar la culpa con la vida!