Salomé, novela poema - José María Vargas Vilas - E-Book

Salomé, novela poema E-Book

José María Vargas Vilas

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«Salomé» (1918) es considerada por su autor, José María Vargas Vila, como una novela-poema. En ella retoma el mito bíblico de Salomé y san Juan Bautista. De nuevo, la princesa Salomé aparece retratada como una mujer fría, egoísta y cruel, al mismo tiempo que terriblemente bella.-

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José María Vargas Vilas

Salomé, novela poema

(OBRA INÉDITA)

Saga

Salomé, novela poema

 

Copyright © 1918, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726680232

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PROLOGO

Este libro mío, ¿es una Novela?

¿es un Poema?

es las dos cosas en una sola: es una Novela-Poema;

el Poema es el hijo de la Fábula;

la Fábula es la Madre de los dioses;

desde los cielos radiosos del Atica, hasta los tristes cielos de Galilea, ningún dios ha nacido que no sea del seno de la Fábula...

es a la poemización de la Fábula, que se deben los más bellos libros de la Historio: la «Ilíada», la «Biblia», la «Divina Comedia», y, hasta la leyenda dolorosa del Cristo, llena de tan candorosa simplicidad;

no hay tela igual a los horizontes intocados de la Fábula para desarrollar en ellos, los motivos de una Obra de Arte;

en ellos, el ritmo de la Palabra, crea el esplendor de las visiones en un horizonte de pura Idealidad;

es en el corazón de la Fábula, que yo esculpo este Poema;

en el corazón de la fábula bíblica;

el candor de los evangelios, tiene muy escasa belleza, en el horizonte circunscripto de sus cielos bárbaros;

es necesario idealizarlos mucho, para hacer bellos, los escasos motivos de Poema, vivos entre los vestigios, de aquella literatura de decadencia y de esclavitud, si literatura pudieran llamarse los escritos anónimos de aquellas tribus de pastores, envilecidas por la conquista y, casi desaparecidas bajo ella;

esas prosas ictiófagas, tan desarrapadas, como los pescadores miserables a quienes se les atribuyen, carecen en su simplicidad agresiva, del divino candor, que, en las prosas homéricas, envuelve como una atmósfera, las figuras extrahumanas de los dioses y, de los hombres;

yo, confieso, que al hacer este Poema, he espigado en plena Fábula, o mejor dicho, he ideado el Poema todo, con motivo de una Fábula;

la sola belleza de los evangelios, es, ser apócrifos;

es como obras de imaginación, que valen, ya que nosotros, no podemos estimar las bellezas rudimentarias de los dialectos bárbaros, en que fueron escritos;

las figuras del Nuevo Testamento—excepción hecha de la del Cristo por su exasperación dolorosa—, no dan de sí, materia para poemas de alta envergadura, bélica o lírica, como las figuras del Viejo Testamento;

¿dónde hallar un David, un Salomón, un Moisés, un Holofernes, en aquellas prosas de pasividad y servidumbre, donde no se divisa la sombra de un Héroe, ni de un Pueblo combatiente, en el horizonte diminuto de aquellas montañas cetrinas, y en el desfile apacible de pastores y de rebaños sumisos que las decoran?

¿dónde hallar el fasto y la pompa, en esa tierra de esclavos y de mendigos, que no sea en los palacios de los Pretores y de los Tetrarcas?

son los únicos medios y, los únicos seres, que no están fuera del Arte, en aquella región de vagabundos y de siervos, dados por igual al abigeato y a la contemplación;

mi Poema es por eso cesáreo y tetrarquesco, de suntuosidad oriental y de asiatismo violento;

la suntuosidad de sus decoraciones, su pompa pictural y arquitectónica, están por sobre la simplicidad desnuda de las prosas evangélicas;

ese asiatismo de coloraciones, es necesario a un poema oriental, hecho todo de fausto y de miraje;

donde el Poema, sin dejar su musicalidad, toma las formas amplias de la Novela, y, entra violentamente en el Drama, es, al llegar al mundo psíquico, al mundo de las almas;

las de esta mi Novela, son más fuertes, más humanas que las de la leyenda bíblica;

las he idealizado así, dándoles un soplo de pasión, que no tienen en el tosco esbozo evangélico que me sirvió de tema;

mi Bautista, no es el Bautista de la Biblia, y, mi Salomé, la Salomé de la Biblia, no es;

mi Obra, es fantástica, tan fantástica como los evangelios mismos;

estando al lado opuesto de ellos, es tan verídica como ellos;

el alma de la Fábula, es, una sola: la Ficción;

todo lo que tienda a idealizar la Vida, es una conquista de la Vida misma;

la Fantasía, rompiendo los muros limítrofes de la Realidad, ensancha enormemente los horizontes de la Belleza, los hace infinitos, hasta colindar con los cielos tenebrosos de la Visión;

sólo en las regiones de la Fantasía, es dado crear;

crear, es la misión del Genio;

copiar o embellecer lo creado, es la misión del Arte;

aquel que reproduce cosas de Arte, tiene en su Obra, la belleza inocente, del lago que retrata el cielo;

aquel que crea, cosas de Arte, tiene en su Obra, la Fuerza y la Belleza, de aquel que hizo los cielos y los lagos;

porque él, también crea;

sicut deo;

la fantasía subiendo por la escala de oro del misticismo ha creado los ángeles en el Cielo;

los poetas han creado figuras de mujeres, no menos adorables sobre la Tierra;

adorables por su belleza, y casi todas adorables por su Perversidad;

desde la Elena de Homero, a la Beatriz del Dante, y, la Desdémona de Shakespeare, ¡qué bellas creaciones! ¡qué espléndidas criaturas!

ellas pueblan las regiones del Arte, como un enjambre de abejas luminosas, que tuvieran su colmena en las estrellas del cielo...

las mujeres de la Biblia, han tentado con sus figuras fantásticas, la imaginación de altísimos poetas;

ellos, las han evocado e idealizado a su manera;

de Friedrich Hebbel, a Mæterlinck, y, de Wilde, a Rostand, por mentar sólo los más modernos, las figuras trágicas o simplemente dramáticas de mujeres de la Biblia, han surgido evocadas por ellos en el fondo de tragedias y dramas inolvidables;

todos ellos, han arrojado sus creaciones ivas y palpitantes, sobre las tablas del Teatro;

yo, no he querido profanar así la mía; desprecio mucho el espectáculo y la gloria escénica para arrojar a la voracidad de la Gran Bestia, una Obra mía;

he optado para mi creación, por esta forma de Novela-Poema, que por ser forma de arte más puro, lejano en absoluto al contacto de las muchedumbres, se presta a vuelos de mayor idealidad;

he extraído a Salomé de la entrañas del Poema Bíblico, y la he modelado a mi manera;

virgen perversa y fatal, tan fatal y tan perversa, como aparece en la candidez de las páginas evangélicas, y como ha pasado después, por poemas, por teatros y por films, hasta desbordar en la furente histeria que Lida Borelli, ha inmortalizado en actitudes prodigiosas; mi Salomé, es, sin embargo, otra; otros sus gestos éticos; otro su Yo complejo y tenebroso;

el cuadro mismo en que se desarrolla su pubertad cínica y cojitabunda, es distinto de aquel en que la leyenda coloca su figura enigmática y tentadora, tal vez inexistente;

esta creación no deja en las manos que la tocan, el áureo polvo que dejan otras libélulas inmortales hechas para volar bajo los cielos del Arte; sólo deja algo del fango que la forma, un fango tornasol, como las alas de los coleópteros, y no carente de esplendores y de mirajes;

el Bautista de mi Novela, no es tampoco, el vehemente y cándido alucinado, que muere en la leyenda, rechazando los besos del Amor;

mi Bautista, muere como Hombre;

eso priva al Cielo de un Santo menos;

pero, da a la Tierra un Hombre más;

y, un Hombre, vale siempre más que un Santo;

he puesto a esta Novela mía, todas las armonías de la música verbal, única elocuencia posible para esta clase de Poemas;

el Ritmo, da alas al Poema;

toda la música del mundo está en el Ritmo;

la Palabra, es hecha para el Cantó; la música superior de las palabras, una música rica y suave, debe circular por los parajes del Poema, como la caricia misteriosa del aire, sobre las pálidas rosas, que ornan un paraje de amor a la hora crepuscular.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

...Es el Arte para mí, un refugio;

no una Cima fragorosa: un Sinaí;

sino un valle virgiliano, dulce y suave, sin tormentas, donde se oye en el Silencio, murmurar la Soledad;...

es huyendo de mis luchas tormentosas y bravías, que yo busco de ese valle silencioso, la quietud;

y, es en él, que escribo entonces, obras de Arte;

como ésta;

llego a ella, fatigado del fragor de mis novelas anteriores;

de estas últimas que he escrito, complicadas y, rebeldes, negadoras y atrevidas, destructoras de los mitos, todas ellas inflamadas por un soplo de fatal demolición: «La Demencia de Job», el «Minotauro», «El Final de un Sueño», «La Ubre de la Loba»;

fué huyendo de ese incendio, que busqué en este Poema, sombra suave, sombra verde, donde el Ritmo hiciera músicas y, las alas de mi Ensueño se pudieran desplegar;

e hice esta Obra.

Obra lírica;

romántica;

musical;

como hubiera ensayado, un solo de violín, en las sombras de un jardín, una noche tropical...

la jactancia no me asalta de haber hecho Obra de Fuerza;

ni lo quise;

de Belleza sí la hice;

de Belleza Pictural;

melódica, armónica, como una gran Sinfonía Coral;

un Capricho Musical;

ricas gamas de paisajes,

policrómicos mirajes;

bajo agónicos follajes, la alegría de las rosas;...

almas bellas, dolorosas, en los brazos del Pecado;

bajo el nimbo del Ensueño;

luminoso, melancólico, como un nimbo sideral...

es;

mi Poema Bíblico;

y,

musical.

El Yo de ciertos escritores, es una tentación malsana;

los que lo lapidan, y los que lo coronan, no se conforman con verlo lapidado o coronado, quisieran verlo desnudo, espiritualmente desnudo;

quisieran ver sin velos, aquel Yo formidable, que los aterra o los encanta;

no hay un prestigio igual, al prestigio de la leyenda, por absurda que ésta sea;

toda leyenda es una aureola que fascina;

aun la leyenda del Crimen;

no se deja de mirar nunca, hacia un hombre que tiene leyenda;

la Historia envejece;

la Leyenda no;

la Leyenda es siempre joven, como una Primavera, y, como una Aurora;

es una zarza siempre florecida, en torno a la cueva de un león;

todos esperan ver asomar la cabeza de la fiera, por entre aquel follaje que le sirve de corona;

un Hombre que tiene Leyenda, es infinitamente más atractivo que un Hombre que no tiene sino Historia;

y, eso, porque la Historia, es transparente, y la escriben espíritus ecuánimes y, sin pasión;

la Leyenda, no;

la Leyenda, es obscura y fulgurante, como una llama rodeada de humo;

denuncia y oculta al mismo tiempo al Hombre que rodea...

está poblada de aullidos,... porque es inventada y escrita por el Odio;

por el Odio contra los grandes hombres;

el Hombre que tiene leyenda no es nunca completamente visible, a los ojos de los otros, que lo buscan ávidos, tras de aquel zarzal ardiente, más allá del cual se escucha su voz;

y, entonces, se dan a buscar su alma; si es Poeta en sus versos, si es Escritor en sus libros...

el deseo de ver su alma desnuda; los obsesiona, y creen ver una revelación, una reencarnación de esa alma, en todos los personajes que crea en sus Obras;

y, buscan su Yo, a través de todas ellas;

en cuanto a mí, la triple muralla del Mar, de la Leyenda y de mi Soledad, me han ocultado siempre a los ojos de los millones de almas que me leen con un fervor creciente y de ahí que se empeñen en buscar y en hallar actitudes mías y fragmentos autobiográficos, en libros en que no los hay;

tal sucede con mis novelas;

libros míos, tan verdaderamente personales, como: «Huerto Agnóstico», «La Voz de las Horas», «Del Rosal Pensante», «Archipiélago Sonoro», «De los Viñedos de la Eternidad», no bastan a ciertas almas, que se empeñan en verme más ampliamente revelado en gestos más íntimos y decisivos;

mis volúmenes de Historia y de Política, no satisfacen la curiosidad de los que quisieran ver en ellos otro Yo, que no sea el Yo del Historiador y del Panfletario;

de ahí que se haya dado en la manía de buscar en mis novelas, el Yo Intimo, empeñándose en ver en la mayoría de ellas un Breviario de Egotismo en unas; fragmentos de mi autobiografía en otras, y, prefiguraciones de mi Yo, en casi todas; lo cual me ha valido ataques ridículos de los que odian el Yo, por no tener ninguno, y lo escriben con minúscula por temor de que la mayúscula resulte más alta que ellos;

yo, no he querido explicarme nunca, respecto a esa aserción, renovada a la aparición de casi cada una de mis veinte novelas publicadas;

«Aura» aquella mi trivial novela de adolescencia, que me ha valido las más puras de las admiraciones que he tenido en mi ya larga carrera literaria, la admiración de las vírgenes y de los adolescentes, ha hecho que los corazones conmovidos por ella, confundan de tal manera mi Vida con ese Idilio, que labios adorables de inocencia, me han preguntado:

—Vargas Vila, ¿ha amado usted otra mujer después de Aura?...

y, las voces que eso me decían, temblaban, con la emoción vecina de las lágrimas, y los divinos ojos se entrecerraban, con casta mansedumbre, veladas las pupilas por la sombra impalpable del Ensueño;

yo, no he respondido, ni afirmativa ni negativamente;

¿cómo podría hacerlo?

todo eso, está ya lejos, tan lejos, que se pierde en las perspectivas del Recuerdo, cercanas a las zonas del Olvido;...

treinta años hacen, que ese Idilio se public,1 y, hace el mismo tiempo, que yo, no paso la vista por sus páginas;

¡ay! pero, podría repetirlo palabra, por palabra...

¿es verdad que envejecemos?

se diría que no, viendo el cándido fervor con que aspiramos el perfume de las rosas ajadas, y, miramos soñadores, el resplandor de las estrellas lejanas;

lo que hay de Poeta, en el Hombre, no muere nunca;

y, tal vez es lo que hay de Poeta en el Hombre, lo único que ama en él...

¿qué Hombre no ha vivido en su Vida un instante de Poema?...

¿quién no ha besado unos labios vírgenes, llenos del divino temblor de las cosas inconfesadas?...

en «Flor del Fango», se ha creído ver, encarnado en una Mujer, el Mito de mis Rebeldías;

absurdo;

la Heroína de ese libro vivió;

y, su Tragedia, yo, la vi vivir;

¿en dónde?

la vetusta ciudad que la albergó lo sabe bien...

ella, repite diariamente esa Tragedia bajo otras formas;

sus manos lapidadoras, no se cansan de santiguarse y de matar.

«Ibis», aquel libro de Fatalidad, por el cual, es público, que se han suicidado diez y siete personas, siendo por eso apellidado la Biblia del Suicidio, que ha disuelto tantos matrimonios, roto tantos idilios, ajado tantos gérmenes de poemas, me ha ocasionado tan rara y dolorosa correspondencia, de anatemas de las víctimas, y, gritos de Victoria de los vencedores,que si yo publicara un día ese Epistolario se vería el más extraño caso de sugestión literaria que un libro puede ejercer sobre almas angustiadas y dolorosas;

y, ¿no se ha querido verme a mí, en la figura del Maestro, que en las páginas de aquel libro siembra la Desolación y la Muerte?...

¡Maestro! me han gritado con ese libro en la mano, los vencedores y, los vencidos; aquellos que iban a morir por él, y, aquellos que por él, se libertaban...

¡Maestro! ... me han dicho en su gratitud, aquellos a quienes ese libro ha libertado de las dos esclavitudes oprobiosas: la Vida y el Amor;

y, sin embargo;

yo, no viví la Tragedia de ese libro;

ni Teodoro la vivió al lado mío...

ni la vivió cerca de nosotros, aquella Mujer que sembró el Dolor y la Muerte, como una simiente de cenizas;

pero;

todos esos seres vivieron;

el Maestro con sus doctrinas...

el Discípulo con sus pasiones...

la Mujer con su Fatalidad...

ese libro, es hecho con fragmentos de dramas, que yo vi vivir, y, engrandecí después, embelleciéndolos...

es hecho, con restos de naufragios de vidas, que el oleaje de la Vida misma, trajo un día hasta mi playa de Escritor...

y, describí el naufragio de las almas.

«Alba Roja», ¿es un libro autobiográfico, como se han empeñado en decir, aquellos que todo lo saben?

no tengo ningún objeto en contradecir, a los que lo saben todo;

las «Rosas de la Tarde»,