A la hora del crepúsculo - José María Vargas Vilas - E-Book

A la hora del crepúsculo E-Book

José María Vargas Vilas

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Beschreibung

En esta recopilación de artículos José María Vargas Vila homenajea y vilipendia a varios escritores contemporáneos: Felipe Trigo, Francisco Villaespesa, Manuel Pimentel, Miguel Eduardo Pardo, Pedro César Dominici, Pérez Triana, R. Palacio Viso, Manuel A. Matos, Cipriano Castro, Emiliano Isaza, Rafael Reyes y el enigmático Monsieur.

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Seitenzahl: 120

Veröffentlichungsjahr: 2021

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José María Vargas Vilas

A la hora del crepúsculo

 

Saga

A la hora del crepúsculo

 

Cover image: Shutterstock

Copyright © 1916, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726680911

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Felipe Trigo

Felipe Trigo, ha muerto;

con una grandeza dealma, que nadie habría sospechado en el Fauno lírico, se ha hecho saltar el cerebro con una bala;

¿había pues, el alma de un Estoico, en aquel narrador de perversidades femeninas, pintor de almas complicadas y, sutiles, envueltas en el manto tenebroso de la Histeria?

¿tenía el alma, tan noblemente trágica aquel hacedor de Tanagras, delicados, cuerpos de hembras, sacudidos por los espasmos del Vicio?

sí; la tenía;

su fin heroico, lo ha demostrado aún a los espíritus más prevenidos contra él;

y,allá está su cadáver, aún insepulto, entre los rosales de los jardines de su Hotel rodeado de su familia desolada, en espera de la hora de ser sepultado en el Cementerio campestre donde ha de reposar para siempre;

en tanto, como avispas, venenosas o inofensivas, circulan los comentarios, sobre las causas de su muerte;

«víctima de la Neurastenia»;

dicen unos;

«víctima de la Guerra»;

dicen otros;

«fué una crisis de nervios, la que puso el revólver en sus manos»;

se dice allí;

«fué la crisis del libro, la que lo mató»; se dice más allá;

¿en dónde hallar la Verdad?

la Muerte, es muda...

. . . . . . . . . . . . . . . .

¿Felipe Trigo, que había probado la peligrosa ventura del lujo, pagado con el valor de sus libros, ha retrocedido ante la perspectiva de entrar de nuevo en la pobreza, de la cual se creía salidopara siempre, y, ha resuelto morir sobre los restos de una fortuna desvanecida, entre los jardines de su Hotel lujoso, en cuyo garage, su espléndido automóvil, estaba listo para todos los viajes, menos para este de la Eternidad?

¿se ha dado la muerte para no sentirse morir lentamente, en la invasión progresiva de la enfermedad que avanzaba en su cerebro como una trágica noche?...

no nos importa el secreto de ese muerto;

toda hipótesis, es un ultraje a aquella Voluntad Inquebrantable, que se mostró más fuerte que la Vida, violando el seno mismo de la Muerte;

murió, porque quiso morir;

impuso su Voluntad a la Fatalidad;

fué, un Vencedor;

se alzó más alto que su Verdugo—Ruina o Enfermedad—y, lo venció...

noble gesto;

gesto heroico...

rebelarse contra el Dolor, y decir al Destino,cualquiera que sea el nombre que a éste se le dé:

«yo marco un límite a tu Poder;

tú, no podrás herirme más;

yo, no soy más tu esclavo;

me liberto de tí.

¡Amo odioso, Amo cruel!...

infeliz de tí, que no puedes morir...

tú no serás nunca libre.»

. . . . . . . . . . . .

libertarse así por su propia mano, de las garras del Destino, es decir, de las garras del Dolor;

¿podrá haber más bello gesto, en las manos de un Hombre Libre?...

¡benditas manos, aquellas manos que lo hicieron!...

yo, beso a distancia, esas manos inertes, manos de Héroe, cruzadas sobre el corazón que ya no late...

manos vencedoras del Dolor, y de los dioses, dejad que os besen a distancia, los tristes vencidos de la Vida, los esclavos de ella, que aún no hemos tenido el valor, de tomar por las crinejas, el corcel desbocado de la Muerte, y, escapar jinetes en él, a las garras despiadadas del Destino:

gloriosas manos exánimes;

manos que habéis degollado la Divina Quimera, matando vuestro Dolor;

¡benditas manos!

¡oh! gran muerto, dormido entre rosales!...

yo, os envío desde mi Soledad, las rosas de mi Admiración, por vuestro gesto;

y, ante él, siento nacer en mi corazón, unas rosas que yo, no conocía: las rosas de la Envidia;

las pálidas rosas, atormentadoras, y envenenadas;

sí; yo envidio la grandeza, y el valor de vuestro último gesto;

no envidio nada en vuestra Vida, pero, envidio vuestra Muerte;

por ella, nos superasteis a todos;

y, os alzasteis Vencedor, sobreeste triste mundo de vencidos.

¡Salve Triunfador!

vuestra Gloria, avergüenza nuestra Cobardía;

yo, enrojezco ante la palidez de vuestro cadáver insepulto.

* * *

Hoy, han sepultado a Felipe Trigo, en el Cementerio campestre de Canillejas;

un reducido número de amigos, seguían los restos del novelista fastuoso, a quien una nube de parásitos seguían ayer por todas partes, y, una corte de admiradores circundaba, en los tés, elegantes que ofrecía en su Hotel de la Ciudad Lineal;

es el privilegio de la Muerte, desvanecer todas las mentiras;

sólo la Mentira del Amor, florece unos días sobre las tumbas, en las flores anémicas del Recuerdo;

después... éstas se secan, se deshojan; el viento de la Indiferencia, lleva lejos los pétalos marchitos, y sin perfumes, y el jaramago del Olvido, se extiende sobre la tumba abandonada;

¡centinela silencioso del festín de los gusanos!...

yo, no fuí de los amigos personales de Felipe Trigo;

hace más de diez años—cuando aún no había triunfado—me lo presentó ocasionalmente, Francisco Villaespesa;

conversamos amigablemente, y nos separamos luego;

me envió sus libros;

después, lo perdí de vista;

no volví a verle nunca;

envuelto en mi impenetrable Soledad, oí con placer el eco de sus triunfos, que me llegaba a París, a Roma, a los lugares donde he peregrinando, y he vivido en estos últimos años;

lo saludé como a Vencedor, desde el fondo de mi retiro, lleno de un placer enorme, porque los triunfos del Talento, son los únicos triunfos que yo aplaudo;

los únicos que tienen el privilegio de regocijar mi corazón;

y, eso, porque el triunfo de un talento, es el triunfo del Talento, y, sólo aquellos que no tienen ninguno, pueden entristecerse de esos triunfos;

el honor de un legionario, es el honor de la Legión;

leí a intervalos algunas de sus novelas;

el encanto morboso que se escapa de ellas, no alcanzaba a seducirme: les faltaba la gracia y la belleza del Estilo;

el Estilo, es el talismán de la Seducción, y,el exorcismo que purifica todos los ambientes, aún los más cargados del relente de la Bestialidad;

y,Trigo, no era un Artista, en el Estilo; estaba muy lejos de eso;

yo, no perdono ese defecto, sino a los filósofos; y la Filosofía incipiente de Trigo, no era bastante a desarmar mi displicencia por la falta de belleza artística en sus libros;

y, acaso de ese defecto nacía su máxima cualidad;

la de tener, como los grandes y muy raros escritores, un estilo propio, un estilo personal exclusivamente suyo;

abrupto, violento, guijarroso, de difícil dominio, pero suyo, exclusivamente suyo;

él había forjado el instrumento para su labor; ese cincel tubalcainesco, con el cual cincelaba sus creaciones extrañas, monstruosas, como hechas en una roca virgen, pero de una Vida Interior, relampagueante;

él, rompió todas las reglas del bizantinismo tradicional, y, del euniquismo oficial, de los guardas jurados de la lengua, de los carabineros del idioma, avizores en la frontera, para la caza inocente de vocablos extranjeros él, no tuvo en cuenta esta cándida neurosis, de los ingenios apolillados, que guardan el serrallo de las palabras, en el inofensivo Haren, de una Academia;

sin una lengua libre, no puede haber, un pensamiento libre;

y, él, escribió con verbo libre, sus libros, tan libres como su Verbo.

Felipe Trigo, perteneció a ese número escasísimo de escritores destinados a abrir surcos nuevos, en terrenos nuevos de una zona literaria;

su literatura, como su estilo, como sus métodos noveladores, eran personales y peculiares suyos;

por eso es un aislado;

no colinda con antecesor, ni sucesor ninguno;

es una excepción, grandiosa y, solitaria;

la literatura de Trigo, es una literatura clínica, que merece y ocupa un lugar aparte, en la Literatura Española;

no fué una literatura de liberación espiritual, con tendencias a un Idealismo fecundo, o a un ensueño ennoblecedor, y visionario;

no; fué una literatura de reflexión experimental, de emoción sensual, cuya repercusión nerviosa, no sube más allá de la cintura, y, llega penosamente al corazón;

las vagas y raras apariciones de la Poesía en esos libros, hacen el triste efecto, de una rosa, en un dormitorio de Hospital, o sobre una mesa de operaciones quirúrgicas, cerca a un cadáver despedazado;

esa literatura, a base patológica, no se ejerció, sino en un solo radio de acción: los nervios de las mujeres;

era un admirable neurólogo, ese novelista;

él, sabía que la mujer tenía el alma en el Sexo, y, pintaba a maravilla, las luchas del Alma de la Mujer;

por eso fué, el autor preferido de ella.

Felipe Trigo, no fué como otros novelistas un Poeta;

ni sensitivo a lo Daudet;

ni brutalista a lo Zola;

ni un pintor de frescos oscagnanos, a lo Balzac;

él, no fué, y no se conservó, en toda su Obra, sino: un Médico;

eso, por no especializar, diciendo: un Alienista;

el Médico, no murió nunca en él;

cada una de las protagonistas de sus libros, fué un caso clínico;

¿por qué esos libros, que debieron ser de aridez científica, no carecieron de encanto y seducción?

porque la Belleza y, la Poesía de Trigo no venía de él, ni de su estilo, sino del objeto que trataba: la Mujer;

y, la Mujer, es siempre la Belleza, y es y será siempre la Poesía;

si las heroínas de los libros de Trigo, no guardan las actitudes clásicas de vírgenes en éxtasis, esperando el pincel de Fra-Angélico, para ser inmortalizadas por él, eso no disminuye su belleza, sino que la completa enormemente;

es a causa de ser tan humanas, que son tan bellas, esas creaciones;

esas almas tan insolentemente desnudas, son tan adorables como un grupo de bellos cuerpos desnudos;

y, a pesar de esas desnudeces, y de esas crudezas, Felipe Trigo, no fué nunca un Pornógrafo, como se empeñan en decirlo, los que quieren aminorar la grandeza de su obra;

fué un realista;

un enorme y, opulento Escritor realista, en cuyas novelas, la, ciencia experimental, vendrán mañana, muchos novelistas a inspirarse;

las obras de Trigo, vivirán más que las de muchos otros, porque él, fué, el pintor exquisito de almas femeninas;

y, el eterno femenino, ha de darle algo de su Eternidad;

la piara de los moralistas profesionales, gruñe contra las obras de Trigo, y, con los ojos turbio, por el contacto del lodo nauseabundo, en que contempla el cielo, fingen no ver la grandeza esencial, de esas obra, que no son obras de Vicio, sino de Enfermedad;

los escritores regresivas o retardatarios, que se empeñan torpemente, en hacer entrar la Etica, en los dominios de la Estética, quieren herir con el hacha de silex de su arte primitivo, los libros de este novelista, que si por otros conceptos, no fué un gran artista, sí tuvo del artista verdadero, el amor a la libertad artística, y, el desprecio muy sincero del tradicionalismo enfermizo y, de las morales inmundas, nacidas del vientre canceroso de las religiones.

Felipe Trigo, no fué en sus Obras, moral, ni inmoral;

fué simplemente amoral;

colmo es el Arte;

como debe ser todo artista;

el deber del artista, no es practicar, ni violar la Moral, en su Obra, es: ignorarla;

y, Felipe Trigo, la ignoró;

por ese amoralismo, su Arte es tan fuerte, y tan viril;

tuvo de artista eso, y, el tormento del vocablo, que lo obsesionaba como a Gustave Flaubert;

no era, un escritor espontáneo, y, el trabajo de la frase lo torturaba como un dolor;

esa fué la fuente oculta de su neurastenia;

fué sobre ese yunque que se fatigó hasta el agotamiento...

el subjetivismo estuvo ausente de la Obra de Felipe Trigo;

fué un escritor eminentemente objetivo;

nada tan distinto de su Vida como su Obra;

pintor de perversidades, él no fué un perverso;

narrador de corrupciones, él, no fué un corrompido;

su Vida, tuvo la pureza que a su Obra le faltaba;

modeló en fango sus creaciones, pero sus manos sacudían el fango, después del modelaje;

cirujano, abría las carnes y mostraba la lepra oculta, pero no la llevaba en su cuerpo;

nada tan objetivo como el Arte de este Escultor del Vicio;

impersonal, como un bisturí;

obra de un clínico, especialista en enfermedades nerviosas de las mujeres;

un neurólogo, elegante, que contaba con indiscreción, las enfermedades de sus clientes:

el Histerismo, tuvo en él, su Médico y su Profeta:

fué un Sumo Sacerdote de la Histeria;

y, lo fué con elegancia, y con refinamiento;

entra en la Historia, por las puertas de la Histeria; este fué su dominio;

el perfume que se escapa de su obra, no es un perfume de incienso;

pero, es aquel perfume enervante, que escapado de las selvas del Paraíso, embriaga al mundo, desde los primeros días de la Creación;

odore di Fémina:

con ese olor en las manos, no se entra en la Academia;

morirían los falsos inmortales, de una congestión senil;

pero, sí entra en la Gloria, donde los verdaderos inmortales, aman ese perfume, que muchos de ellos, bajaron en las alas de la Fábula, a buscar sobre la Tierra;

la gloria purifica, las manos que toca con sus rayos;

y, la Gloria, ha besado ya las manos de Felipe Trigo, que yacen inmóviles, sobre su corazón inmaculado.

* * *

El Silencio, se hace;

la emoción decrece;

la Gran Trajedia, entra en la banalidad;

¿es que el olvido, va devorarlo todo?

no.

Felipe Trigo, ha entrado en su tumba;

pero, no ha muerto;

vive en su Obra;

como todos aquellos que crearon para el Arte;

¡bendito aquel que crea, por la Palabra!

ese no morirá, vivirá en su Creación, y, por su Creación;

vivirá lo que los siglos;

el esplendor de la Palabra, como el esplendor de la luz, no conoce la Muerte;

la Palabra y la Luz, esas fuerzas vivas de lo visible y de lo invisible, pueden en trar en el Silencio, y en la Tiniebla, pero, no entran nunca en la Muerte:

el Silencio y las Tnieblas, no son sino el limbo necesario a su esplendor;

no pueden nada contra la Palabra, y contra la Luz;

no pueden sino escoltarlas, en su marcha armoniosa y rutilante, como una marcha de estrellas;

aquel que crea por la Palabra, crea la Inmortalidad;

«sea la Luz.»

dijo el Dios del Génesis; y, la Luz fué;

la Palabra precedió a la Luz, en los labios de la Leyenda;

la palabra es el corazón de la Eternidad;

por eso, aquel que crea por la Palabra, ese será eterno;

el ritmo de la Eternidad, vibra en toda Palabra de Arte;

y, la Palabra, sobrevive al Hombre;