Cuentos de niñas - María del Pilar Sinués - E-Book

Cuentos de niñas E-Book

María del Pilar Sinués

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Beschreibung

Cuentos de niñas recoge un conjunto de relatos breves que Sinués pensó especialmente dedicados a la educación de las pequeñas. Por el libro desfila un elenco de viñetas que, con tono compinche y agradable hacia sus lectoras, muestra algunos valores que se buscaba inculcar dentro de cierta literatura infantil que estaba a la moda a mediados del siglo XIX: las niñas debían ser hacendosas sin envanecerse de sus logros, abstenerse de la gula, honrar a sus padres, aplicarse, evitar el orgullo, ser caritativas y compasivas.

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Seitenzahl: 76

Veröffentlichungsjahr: 2021

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María del Pilar Sinués

Cuentos de niñas

 

Saga

Cuentos de niñas

 

Copyright © 1897, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726882025

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

LA VANIDOSA

Rosalía era una niña tan dispuesta para todos los quehaceres de casa, y tan aplicada para aprender las labores que le enseñaban en el colegio, que sus padres se complacían en proclamar á todas horas las cualidades que adornaban á aquella hija tan hacendosa.

Tenían otra, dos años más joven que Rosalía, la cual, aunque mostraba disposiciones tan felices como su hermana, jamás obtenía un solo elogio. Estimulada Paulina por los que prodigaban á Rosalía, se sobreponía á su edad en cuantas cosas le confiaban y en su afán por aprender, pero todo era inútil: Paulina no lograba que sus padres la festejasen por nada de lo que hacía.

En cambio las alabanzas abrumaban á Rosalía. Un mueble bien puesto, un recado hecho con presteza, la lección aprendida en poco tiempo, cualquier cosa, en fin, daba motivo para que Rosalía obtuviera plácemes y caricias.

Pero esto produjo con el tiempo un fruto muy amargo. Rosalía se envaneció tanto conaquellos elogios, que no tan sólo se volvió indolente, sino que llegó á ver á su hermana con desdén y como si le fuera inferior.

Paulina continuó aplicándose. La directora del colegio decía que ninguna niña la aventajaba en aplicación y facilidad para aprender todo lo que se la enseñaba.

Un día, que se celebraba una fiesta de familia, fueron agasajadas las dos hermanas con una muñeca. La de Rosalía era de cabritilla fina y rosada, grande y muy bien vestida; la de Paulina era de cartón ordinario y muy pequeña.

Rosalía, orgullosa con aquel triunfo, no supo contenerse, y en presencia de sus padres, dijo á Paulina:

—¡Qué bonita es mi muñeca y qué fea la tuya! ¡Cuánto rabiarás porque papá me prefiere!

—Te equivocas, Rosalía. Yo estimo tanto como tú el regalo que me han hecho.

—¡Hipócrita! exclamó Rosalía contrariada por la conformidad de su hermana; mira, mira bien la mía; tiene el vestido de seda y con encajes; la tuya lo tiene de percalina. . .

Y al acercarse á Paulina, lo hizo con un movimiento tan brusco é irritado, que cayó la muñeca al suelo y se rompió la cara en varios pedazos.

—¡Me alegro! dijo entonces el padre, que había seguido con interés la discusión de las niñas. Cegada por tu vanidad, que infundadamente hemos despertado todos en ti, te has engreído de un modo insoportable. Yo, que también me acuso de haber contribuído á envanecerte, soy el primero en reconocer tu falta y en alegrarme del castigo que acabas de recibir. Para lo sucesivo ya no habrá más distinciones entre tú y tu hermana, y si acaso hago yo alguna, será sólo en beneficio de la que proceda mejor. Aprende de Paulina á ser modesta, que la vanidad es un defecto que á todos lastima, y que al fin lo castiga Dios con lecciones tan mortificantes como la que acabas de recibir, pues mientras tú te has quedado sin muñeca por burlarte de tu hermana, Paulina tiene una para sus juegos, que aunque no es muy buena, siempre es mejor que no tenerla.

__________

LA GOLOSA

Ana y Joaquina, hermanas gemelas, eran dos graciosas niñas que hacían el encanto de sus padres, por lo dulce y bondadoso de su carácter. Se querían entrañablemente, iban juntas á todas partes y casi siempre mostraban los mismos gustos y aficiones, por lo cual era muy raro verlas disputar. Pero Joaquina, al revés de Ana, tenía una gran predilección por las golosinas, y esta predilección era la causa principal de las diferencias que surgían entre ellas.

Un día que se quedaron solas en su casa, dijo Joaquina:

Si tú quisieras, podíamos buscar algo bueno que comer para regalarnos á nuestro gusto, mi querida Ana.

—Bien, contestó ésta, pero es preciso, si quieres que yo te acompañe, que busques un lugar donde no podamos ser vistas.

—¡Ah! eso es bien fácil. Iremos á la dispensa, y allí, sin que nadie nos vea, comeremos unas riquísimas natillas que hizo esta mañana nuestra madre.

—Pero te olvidas de que Juan, que está partiendo leña en la calle, nos puede ver por la ventana.

—Tienes razón, replicó Joaquina; pero en cambio nadie nos verá en el cuarto de papá, donde hay un gran tarro de miel que puede servirnos para rebozar nuestro pan.

—También allí seremos vistas, La vecina que está tendiendo ropa, domina desde su patio todo el cuarto de nuestro padre.

—Es verdad, mi buena Anita; pero aun nos queda un recurso. En la cueva hay muchas y muy buenas manzanas; y en la cueva, tan obscura siempre, ¿quién podría vernos?

—Dios, contestó Ana. Su mirada, mi querida Joaquina, llega á todas partes, y por lo mismo nos vería en la cueva haciendo una acción fea y reprobable por todos, pues á nosotras nada nos falta, ni de nada carecemos que pudieradisculparnos.

Estas palabras conmovieron á Joaquina, la cual abrazando á su hermana, dijo:

—Tienes mucha razón mi querida Anita. Yo te prometo aprovechar esta lección, y desde hoy ya no volverás á tener motivos para reprenderme por una falta que siempre me parecerá vergonzosa.

Ana devolvió el abrazo á Joaquina, la cual, en efecto, cumplió su palabra, no volviendo á reincidir en el vicio de la gula.

__________

LA RECOMPENSA

Hay niños que desde sus primeros años muestran el plausible deseo de ser útiles y agradables á sus padres. Los que así proceden, logran siempre el cariño y la estimación de cuantos les conocen, porque nada gusta tanto como aquellos niños que se afanan en complacer y servir á sus mayores.

Cesárea y Antoñita pertenecían á este número. Hijas de un pobre jornalero que invertía catorce horas diarias en un trabajo muy penoso, las dos niñas se esforzaban en ayudar á su madre para que todo estuviese bien dispuesto y arreglado en la casa, lo cual les valía frecuentes sonrisas y dulces besos, como prueba del aprecio que se hacía de su laboriosidad.

En un pequeño patio que tenía la casa en que vivían, su padre, que era muy primoroso, había hecho un jardinillo para ellas, donde cultivaban plantas y flores olorosas que servían después para embalsamar y perfumar su modesta morada. Generalmente dedicaban los domingos á esta ocupación, con el objeto de no demorar las faenas ordinarias, consiguiendo así la ayuda de su padre, que consagraba siempre aquel día á la familia.

Una vez oyeron decir á éste que le gustaban mucho los manzanos, y que cuando tuviese algún dinero sobrante compraría uno para plantarlo en el jardinillo.

Las niñas se miraron y se comprendieron. Entre las dos tenían reunidos algunos reales, fruto de las pobres dádivas que sus padres les hacían, y acordaron destinarlos á satisfacer aquel deseo del autor de sus días.

En efecto, compraron el manzano con toda reserva, y por la noche fueron á plantarlo para sorprender á su padre con tan agradable nueva al día siguiente.

—¡Qué contento se pondrá mañana papá cuando veaestearbolito! dijo Cesárea, en tanto que Antoñita escarbaba la tierra para plantarlo.

De repente suspendió ésta su trabajo; la paleta había tropezado con un objeto duro que impedía la tarea; ayudada de Cesárea con un pequeño martillo, pronto quedó á la vista atónita de las dos niñas una caja de hierro de cortas dimensiones. Consultáronse un momento sobre aquel hallazgo, y decidieron llamar á sus padres para que vieran lo que contenía.

La caja estaba llena de monedas de distintos metales, que representaban una cantidad muy importante.

—Hijas mías, dijo entonces el padre; vuestro deseo de darme una satisfacción, nos ha proporcionado una fortuna. Ved aquí demostrada la infinita bondad de Dios, que así premia el afán de unas niñas tan buenas y tan amantes de sus padres. ¡Qué Él os bendiga, del mismo modo que yo lo hago, y permita que la felicidad os acompañe siempre!

__________

LA DESAPLICADA.

Amalia había ya cumplido los nueve años de edad, y apenas sabía aquellas cosas más insignificantes que se enseñan á las niñas para que poco á poco vayan conociendo los deberes de la mujer.

Sus padres, que eran unos infelices artesanos, todos los días la amonestaban por su abandono y poca aplicación, pero nada conseguían. Amalia no quería hacer ningún esfuerzo para enmendarse, aunque ofrecía aprender todo cuanto le enseñase la maestra.