Flor de oro - María del Pilar Sinués - E-Book

Flor de oro E-Book

María del Pilar Sinués

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Beschreibung

Ana y Sofía son dos amigas adolescentes. Sofía es bella y vanidosa; Ana, más compasiva hacia los otros, le reprocha cuando pierde el tiempo en trivialidades. Sofía quiere casarse con el Marqués del Fresno, por más que sea corto de luces, mientras que Ana le recomienda que corresponda a los sentimientos de su primo. "Flor de oro" es el apodo con el que se conoce a una de las criadas (de blonda cabellera) que, como Ana, trabaja para Sofía y su madre. El libro desarrolla las peripecias de esas tres jóvenes y sus vínculos.

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Seitenzahl: 44

Veröffentlichungsjahr: 2021

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María del Pilar Sinués

Flor de oro

 

Saga

Flor de oro

 

Copyright © 1907, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726882155

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

I

La única dicha positiva de la tierra se encierra en la hermosa esperanza que nos dan estas palabras de nuestro eterno y amoroso Padre: Los que lloran serán consolados.

(De un libro inédito.)

— ¡Te digo que calles, Ana! Nada de cuanto me has dicho me convence, y sólo consigues irritarme con tus necedades.

Estas duras palabras fueron pronunciadas por los labios frescos y rosados de una jovencita que llegaría apenas á los quince años de su edad.

Aquélla á quien se habían dirigido guardó silencio, en efecto, é inclinó la cabeza sobre un bastidorcito que tenía en la falda. Y en el cual había extendido un rico pañuelo de batista.

Era otra jovencita, que contaría un año más; pero mucho menos linda que la que acababa de reconvenirla con tanta acritud. Ya sabemos que se llamaba Ana, y quiero, lectoras mías, deciros algo acerca de su persona.

Figuraos una joven de diez y seis años, de mediana estatura, delgada y pálida; adornad su semblante, que no puede llamarse feo por su graciosa nariz y linda boca, con dos hermosos ojos negros y una plácida expresión de bondad dulce y resignada, y tendréis una idea, aunque imperfecta, de Ana.

Ya he dicho que su compañera era mucho más bonita; llamábase Sofía: largos cabellos rubios y sedosos guarnecían su frente blanca como el nácar; su boca, muy pequeña, estaba adornada de una lindísima y diminuta dentadura; su nariz era fina y recta; su tez estaba animada de un delicioso sonrosado; en suma, Sofía era una belleza. Ana era á lo más, y aun esto á los ojos de las personas indulgentes, una criatura simpática, dulce é inofensiva.

—¡Vamos! ¿ya estás triste? —preguntó Sofía con impaciencia, después de algunos instantes de silencio, y al ver que Ana había vuelto á su labor sin replicar una sola palabra;—¿ya te has encerrado de nuevo en tu insufrible silencio?

—¿Y qué quieres que haga?—observó Ana alzando la cabeza, y dejando ver una ancha lágrima que temblaba en sus largas pestañas negras.

—¿Qué he de querer? ¡Que hables!

—¡Pero si tú misma me has dicho que calle!

—¡Me desespera tu modo de entender las cosas!—gritó Sofía exasperada.—¡Te haces la tonta á las mil maravillas cuando te conviene!

—¡Yo me hago la tonta!

—¡Sí, sí, tú! Demasiado sabes que lo que me incomoda, lo que no puedo sufrir, es que me des consejos acerca de mi ociosidad, de mi amor al lujo; ¡pero puedes hablarme de otras cosas!

—¿De qué quieres que te hable?

—¡De otros mil asuntos! Vamos á ver: ¿no reparaste anoche en el Teatro Real cuánto me miraba el Marquesito del Fresno?

—No—respondió Ana con indiferencia,—no lo reparé: estaba admirando la obra y á los artistas.

—¡Como siempre! ¡Pareces una labriega!

—¿Y qué remedio?—respondió Ana con una dulce sonrisa;—ya sabes que voy poco al teatro, y cuando asisto á él nada puede distraer mi atención del espectáculo: no obstante, ví una cosa.

—¡Es extraño!—dijo Sofía irónicamente.— ¿Y qué fué lo que viste?

—Que tu primo te miraba con tristeza.

—¡No me hables de él!—repuso la joven con una expresión muy pronunciada de ira y de hastío:—ya le ví, é hice por olvidar que se hallaba en el teatro y que su butaca estaba enfrente de nuestro palco. ¡Hombre más insoportable!

—No sé, en verdad, por qué le profesas tan violenta antipatía: es un joven estudioso y próximo á concluir su carrera con brillantez.

—¡Gran Carrera! Después de terminada, será un abogadillo.

—¡Te ama!

—Yo no le puedo sufrir.

—Y sabes que tu padre deseaba que te casaras con él, siendo aún muy niña.

—Lo sé porque lo he oído decir; sin embargo, sé que mamá me ha asegurado muchas veces que nada, gracias á Dios, nada dejó mandado relativo á eso.

—Sin embargo, prima mía, yo creo que con él vivirías muy feliz: no es rico, es verdad; pero, en cambio, tú lo eres por los dos.

—¡Hablas como una necia!—gritó Sofía volviendo á la ira, según le sucedía cada vez que le contrariaban en su gusto ó en las locas exigencias de su vanidad. —Tú—continuó con acritud,— tú puedes pensar así porque eres pobre; pero yo no: ¡deseo ser Marquesa, y lo seré, porque mamá lo desea también!

—Pero si ese Marqués del Fresno es, además de calavera, un mentecato. Todos se ríen de él.

—Pero es Marqués.

—¿Y esto basta para ser dichosa?

—¡Quién lo duda!

—Prima mía—dijo Ana con tristeza,—aunque no es mucha, tengo más edad que tú, y he sido amaestrada en la escuela de la desgracia, lo cual madura el entendimiento: así, pues, creo que sin equivocarme puedo asegurarte una cosa.

—Y... ¿qué es?