De sus lises y de sus rosas - José María Vargas Vilas - E-Book

De sus lises y de sus rosas E-Book

José María Vargas Vilas

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«De sus lises y de sus rosas» (1925) es una recopilación de artículos y ensayos de crítica literaria escritos por José María Vargas Vila, en los que analiza las obras de autores de su época, como Francisco Villaespesa, R. Blanco Fombona, Gabriel D'Annunzio, Tolstoi o Cipriano Castro.

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Seitenzahl: 221

Veröffentlichungsjahr: 2021

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José María Vargas Vilas

De sus lises y de sus rosas

 

Saga

De sus lises y de sus rosas

 

Cover image: Shutterstock

Copyright © 1925, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726680812

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

ESTE LIBRO CONTIENE

Francisco villaespesa (El Mirador de Lindaraja). R. Blanco fombona (Letras y Letrados). Gabriel d’annunzio (Fedra). Tolstoi ( Suobra). Cipriano castro (Sus Versos). Rodenbach Visiones de Bruges). M. A. Matos (Prosas Ministeriales). Stendhal (Libros de Amor). Monsieur (Sus Críticas). De maistre (Centenario). Perez triana (Desde Lejos). Nietzsche (El Crucificado). Rafael reyes (Prosas Oratorias). Amiel (La Soledad). M. E. Pardo (Su Muerte). Merimée (Sus Cartas). Isaza (SuGaceta). Renan (Su Evangelismo.) Novela poema (Disquisiciones). Taine (Historiador). Palacio viso (Jardín Lírico). P. C. Dominici (Tristeza Voluptuosa).

La Crítica dogmática, está muerta; y bien muerta;

restos soporíferos, de esta amable forma de cretinismo saurio, sobreviven apenas, en el cerebro de los pedantes, como una especie de Paleontología de la Fatuidad; y como no fué nunca un Arte, ni una Ciencia, queda vagando como una superfetación del ridículo macabro;

la Crítica Impresionista, es ciencia de corseteras y modistas, muy en boga entre nosotros, donde los ambidextros profesionales de la pluma, se empeñan en ejercerla, frunciendo el ceño, contra los grandes escritores, lo cual, hace deliciosamente encantadoras, la actitud enfadada de sus cabezas de cucurbitáceos;

mentalidades paupérrimas y, rocallosas, suelen ejercerla también, con miras comerciales, lejos de toda intelectualidad, dando á sus infundios críticos, á falta de un solo grano de sal ática, toda la sal amoniaca de una columna mingitoria;

están en su derecho;

en los fracasados, eso se llama, el derecho al pataleo;

y, hay ciertos derechos, que no alcanzando á merecer respeto, sí alcanzan á despertar la compasión;

y, ese derecho de la Envidia, es uno de ellos;

la Crítica metodológica, no tiene razón de ser, sino en asuntos de Ciencia

no existe pues, sino lo que alguien ha llamado, el Emotivismo Estético;

la emoción visual ó auditiva, hecha en nosotros una sensación, y expresada armoniosa y férvidamente, tal es la sola teoría posible, para escribir de cosas de Arte, fuera de todo pedantismo bergsoniano, ó lachelierismo presuntuoso, y del tainismo pedagógico, extraído como un virus, de la sangre sifilítica de Sainte-Beuve;

y, libre sobre todo, del valbuenismo grotesco y vulgar, importado á América, por los primitivos y prehistóricos, de la Literatura, como un derivativo á la bilis que acumuló el despecho en sus corazones selváticos;

yo, he vivido muchos años en España conozco su vida intelectual, y todos los hombres de mentalidad distinguida, que informan el movimiento de la época, me son conocidos;

pues bien, yo no he oído á uno solo de ellos, nombrar á Don Antonio Valbuena, como escritor, ni como unidad contable en literatura, ni siquiera como una mentalidad ínfima, de las que á diario, se mezclan en la gresca periodística;

todo lo ignoran allí, de su nombre, y de sus libros;

éstos, si se editan, van todos para América...

ellos, hacen el encanto y la alegría, de los mediocres rencorosos, de allende el mar;

eso, prueba toda la altura mental de nuestras turbas gramaticales, empeñadas en ser clásicas;

yo, recuerdo, que rompiendo una vez, los moldes de mi absoluta soledad, y por complacer á Pando y Valle, que tenía interés en concurrir á él, fuí á uno de los five o clock, que la antes célebre, y ya casi olvidada escritora, Doña Concepción Gimeno de Flaquer, daba en casa suya en Madrid:

vagando por los salones un poco bariolé, y cosmopolitas, me refugié en un gabinete de lectura, donde creí hallarme solo;

encontré allí, un hombre ya entrado en años, de aspecto absolutamente insignificante, el cual hojeaba unos periódicos;

la Señora de Flaquer, que casualmente llegaba entonces, me lo presentó;

— Don Antonio Valbuena;

al contestar á la presentación, me apercibí de que era boqueto, y hablaba tartamudo;

me expliqué entonces, toda la psicología de sus críticas: comprendí por qué había escrito;

sus «Ripios;»

como aquel otro, que siendo el más desmedrado grafómano de toda la América, escribió «los Grafómanos de América», con el fin de pintar en otros, que no los tienen, los defectos que enriquecen su tosca prosa de plagiario;

un amigo mío, residente años atrás en Madrid, y que era por aquel entonces, muy amigo del grafómano cubano, lo invitó á cenar en casa suya, y sabiéndolo malévolo, le deslizó entre las manos, un periódico que yo escribía entonces en París, y cuyo artículo de fondo, principiaba así: «Es la hora fatídica del Caos»;

no hubo necesidad de más, para que, como un mono feliz de estrujar algo entre sus manos, el crítico antillano, cogiese el artículo aquél, y sobre él, escribiese, una de esas chirigotas fofas, que son habituales á su vulgaridad inagotable;

y, eso, me recuerda, incidentalmente también, cierto crítico montaraz y locuaz, de las altiplanicies venezolanas, que deseando obsequiar al amo suyo, con algo digno de ambos, levantó una especie de Censo Literario, que colocó á los pies de Cipriano Castro, su señor de entonces, y queriendo serle grato por completo, resolvió sacrificarme, colocándome á mí, que no soy venezolano, en aquella su «Estadística Florestal», que él llevaba con su orgullo de pavo oficial, haciendo la rueda al pie del Solio;

y para eso, emprendióla contra mí, y mi arte de novelador;

¿sabéis cómo?

citando á «Aura», una novela mía de adolescencia, que yo he olvidado ya; novela deplorable y lamentable que yo, el primero, he condenado, con toda mi literatura y toda mi política de aquella época;

¿se detuvo ahí?

no; oídlo bien, citó como novela á «Emma», un cuento llorón, sentimental y absurdo; escrito en una noche, para un periódico de una de aquellas localidades, en aquellos tiempos, ya dis tantes de muchos lustros;

pero de «Ibis», de las «Rosas de la Tarde», de «Alba Roja», de «Los Parias», de «El Alma de los Lirios», de la «Simiente», de todas mis grandes novelas, de los últimos veinte años, que han revolucionado el arte novelador en América, y han recibido el juicio favorable y adverso de la alta crítica europea y americana; ¿habló siquiera? ¿las nombró?..... nada;

no tenía alientos mentales para alzarse hasta ellas, y su vieja envidia rural, le impuso el silencio;

se conformó, con amenazar mis grandes libros, con un juicio crítico suyo, que aun espero;

desgraciadamente para él, cayó el César bozal;

con la palmera restauradora, cayó á tierra el papagayo oficial;

y como no hubo va, ni subvención oficial, ni papel de la Imprenta Nacional, para imprimir malas críticas venales, mis novelas permanecen aún, sin haber sido juzgadas, despedazadas, y definitivamente anonadadas, por el dictamen, cerril, de aquel ingenio parroquial, que da y quita patentes de celebridad, dentro del área minúscula de su toril;

merced á eso, mis libros se venden aún, y tengo lectores, y vivo literariamente, en la conciencia de América;

aprovecho la existencia precaria que me deja, la penuria de aquel terrible contendor, para publicar éste, y otros libros;

porque ¿qué será de mí mañana, cuando el juicio del académico pastoril, haya caído sobre mis novelas para aplastarlas?

¿qué quedará de mi renombre literario?

¿qué?.....

nada, nada, nada...;

amenazado así de tan violenta ejecución, quiero olvidar la suerte que se me reserva, y doy á mis lectores estas páginas;

que no serán las últimas

__________

Porque no gusto de dar, ni á mis cóleras, la forma plebeya y populachera, tan en boga en ciertas zonas mentales de nuestra remota América;

porque con la aristocracia habitual de mi pensamiento, guardo aún en las rudezas del ataque, los refinamientos, y exquisiteces de la palabra;

porque en mi odio á la Vulgaridad, he aristocratizado hasta el insulto;

porque el chiste bastardo y callejero, me es odioso;

porque aun habiendo sido apellidado en son de elogio: «el primer libelista» demi época, no me he encanallado nunca;

porque aun en aquellos escritos políticos míos, que podrían llamarse libelos, he ejercido la hegemonía de un gran gusto artístico, rimando mis cóleras, y vaciándolas en el molde exquisito, de un bello Arte sonoro;

por todo eso, se ha dicho que mis libros de Arte, como «Prosas Laudes» y «Ars Verba», no son libros de Crítica…..

convenido;

yo, el primero en librarlos del ultraje de ese mote;

¿cómo se clasificará este nuevo libro mío, multicolor y accidentado, donde la Política entra en la Literatura, como las aguas de una cloaca que se infiltra en las baldosas de un templo, donde al lado de esa lira dórica que es, D’Annunzio, hace visajes el Mono de Capacho, y al lado de la gravedad bíblica y la barba mosaica de Tolstoi, asoma sus orejas de asno, y su faz de vaudeville, Manuel Antonio Matos, el Canciller Ninón?

¿no veis cómo, al lado de la triste y soberbia figura de Federico Nietzsche, aparece Cocobolo, como un caballo atado al pedestal de la estatua de un dios, llenando con su relincho estrepitoso, el mismo recinto en que sueña Amiel, reclinado á la sombra de sus rosales en flor, y pasa como un ánade de plata, en los canales de Brujes, la sombra místicamente grave de George Rodenbach?

¿por qué, pongo esas prosas bufas, y esas peroratas hípicas, al lado de otras prosas, que el Genio y la Belleza, llenan con su divino resplandor?

¿es que quiero encanallar mi libro, introduciendo en él, estos elementos exóticos. llenos de una comicidad ruidosa, sin otro encanto, que el del ridículo?

¿es que en un democratismo humanitario, he querido encadenar el águila de Júpiter, al cuello de la burra de Balaán?

para hacer feliz la burra?

¿para hacer llorar el águila?

¿para mostrar, las dos extremidades de la Vía Intelectual, aquella donde el águila se convierte en dios, y aquella otra, donde el hombre se convierte en mono?

¡armonía profunda!

¿es el deseo de vertebrar mi libro, robándole parte de ese hieraticismo solemne y sacerdotal, de que se acusa á mis otros libros de Arte?

la crueldad con que coloco aquí, el elemento bárbaro, ¿es una ternura?

¿lo hago para divertirme?

¿lo hago para divertiros

¡cómo mi risa es triste!... ¿verdad?

. . . . . . . . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . .

. . . . . lo hago, porque sé, que el alma del Arte, es la pasión;

que lo único, que sobrevive en la tierra, es el Odio;

y hay que sembrarlo;

que el Amor, es el hermano del Olvido;

que solo el Odio, no entra nunca en el Silencio;

y el Odio, ha sido mi Musa;

hoy, entrado ya en esa edad de la Vida, en que todo se adormece, bajo el ala tenaz de los crepúsculos, el Odio, vive en mí;

lo siento y lo inspiro, con una intensidad digna de los primeros años de mi juventud;

miro á todos lados y no veo sino adversarios;

y, eso me regocija;

yo, sé, que ellos me acompañarán con su Odio, hasta ese último destierro de mi cuerpo, que ha de ser mi tumba;

¡divina soledad, donde se dispersarán mis átomos, entre los gusanos y las estrellas, en una fiesta de luz y de penumbras!...

la muerte de un hombre que ha luchado así, es apenas una apariencia;

la vida de un hombre que ha inspirado grandes odios, no acaba jamás;

él, vivo, hizo nacer una Idea en cada Hombre;

él, muerto, hace nacer un Hombre de cada Idea;

y son, como la prolongación de su deseo;

cada vez que se habla de él, aun para insultarlo, un águila alza el vuelo;

es una fuga de astros, que se escapan de su sudario, de tal manera hecho rojo, por el Sol de la Gloria, que extendido sobre su esqueleto, semeja una púrpura, que cubriese una arpa, en la cual duermen inagotables melodías;...

basta que una ráfaga cualquiera aunque sea, la de la Calumnia, levante una punta de ese manto, para que un huracán de lirismo se escape, y todo se hace sonoro en el espacio que lo rodea, y todo parece volar hacia cumbres infinitas;

á los otros muertos, la Naturaleza les hace una máscara de hojas secas, que ensayan cantar una letanía de recuerdos, bajo el azote de los vientos;

para el hombre que sembró el Odio, sobre la Tierra, esa ronda del follaje, no tendrá objeto; sus enemigos, se encargan diariamente de arrojar al viento sus cenizas inagotables, que caen sobre la frente de los hombres, como un divino óleo místico, para ungirlos;

el Amor, se fatiga de cantar;

el Odio, no se fatiga nunca de rugir;

sobre la tumba de aquel, que amó y fué amado, reinará un día el Silencio;

sobre la de aquel, que odió, y fué odiado, no cesará jamás la tempestad;

¿qué mejor música para aquellos oídos que siempre fueron guerreros?

el Amor, no se hereda; el Odio, sí;

los herederos de aquellos á quienes hicimos bien, se apresurarán á olvidarnos, aun mucho antes que sus padres, porque el fardo de la gratitud es muy pesado, para tomarlo en herencia; es una cadena que se rompe y no se lega; sus eslabones se entierran con el padre muerto;

en cambio, el Odio, es una herencia gallarda, que se lleva orgullosamente sobre los hombros, y los hijos de aquellos á quienes insultamos, se creen en el deber de pasar cerca á nuestra tumba, y escupir en ella;

y, esa saliba, se hace una flor;

yo, siento, anticipadamente, la dulce voluptuosidad de esos ultrajes;

he amado y he sido amado, tan poco en la Vida, que nadie tiene el deber de olvidarme;

en cambio, he sido odiado, y he sembrado el Odio, de tal manera, que esos odios que hoy me circundan como una selva, cantarán mañana sobre mi tumba, como un pinar sonoro; ....

los perros rapaces y voraces que acompañaron á Caín, y que quedaron huérfanos sobre la tierra, después de haber devorado á su Amo, aúllan en la Noche, sobre el sepulcro de los grandes muertos, que, el odio sepulcral cobija;

no aspiréis á hacerlos callar:

esos perros no duermen nunca, hechos son para centinelas agresivos de la Gloria;

no pudiendo devorarla, se conforman con lamer su sangre;

con el paso de los siglos, ese aullido llega á hacerse cordial, y se hace entonces un himno;

el Gran Himno que no calla jamás.

Vargas Vila.

 

Paris, 1912.

VILLAESPESA.

EL MIRADOK DE LINDARAJA

Lo que es á la prosa de la España actual, aquel Mago del Verbo, admirable é inimitable que es Valle-Inclán, lo es al Verso, este extraño y sugestivo Poeta, que es Francisco Villaespesa; un espíritu significativo de la raza, en el cual se hallan, mejor que en otro alguno, los vestigios y el determinismo de las épocas pasadas, pero no estancados y desdeñosos, como en los viejos clásicos, sino movimentados, actualizados, en un vuelo atrevido para evadirse del sueño ancestral, é impregnados siempre de un orientalismo morboso, lleno de perfumes de harén, y del de las rosas penetrantes de los jardines del Generalife; pensamiento indiferente, si no hostil, á las influencias de afuera, y siempre soñador, como un joven Kaid, á la sombra de un rosal; porque la musa de Villaesdesa, no tiene peplum, como la de los jóvenes poetas seudo-helenos, sido blancos velos de Sultana, que ocultan apenas á medias, los ojos tentadores de la hurí; su poesía, es revelatriz de un estado de alma, soñador y plácido, con murmurios de un surtidor en un patio árabe, y un meditativo claro-obscuro, de ajimez.

porque la musa de Villaespesa, es así: oriental y clásica, con la plástica admirable de un espíritu móvil hasta lo infinito;

Villaespesa, no es un poeta orquestral y huracánico á lo Hugo.

su arte, aunque polífono y rico hasta la prodigalidad, lo es en colores y matices suaves, no en grandes ritmos timbálicos y asordadores: su caudal musical, no es de Wagner, es de Verdi.

el tecnicismo de su música verbal, exquisito y profundo, lleno de intensidades sonoras y apasionadas, lo hace un mágico de la sintaxis y un evocador de la sensibilidad, que nos hace sentir por igual, la emoción artística de sus rimas y la emoción sensual de sus pasiones;

porque es Villaespesa, un emotivo exquisito é intencionado, lleno de esa devorante sinceridad, que hace á los grandes artistas, mostrarse moralmente desnudos, á la sola luz ritual de su pensamiento;

no que Villaespesa, sea un vesánico, de esos atacados de psicopatía sexual, que nos dan en el desnudo de sus creaciones, el olor y el horror de la carne en orgasmo;

no; la sensualidad en Villaespesa, no viene de la expresión acre y brutal de la palabra, es una rara y exquisita voluptuosidad, que se escapa, más de la música de la estrofa, que del pensamiento del verso, lleno de una arcaica y delicada rareza;

arcaica, más que clásica, se diría la musa de Villaespesa, porque ella representa, como la prosa de Valle-Inclán, un regreso consciente y sabio, hacia las fuentes luminosas y sonoras de la vieja poesía española, pero, no para imitarla servilmente, como los poetas, ó escritores sin genio, sino para rejuvenecerla y modernizarla, con los elementos líricos, y los ritmos nuevos, que el andar de los tiempos ha traído como sano caudal, á la antigua métrica castellana, y de cuya alianza sutil, viénele un nuevo esplendor, y una extraordinaria potencia de color y de sonoridad;

porque eso, y no otra cosa, ha sido el Modernismo, entre nosotros, iberos é iberos americanos, un suave y disimulado regreso á las formas de verso de la ya olvidada métrica del siglo de oro; regreso espontáneo y por imposición de imperiosas evocaciones étnicas, en algunos, muy pocos, como en Villaespesa; é inconsciente, mezclada de fiebre gálica y con mucho de mistificación, en otros;

en el dominio de algunas de esas rimas de Villaespesa ¿no os parece hallar, mucho del preciosismo añejo, de Juan y Jorge Manrique, de Juan de Encina, ó Padilla, el Cartujano? vagas, muy vagas reminiscencias, pero ciertas, son;

y, en el manejo del endecasílabo, ese metro todo de gracia y armonía, metro italiano, traído á España como una cautiva galera de Venecia, por ese caballero de la rima, que fué Andrea Novagiera, y aceptado el primero por Boscan Almogaver, ¿no halláis en Villaespesa, el apropiado manejo, la gracia y la soltura, con que manejáronlo luego, aquellos grandes petrarquistas, que fueron, Hurtado de Mendoza, Acuña y Cetina?

y, el habilarunt di quoque silvas, el sabor de la égloga, de que habla Virgilio, ¿no lo sentís con un olor de miel, en todos los versos de Villaespesa, en que evoca el campo y sus paisajes, con tal pureza de contornos, y tal idealismo geórgico, que recuerdan el de aquel gran guerrero, que era sin embargo, como un pastor de Tíbulo, y que se llamó Garcilaso?

leyendo nuestros más amanerados modernistas, ¿no se os vienen á la mente muchos cantares de viejos maestros, desde Cetina, á Hurtado de Mendoza, de Garcilaso y Villalobos á Juan de Mena y Santa Teresa, pasando por el divino Herrera, aquel que fablaba perlas?

la ciencia del efecto, la severa plenitud del vocablo rítmico, pocos como Villaespesa las poseen, de tal modo, que se diría que una música verbal preside la armonía de las rimas y la virtuosidad sabia del vocablo;

los ritmos habituales, que en ciertos poetas preciosistas, sirven como recurso á una técnica pobre, adquieren en Villaespesa, una elegancia personal tan rara, que se dirían nuevos, tal es la fluidez, la sobriedad, el alto sentido artístico con que los maneja;

la crítica, incomprensiva de sí, no ha querido ver en Villaespesa, el Poeta significativo, que es, como no ha querido ver, la verdadera trascendencia, que tiene, ese grupo aislado de nuevos poetas, que con los Machado, Diaz Canedo, Jiménez, Carrere, y Zayas y Pujol, y, otros, forman una fuerza nueva, y han hecho cambiar de rumbo, el pensamiento poético de España, grupo excelso, que aun siendo revolucionario, permanece clásico, clásico del siglo de oro, del cual es un rosal en retoño:

la España, que hace algunos años no teníanada digno de atención que ofrecer al espíritu inquieto de nuestra América, tiene hoy, ese grupo de poetas, que con el arte inimitable, y la prosa única de Valle-Inclán, y las gallardías artísticas de Manuel Bueno marchan á la reconquista del pensamiento americano, y son dignos de ella;

entre tanto, vayan esos libros de Villaespesa, á encantar las mentes jóvenes, con la fascinación irresistible de sus tristezas, y el perfume de perfección que se escapa de ellas, como de un jardín oculto, en el cual cantara un pájaro, la orquestación invisible de sus poemas musicales llenos de coloración y de armonía, cerca á las zarzas en flor de los cármenes de Granada.

allá hay un grupo de almas, llenas de sensibilidad meridional, y de cultura estética, que sabrán recoger y admirar, estas misteriosas canciones, que subiendo de las profundidades aisladas del corazón de un Poeta, van á perfumar el nuevo mundo, con el olor de la vieja encina lírica, la vieja encina española, súbitamente reflorecida y poblada de jilgueros; que cantan la vieja canción en ritmos nuevos.

BLANCO FOMBONA

LETRAS Y LETRADOS

Vive tu Vida;

Vive tu Instinto:

deja tu pensamiento expandirse y evolucionar, según la ley íntima de sus elementos constitutivos; Sé tú Mismo;

Ser Sí Mismo;

guardar su yo integral, con toda la virtuosidad de sus pasiones y toda la culminación de sus defectos, he ahí el deber de todo escritor, la característica de todo genio; lo que hace la vida y la gloria de los grandes hombres y de los grandes libros;

conservar íntegra y externarla con sonoridad, esa aglomeración de elementos, difusos y complejos pero de una absoluta aunque invisible Unidad, que es nuestro Individuo, he ahí la fuerza de los grandes triunfadores, destinados á la conquista y al dominio, de ese Imperio ilimitado y tenebroso, que es la Conciencia de los Hombres.

Rufino Blanco Fombona, es, como todos los verdaderos escritores y poetas, antes que todo, y por sobre todo: un temperamento;

y, es ese temperamento, exhibido con una lozanía y un vigor de tigre joven, lo que hace el encanto y la sugestión poderosa de sus libros;

fuera de sus dilecciones académicas de lenguaje, que son en él, una espiritual herencia, no hay en aquel cerebro autóctono, una sola partícula del pecorismo, que alinea y empequeñece al mismo tiempo, las grandes masas aún amorfas, de nuestra literatura tropical;

escritor personal y agresivo, no escribe sino para combatir, aun en esos estudios de Arte puro, en los cuales, los mediocres, suelen poner como un lujo, toda la delicuescencia morbosa de su Impersonalidad;

el hombre que puede escribir libros apasionados, no está nunca solo, porque está con sus venganzas; no está nunca triste, porque está con sus odios; no está nunca en el Silencio; sus enemigos, están allí, para corear su nombre;

cuando hablo de libros de pasión, es de libros de noble pasión que trato, y no hablo de los libros vulgarmente llamados de Crítica, que son siempre, el panfletarismo de los mediocres contra el triunfo;

en lengua española, no hay Crítica; no hay sino chirigota fofa y mercantil, de un pedantismo exótico, que recorre todos los grados de la imbecilidad;

en España, si se exceptúa á Manuel Bueno, que no es un crítico, sino un Supremo Escritor de Arte, y, á Andrés González Blanco, que últimamente ha culminado en libros bellos y profundos, lo demás, es el reinado de lseñor Gómez Baquero, es decir, de la absoluta acefalía intelectual, en cosas de Arte;

en América, solo José Enrique Rodó, por su ciencia y su conciencia en esas cosas, merecería el título de crítico, si éste no estuviera de tal manera deshonrado por todas las candilejas de la mediocridad, que aplicarlo, es aplicar un San Benito y no un elogio á un escritor que lo sea;

de Bobadilla, no hablo, porque para mí, Bobadilla, no ha entrado nunca en la Intelectualidad, ha permanecido siempre merodeando en torno de ella, lanzando guijarros á los que triunfan, y haciendo Muecas grotescas, empeñado en demostrar, que porque nació en un ingenio cubano, tiene alguno;

no hay, pues, en español, ni crítica, ni críticos;

pero hay espíritus cultivados y artistas, que se ocupan de cosas de Arte, con el culto exquisito y apasionado, que las almas sutiles y elevadas, sienten por todo lo que se relaciona con el culto inmortal de la Belleza: Blanco Fombona, es uno de ellos;

Letras y Letrados, es más que una obra de Arte, una obra de combate por el Arte;

porque ya lo he dicho, Blanco Fombona, no puede escribir sin combatir;

no hago míos los odios ni los amores del escritor que nombro, pero sí he de admirar en esos artículos de combate, el estetismo rojo, y, ese amoralismo negador del sagrado, que dan á aquellas páginas, el sabor de una polémica nietzschiana; polémica en que el autor de «Gai Savoir», pudiese esparcir su verbo luminoso, lejos del determinismo exasperante de la ciencia, y el reinado arbitrario de los dioses;

el entusiasmo, que es la admiración noble, y una virtud primitiva de las almas sin envidia, guarda en Letras y Letrados, las justas proporciones de una predilección exquisita y delicada, por ciertos libros y ciertos autores, bastante á no aparecer como refractario á toda simpatía, ó juez, hostil y miope ante todo mérito; pero, no es la nota de la benevolencia, la dominante en aquellas páginas, de un impresionismo irónico y raro, con puntos de vista de una óptica teórica, eminentemente personal, de una personalidad intelectual constitutiva y fuerte, apta por su cultura, para emitir juicios, poderosamente originales, sobre las obras y los hombres;

la sensibilidad exquisita y á veces aspasionada del Poeta, puede llevar á Blanco Fombona, á la injusticia, pero no lo lleva nunca á la adoración; la adoración es una señal de debilidad, por no decir de inferioridad de espíritu; y Blanco Fombona, no tiene, ni aun en sus defectos, un átomo de inferioridad;

el Icono-clasicismo, es todo lo contrario de la Idolatría;

el hombre que se ocupa de destruir los ídolos, no tiene por qué preocuparse de fabricar nuevos;

toda Idolatría, es el culto á una Mentira;