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El hijo obediente, es una comedia teatral del autor Agustín Moreto. En la línea de las comedias palatinas del Siglo de Oro español, la historia se desarrolla en torno a situaciones de enredo que rodean un malentendido amoroso.
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Seitenzahl: 82
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Agustín Moreto
Saga
El hijo obedienteOriginal titleEl hijo obedienteCover image: Shutterstock Copyright © 1669, 2020 Agustín Moreto and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726597646
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 2.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
El infante don Fernando El rey don Juan
El príncipe don Carlos Don Bernardo Rocaberti
Doña Brianda Don Juan de Beamonte
Elvira Soldados
Garibay Un alcalde villano
Dicen dentro los dos versos, y salen el infante don Fernando y Garibay atravesando el tablado
Dentro
¡Carlos de Navarra! ¡Viva
nuestro legítimo Rey!
Fernando ¡Oh, bárbaros contra ley
que de la clemencia os priva!
Garibay Ten, Fernando, que es perderte 5
entregarte al enemigo.
Fernando Garibay, entra conmigo.
Garibay ¿Dónde?
Fernando Al remedio o la muerte.
Garibay Señor, ¿qué diablo te hurga?
Fernando Ya el postrer remedio es ir. 10
Garibay ¿A qué?
Fernando A vivir o morir.
Garibay Pues válganos una purga.
Vanse y salen Carlos, don Juan de Beamont, Elvira y doña Brianda y soldados
Carlos ¡Ea, valientes navarros!,
que hoy, en vuestro corazón,
crisol será la ocasión 15
de sus alientos bizarros.
Brianda Carlos, señor, dueño mío,
si mi llanto y mi dolor
pueden vencer tu rigor,
contra tu empeño porfío. 20
Si Rey Navarra te aclama,
y solo intenta tu pecho
legitimar el derecho
que da tu sangre a tu fama
y has heredado a tu madre, 25
no manches, pues, tu valor
tomando agora, señor,
las armas contra tu padre;
que, aunque mi llanto te aplaca,
dirán muchas intenciones 30
que obras mal a persuasiones
de doña Brianda Vaca.
Pues, cuando tanto blasona
mi sangre, ¿quién podrá creer
que esto en mí deje de ser 35
ambición de una corona?
Y, por no hacerte tirano,
de mi honor quiero imprudente
asegurarla en tu frente
para cobrarla en tu mano; 40
que en mí te obliga al empeño
tener tras tu obligación
tres prendas del corazón
que aún no conocen al dueño
y, aunque lo llore mi amor, 45
¿quién creerá lo que te digo?
Pues en tu error contradigo
lo que está bien a mi honor,
que son afectos impíos
dejarte yo, aunque soy tu madre, 50
no ser hijo de tu padre
por ser padre de los míos,
y hacerlos malos me obligo
si apruebo acción tan crüel;
pues, como tú eres con él 55
han de ser ellos contigo.
Viejo está ya y su blasón
hereda tu edad bizarra;
y, si por ti de Navarra
es por sí rey de Aragón; 60
mira, pues que se baldona
todo el respeto que el mundo,
hoy da a don Juan el segundo
por su espada y su corona.
Poco tienes que esperar; 65
sabes que a cierto indicio
presto caerá el edificio
que ya comienza a temblar.
Si tu paciencia eterniza
sus canas, advierte luego 70
lo poco que dura un fuego
que se va haciendo ceniza;
y, pues el plazo es tan breve,
cuando Dios te llegue a dar
lo que hoy le intentas quitar, 75
hará tu amor lo que debe;
que si solo siendo infiel
dichosa he de ser, primero,
habiendo un convento, quiero
ser infeliz que crüel. 80
Carlos Suspende, Brïanda bella,
llanto a que quedo más ciego,
que poca agua en mucho fuego
hace mayor la centella.
Mas, por templar tu pasión, 85
haré manifiesto aquí
a mis vasallos y a ti
la causa de mi razón.
Ya sabéis, nobles vasallos,
que a mi madre, doña Blanca, 90
Carlosel Bravo, mi abuelo,
dejó el reino de Navarra.
Casó con don Juan, mi padre,
a quien dio corona y alma
siendo infante de Aragón. 95
Y dejando asegurada
la sucesión en su reino
conmigo y mis dos hermanas
pasa a mejor vida donde,
con más imperios, descansa. 100
Quedó reinando mi padre;
yo príncipe de Viana
por ser capitulación
del casamiento que, a falta
de mi madre, por sus días 105
le obedeciese Navarra.
No solo me justifica
que por ser esta ley falsa,
establecida en perjuicio
de mi derecho, es tirana, 110
sino porque siendo ley,
siempre del reino observada,
que quien después del primero
a otro matrimonio pasa
pierda la herencia de esposo 115
que a la viudez acompaña.
No solamente mi padre
casó otra vez, pero avara
siempre conmigo su mano,
en una ausencia tan larga 120
como la que hizo en Castilla,
donde las guerras le llaman,
que en don Álvaro de Luna
despertó la injusta causa,
hizo a su segunda esposa 125
gobernadora en Navarra,
en agravio y en afrenta
del aliento que me ultraja,
del derecho que me usurpa,
y mi edad que lo demanda. 130
Ya el sol treinta y nueve veces
desde que vi su luz clara,
desde el Aries a los Peces
midió la línea dorada
con que en mi dolor el cielo 135
los sentimientos señala,
que, a desdenes de mi padre,
nacieron de mi esperanza.
Casó, pues, segunda vez
mi padre con doña Juana 140
Enríquez, del almirante
de Castilla ilustre rama
y hija feliz, cuya dicha
es a mi estrella contraria.
Nació Fernando, mi hermano, 145
de esta unión para mí ingrata,
cuyos brïosos alientos
helaron mis esperanzas;
pues, porque viviendo yo,
todas las suyas son vanas. 150
A injurias que me consuman
pretenden asegurarlas:
doña Juana me aborrece;
el Rey, mi padre, retrata
sus afetos en mi oprobio, 155
y, para prueba más clara
de que solamente intenta
dar este nombre a la casa
del Enríquez de Castilla
quitándome vida y fama 160
para que herede Fernando
tanto imperio y glorias tantas,
don Alonso, el Rey, mi tío,
que el magnánimo le llaman,
de Nápoles y Aragón 165
rey, por filiación de Juana
de Nápoles, reina insigne,
en su testamento manda
al Rey, mi padre, su hermano,
la sucesión no heredada 170
de Nápoles, que Aragón
le tocaba por su casa,
dando a Fernando, mi hermano,
por elección voluntaria,
la corona de Sicilia, 175
sin que para mi desgracia
hiciese memoria alguna
del príncipe de Viana.
Y teniendo ya mi padre
tantos imperios que manda, 180
del que es tan mío me usurpa
la posesión heredada.
¿Fáltale la adoración
que le dan provincias tantas?
¿No tiene cetros que empuña? 185
¿Su heroica frente no enlazan
tantas coronas que, juntas,
más que le ilustran le ultrajan?
Pues, a su vejez, inútil
indicio dan cuando cargan 190
sobre sus ancianas sienes,
viéndose a líneas de plata
en la frente que le arrugan
los años que le señalan.
Luego el no quererme dar 195
corona que le embaraza,
sabiendo lo que me ofende
y que este pesar me mata,
no es, no, por lo que le sirve,
sino por lo que me acaba. 200
Pues, ¡ármese mi defensa
contra intención tan tirana!,
que no voy contra mi padre
en ir contra quien me agravia.
Tirano, un padre se quita 205
la veneración sagrada
de su ser, pues, aunque es padre,
trae de enemigo la cara.
Si armado de tiranía
le vence un hijo en batalla, 210
su padre será el que muere,
mas no es su padre el que mata.
En quien pelea ofendido
no es sacrílega la espada
que hiere lo que venera 215
tirando a lo que le agravia;
el que un brazo se cercena
porque la vida le ataja,
aunque es su brazo el que corta,
es su enemigo el que aparta. 220
Él debe amor, yo respeto.
Pues, ¿quién puede dar más causa?
¿Él en el amor que niega
que en mí al respeto que falta?
¿Por qué ha de quejarse el sol 225
de que la tierra le empaña
con los vapores que arroja
si el mismo sol los levanta?
¿Por qué ha de ser más la queja
de él por su luz eclipsada 230
que de ella cuando encubierto
él con su abrigo le falta?
En tan recíproca ofensa,
¿de quién ha de ser la causa?
¿de ellos que a eclipsarle suben 235
o él que a levantarlos baja?
Si es sol mi padre y yo tierra,
no se ofenda si levanta
con los rayos de la injuria
los vapores de mis armas; 240
y, si eclipsaran sus luces,
tendrá culpa tan ingrata
más que quien los da oprimidos
el que violentos los saca.
Marche, pues, mi campo luego; 245
¡suenen las trompas bastardas,
bebiendo la aragonesa
los ecos de la navarra!
Y pensad, vasallos míos,
que al estruendo de las cajas 250
es, con la voz de mi padre,
mi enemigo el que me llama,
por que el disfraz os irrite,
os enoje la asechanza
y la cautela os provoque 255
si su respeto os ataja.
Don Juan Señor, si el afecto mío
y el amor de tu crïanza
este empeño te aconseja,
es con justicia tan clara. 260
Nuestro legítimo dueño
eres tú; y toda Navarra,
si no muere en tu defensa,
te coronará por armas;
esta es razón y justicia, 265
no las tomas en venganza
ni agravio, sino en defensa
de una violencia tirana
que te quita una corona;
y si, para restaurarla, 270
de la casa de Beamonte
la noble lealtad no basta,
don Juan, que es hoy su cabeza,
dará ejemplo en la campaña
de que murió prosiguiendo 275
los blasones de su casa.
Carlos Pues, don Juan, mi gente marche;
y, a vista de las murallas
de la villa, el campo tome,
puesto que tenga ventaja, 280
para que quede al suceso
segura la retirada.
La disposición te encargo.
Adiós, hermosa Brianda,
empeña al cielo en mi amparo, 285
que si él defiende mi causa
te he de poner el laurel
de Aragón y de Navarra.
Brianda ¡Ay, Carlos!, lo que deseo
le niegas a mi esperanza, 290
que es la paz de tu quietud.
Mira, pues, antes que salgas,
que en esta guerra que intentas
con la vitoria te infamas.
Carlos