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«El Imperio romano» (1920) es un ensayo histórico de José María Vargas Vila. El autor toma como referencia la Roma de Julio César para iniciar una larga reflexión sobre el imperialismo, la libertad, el despotismo y otros temas relacionados con la política y la civilización.
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Seitenzahl: 184
Veröffentlichungsjahr: 2021
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José María Vargas Vilas
OBRA INÉDITA
Saga
El Imperio romano
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1920, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726680744
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
que tiene el Genio de César, sin tener uno solo de sus Vicios;
que posee todas las Virtudes del Romano, sin haber cometido uno solo de sus Crímenes;
más grande que Julio César, porque puso sus Victorias al servicio de la Libertad, y no trituró, como aquél, la Libertad, con el tropel de sus Victorias;
que salvó con su Espada la República, en vez de degollarla con ella, como el Vencedor de Pompeyo;
y, fundó con su Virtud, el Imperio de la Ley, cuando el otro no supo fundar, con su Ambición, sino la Ley de su Imperio...
a él, que, en la Historia del Mundo, no emula a César, sino le supera;
esta Historia de los Césares y el Cesarismo, yo dedico;
a su Gloria, siempre joven...
con una Admiración, que no envejece...
Vargas Vila.
He ahí que los días han llegado, en que no sé que hacer de mi Soledad...
sentado a la orilla de la Fuente de los Recuerdos, la miro correr, ante mis ojos indiferentes, que no tienen ningún cariño por sus ondas fugitivas...
nada de mi Pasado me interesa;
las olas de esa fuente, son amargas y turbias, impregnadas, como están, por la sal de las lágrimas;
los cielos de las Reminiscencias, que se proyectan sobre ellas, son cielos foscos, donde vaga siempre un jirón de tempestad...
el Recuerdo turba la serenidad de mi corazón;
por eso, no amo el Recuerdo;
¿que mi Pasado fué glorioso?
tal vez, si;
por las batallas que lidié;
batallas ideológicas;
de las cuales, cada uno de mis libros, fué un soldado más o menos heroico de ellos...
pero, no amo mi Pasado;
mi Presente me es odioso...
me debato tan desesperadamente en el corazón de la Tragedia, que si mis clamores tuvieran la Fuerza de mi Dolor, yo ensordecería con ellos la Tierra, como Filoctetes hizo temblar las rocas de la Lócride;
envejezco, y tengo el anhelo loco de morir;
cuento las horas de mi Soledad, y quiero aprovecharlas, hundiéndome de bruces en el Pasado Histórico, para evocar las Grandes Sombras que lo pueblan y dialogar con aquellos que ya callaron para siempre;
desde que terminé y publiqué mi «República Romana» (1908) me obsesionaba la idea de escribir la Historia del «Imperio Romano»;
otras obras me apartaron de ese designio: Política, Novelas, Literatura, Historia;
vino luego la Época de mis viajes;
me faltó quietud...
anclado en playas amables, escribí varios libros; y publiqué «El Canto de las Sirenas en los Mares de la Historia»; y «En el Pórtico de Oro de la Gloria»;
mi Revista «Némesis», con sus cuarenta páginas de política mensual, me ha robado también mucha atención;
ahora, me vuelve a la mente mi designio de escribir «El Imperio Romano»;
y, he resuelto ponerlo en práctica;
lo escribo, movido por el sentimiento que ha impulsado todos los actos de mi Vida y ha sido la Desgracia o la Gloria de ella;
mi Amor a la Libertad...
ninguna época más triste para el florecimiento y el culto de este amor, que la época en que escribo este libro;
el Mundo ha hecho Apostasía de la Libertad;
y yo la defiendo... ¿solo?... sí... solo... sea...
el miraje del Peligro es un atractivo y un encanto para las almas luchadoras...
a mi edad, no se tienen ya amores, ni
temores, se han fatigado todos: hasta extinguirse...
he poseído por igual, las prosperidades y las Vicisitudes, y las he agotado todas;
el Elogio y el Insulto, no tienen ya secretos para mí; se me han prodigado ambos, en dosis inverosímiles;
pudo haber en mi Época, un Hombre más elogiado que yo;
pero, un Hombre, tan insultado como yo, no lo hubo;
nada de eso vive ya en mi Recuerdo, ni en mi corazón;
continúo en ser amado de unos y odiado de otros...
y yo ni amo ni odio...
el Amor, no ha nacido aún en mi corazón;
el Odio, hace ya largo tiempo que murió en él;
sólo vive la Gratitud para aquellos que aman mis Obras;
porque ese A mor y esa Admiración son un Homenaje, no a mi Persona, sino a mis Ideas;
yo no tengo ya laureles que segar; aquellos que aun pudieran acariciarme, crecerán sobre mi tumba; el ruido de sus follajes arrullará mi Sueño Eterno;
aunque viviera, cuando la Publicación de este Libro, su suerte no me interesa;
yo no soy ya un Hombre del Presente...
ni busco sus Elogios...
ni temo sus Veredictos;
escribo para la Posteridad;
seguro de vivir en ella...
yo, no fuí nunca, un Hombre del Presente;
fuí siempre un Hombre del Futuro;
otras generaciones serán las que lleguen hasta mis libros...
pero...
basta de eso;
entro en mi libro...
como en una selva...
en la cual se percibe a distancia, el rugido de los tigres...
Vargas Vila.
_____________
El puñal de Bruto, asesinando a César, no alcanzó a salvar la Libertad, y mató la Gloria...
muerto César, murió el Genio, en los Destinos de Roma...
ya, no reinó sino el Crimen...
el Crimen, sin otra grandeza que la de su Inútil Osadía;
la ambición de Dominación en un Pueblo, se llama Imperialismo;
en un Hombre, se llama: Despotismo.
César, que al decir de Cayo Cornelio Tácito, fué: «el Hombre más cabal de la Historia», las sumó ambas, en Sí;
el Alma de Roma;
y el Alma suya;
después de haber sido el Conquistador, fué el Dictador;
conquistar toda la Tierra para Roma, fué la primera parte de su Epopeya;
conquistar a Roma para él, fué la segunda;
al realizarla, feneció;
murió sobre su sueño, como un león sobre su presa;
él, dió su Genio a Roma, ya que Roma no tenía Genio que darle;
puso su Genio en la Conquista del Poder,
y, el Poder, encadenó su Genio;
fué como un Albatros, caído a tierra;
el fango le apesantó las alas;
incapaz de nuevos vuelos, las arrastró, no pudiendo ya levantarse con ellas;
no pudiendo volar con su presa en las garras, se conformó con morir sobre ella.
César, impuso su Despotismo a Roma.
Roma, impuso su Imperialismo al mundo;
rígido, como un Corolario; impasible, como un Dilema;
cuando Roma tuvo un Amo, se hizo el Amo de la Tierra;
cuando Roma fué esclava, se encargó de esclavizar el Mundo;
y el Mundo fué su esclavo.
Roma, se encargó de imponer al Mundo sus leyes y sus dioses; haciendo un montón de cenizas de las Leyes y de los Dioses de otros Pueblos...
el Despotismo, es la voluntad de Dominio, en un Hombre;
el Imperialismo, es la Voluntad de Dominio, en un Pueblo;
hay del Misticismo, en estas dos formas de Ambición, Violenta y Fatal;
todo Déspota, invoca el nombre de Dios, para dominar;
y todo Conquistador, lo invoca para pillar.
Dios, es el Aliado de todos los Despotismos, y de todas las Conquistas.
Jehová, llena con el horror de su rostro y de sus sentencias, todas las páginas de la Biblia...
Alá es una fuente de crueldades y de Crímenes en las páginas del Corán...
Atila, se llamaba a Sí Mismo: «el Azote de Dios»...
las Hordas Bárbaras, que lo seguían, aspiraban a conquistar el Mundo, en nombre de Dioses, tan bárbaros como ellas;
los Dioses, no han creado al Hombre;
son los Hombres, los que han creado a Dios, a su Imagen y Semejanza...
y, por eso, le han dado ese rostro de Violencia y de Crueldad, que se refleja en las páginas de la Historia.
Alarico, marchaba al saqueo de Roma: —«impulsado por la mano de Dios»—, según decía él;
los Vándalos, que asolaron el África, se sentían movidos: —«por el Impulso Irresistible de la Divinidad»—;
está por crear el Tirano que no lo sea en nombre de Dios;
y, el Conquistador, que no venga como Genserico, a salvar los Pueblos: «contra los cuales, los dioses están irritados»;
esos Conscriptos del Destino, son los Soldados de Dios, y, es en su nombre, que diezman y saquean los Pueblos conquistados o dominados, por ellos, y anegan la Tierra, en la sangre y en las lágrimas de las regiones sometidas por su espada;
ellos, se encargan de degollar la Virtud, sobre el Altar de su Ambición, y de decapitar al Genio, ya que no pueden hacerle doblar la cabeza, ante su Audacia;
se creen grandes, porque son los únicos en pie, ante los otros, puestos de rodillas...
tienen por pedestal, las ruinas que acumulan;
cuando han ensangrentado la Tierra, asesinando los Hombres, encadenando los Pueblos, se declaran Amos de aquella Desolación, se creen felices de reinar en el Desierto, en ese Mundo Decapitado, en cuyas soledades, no se proyecta la sombra de un Pueblo, ni de un Hombre, porque no merecen el nombre de tales, las turbas de esclavos encadenados que siguen sus banderas;
ellos, no dejan al Mundo que dominan, sino lo que Alarico dejaba a los romanos, por escarnio: la Vida;
si la Esclavitud, puede llamarse Vida;
es en esos momentos de Ignominia, que el Mundo, parece salir de la Historia, para entrar plenamente en la Tragedia...
y, la pluma del Historiador, se detiene, para evocar, no la Musa de Tucídides, sino la de Esquilo, y vacila en ampararse a la sombra de Tácito o a la de Eurípides...
tal es esta época del Imperio Romano.
_____________
La República moría, no en los brazos de Pompeyo, como una Vestal, protegida por su espada, sino a sus pies, como una esclava, conquistada por su Audacia;
esa República, no era ya la de Numa, la de Catón, la de Apio Claudio, alimentada por la Virtud, y coronada por la Gloria;
era el Fantasma Sangriento, que había sobrevivido a la Guerra Civil, y a la Servidumbre Militar;
sombra de República, violada por todas las espadas, y prostituída por todas las ambiciones;
por la de Mario, que le dejó el Orgullo de los Plebeyos, clavado como un puñal en las entrañas;
por la de Sila, que le dejó el dominio de los Nobles, y de los Centuriones, como una Fagedenia Incurable, algo así como la sífilis que devoraba sus carnes putrefactas;
por la de Pompeyo, que la prostituía con los besos de su ancianidad, cargada de derrotas;
y la de César, que se preparaba a asesinarla con su espada, agobiada de Victorias;
con la República, moría la Virtud...
con el Imperio, se alzaba el Crimen...
¿qué separaba estas dos Romas?
¿la Libertad?
no;
su cadáver.
César no la había asesinado, pero, había tenido el valor de cargar su cadáver sobre los hombros, para arrojarlo al Spoliarium de la Historia...
y, había reinado, sobre esa ruina...
la República, había muerto de su Esterilidad...
la vejez había hecho infecundo su vientre, como el de Sara;
el vientre de Roma se había fatigado de dar Grandes Hombres, e iba a producir Grandes Monstruos...
acaba el Reinado del Hacha:
principia el de la Garra;
los Centuriones, se hacen tigres.
Roma, había sido corrompida por sus victorias;
nada hay tan corruptor como el reinado de la espada; que es siempre el reinado de la Fuerza...
ella, no sabe fundar sino la Servidumbre, con pretexto de fundar el Orden...
los Generales de la República, habían sido los grandes corruptores de ella, y los Grandes Profesores de Esclavitud.
Mario, Sila, Pompeyo, César, habían hecho de sus soldados sus esclavos...
los Soldados habían hecho de ellos sus ídolos...
y no contentos en sufrir la Servidumbre, la habían impuesto a Roma...
el Alma de la República que había residido en el Senado, pasó a los Campamentos, y ya no supo sino sufrir las caricias de los soldados, y venderse al halago de los Generales...
las Legiones, que fueron la Grandeza de Roma, fueron también su Ruina...
ellas, le conquistaron el Mundo, para ofrecérselo, pero la conquistaron a ella, para poseerla...
la República entró en agonía, desde que su alma entró en los Campamentos;
la Guerra Civil llevó a Roma a la Esclavitud de la Espada...
la Libertad no ha vivido nunca a la sombra de una espada;
no ha sabido sino agonizar temblando bajo ella...
y, morir degollada por su filo...
Sila, Mario, Pompeyo, César, no fueron sino la vanguardia de Octavio, de Tiberio, de Calígula, y de Nerón...
no llevaban la corona en la frente, sino en la mano, pendiente de la empuñadura de su espada...
no hay que culpar a Julio César de haber destronado la Libertad, sino de no haberla restaurado;
un pueblo que no se alimenta sino de virtudes guerreras, podrá ser un pueblo grande, pero, no será nunca un pueblo libre;
él, impondrá a los otros su grandeza, pero no les dará nunca la Libertad;
pueblo Conquistador, será siempre un Pueblo Opresor, pero no será nunca un Pueblo Libertador;
impondrá a los otros la Servidumbre, que es su Fuerza; no podrá darles la Libertad, que no posee...
tal fué el Pueblo Romano...
pueblo Conquistador y Pueblo Esclavo...
no supo conquistar otros Pueblos sino para la Esclavitud;
el Militarismo fué la muerte de la República Romana, como ha sido, es y será, la muerte de todas las Repúblicas...
los Dictadores fueron la vanguardia de los Emperadores;
las Legiones compradas por sus Generales, ¿qué podían dar de sí, sino Generales corrompidos por ellas?
se dejaban corromper por las mercedes de sus jefes, y daban a sus jefes el Mundo como una merced;
¿cómo hablar de Libertad, después que Sila enseñó a sus hordas armadas, el camino para violar su Asilo?
cuando César pasó el Rubicón, Sila le había enseñado ya ese sendero iluminado con las teas ardientes que arrojó sobre los techos de Roma...
Sila, había inventado los delatores antes de que Tiberio hiciese de ellos una Institución, y Domiciano, los declarará sagrados bajo el Patrocinio del Verdugo.
Pompeyo, aboliendo las leyes que limitaban su Omnipotencia, abrió el camino a la Omnipotencia de los Césares, que habían de vivir fuera de toda Ley;
ninguna Libertad quedaba en pie, cuando César puso su pie sobre el Cadáver de la Libertad;
la lucha entre César y Pompeyo, fué una lucha entre dos Ambiciones, por no decir que entre dos Delitos;
¿se disputaban la República?
no;
se disputaban la Dictadura.
César venció, mancillando su Vida con el Poder.
Pompeyo fué vencido, perdiendo el Poder y la Vida.
Pompeyo, era la Mediocridad hecha Vetusta por la Vida.
César, era la Ambición hecha Augusta por el Genio;
cuando César regresó de las Galias, no fué él quien se lanzó a la lucha, fueron sus enemigos los que lo invitaron a luchar;
la Ineptitud Insolente del Senado, le dió la mitad de su Victoria;
puesto por ese cuerpo en la dura alternativa de escoger entre el Crimen y el Ridículo...
César escogió el Crimen;
para un hombre de su talla, no había otro sendero por seguir...
colocado entre esas dos ambiciones, a la República no le tocó escoger siquiera la mano que debía estrangularla...
la Victoria, la designó;
la Ambición de Pompeyo, era lenta;
la de César era violenta;
en Pompeyo, a pesar de sus batallas, hubo algo de los Palmípedos Sagrados, que salvaron a Roma, en los tiempos de Tarpeya... una pesantez de ánade, rebelde a los grandes vuelos; todo en él era áptero;
en César, todo era alas, acaso demasiado grandes como las del Albatros; el gesto era el vuelo perenne de su espíritu; no sabía respirar sino en las alturas...
Pompeyo, se permitía aún hablar de la Ley...
César, no sabía sino violarla o romperla; su Genio, era la Suprema Ley...
Pompeyo, cortejaba al Pueblo.
César, lo dominaba...
Pompeyo, corrompía...
César, seducía...
a Pompeyo, en su decrepitud, le seguían sus Victorias, marcándole el rumbo hacia la Tumba;
a César, lo precedían sus Victorias, marcándole rumbo al Capitolio...
Pompeyo, era el Sol de la República que moría.
César, era el Alba del Imperio que despuntaba...
y la Victoria, fué del Alba...
nadie pudo detener el Triunfo del Genio...
ni los Dioses...
ellos se alinearon reverentes a su paso, y lo siguieron vencidos.
Dios ha sido siempre el Cortesano de la Victoria.
_____________
Julio César, es la más alta Cima que se muestra a la contemplación de la humanidad, en los vastos horizontes de la Historia;
cuando los romanos lo hicieron Dios, lo empequeñecieron, poniéndolo a la altura de las creaciones de su Ignorancia...
él, hacía remontar su ascendencia hasta los Dioses, Venus y Anquises, Venere Prognatus, hijo de Venus, lo llamó Celio;
él, no tenía necesidad de esas ascendencias, porque había nacido Dios, por el derecho divino de su Genio;
los Dioses de Homero, eran de talla bien pequeña, para medirse con él;
y el Pálido Hebreo, crucificado en una colina Galilea, no teniendo la talla siquiera de un Grande Hombre, menos podría disputar a César, su talla de Dios;
el Cristo, no tuvo Genio, y, César lo tuvo, acaso en demasía...
no podrá decirse, que con Julio César, principia la Historia, pero sí puede asegurarse, que con él, acaba la Epopeya...
ningún otro Genio de su talla, volvió a aparecer, para iluminar los anales de la Historia;
es un Sol, que marcha por los senderos históricos iluminándolos con su luz.
César, tuvo todas las virtudes y todos los vicios de su época;
y, fué tan grande, que su Genio dió a sus Vicios, el esplendor de sus Virtudes...
cuando cayó bajo el Puñal Libertador, se llevó consigo sus Virtudes y su Genio, y no dejó a sus herederos sino sus vicios y su Crimen, para que los imitaran, deshonrándolos con su pequeñez.
César, no tuvo sino una cosa tan grande como su Genio, y fué: su Crimen...
la Gloria de la República, fué haber muerto asesinada por el Genio...
el único brazo digno de salvarla, fué el que se encargó de degollarla...
la Víctima y el Verdugo, tenían la misma talla, y dominaban con su grandeza los ámbitos de la Tierra...
su duelo, fué un duelo de dos Titanes, y, la Grandeza del Vencedor hizo olvidar la Grandeza del Vencido...
esa Grandeza, sirvió de excusa a su Crimen...
el fulgor de su Gloria, cegó los ojos de su Epoca, pero no los de la Historia;
la Historia, aun admirándolo, lo condena, y la admiración no detiene el brazo de la Justicia;
al asesinar la República, César se divorció de la Gloria para esposarse con la Infamia...
y le fué tenazmente fiel;
sus hombros de Hércules, eran hechos para llevar el peso de su Fortuna; y la llevó con tanto Orgullo como el de una águila que lleva el peso de sus alas...
tenía el amor del peligro, y no temía el peligro del Amor;
los dominaba ambos, con la misma maestría con que hacía caracolear su caballo, al pie de las torres de Mitilene, o lo hacía correr enloquecido, en las llanuras de Cilicia...
con igual elegancia dejaba flotar los pliegues de su laticlavia, que decía un verso de Píndaro, o recitaba un espondaico de Esquilo;
educado en Grecia, tenía todas las gracias del Ática, unidas a todas las fuerzas del Lacio, y conservó hasta su muerte, todas las seducciones de un Alcibiades, unidas a las Severidades de un Escipión;
salido apenas de la niñez: pœnè puer, fué hecho Sacerdote de Júpiter, repudió a su primera mujer Cossutia, aun antes de haber tenido contacto con ella, para casarse con Cornelia, hija de Cinna.
Sila, lo persiguió con su odio, y su naciente juventud vió suspendida sobre ella, el puñal del Dictador;
los brazos de las Vestales, lo libraron de la Muerte, pero, no del rencor de aquel que veía en él: «el alma de muchos Marios»;
el Asia, en la cual fué a hacer sus primeras armas, completó la obra de Voluptuosidad y de molicie, que Grecia había iniciado en él;
se le acusó de haberse entregado a las caricias de Nicomedes, Rey de Bitinia;
no se dignó negarlo;
y cuando, años después, en el Senado, sus enemigos, le gritaban: «Reina de Bitinia», se volvió para decirles, con sonrisa displicente: «vosotros no habéis conocido a Nicomedes, pero tampoco habéis conocido a los Galos; no olvidéis que fué en Mitilene, y no en Bitinia, donde recibí de Thermo, la corona cívica»...
sus enemigos, enmudecieron...
César, no inventó los vicios que poseía; eran los vicios de su época; él, no hizo sino honrarlos practicándolos, y les dió el prestigio de su Genio; reflejó su Gloria, sobre ellos: como un gran monte virgen, sobre la pestilencia de una laguna fétida su elocuencia, era tan temible como su espada, y no sólo vencía a sus enemigos con la elocuencia de sus batallas, sino que también solía vencerlos, en las batallas de la Elocuencia;
prisionero de los piratas de Pharnacea, los asombró con su serenidad, antes de deslumbrarlos con su oro, y los hizo callar por sus cubicularios, antes de hacerlos ahorcar, sobre las playas de Pérgamo;
se encargaba de escribir la Historia, entre dos batallas, y no cesaba de hacerlo sino para entregar nuevas batallas a la Admiración de la Historia;
amaba las Artes, con un verdadero Amor de Artista, tal vez porque comprendía, que él, era la más bella Obra de Arte que la generosidad de la Naturaleza, había dado a la Humanidad, para tener el placer de complacerse en ella, y el derecho al orgullo de haberla poseído...
espléndido, más allá de toda esplendidez, cuando había agotado su Fortuna, regalándola a sus amigos, no teniendo ya que hipotecar, hipotecaba a sus acreedores sus próximas victorias...
si fué cruel, como todos los hombres de su tiempo, no lo fué por debilidad, como Pompeyo, por cobardía, como Cicerón, o por sólo instinto de bestialidad, como Sila, lo fué por cálculo, por las necesidades de su Política, imperativa y fatal;
eso, no disculpa su crueldad, pero la explica.