El minotauro - José María Vargas Vilas - E-Book

El minotauro E-Book

José María Vargas Vilas

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Beschreibung

«El minotauro» (1919) es la primera parte de la trilogía, compuesta además por «El final de un sueño» y «La ubre de la loba», que narra la vida del agitador político Froilán Pradilla. Esta novela describe con detalle el proceso que lleva a Pradilla a pasar de líder popular a individualista radical.

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Seitenzahl: 210

Veröffentlichungsjahr: 2021

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José María Vargas Vilas

El minotauro

EDICIÓN DEFINITIVA

Saga

El minotauro

 

Copyright © 1919, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726680690

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PREFACIO

PARA LA EDICIÓN DEFINITIVA

Yo nunca he escrito un libro, poniendo los ojos fuera de mí;

de mi Yo Interior y profundo, en perpetua gestación de ideas;

he sido siempre mi propio espectador y, mi propio espectáculo;

es atento a las fiestas mágicas de mi espíritu, al maravilloso desfile de visiones que hay en mi cerebro en horas de ideación, y a las músicas interiores de mi propio corazón, que los he escrito;

el Mundo Exterior, no existe para mí, durante esos períodos de absoluta abstracción mental en que me confino dentro de mí mismo, sin ensayar ni momentáneos vagares en el extrarradio de mi espíritu;

el mundo muere para mis ojos; todo el mundo que no sea aquel que yo pueblo con mis creaciones;

en esos instantes de muda confrontación de mi Verdad Interior con otras verdades, éstas se borran hasta dejar de existir, y, no tengo ojos sino para mi Verdad, y es en ella que modelo mis personajes, y, hago el arquetipo de mis creaciones;

y, nacen ellas con mi Verdad sobre los labios; no con la Verdad de los otros;

y, mi Verdad es la Verdad del mañana, no la Verdad de hoy;

una Verdad Inactual, con las alas tendidas hacia la Eternidad, por sobre el hormigueamiento tumultuoso, del instante frágil y perecedero en que fué dicha;

todo libro mío es un aspecto de mi alma, y por ende, es prematuro;

pertenece a tiempos que aun no han venido, pero que vendrán mañana, traídos por el huracán de fuego del mismo Verbo que los anuncia;

yo, no he tenido nunca el amor del presente; por eso no lo he cortejado;

he vivido con todo mi Amor, y, toda mi Ambición, puestos en el Porvenir;

un Porvenir muy remoto, que duerme en el seno tormentoso de los siglos;

es el veredicto de ese lejano Devenir, el único que ha inquietado los sueños desdeñosos de mi Ambición;

jamás he puesto mi esperanza en el triunfo de mi persona, sino en el de mis ideas;

y, mis ideas no son las de hoy; al menos en los pueblos que hablan la lengua en que yo escribo;

y, para los cuales mis libros escritos son;

¿qué importa la montaña de siglos que se interponga, entre el gesto del Sembrador de Ideas, y, la hora en que éstas deban germinar?;

en el ciclo ideólogico, el tiempo no es sino una palabra carente de sentido;

el Sembrador no se acuesta en el surco para enterrarse y germinar en él;

arroja al surco la semilla, y, espera la cosecha del mañana;

turbios amaneceres, soles caniculares, besos de noches tristes abonan la simiente;

y, un día ante la rosa roja del Sol, suspira triunfal, y en el surco florecerá la Vida;

tal vez por no amar el Triunfo, yo, he triunfado;

y, por no cortejar mi tiempo, mi tiempo me ha cortejado;

o al menos me ha hecho un cortejo... de aulladores voraces;

el abono de la Gloria, es el Insulto;

es la Calumnia la que abona el suelo donde crecen los laureles inmortales;

¿no es el estiércol de las bestias, el que hace florecer más prontamente las semillas?

y, nadie ha sido más insultado que yo, entre los hombres y, por los hombres de mi tiempo;

y, nadie más ensalzado;

no he levantado mi pie para aplastar las orugas detractoras;

ni he tendido mi mano hacia los laureles que un viento amigo y tenaz inclina sobre mi frente;

he dominado mi tiempo sin adularlo, y antes bien, siendo duro para él; duro como un profeta;

casi no he escrito un libro que no haya sido para lapidar mi tiempo;

mi Política, mi Literatura, mi Filosofía, todas han sido contrarias a mi tiempo, pensadas y, escritas fuera de mi tiempo, y han pasado sobre mi tiempo como una tempestad;

mis novelas llevan también ese sello de agresividad, que caracteriza toda mi Obra;

estos frescos líricos y trágicos, que he trazado con orcagnesca pasión sobre los muros de la Eternidad, reproducen fragmentos de la vida de mi tiempo, pintan el alma de mi

tiempo, y en su fondo se perfilan los rostros heroicos o fatales, de los hombres de mi tiempo;

todas mis novelas han sido novelas de combate;

todas, excepción hecha de «Aura o las Violetas», idilio cándido y, sentimental; inocentemente triste, como el llanto de un niño en la noche;

mi Vida ha sido un duelo contra mi época; cada libro mío ha sido una lanzada contra el corazón cobarde y, pervertido de mi época;

es verdad que ella me ha devuelto los golpes con creces, pero no me ha hecho vacilar sobre mis arzones, ni ha mellado uno solo de los cuarteles de mi escudo;

he puesto en disgustar mi época, tanto empeño como otros han puesto en halagarla;

otros ponen su Arte al servicio de su época;

yo, he puesto todo mi Arte, en denunciar y, castigar los crímenes de mi época;

he hecho de mi pluma un cauterio contra sus llagas;

la novela, ha sido un campo de acción muy fecundo para mí, en ese combate;

todas mis novelas son un jirón vivo y palpitante del alma de mi época;

mucho se ha gritado contra el autobiografismo de mis novelas;

y, se ha querido ver en todas ellas, prefiguraciones de mi Yo;

de ese Yo atrevido y orgulloso, al cual muchos honran con su Odio, ya que no pueden deshonrarlo con su Admiración;

¿he de detenerme a rebatir ahora ese viejo tópico?

no tengo objeto ni interés en ello;

el tiempo es algo muy precioso para dilapidarlo en esas nimiedades;

verdad es, que yo no sé escribir libros impersonales;

tengo demasiada personalidad para eso;

y, porque en mis libros soy personal;

en el atrevimiento ideológico;

en el fasto verbal;

en el poder de la ideación;

en la musicalidad de las palabras, y la magnificencia de las imágenes;

porque un soplo de Libertad llena mis libros;

y, porque hay en ellos un Ideal, al cual he consagrado el culto de una ya larga vida... y, lo he adorado a través de sesenta volúmenes de mis libros;

por eso;

el ruralismo arcaizante de ciertas zonas colindantes con la selva y, en las cuales todo soplo de civilización no sirve sino para rebarbarizarlas;

y, el cotorraje epiléptico de los estagiarios de la celebridad, perpetuos candidatos a la civilización;

se exacerban;

y, gritan al autobiografismo de mis libros;

yo, no consiento en dialogar con esos bárbaros barbarizantes, cuyo expresionismo de aduar, imita apenas el balbuceo de la palabra;

yo no les concedo el derecho de ciudadanía en la Urbe del Pensamiento.

–––

En cambio, de dialogar gusto, a través de la distancia, con aquellos millones de almas que leen mis libros, y, que los aman;

y, a ellas sí puedo decirles:

¿por qué escribo yo estas Obras de pasión a las cuales todo espíritu de Serenidad parece ajeno?

porque yo no creo la Pasión fuera del Arte sino dentro del Arte, como un gran corazón, apasionado y vivo;

la Pasión, es el alma del Arte: el Arte mismo;

la Pasión, es la Inspiración;

todos los grandes Inspirados, han sido grandes Apasionados;

los más grandes Artistas, no han sido sino un torbellino de pasiones que marcha sobre el Mundo;

la columna de fuego de la Escritura, palidece ante ellos;

y, el sol los ama con un amor de hermano.

Miguel Angel, Dante, Alfieri, Hugo, Carlyle... ¿qué fueron?... las grandes Cimas de la Pasión;

el rayo no bajó hasta ellos; ellos subieron hasta el rayo; y, cabalgaron en él;

y, la misma mentida ecuanimidad mental de Wolfgang Gœthe, ¿qué es, sino una gran pasión de Inquietud, que aspira a serenarse?

¿qué es Fausto?

la pasión de la Serenidad...

las grandes Obras Maestras; grandes Obras de Pasión;

la Divina Comedia, Los Castigos; Los Héroes:... volcanes solitarios, que anublan el mundo con el humo de su pasión, y lo alumbran con sus llamas, crepitantes y devoradoras...;

dar una bella expresión a una gran pasión es el secreto de los escritores de genio;

el Genio, es una Pasión;

una Obra de Arte verdadera, soporta el peso de una gran pasión sin romperse, y antes bien siendo coronada por ella, como por una cúpula de cristal, que hubiese hecho prisionero un astro;

los gritos de Aquiles, como los de Hécuba, no rompen la belleza de las estrofas de la Ilíada, antes bien, envueltos en ellas como en olas de grave melodía, la hacen más sonora, repercutiendo los acentos patéticos del dolor humano en las riberas del divino mar que vió el nacimiento de los Dioses;

un estilo apasionado, es necesario a un libro de pasión, como el monólogo de las llamas, es necesario al cráter del Vesubio;

sólo el relieve de un gran Estilo, puede dar belleza al rostro de una gran Pasión;

dar su corazón a su Obra, y, embellecerla con la música de sus palabras; llenarla toda con las vastas alas de su espíritu, he ahí el deber de los escritores creadores, de aquellos que por el poder de la Evocación hacen surgir de los limbos de la Nada, la tangible realidad de la Belleza;

la Misión del Arte, es matar la Muerte; porque el Arte crea; y crear, es lo contrario de matar y de morir;

en ninguna zona del Arte, el poder de la creación puede mostrarse más fecundo y más vivaz, que en la zona de la novela, porque en ninguna otra puede crearse una mayor variedad de seres, vivos en el corazón palpitante del drama;

en ninguna otra el imperativo psicológico se impone, con mayor intensidad y mayor fuerza;

un novelista es un creador de almas, o un evocador de ellas;

crear la maravilla de una alma, por la maravilla de la palabra, es dominar el arte de escribir y, el arte de novelar;

el soplo apasionado del creador, debe pasar por sobre el germen inerte de su creación, y, hacerlo nacer, darle vida, y lanzarlo al corazón agitado y luminoso de su Obra, tal el Dios del Génesis, en el primer día del Paraíso;

y, todo eso en la entraña viva de la Verdad, porque aquello que no es verdadero, nace ya enfermo de caducidad;

la atracción misteriosa de las más bellas obras, reside en eso: en la enorme cantidad de alma, es decir, de Vida Psíquica que hay en ellas;

el espíritu de una Obra tiene que estar todo lleno del espíritu, de aquel que la creó;

el autor se funde en su Obra, pero sin desaparecer en ella;

la informa y la domina; porque el verdadero artista es eso: un Domador de la Belleza;

el Arte es la Belleza domada, y coronada por el fresco laurel de la Victoria; la Victoria del Genio;

el autor presta su corazón a los personajes de sus libros; no toma el corazón de ellos;

la inapaciguable inquietud del Pensamiento, que agita al escritor, debe verse bullir en las creaturas de sus Obras, tan inquietas y tan turbadas como él; contagiadas de su divino mal; o mejor dicho, herederas de él;

no se puede hacer vivir caracteres psicológicos, sin darles algo de su propia psicología;

es nuestra Ética personal, la que damos a nuestros libros;

de ahí el amoralismo de los míos;

porque ni ellos ni yo, estamos dentro del pozo corrompido de la Moral;

por eso son puros mis libros;

porque no son morales;

puros como la luz, que los miasmas del aire no logran corromper;

la pureza artística, no se contagia de las impurezas que describe;

y, por eso mis libros son artísticamente puros, como el mármol, que revela la desnudez de una estatua;

¿qué importa que no hayan podido comprender esa pureza artística, gentes que hablan de Arte con una mentalidad de carreteros?

yo, cuido bien de que las miserias de ciertas almas que describo, se oculten hasta desaparecer bajo las galas del estilo magnificente que las cubre;

las actitudes del alma, aun las más sublimes, resultarían miserables, si se empleara un estilo miserable para describirlas;

de todas las desnudeces de un libro, la del Estilo es la única irremediable, la única definitiva, porque ella mata el libro que intenta crear...

poned la magia de un gran Estilo en una Obra, y la Fábula más nimia se engrandecerá hasta la Tragedia;

lo monstruoso mismo adquiere una belleza extraña, bajo la caricia de un suntuoso estilo, como las bestias deformes que decoran los templos indostánicos se hacen bellas bajo la caricia del sol abrasador que baña de un baño de oro fúlgido sus garras amenazantes y sus alas tenebrosas...

mis libros son heroicos;

manuales de Heroísmo;

pero, de Heroísmo Espiritual, no de ese matonismo galoneado, que usurpa en el Mundo, el nombre de la Virtud Sublime;

los héroes de mis libros, empeñados en abrir rumbos hacia la Libertad a los pueblos miserables en que vivieron, todos fracasaron pasando por el Pórtico de Triunfo de la Muerte, única salida honrosa para los héroes que fracasan;

un Héroe que no fracasa, no es ya un Héroe;

es: un Vencedor;

y, todo Vencedor, es vencido por su Victoria;

el Héroe auténtico muere antes de violar a la Victoria, o de ser violado por ella;

muere virgen de todo Triunfo;

tal el Héroe que vive en este libro mío, y en sus dos hermanos subsecuentes: «El Final de un Sueño» y La Ubre de la Loba»;

los apóstoles de mis libros, grandes visionarios, líricos y trágicos... ¿qué son sino grandes desorbitados, que hacen al Mundo prisionero de sus labios y no pueden salvarlo?...

por eso se les dice: extra-humanos;...

miserable inferioridad de aquellos que los juzgan;

para comprender el Heroísmo, es preciso tener una Alma Heroica;

y, por eso me explico que el aliento heroico que llena mis libros, sea irrespirable para ciertas almas;

la fuerza y, la densidad ideológica de ciertas novelas mías, aterra a las almas incapaces de esfuerzo mental que gritan contra esta intromisión de la Ciencia y la Metafísica, en un arte, que según ellos, debería ser de mero entretenimiento y diversión espiritual;

renuncio a conquistar ni desarmar la encantadora frivolidad, de estos palmípedos, retardatarios, alelados en la dulce tárea de ver reflejada perpetuamente su imagen en el estanque de su propia nulidad;

es verdad que yo acumulo en mis libros los grandes y desesperantes problemas espirituales que atormentan mi alma y el alma de mi época;

pero... ¿qué mejor puedo yo hacer de ellos, y de mis libros?

¿por qué habría de retroceder yo, ante todos esos problemas vitales y trascendentales, que hacen tan tenebroso el horizonte mental del Mundo en el cual germinan y, hormiguean las miriadas de soles del futuro?

eso sería una deserción;

yo, los pongo en mis libros, y combato con ellos, por ellos y al lado de ellos, y lleno mis libros del soplo de exaltación, que esos problemas llevan en las entrañas de sus victorias futuras;

yo, escribo para combatir;

no escribo para divertir;

no tengo la osatura contorsionante de un juglar;

mis libros, más que grandes interrogaciones ante los cielos mudos de toda respuesta, son grandes afirmaciones en medio del océano de inquietudes morales que nos rodea;

no hay otras realidades bellas, sino aquellas que soñamos; ellas son las del mañana, las que están ocultas en las canteras del glorioso Devenir, que presentimos;

se ha querido ver en mis libros una persecución apasionada y sistemática; contra toda forma de Fe;

no: la que yo he anatematizado y anatematizo, es la Fe de las almas inferiores, la Fe religiosa, la epizootia de los rebaños creyentes;

yo, también tengo una Fe; la Fe en la Libertad;

cada uno escoge los ídolos dignos de ser adorados por él;

si yo he tenido siempre la Fe en el Derecho, ¿cómo iba a proscribir en los otros el Derecho de la Fe?

mi Fe en ciertas ideas se ha hecho de tal manera ciega y, violenta, que aun dejando de creer en ellas, moriría por ellas, porque moriría por su Amor;

yo, doy a los personajes de mis novelas, laFe que me anima, y aun a veces aquella que me falta;

por eso son héroes y, mártires y visionarios, y marchan ebrios de Idealidad, en el plano de una superioridad mental que los hace odiosos e incomprensibles al vulgo despreciable de los mediocres;

lo divino y, lo metafísica no son elementos de mis libros; no sé como otros, agotar el arsenal de la Mentira;

el Misterio que nos circunda por todas partes, está omnipresente en mis libros, llenando y obsesionando la larga teoría de almas angustiadas y, dolorosas que pasa por sus páginas;

de ahí el estremecimiento oceánico que hay en ellos;

la Realidad, no está antes del Misterio;

si está después de él...; ¿quién atravesará esa entraña de tinieblas que la separa de nosotros?

si mis libros son inquietantes, es a causa de la inquietud, que a mí me agita;

con todo esto que he dicho, yo no he querido ni quiero defender mis libros;

yo, no parlamento con los enemigos de mis libros, que son los enemigos míos;

yo, siento que podré vivir como he vivido, sin amigos;

pero, siento que no podría vivir sin enemigos;

la muerte de su odio, me haría odiosa la Vida;

en la Vida Literaria no hay nada verdaderamente útil, sino los enemigos;

ellos son los esclavos voluntarios que se uncen a nuestro Carro de Triunfo;

y, cantan los cánticos de nuestra Gloria, queriendo difamarla.

–––

Y, de este libro he de hablar;

de este libro, he de decir: la Génesis;

era al promediar del año de 1916;

hallábame yo en Madrid;

fundóse una Empresa Editorial, que quiso iniciarse con obras mías;

solicitólas de mí;

yo, no tenía ningún libro inédito que ofrecerle;

se me urgió;

y, escribí este libro;

es el primero de una Trilogía que con «El Final de un Sueño», y La Ubre de la Loba», publicados luego por la Casa Editorial Sopena, se completa;

tríptico de Heroicidad, de Idealidad y de Fatalidad;

libros de Exaltación Intelectual, llevada hasta el delirio...

llenos de la Embriaguez del Sacrificio, y de un vasto amor de Humanidad, tumultuoso como un mar...;

es corta la historia de este libro tan reciente—cachorro de felino al cual el tiempo no ha dado aún el esplendor de las melenas leoninas, que mañana han de erizarse sobre su cuello hirsuto—;

hoy, después de tres años de una circulación tan escasa, que lo hace casi inédito, se reedita, y entra a formar parte de la colección de mis Obras Completas; que la Casa Editorial Sopena, edita;

ahora ya ese tríptico está completo, y mis lectores podrán leer ese Poema de Exaltación y, Sacrificio, siguiendo al Héroe Trascendental, que en él actúa, desde el frenético impulso de su juventud, descrito en este libro, hasta su glorioso apogeo del Final de un Sueño, y el fin de su tragedia dolorosa, en La Ubre de la Loba, cuando ésta lo devoró...

por haber olvidado que:

El Genio no tiene Patria;

y, que:

La Patria del Genio es la Inmortalidad.

 

Agosto de 1919

Vargas Vila.

PRÓLOGO

DE LA EDICIÓN PUBLICADA EN MADRID EN 1916

He escrito este libro en veintiocho días;

¡bendigo la necesidad, que con su cuchilla en la garganta, me ha forzado a escribirlo!

¿por qué?

porque este libro, es una ratificación, una afirmación grave y decidida, de los ideales de una vida;

afirmación que tiene de trascendental, la hora taciturna y crepuscular en que fué escrita...

esa hora, en que pasado ya, el meridiano de la edad madura, se entra en la vejez;

esa hora, penumbrosa y, nostálgica, en que decrece la energía, se aminora el valor, y la mayoría de los hombres desandan el camino, vuelven la espalda a la batalla, regresan al casal abandonado, cuelgan las armas, y se sientan a la orilla del viejo lagar, donde las uvas del recuerdo, vierten para ellos un vino de apaciguamiento y, de consolación;

hora de las rectificaciones;

hora de las conversiones;

hora, en que los hombres que habían abandonado a Dios, se vuelven hacia él, buscándolo con terror, y hechos de nuevo niños, se prenden con pasión, a los pezones quiméricos de la Divinidad;

la hora de Ulises, en que vencido el largo peripleo, todos vuelven, buscando en el horizonte, las torres ideales de su Itaca;

la hora en que los desterrados piden amnistía, y los tiranos se la otorgan;

la triste hora del Perdón; hora en que vencedores y, vencidos, se toman de las manos, y en una fraternidad que es una cobardía, marchan hacia las playas, brumosas y, lenitivas del Olvido;

hora del regreso a las creencias y, a los afectos;

hora, en que los hombres buscan un templo para orar en sus altares, una patria para envejecer en ella, un hogar para morir, a la sombra de un amor;

nada de eso hago yo;

en esta edad, ya tan triste de mi vida, no me ocupo de buscar a Dios, antes bien, marcho victorioso en las tinieblas, vuelto de espaldas a él, empeñándome en negarlo;

proscripto irreductible, y hoy voluntario, no recuerdo si tuve una patria, pero si la tuve, no sé donde quedan sus fronteras, tanto empeño he puesto en olvidarlas, y en alejarme de los senderos que conducen a ellas;

solitario profesional, moriré tal vez en la linde de un camino, y de fijo, en el lecho de un extraño, porque no tengo un hogar para morir en él;

y, sin embargo, todas esas soledades, todas esas intemperies, que amenazan mi vejez, no me hacen temblar, no me hacen retroceder;

gozo en desafiarlas y, en entrar triunfalmente en sus dominios;

me interno más y más, en la selva de todas las rebeliones y, de todas las negaciones;

rehuso toda forma de reposo y, de consuelo;

y, en esta edad, en que todos capitulan, yo combato;

siento el milagro de una juventud eterna, renovarse en mí;

por eso siento el orgullo de este libro;

por la hora en que ha sido escrito;

no se pasa casi un día, sin que yo no sepa de una deserción o de una apostasía, de la capitulación definitiva de alguno de aquellos que combatieron por la Libertad, a ejemplo mío, cerca o lejos de mí;

los unos, volvieron al seno de la Patria, los otros, al seno de la Iglesia; todos al seno de la Tiranía;

en esa desbandada de almas, que el viento del Miedo o de la Venalidad, ha dispersado, yo quedo más solo, pero más fuerte;

y, escojo esa hora, para hablar más alto, y afirmar más rotundamente mis negaciones;

este «Minotauro», las lleva todas en el vientre;

en treinta años de combatir, yo, sé de todas las formas del abandono, porque todas las he sufrido;

he visto los desertores, mirarme desde lo alto de su Ignominia, insultando mi desnudez con el oro de sus libreas;

he visto los traidores amenazarme, desde lejos, con los pedazos de la soga que arrancaron a sus cuellos, en vez de estrangularse con ella;

todos aquellos que capitularon con el Despotismo, se encargaron de hacerme sentir; los unos, el orgullo de su exaltación al Poder, los otros, el de su riqueza simoníaca, todos, el de su Venalidad vencedora;

yo, no tuve para oponerles, sino el orgullo de mi Dolor, la gloria de mis derrotas, mi inmovilidad al pie del estandarte de mis ideas; vencido, pero no vendido;

vencido... sí;

vencido, porque aquello por lo cual combatía, no fué posible entre hombres que habían hecho juramento de servidumbre, y en pueblos, marcados por el Destino, para ser vendidos en el mercado, como pueblos esclavos;

porque mis batallas fueron estériles, a causa de haber sido lidiadas sobre campos sin gloria, que no cuentan otras victorias, que las victorias del Crimen, ni vieron otros vencimientos que los vencimientos de la Libertad;

de lo alto de la roca de mi soledad, no tengo ya el deseo de maldecir; sólo me queda fuerza para despreciar;

¡tarde viene al Hombre el consuelo del Desdén!...

¡tarde, cuando toda ambición ha muerto en el corazón, y no nos queda ya la fuerza de amar, que hizo noble la vida, ni la fuerza de odiar, que la hizo fuerte!...

el sol de las derrotas me da sus rayos sin calor, y peregrino por la tierra, en ninguna parte de ella donde pongo los pies, es tierra mía, como no lo será tampoco, aquella en que haya de dormir el sueño eterno;

extranjero seré hasta en el fondo de la tumba, y la azada del sepulturero arrojará lejos mis huesos, como los de todos aquellos que no tuvieron con qué pagar la perpetuidad de su sepulcro;

la paz, no me será concedida, ni en el seno de la Muerte;