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Se adentra en una especialidad poco divulgada, fruto de la sensibilidad de un colectivo de autores, decididos a reunir en este libro ponencias presentadas en el Taller Nacional de Historia de Bomberos Leopoldo Torres, único de su tipo en el país. La principal motivación de los investigadores matanceros es compartir con los lectores las vivencias de hombres y mujeres, altruistas por naturaleza, quienes desde tiempos de la Cuba colonial y hasta la etapa revolucionaria actual, se han entregado a una de las profesiones más generosas del mundo, por el placer de salvar vidas y recursos materiales. El amplio texto, los anexos, bibliografía, imágenes, notas aclaratorias y testimonios, serán de una obligada mirada para todo tipo de público, especialmente de los jóvenes.
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Seitenzahl: 265
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición y corrección: Hildelisa Díaz Gil
Diseño de cubierta e interior: Francy Espinosa González
Realización: Francy Espinosa González
© Colectivo de autores, 2024
© Sobre la presente edición: Editorial Capitán San Luis, 2024
ISBN: 9789592116245
Editorial Capitán San Luis. Calle 38 no. 4717 entre 40 y 47, Kohly, Playa, La Habana, Cuba.
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Próximo a cumplir los trescientos veinticinco años de la fundación de la primera agrupación de bomberos de Cuba, especialistas del Museo de Bomberos Enrique Estrada y ponentes del Taller Nacional de Historia de Bomberos Leopoldo Torres y López, ambos de la provincia de Matanzas, nos trasladan hacia lugares y hechos vinculados con la hermosa pasión de prevenir y extinguir los incendios, así como el salvamento y rescate de personas y bienes materiales.
En este libro se reflejan, en textos e imágenes, el quehacer delos hombres y mujeres que por siglos han puesto la defensadel patrimonio y el cuidado de la vida de otros antes que la propia, así son de altruistas, por solo citar un valor que los identifica.
Constituye un referente para el estudio de la historia de la especialidad, pues transita desde la etapa colonial hasta la actualidad, incluyendo a las fuerzas cooperantes y los bomberos voluntarios, incorporados a la protección contra incendios.
Agradecemos la voluntad y el trabajo de los autores para promover el conocimiento de la historia de este abnegado Cuerpo y mostrar a los lectores un pedazo de esos corazones ardientes.
Gracias a los bomberos por su disciplina, honor y coraje.
Coronel Luis Carlos Guzmán Matos
Jefe del Cuerpo de Bomberos de Cuba
En las siguientes cuartillas, se aprecia una línea discursiva poco frecuente. Su causa fundamental radica en la independencia de cada uno de sus ocho capítulos con sus anexos y fotografías, resultado de la sensibilidad de investigadores matanceros, quienes decidieron enfrentar los retos de una edición literaria, al reunir en un solo texto, sin requisitos especiales, ponencias presentadas en el Taller Nacional de Historia de Bomberos Leopoldo Torres. Por esta básica razón, se notarán repeticiones«necesarias», final de las partes con fechas diferentes, diversidad de estilos narrativos, entre otros aspectos.
Las aclaraciones de la mayor cantidad de palabras delvoca-bulario técnico y las más de cien notas a pie de página avalanla seriedad de los trabajos; no obstante, si alguna personadesea profundizar, encontrará una amplia bibliografía con archivos, fondos, expedientes, folios, legajos y otros documentos de interés.
Es válido que el lector tenga presente estos elementos, puesa pesar del intenso proceso editorial y las insatisfacciones aún deciertos detalles, en nada minimiza aEntre fuegos.Bomberos de Matanzas, compilación que se adentra en una especialidad poco divulgada y, por tanto, oportunidad imprescindible para penetrar en las vivencias de hombres y mujeres especiales, quienes hacen realidad a diario una frase de José Martí: «Cuando se conoce la vida, sólo el deber es grato […]».1
Desde el surgimiento de la humanidad, el fuego ha sido referente imprescindible en la cocción de los alimentos, para ahuyentar a las fieras, decidir un combate, elemento térmico en el crudo invierno y para cumplir el sueño de cada ser humano: iluminar la noche.
En ocasiones, sin embargo, ha cobrado la vida e incapacidad de muchos seres humanos y el despojo material de sus más esenciales pertenencias. De ahí que la intervención de hombres primero, y mujeres un tiempo después, haya sido tarea imprescindible para hacer desaparecer esos escenarios.
La más antigua actividad de apagar un incendio en el territorio nacional se remonta al 13 de noviembre de 1696, cuando la floreciente villa de Santa Clara tenía un grupo responsable del trabajo bomberil, con espacio propio, organizado a instancia del gobierno local. Por este motivo, el Cuerpo de Bomberos de la República de Cuba cumple en 2020 un nuevo aniversario, convirtiéndolo en el más antiguo de Latinoamérica, y que significan trescientos veinticuatro años de humildad, sacrificio, valor, entrega, honestidad y heroísmo. Esta fecha se reconoce como el Día del Bombero Cubano.
Tantas han sido las hazañas, que con el propósito de rescatar la memoria histórica se fundó en la provincia de Matanzas el Museo de Bomberos Enrique Estrada, el 12 de noviembrede 1998 y, unos años más tarde, el Taller Nacional de Historia deBomberos Leopoldo Torres y López, en homenaje al primer matancero, que perdiera la vida en un incendio, el 22 de julio de 1899.
Único de su tipo en la Isla, este evento abrió sus puertasel 11 de noviembre de 2005 con una representación provincial y la colaboración de entidades del Estado yel Ministerio del Interior (Minint).2Se han realizado tres jornadas en los años 2008, 2011 y 2013. Se organiza la celebración de un nuevo encuentro para 2021.
El taller se ha encargado de reunir a investigadores, profesores, estudiantes, combatientes, colectivos laborales, pioneros y amantes de la historia de todo el territorio nacional, con el interés de debatir, conservar y exhibir los estudios sobre temas de la especialidad. La compilación de textos, pinturas, dibujos y otros elementos, son fruto de la voluntad de muchos compañeros que, en esta ocasión, ponemos a disposición de todo tipo de público.
A través de los ocho capítulos, el lector advertirá los inicios de esta profesión en diferentes lugares de la provincia de Matanzas y a sus protagonistas, su permanencia en el tiempo y cómo hace más de cincuenta y cinco años el Gobierno de Cuba y el Minint, confían en ellos. Los anexos, imágenes, notas aclaratorias y testimonios permitirán la atención de jóvenes y adultos.
Los autores deEntre fuegos. Bomberos de Matanzasagradecen, en especial, al Cuerpo de Bomberos de la provincia por su apoyo incondicional y a todos los que han colaborado para que la trayectoria de estos soldados, altruistas por naturaleza, no permanezca en el olvido y sean valoradas estas experiencias de vida; una demostración del generoso y difícil arte de servir al pueblo.
Los autores
Cabalgando en el Tiempo, 2015
Óleo sobre tela
61 X 48 cm
Serie: En la Línea del Fuego
Marlín Almeida Rodríguez
MSc. Biolexi Ballester Quintana
L
os sucesos de una ciudad, poblado, país conforman la identidad de una nación, lo cual permite que sus habitantes se conozcan más y mejor, sepan de dónde vienen, quiénes son y se proyecten al futuro.
Es así que la historia de los cuerposde bomberos de Cuba está llena deepisodios, que le conceden el reconocimiento social por su contribución diaria de salvar vidas y bienes materiales, al evitar y apagar incendios. Sus integrantes son identificados a nivel internacional simplemente comoBOMBEROS, « […] ejército de soldados universales […]».3
Junta de Incendios y Serenos
En Matanzas, la Junta de Incendios y Serenos fue la organización inicial que, desde fecha tan remota como 1829, colaboraba en la extinción de los fuegos y de forma preventiva se precisaba y orientaba a la población, a través del periódicoLa Aurora de Matanzas, no amontonar virutas en las carpinterías ni el guano utilizado en las obras para arreglar los techos. Además, anunciaba a los propietarios, que serían multados con cinco ducados (monedas), si incurrían en dicho delito.
Hasta 1836, los encargados del cuidado de las bombas (dispositivo mecánico para impulsar el agua a lo largo de un conducto), recibían una retribución de treinta pesos. Tenían un lugar para el depósito de los útiles y se les aseguraba la compra de carretones para el traslado de escaleras, cubos de suela (recipiente de material de piel animal), hachas, barretas, entre otros medios.
El 14 de enero del propio año, en una sesión de la junta, se aprobó por el capitán general de la Isla, Miguel Tacón y Rosique (1834-1838), el proyecto de establecer en la ciudad compañías de bomberos. Por tal motivo, se le remitieron ejemplares del reglamento establecido por el gobierno de la capital del país con vista a un mejor desempeño.
También se acordó nombrar una comisión compuesta por los señores teniente coronel Francisco Hernández Morejón, el capitán Pedro Acevedo, Juan Acosta y el secretario José M.de la Vega, con el objetivo de que procedieran al alistamiento dequienes desearan incorporarse. Invitaron a los artesanos blancos, pardos y morenos experimentados en las artes dealbañilería, carpintería, herrería, cerrajería y fontanería. Los primeros en llegar recibirían méritos para futuros ascensos, premios o distinciones. La intención era conformar una instituciónque, desde el punto de vista material, contara con mejores condiciones y los individuos estuvieran más preparados en tan difícil accionar.
Batallón de Honrados Obreros y Bomberos de Matanzas
Ya el 19 de noviembre de 1836 la ciudad poseía una agrupación financiada por el Ayuntamiento, denominada Batallón de Honrados Obreros y Bomberos.
Tenía dentro de sus funciones la extinción de los incendios y el cuidado del orden público. Los oficiales portaban espadas o sables y la escuadra armas largas. Concurrían al lugar del siniestro con sus clásicos uniformes, para lo cual existía un reglamento.4Contaban con tres tercios organizados por raza: blancos, pardos y morenos. Llegó a tener seiscientas plazas. La extensa labor trajo consigo desde los primeros sucesos el agradecimiento de la población. Múltiples fueron sus logros.
Según el reglamento general, en el artículo No. 53, a los que llegaban primero se le abonaba una gratificación de ocho pesos y dos al resto. Prueba de ello fueron los acaecidos en los días 16 y 25 de enero de 1849.5
Consta en acta del 1.ode diciembre de 1852, firmada por el segundo comandante interino del batallón, Felipe Chapuzot, las necesidades que ya tenían. A pesar de los escasos y modestos útiles desarrollaban su labor,6lo cual les imprime a estos individuos un valor incalculable de amor por el prójimo, pues solo a partir del 1.ode febrero de 1864 pudieron manipular una bomba de vapor de fabricación inglesa, de trescientos galones de agua por minuto, que humanizó el enfrentamiento a las llamas. Por ser la primera en el territorio se le nombró: Matanzas.
Banda de música: genial idea
Una iniciativa del batallón fue solicitar el 12 de agosto de 1856una banda de música,7con carácter voluntario. El señor brigadier y gobernador de la provincia Antonio García Oña, recibió una carta del subinspector delegado del batallón Antonio Montenegro, a sugerencia del segundo comandante de esta institución Felipe Chapuzot, con la intención de formar una agrupación musical sin gastos para el gobierno; estos serían responsabilidad de los jefes y oficiales. Estaría integrada por hombres blancos y de color de buena conducta. Servirían en ella por seis años, sin retribución alguna, y asistirían de forma obligatoria a todas las formaciones, con excepción de cuando ocurriese un incendio. La propuesta fue aprobada el 15 de agosto y días más tarde quedó conformada por diecinueve músicos, dirigidos por Eusebio Martínez.
El 30 de octubre del propio año consiguieron una suscripción voluntaria de ciento ochenta y cuatro personas, quienes acordaron contribuir con un peso mensual para la realización de una retreta, los martes de cada semana en la Plaza de Armas. Por el desempeño interpretativo, brindaron su arte los jueves y domingos en honor a los jefes de la plaza. La primera estuvo dedicada al gobernador Antonio García Oña. Esta agrupación es considerada la más antigua y en su surgimiento tuvo carácter militar.
Bajo la guía del joven cornetín José Márquez, en 1866 se transformó en una banda civil vinculada al Cuerpo de Bomberos. En 1878, Joaquín Sorets tomó la batuta, etapa en la cual se desintegró, al parecer, por el período tan convulso que atravesaba el país.8 No obstante, el 2 de noviembre de 1885, fue la fecha escogida como día oficial de inauguración, aunque reconocieron su existencia anterior. Luego de la intervención norteamericana en 1899,9 Garvía siguió al frente de la banda.
Según las Memorias (registro de los principales acontecimientos, para ser publicados) de 1903, dentro de los intérpretes se encontraban Julio Escoto, jefe general; Luis Garvía, director musical; Benjamín Cuní, brigada; Narciso Junco, archivero y Pedro Nager, conserje.
En la junta oficial ordinaria No. 36, de 22 de marzo de 1903, del Cuerpo de Bomberos, bajo la presidencia de Enrique Estrada Rodríguez, primer jefe, se hizo alusión a los beneficios reportados por la banda, entre los más significativos:
1- Propiciaba la cultura de la juventud matancera, en especial, la que por su posición modesta no podía recibir instrucción musical.
2- Contribuía al goce y aliciente del pueblo, el cual demostraba sus simpatías en cada presentación.
3- Disponía de una composición notable y nutrida que prestigiaba, en grado envidiable, cuantas fiestas y actos oficiales se celebraban por los bomberos.
4- Los gastos eran insignificantes, pues las entradas cubrían sus atenciones.
El Liceo de Matanzas, sitio cultural más encumbrado de laciudad, le regaló varios instrumentos. Músicos de la talla de José White (violinista y compositor, considerado uno de los músicos más famosos de su siglo) y Miguel Failde (creador del danzón, baile nacional de Cuba), quien se incorporó a la edad de doce años, formaron parte de ella. Ambos constituyen glorias de la cultura nacional.
Durante los primeros tiempos de la República declinó la actividad de la agrupación hasta desaparecer en 1913. Sin embargo, por la impronta dejada en los ciudadanos y en sus integrantes, a los siete años se reagrupó con los antiguos músicos, con el nombre de Banda Municipal, tutelada por el belga Oscar Weirweire, considerándosele una de las mejores de la Isla.
Varios fueron los directores antes de 1959, entre los que se destacaron por su calidad melódica José Manuel Aniceto Díaz (creador del danzonete, al unir los dos ritmos bailables: el son y el danzón), y Rafael Somavilla Pedroso (pianista, orquestador y compositor).
Para los ensayos, archivo y guarda de los instrumentos construyeron en madera, al iniciar el siglo xx, un departamento al fondo del Cuerpo de Bomberos, destruido por el ciclón de 1926 y edificado en el mismo sitio tres años más tarde. Luego, se decidió levantar con mejores condiciones dicho departamento, pues según el plano confeccionado al efecto, incluía un porche de entrada, salón de ensayos, otro para instrumental y repertorio, dirección y los servicios sanitarios correspondientes. Las paredes serían de ladrillos, los elementos decorativos exteriores de fundición de cemento y la cubierta en forma de azotea con entramado de vigas de acero. La obra se estimó por un valor de seis mil pesos y llevó el nombre de Joseito White.
Al triunfo revolucionario se conoció como Banda Municipal de Conciertos bajo la batuta de Dagoberto Hernández Piloto. Le siguieron, entre otros: Desiderio Manuel Boffil, Arístides Faílde, Alberto García, Raúl Gómez, Enrique Pérez Mesa, Rodolfo Horta Hernández, Duliesky Diez Pérez, quienes acompañados por los intérpretes, han sido dignos continuadores de la primera banda.
Bomberos del Comercio. Continuidad necesaria
En 1870 se contrató un terreno en la calle de O’ Reilly, hoy Río, a José Matías Jenkes, alquiler que pagaron por varios años. Construyeron un cuartel con el No. 77, inaugurado el 1.0de julio de 1871, el primero para estos fines y sede del Batallón de Honrados Obreros y Bomberos. El director técnico de la obra, comandante de la institución bomberil, fue Bartolomé Borrell Viñas. La edificación estuvo conformada por un cuerpo de guardia, salas de armas, de música, de sanidad, cuarto de banderas y almacenes para depósitos de bombas y útiles. Las oficinas se encontraban en la planta alta.
Al disolverse el batallón, en 1887, sus bienes fueron transferidos al Cuerpo de Bomberos del Comercio, incluyendo el inmueble. La ceremonia oficial se realizó el 11 de diciembre del propio año. A partir de esta fecha se instalaron en dicho local.
Con anterioridad, en 1884, ya habían manifestado la necesidad de crear un nuevo organismo independiente delbatallón y con la misma responsabilidad, esta vez bajo los auspicios de Rafael B. Hamel, quien lo dirigió aproximadamente año y medio. Se oficializó el 16 de julio de 1884 y recibió el nombre de Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1 deMatanzas. Se recibieron varios donativos, fruto de un baile y una función teatral ascendente a $ 1643.97.
El señor Vicente del Junco y Sardiñas, poseedor de una de las mayores fortunas del territorio, le cedió de forma gratuita a los bomberos del Comercio la planta baja de su casa, convertida al paso del tiempo en el Palacio de Junco,10 institución quedespués también estuvo en la primera planta y sur del palacio de gobierno, hasta que ocuparon el cuartel del Batallón de Honrados Obreros y Bomberos, cuando este se desintegró. Tenía un carácter civil y por objeto el servicio voluntario de apagar los incendios, auxiliar a las personas en las inundaciones, derrumbes y en todo lo necesario.
Por tal motivo, el 9 de abril de 1885, en reunión del comité directivo fueron designados E. Crespo y Amezaga (miembro del comité), y Tiburcio Bea y Urquijo (primer jefe 1885-1894), para formular el presupuesto de los gastos de la organización y su sostenimiento.
Alfredo Botet y Surís (ingeniero y jefe del Cuerpo en 1897), y Mariano Artis (vicepresidente efectivo de comité directivo), realizaron las gestiones con la finalidad de colocar en diferentes partes de la ciudad hidrantes (toma de agua que proporciona un caudal considerable en la extinción de los incendios), a fin de facilitar la labor en cada uno de los barrios, los cuales quedaron situados al año siguiente, el 29 de septiembre de 1886.11
De igual forma se promovió una suscripción general entre los comerciantes, sociedades anónimas, compañías de seguros, propietarios de ferias urbanas y personas de buenavoluntad, para que brindaran sus aportes. Labrador Castañer,presidente de la Excelentísima Deportación Provincial donó trescientos pesos y el Ayuntamiento, quinientos. Losgastos fueron ejecutados gracias a estos donativos, con ellos se adquirieron una bomba de vapor, mangueras, útiles y accesorios.
El 15 de abril de 1885, el primer jefe del Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1 de La Habana, Aquilino Ordoñez, envió una carta a su homólogo matancero, recomendándole obtener una bomba del sistema Silsby No. 5, de cuatro mil libras, la cual desalojaba cuatrocientos galones de agua por minuto y, a su consideración, era la más adecuada para la ciudad.
La junta acordó su compra en Estados Unidos. Fueron seleccionados E. Crespo y Tiburcio Bea, encargados de traer además un calentador, carretes, tres pies de manguera de lona inglesa, arreos relámpagos (elementos para trabajar con los caballos que guiaban las bombas de vapor), colleras, sesenta cascos e igual cantidad de cinturones y la bomba, grabada con el nombre San Carlos, en honor a San Carlos y San Severino de Matanzas. Estos medios viajaron en la barca More y el 6 de septiembre ya se encontraban en el cuartel.
Se decidió el 21 de mayo de1885 que Mariano Artis y Tiburcio Bea y Urquijo realizaran la solicitud pertinente al gobernador Ignacio Novo, con el propósito de que cediera la planta baja del palacio e instalar allí la estación central.
En junta directiva se pidió colocar los teléfonos y a finales de año Matanzas poseía la infraestructura apropiada para la instalación y funcionamiento de una red telefónica adscrita a los bomberos, única en Cuba, con un total de diez estaciones. A inicios del siglo xx alcanzó la cifra de cincuenta, ubicadas en sitios estratégicos de los tres barrios principales: Matanzas, Versalles y Pueblo Nuevo, y en casas de prestigiosas personalidades o entidades, quienes darían la voz de alarma, entre ellos, los Nos.: 45 a cargo del señor Manuel Villar; el 60 a los señores Abete y Cía.; el 163 responsabilidad del señor Alberto Boach; el 25 a cargo del señor José Muñoz y el 41 perteneciente a la planta eléctrica.
Otro de los beneficios fue la creación, a partir de 1888, de un gimnasio propio para el entrenamiento, hecho que puede considerarse pionero en el país. El 29 de diciembre de 1899 se registró la primera actividad deportiva en La Habana, la cual constituyó una magnifica fiesta. Los matanceros obtuvieron el lauro a la destreza, arrojo e intrepidez, por haber rescatado una pequeña bandera en lo alto de una maqueta, que representaba un edificio en llamas. Sus nombres: Gaspar Hernández, Ramos Almeida, Mario Díaz Irizar, Luis de la Calle, Gervasio Miña, Rodríguez Verrier y Francisco Castro, se mantuvieron en el olvido, pero con estas páginas reciben el reconocimiento a su total entrega y valor.
Con la intención de brindar un servicio más seguro y de mayor calidad, se compró al año siguiente en Estados Unidos otra bomba, denominada Yumurí.
En esta fecha ya poseían tres modernas máquinas devapor: la primera, comprada el 1.ode febrero de 1864, de fabricación inglesa y de trescientos galones de agua por minuto, propiedad por muchos años del Batallón de HonradosObreros y Bomberos y que con posterioridad los bomberos delComercio la sometieron a ciertas reparaciones en 1903, a un costo de 149.90 pesos y 6.50 en plata, pagadas porlos señores Benigno González y García y Enrique Casado. La otra fue la San Carlos, obtenida en 1885 y, la tercera, la Yumurí.
Otros servicios
Un logro indiscutible del Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1, es el referido a la inauguración de la Estación Sanitaria el 27 de agosto de 1893; su primer director fue Luis A. Cuní y Valera. Las atenciones a los enfermos o accidentados eran de forma gratuita y sin distinción. Un año más tarde, otro centro de repercusión social, bajo la jefatura de José M. Castelló, fue el Dispensario para Niños Pobres.
De gran importancia para la vida futura de la institución, fueron las gestiones con el objetivo de construir una nueva edificación y mejorar los servicios. Es meritorio destacar la actitud de Enrique Estrada Rodríguez, primer jefe interino, quien le solicitó por escrito al señor alcalde municipal, Ruperto Crespo, un terreno para esos fines, el 22 de junio de 1896.
El sitio propuesto fue el parque Cervantes, ubicado en la Plaza de la Vigía, antes el Fuerte San José de la Vigía, un lugar desagradable, por su deterioro; sin embargo, tenía una ubicación privilegiada; se hallaba en el mismo centro de la ciudad con fácil acceso a dos de los barrios importantes: Versalles y Pueblo Nuevo.
Los trámites rindieron fruto. Gracias a la donación de un comité de damas y al trabajo desinteresado de los bomberos, se construyó el puente metálico sobre el río San Juan, que unió el centro de la urbe con Pueblo Nuevo, en la Plaza de la Vigía, a un costado del cuartel. El Ayuntamiento entregó la madera necesaria para dicho proyecto. Otro gesto noble fue el de los empleados de la planta eléctrica, al ofrecer un día de haber. El ingeniero Bernardo Granda Callejas, se desempeñó como director facultativo de la construcción.
El 8 de marzo de 1897 se colocó la primera piedra y, de acuerdo a las costumbres, el cura Braudilio Orué bendijo la obra. Eligieron a los señores Alfredo y María Botet y Surís como padrinos, y recibieron donativos.
Uno de los momentos más emocionantes de la ceremonia fue cuando el secretario general del Cuerpo leyó el acta y depositó en una caja de plomo, confeccionada al efecto, junto a periódicos del día, monedas y otros objetos de la época. El gobernador civil de la región Adolfo Porset Iriarte y Enrique Estrada, echaron las primeras paleadas de piedras alrededor de la caja, bajada con anterioridad por la madrina y el ingeniero. El acto concluyó con un simulacro de incendio.
Tres meses más tarde, con exactitud, el 6 de junio, se le concedió el título de «Muy Benemérito» al Cuerpo de Bomberos, entregado el 2 de julio del propio año en reconocimiento a los múltiples servicios públicos y los aportes a la ciudadanía, conferidos por María Cristina Reniero de Habsburgo, reina regente,12madre del rey Alfonso XIII. Por su prestigio y estimación, se les llamó: «soldados de la humanidad» o «combatientes del frente de fuego».
Los miembros de esta institución debían tener una profesión y elevada educación. En 1899 los bomberos estaban formados en dos agrupaciones: la personal y la material; en esta última estaba incluido todo lo concerniente al servicio de extinción de incendios, Estación Sanitaria, Dispensario para Niños Pobres y cualquier otra dependencia análoga. El personal lo componía la fuerza activa,13los facultativos, así como empleados de todas las dependencias.
Luego de tres años de espera y recibir un regalo monetario entregado por el gobierno interventor, el 12 de agosto de 1900, vieron terminado el edificio que les sirvió de morada, considerado el más antiguo del país, pues su objeto social sigue siendo el mismo desde su fundación.
El acto comenzó con el traslado de todo el material de extinción hacia la nueva estación y se mostraron otros adquiridos en Estados Unidos. Al concluir el desfile se levantaron las puertas metálicas para dar acceso al salón, con cien sillas, para que el público pudiera disfrutar de la misa, la bendición de la obra y escuchar a los oradores.
Asistieron a la actividad como invitados comisiones de La Habana, Cárdenas, Unión de Reyes, Bolondrón y otros territorios. A las tres de la tarde se efectuó una revista de las fuerzas por las autoridades y entregaron diplomas a personas y entidades destacadas. Por la noche ofrecieron una retreta a cargo de la banda de música.
El majestuoso inmueble fue erigido con los cantos de piedra de los fuertes españoles desmontados. En su estructura se concibió un gran salón central para el estacionamiento de la técnica y locales para la jefatura, oficinas, dispensario, estación sanitaria, caballeriza y academia de música.
Bajo el mandato de su primer jefe, Enrique Estrada Rodríguez, adquirieron nuevos equipos, entre ellos: la bomba Cuba, en 1901, fabricada por la American Fire Company, de Nueva York, con su última patente inscrita el 3 de mayo de 1898 y el cañón lanzacabos, comprado a principios de siglo.
Posterior a la muerte de tan digno jefe, el 4 de noviembre de 1916, se acordó en junta directiva ponerle al cuartel su nombre, y así rendirle el honor merecido. Tan distinguido gesto fue hecho realidad el 2 de diciembre de 1917.14
El Cuerpo de Bomberos del Comercio No. 1, fue un digno ejemplo de cumplimiento del deber y de presencia en eventos sociales. Uno de los sucesos que se recuerdan es el referido a la despedida de las tropas norteamericanas en el muelle por la banda de música, el 23 de abril de 1902.
Sin importar el paso del tiempo, los bomberos continuaron dando muestras de valentía y entrega. En la madrugada del 5 de marzo de 1927 se produjo un incendio en los almacenes de azúcar de la Munson Steamship Line, el cual se extendió a toda la cuadra, ubicada entre las calles San Vicente y San Ambrosio y a la calle San Andrés. Los esfuerzos heroicos por dominar las llamas fueron nulos y ante dicha situación el alcalde Benigno González y García, le solicitó al consejo superior del Cuerpo, el traspaso inmediato a la municipalidad, solicitud aprobada. Entregaron las pertenencias de la institución el día 9, incluyendo todas sus dependencias.
Una nueva etapa
El 16 de marzo de 1927 tomó posesión el nuevo Consejo de la Administración del Cuerpo de Bomberos del Comercio integrado por: presidente, Benigno González; vicepresidente, Osvaldo R. Gou; contador, José María Altuna; tesorero, Juan José Alcozer; vocales, Fernándo J. Cancio, Leopoldo Fernández y Pedro Arechavaleta, y secretario, Julio Capó.
A partir de este momento se efectuó una profunda transformación en las misiones y sistema organizativo hasta el triunfo revolucionario. El cargo de primer jefe lo ocupó el alcalde de cada etapa y los segundos se encargaron de los problemas internos.
Se remodeló y varió la estructura del cuartel, desde 1900 en la Plaza de la Vigía con el No. 1 de la calle Magdalena. El ala derecha fue utilizada por la Policía y se construyó el vivac municipal y la caballeriza.
En este año, procedente de la American la France Engine Company, llegó la bomba Martí tipo 75, modelo 1927, de setecientos cincuenta galones de agua por minuto. Poseía engranajes de bronce, motor de seis cilindros de cinco y media pulgadas de diámetro interior, por seis de curso, con una fuerza de cinco caballos; la manguera de aspiración de dos tramos de diez y medio pies de largo; el alumbrado, arranque y proyector eléctricos; ruedas de madera, tipo de artillería, con llantas desmontables para neumáticos, todo por un costo de trece mil pesos. El Ayuntamiento entregó diez mil quinientos y el Cuerpo, el resto.
La bomba Martí estaba provista de hachas, linternasde mano, ganchos, picos, dos extinguidores de mano de tresgalones, sirena de manipular a mano y campana de alarmadel tipo locomotora. Conducía mil quinientos pies de manguera de dos y media pulgadas de diámetro y doble chaqueta (capas resistentes al calor) y una escalera de mano extensible de veinte pies. Esta adquisición fue todo un acontecimiento.
Dos años más tarde, la jerarquía de los bomberos estuvo integrada por un primer comandante, un teniente coronel, un segundo comandante, cuatro capitanes, doce tenientes y ciento sesenta bomberos.
En la década de los treinta, caracterizada por grandes luchas populares y un escenario social complejo, la institución se encontraba sumida en una verdadera desorganización, sin apoyo ni estímulos. Este abandono y marginalidad socavó sus bases generales y, a pesar de ello se mantuvieron dignos ciudadanos, quienes consideraban un verdadero honor la práctica de tan humana labor. Se sumaron personas sin escrúpulos, dedicadas a robar todo lo de valor que encontraban a su paso. Los politiqueros la utilizaron para las llamadas «botellas», consistente en situar a familiares y amigos en cargos que no laboraban, pero sí cobraban un salario.
Una de las notables acciones realizadas en la urbe matancera, fue la edificación en 1949 de un panteón en el cementerio San Carlos, donde descansan los restos de los altruistas bomberos, fallecidos en cumplimiento del deber o por otros motivos.
Con posterioridad, en diciembre de 1953, el alcalde Pedro H. Uría Luis recibió un crédito, resultado de la lotería nacional y entre otras cosas, compró una bomba marca Internacional Harvester Cía., a la cual le fue grabado Hermanos Padilla, en homenaje a estos jóvenes que perecieron en 1912 en la intervención de un siniestro. Además, el 20 de julio de 1958, se le comunicó a la población la sustitución del número telefónico 2363 por el 303.
Independiente de ello, la situación continuó siendo lamentable, al igual que la del resto de la sociedad, pues desde el surgimiento de la República, los diferentes gobiernos de turno, entregados a las órdenes de EE. UU., se encargaron de saquear el patrimonios del país en beneficio de unos pocos y el desamparo de la mayoría.
El dinero proveniente del cobro por los trabajos realizados en los grandes incendios era insuficiente. Su personal estaba conformado por hombres de procedencia muy humilde, sin otra preparación profesional que la adquirida en la práctica cotidiana; pero, con la responsabilidad de mantener todos los servicios por el bien ciudadano. Los innumerables hechos en los que participaron15constituyen, por el noble gesto de salvar vidas, un legado para las futuras generaciones de bomberos.
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