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Miradas a una ciudad incendiada. Bayamo 1869, libro escrito por un colectivo de autores, agrupados en torno a Damiana Niurka Pérez Figueredo, quien se encargó de compilar el material, es al decir de la doctora Mildred de la Torre Molina "un libro inteligente y útil". Patrocinado por la Casa de la Nacionalidad y con el coauspicio de la Unión de Historiadores de Cuba, constituye un paso de avance en el conocimiento de la historia bayamesa y, a la vez, la de Cuba. El libro enseña que, fueran cuales fueran sus consecuencias, el incendio de Bayamo es un eterno grito de combate de todos los cubanos.
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Seitenzahl: 94
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición: María Luisa García Moreno
Diseño y realización: José Ramón Lozano Fundora
Ilustración de cubierta: Óleo que se halla en el salón de reuniones de la Alcaldía de Bayamo
Corrección: Catalina Díaz Martínez
© Colectivo de autores, 2021
© Sobre la presente edición:
Ediciones Unhic, 2021
ISBN 9789597260349
Todos los derechos reservados. Esta publicación
no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,
en ningún soporte sin la autorización por escrito
de la editorial.
Ediciones Unhic
Muralla no. 71-A e/ Inquisidor y Oficios,
La Habana Vieja, La Habana, Cuba, CP 10100.
E-mail: [email protected]
Un libro inteligente y útil
El incendio de Bayamo es un referente de la épica revolucionaria mambisa digno de recordación continua. Sobre el suceso existe una voluminosa historiografía incluyente en la historia nacional y local. Sin embargo, todavía hay retos epistemológicos explicativos de tan singular y conmovedor acontecimiento. Uno de ellos está en la idiosincrasia del cubano y del bayamés en particular, y otro, en los procesos de imbricación de las estructuras socioeconómicas y culturales con las políticas colonialistas.
El presente libro, patrocinado por la Casa de la Nacionalidad de la ciudad de Bayamo, constituye un paso de avance en el conocimiento de la historia bayamesa y de la historia de Cuba durante los inicios de su lucha insurgente independentista. Semejante afirmación está basada en la develación de aconteceres inéditos, en su tratamiento desprejuiciado y profesional y en la coherencia expositiva de los diferentes elementos integradores de una historia sabiamente contada para todo tipo de lector. El suceso se torna en pretexto demostrativo de los valores de la cultura patriótica y de su andar imperecedero por la conciencia crítica de un pueblo vencedor e invicto. El libro enseña que el incendio de Bayamo es un eterno grito de combate de todos los cubanos. Es de agradecer semejante recordatorio en tiempos de definiciones.
Dra. C. Mildred de la Torre Molina
Bayamo, siempre Bayamo
A Bayamo seguramente reservará la historia una página tan honorable como gloriosa.
Aquel pueblo no se reservó nada; todo, absolutamente todo lo ofrendó a la Revolución.
Sin distinciones de clases ni categorías, la población en masa, sin quejas y sin esfuerzos,
más bien con altanero orgullo y satisfacción extraña y digna a la vez,
abandona el campo al enemigo poniendo fuego a sus hogares.
Máximo Gómez Báez
Los intelectuales bayameses y su pueblo, en sentido general, han cultivado, desde siempre y con especial cuidado, la historia local y sus tradiciones. Ese es un hecho que he reconocido en cualquier espacio y lugar, dondequiera que he tenido la posibilidad de hacerlo, pues me consta personalmente. Mi proximidad a Bayamo desde hace más de treinta años, cuando comencé mis investigaciones en torno a la figura de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, y a la conspiración independentista que tuvo allí su cuna indiscutible, hizo posible certificar ese celo y devoción que han puesto y ponen en ello.
Dicha cercanía me permitió conocer a historiadores ya desaparecidos como Modesto Tirado y Wilfredo Naranjo, en Manzanillo, y Enrique Orlando Lacalle, en Bayamo. También, en la cuna de nuestra nacionalidad pude participar en varios eventos académicos en los que compartí con figuras como Jorge Ibarra, Olga Portuondo, Víctor Marrero, José Abreu Cardet, Onoria Céspedes, Antonia Buitrago y otros, cuyos trabajos fueron creando un espeso tejido de investigaciones sobre las guerras del 68 y el 95, las conspiraciones previas y las vidas de los héroes que las protagonizaron. De las diferentes ediciones del Crisol de la Nacionalidad brotaron textos lúcidos y preñados de información, algunos de los cuales fueron publicados en cuadernos que socializaron esas indagaciones. Bayamo hizo y hace, de esa manera, una notable contribución a la historiografía nacional.
Por supuesto que entre los tópicos más trabajados está el incendio o quema de la ciudad patriótica en enero de 1869. Es tal su resonancia, después de más de siglo y medio de ocurrido, que los investigadores no descansan en examinar los hechos en torno al evento que convirtió en cenizas la capital de la revolución cespedista antes de entregarla intacta a los españoles.
Un grupo de ocho autores, seis de ellos mujeres, examinan en el presente volumen, distintas facetas relativas al evento de enero de 1869 y su impacto, complementando de esta manera otras investigaciones previas realizadas en la misma provincia Granma y en el país en general.
Los datos propiamente del incendio o quema han sido acompañados por sus devastadores efectos, en todos los órdenes, y ese acento es muy importante para poder aquilatar, en su justa medida, lo que significó el sacrificio de los bayameses.
En un ensayo que publiqué,1 describí los prolegómenos de la quema de la ciudad y esclarecí el papel de Carlos Manuel de Céspedes en la toma de decisión, hasta entonces, una cuestión no determinada con precisión por la historiografía. Ya había leído antes algunos testimonios del evento incendiario y algunos trabajos investigativos importantes sobre el tema, y siempre estuvo claro para mí lo profundamente dramático de aquella decisión firme y patriótica de los bayameses.
1Véase en revista Santiago, no. 76, 1993. Después pasó a formar parte del libro Los silencios quebrados de San Lorenzo, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2008.
Los trabajos de Diurkis Madrigal León, Damiana Pérez Figueredo, Rafael Rodríguez Ramos, Idelmis Mari Aguilera, Liliana Alarcón Vázquez, Sonia Niurka Tornés Mendoza, Mirelis González Sánchez y en el poema al final de Luis Carlos Suárez Suárez reflejan los contextos inmediatamente posteriores a la quema de la ciudad, la tragedia sin par a la que se vieron abocados sus habitantes y los daños que, en diferentes renglones —social, económico, de salud, arquitectónico y urbanístico, entre otros—, sufrió la sociedad bayamesa de 1869 y, en particular, la que se mantuvo habitando sus ruinas.
La tragedia fue un golpe traumatizante. De disfrutar los ochenta y tres días en que Bayamo ostentó la dignidad de capital de la revolución, a verla incinerarse por la irrevocable vocación independentista de la mayoría de sus habitantes, fue realmente un cambio drástico y brutal. Atrás quedaron los emotivos momentos de la rendición de las tropas españolas, el 20 de octubre, a solo diez días del alzamiento de Céspedes y sus hombres en Demajagua, el canto del himno recién estrenado, los abrazos y el júbilo general, los actos patrióticos en la Plaza de Armas reconvertida Plaza de la Revolución, el jure y bendición de la bandera cespedista bajo palio, las estimulantes noticias de las constantes victorias que se conseguían por las tropas mambisas y del alzamiento de otras regiones, la creación del Ayuntamiento independentista, en fin, atrás quedaron la euforia y el jolgorio que aportaron la libertad tan añorada.
Por los textos de estas investigadoras e investigadores conocemos que el incendio duró tres días; que la ciudad quedó desierta por completo (una columna de aproximadamente siete mil personas la abandonó rumbo a Manzanillo, Holguín y a lo desconocido) y que más de la mitad de sus casas (se habla en uno de los textos de un 86 % del área urbana) fue convertida en escombros humeantes; que comenzó entonces un periodo de grandes penalidades, hambre y miserias de los bayameses en los bosques y en la manigua de Cuba Libre, donde sufrieron innumerables ataques de la soldadesca española, que asesinó a cuantos encontró a su paso, y destruyó, quemó haciendas, rancherías y fincas, privando de techo a los que huyeron, así como violó a mujeres y niñas indefensas.
Para estas personas, fue como pasar del paraíso al infierno en pocos días. Para los negros, esclavos o no, fue aún peor, pues su destino fue el hacinamiento y el castigo en un infame e infrahumano depósito. Solo se salvaron los que se incorporaron al Ejército Libertador.
Como se puede leer en estas páginas, el daño fue hondo y duradero y costó décadas restaurar medianamente edificios e instituciones. Mucho más tiempo llevó sanar el tejido social. Desde luego, para los españoles la acelerada recuperación de la cárcel tuvo prioridad. Los impuestos y la represión fueron lo único que los bayameses que regresaron a Bayamo tuvieron asegurado. Muchos habitantes, los que pudieron hacerlo por su solvencia, partieron al exilio en Jamaica, Nueva York y Europa.
Un dato interesante es el que habla de la cantidad de mujeres que tuvieron que asumir la condición de cabezas de familia ante la partida a la manigua o la muerte de sus hombres. Las bayamesas —incluyo aquí a las mujeres de El Dátil, Laguna Blanca, El Horno, Guisa y otros pueblos de la región, no solo a las de la ciudad cabecera— formaron parte de esa legión de cubanas que hicieron un aporte fundamental a la guerra de 1868-78.
Coincido con la noble idea de erigir un monumento que evoque permanentemente a la generación de bayameses del 68, que recuerde para todos los tiempos el sacrificio incomparable que les hizo vencer muerte, enfermedades, dispersión, adversidades de todo tipo, represión y exilio y que, contra viento y marea, nunca abjuraron de su condición de patriotas cubanos. Resulta una deuda moral para con ellos y debe ser saldada. Es una deuda también para con los descendientes de los héroes.
En fin, este libro se suma a otras indagaciones sobre el trágico y patriótico evento del 12 de enero de 1869 y ayuda considerablemente a que aquilatemos hoy el sin par sacrificio de aquellos hombres y mujeres que, como dijo Martí, más que quitarle el albergue a la tropa de Valmaseda, saludaron “con digna antorcha el nacimiento de la patria libre”.
Rafael Acosta de Arriba
El día que tengamos Patria, no tocaremos las ruinas de nuestro viejo Bayamo;
las conservaremos tal como están;
que nuestros descendientes vean de lo que eran capaces sus abuelos.
Francisco Vicente Aguilera
Ilustre patriota bayamés
Yo pensé que la historia de Bayamo era la historia de Cuba.
Nunca me imaginé a Cuba más que en términos de Bayamo.
Es decir, a mí me decían es cubano, o fulano de tal vive en La Habana,
y yo pensaba que ese cubano, ese habanero tenían la misma historia que yo,
que era la historia de Bayamo. Evidentemente era una locura,
pero al mismo tiempo una curiosa visión, porque resulta que Bayamo
es, por decirlo así, el espacio de fundación de la nación cubana.
Por consiguiente, la locura aquella, que me hacía pensar que la historia de Cuba
era la historia de Bayamo, no era tan loca.
Ambrosio Fornet
Escritor cubano. Premio Nacional de Literatura