Laureles rojos - José María Vargas Vilas - E-Book

Laureles rojos E-Book

José María Vargas Vilas

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Beschreibung

«Laureles rojo» (1909) es un ensayo político de José María Vargas Vila, donde el autor defiende sus ideas anticlericales y antiimperialistas y analiza la política de su tiempo. Entre otras convicciones, Vargas Vila se muestra a favor de una unión de países contra Alemania.

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Seitenzahl: 270

Veröffentlichungsjahr: 2021

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José María Vargas Vilas

Laureles rojos

L’art, c’est la passion.

Saga

Laureles rojos

 

Cover image: Shutterstock

Copyright © 1909, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726680492

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Este libro guarda integro, el estremecimiento de las pasiones que lo inspiraron;

en cada una de esas líneas, sopla un aire de cólera y vibra un grito de orgullo: enormemente;

su estremecimiento, es semejante al de la selva, que acaba de azotar la tempestad;... en la cual todo vibra y sobre los follajes ultrajados, brilla un rayo de sol: divinamente;

en el terrible drama de la hora actual, el grito de esta edad visionaria y atea, palpita en esas páginas de lucha diaria y despiadada, y, suena como un choque de espadas en una noche mortuoria rodeada de borrascas: trágicamente;

yo, no pido excusa para las pasiones de este libro;

antes bien las enaltezco: las divinizo;

y, las recomiendo, como salvadoras y dignas de imitación, á las almas de esta época anémica, exhausta de corajes, en cuyo corazón de laxitud impera el miedo: confusamente;

á través de ese huracán de frases exaltadas y sibilinarias, sobre el lirismo heroico de esos odios, que parecen cabalgar en la tormenta, se ve el sol de un Gran Ideal, abrasar el libro: sonoramente;

se diría el beso de un león, bajo las selvas;

ese es el Ideal que yo entrego á la íntima penetración de las almas ávidas de grandes sueños, á los cerebros inquietos por la obsesión alucinante de los profundos enigmas, á los corazones atormentados por el fermento heroico de las rebeldes energías;

Ideal, lleno de Vida y de Infinito;

ante el díptico fúnebre, de la Tiranía y de la Conquista; estas palabras fueron dichas;

tal, un vuelo de águilas, sobre los estanques lívidos;

el Silencio, guardador de agonías, no ha de matarlas;

no las ahogará la noche, como la visión de la Vida en las pupilas de un moribundo: felinamente, traidoramente;

no;

se alzarán como una roca torturada por el rayo; como el resplandor de una selva incendiada, en el oro de los ponientes pálidos;

la fría crueldad de la hora presente, hostil á toda heroicidad, á toda veracidad, á toda idealidad, no envolverá en un sudario de agonías, estos gritos justicieros, llenos de las tristezas del pasado y de la confusa Visión del porvenir. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

... Desventurados somos, visionarios somos, abnegados somos, los que escribimos para esos pueblos amorfos, que agonizan en América, bajo el ojo frío, acerado, el ojo acechador y gris de los Bárbaros del Norte;

escribimos un Canto de Agonía;

á medias devorados por la Conquista, esos pueblos, apenas si nos oyen;

exangües, expirando sobre su Cruz, apenas si nos ven;

nuestras divinas palabras de consolación y fortaleza, son como puñados de inútiles rosas, arrojados al pie del patíbulo, donde ellos cierran los ojos: silenciosamente;

entran en la Muerte;

y, nuestros grandes gritos, morirán con ellos;

escribimos para el Sepulcro;

el lobo de la Conquista, devorará las rosas de nuestro estilo;

la flor suntuosa y prodigiosa de nuestro Arte, morirá bajo su garra;

con la amargura de nuestros lamentos devorará como flores del cielo, toda la orfebrería profética, con que adornamos el altar sagrado de la Patria;. . . . . .

todo perecerá;

será un festín de rosas, antes de entrar en la barbarie; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

... lo primero que pierden los pueblos esclavos, es la lengua;

es lo primero que les arranca la Conquista, para arrojársela á los cerdos del culto nuevo;

las abejas de oro del latinismo radioso, acendran su última miel, en los panales escasos, bajo el amplio encanto de los cielos tropicales;

los cerdos de Pensilvania devorarán la colmena y la divina miel correrá como un perfume bajo las pezuñas profanadoras, de los últimos lechones del jabalí de Arimatea;

y, con la miel de las abejas dispersas y olvidadas, el alma de la raza morirá; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

los profetas, entrarán en el Olvido;

y, los pueblos, en el sepulcro; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

... ¿quién leerá mañana los libros surgidos en esta hora de agonía?

¿quién repetirá mañana una frase de Marti, uno de esos cálices de sacrificio del Orfebre Redentor?

¿ quién dirá un verso cincelado por él?

¿ quién exhumará una página de las escritas en esta hora crepuscular, bajo el viento huracanado, ante la servidumbre claustral, de las almas en desolación?

nadie;

todo morirá sobre la tierra árida, bajo el alma exasperada de los conquistadores; . . . . . . . .

... el Olvido, nos espera para devorarnos, como la boca abierta de un león;

el olvido, por la muerte del lenguaje en que escribimos; . . . . . . . . . . . . . . .

la interrogación de alabastro, que hacen los cuellos místicos, de los cisnes de Darío, trazando jeroglíficos de oro en el Enigma del pálido lago durmiente, ya tiene su respuesta:

¿Seremos entregados á los bárbaros fieros?

¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?...

el Destino, como el matador de cisnes de Villiers de l’Isle-Adam, estira los cuatro interrogantes como cuellos tronchados de las aves clásicas y convertidos en cuatro admiraciones, la respuesta aparece entre ellas, como flanqueada por cuatro estalactitas de horror:

¡Seremos entregados á los bárbaros fieros!

¡ tantos millones de hombres hablaremos inglés!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

...y, si el Olvido no mata todos los libros, los que escapen á él, sufrirán el último ultraje: ¡ la traducción!

¿ qué harán los grandes pájaros líricos del latinismo, inmovilizados, embalsamados, bajo el horror nocturno y la bruma lagunar de los dialectos septentrionales?...

morir dos veces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

... Pero;

¡ el Verbo tiene su hora! ¡ hora de aparición imperativa!...

¡ como el rayo!

no decir la palabra de la hora, prisionera en los labios proféticos, es hacer traición á la Vida y al Destino;

no se rehusa su misión: se cumple;

¡estéril y atronadora, como la de los grandes torrentes espumeantes, que al precipitarse en catarata, pueblan el Abismo de rugidos y, escupen á los cielos sus espumas, ante un horizonte petrificado, de montañas!

en la Soledad;

en el Silencio;

llenan su hora; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

... llenar su hora . . . . . . . . . . .

es decir: llenar su vida: Cumplirla;

ante el deber, la abstención, es una traición;

quien traiciona su Destino, se traiciona á sí mismo;

vivamos nuestra hora: luminosamente, sonoramente;

lo único que explica y excusa, la cobardía y la inutilidad de vivir, es el amor á un gran Ideal;

es, por un Ideal, y, para un Ideal, que vivo yo;

mi ideal es bifronte, como las águilas sagradas;

de un lado, mira al cielo, y, se llama: Libertad;

del otro, mira á la tierra, y, se llama: la Independencia de los pueblos;

con una ala, azota los dictadores;

con la otra, azota los conquistadores;

y, ve con espanto gemir los pueblos bajo el azote de los unos... y, desaparecer bajo el oleaje de los otros...

y, no puede salvarlos;

los déspotas imperan...

los bárbaros llegan...

¡oh, tortura! . . . . . . . . . .

¿ cómo no gritar en ese combate?

¡ cuando se lidia solo, engrandecido por el esplendor de la Quimera, cegado por la Vision, heroica y fúlgida; enloquecido por el infecundo Sueño devastador! ¿cómo no clamar en la batalla, desafiando á los dioses y, á los hombres?

yo, he combatido asi;

y, he gritado así...

ese clamor, llena mi libro;

acosado de todos lados; yendo al asalto de las lúgubres fortalezas, es natural que mis gritos de combate, llenen este libro, como un clamor de pueblos;

que mi casco, no se abolla sin peligro;

que mi escudo no se hiere impunemente;

las líneas de este libro lo demuestran. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Por mi ideal;

he ahí mi grito de Apóstol;

Jusqu’a L’os; la divisa del blasón de los Warmeschwein;

he ahí mi divisa como polemista;

ella se crispa, como un puño de hierro en este libro;

libro de Ideal, de Odio y de Verdad;

colérico y profético;

libro destinado á los puros, á los fuertes, á los solitarios;

á los que han venido ya;

á los que vendrán mañana;

fraternalmente.

Vargas Vila.

 

París: 1906.

Liminar anútebo.

El Verbo, es un esparcimiento de alma en lo Infinito;

se extiende como un efluvio, como una atmósfera estallante, bajo la decoración panorámica de grandes cielos sonoros;

¡ columnas apasionadas de Verdad, columnas de fuego en los desiertos incendiados!

eso son las palabras del Apóstol;

y, el Verbo del Apóstol va con él;

un lis que fuera una garra...

Así va mi Verbo, así, conmigo, siguiendo las oscilaciones de mi vida errante y dolorosa, las tristezas de mi peregrinación ardiente y evocatriz hacia remotos Canaanes, difusamente visibles en el fondo azul de los lejanos crepúsculos;

así va mi Verbo, erigido en esplendor;

así, como una bandera roja dada al viento; con la gravedad austera y misericordiosa de un gran coro monacal en las campiñas dormidas;

estridente, vehemente, inclemente;

así va mi Verbo;

¡amplio y sonoro, como una letanía de libertad, bajo la caricia ilúcida del taciturno esplendor firmamentario!

así, como una gran plegaria interminable, ante un divino ostensorio que miran ojos meditativos;...

como la gran voz exultativa de un metal sagrado, tocando la llamada de las almas, sobre el hormigueamiento parasitario de las muchedumbres en demencia;...

así, como un gran gesto de profecía en una tarde colérica de Emaús;

así va mi Verbo;

y mi Verbo va conmigo, como la estrella que anuncia mi marcha en las soledades telúricas, donde despliegan la pompa de su vieja decoración mis sueños de rebelde;

y, en la escabrosidad de mis senderos se abre como el rosal de oro de mis idealidades vertiginosas;

cruza conmigo los mares lívidos y taciturnos, como imantado por la atracción medusaria de mis alucinaciones heroicas, hacia los remotos campos tentaculares, donde bajo cielos de esplendidez extiende la Liberta sus alas de Victoria;

¡la Libertad! esa palabra que guarda aún para mi corazón destrozado, todo su ritmo de Santidad y de Eternidad, toda su acre y formidable elocuencia, reveladora de las grandezas futuras;

en la miseria verbal de estos tiempos de decadencia, en el prosaísmo oficial, pesado de epítetos serviles, el Verbo libre es una gloria; él, persiste en hacer escuchar mi grito resonante de periodista en guerra y diseñar mi amplio gesto sonoro de panfletario en cólera;

y, se abre como un lis bajo el viento del Odio;

un lis que fuera una garra;

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

cuando la mano de la brutalidad selló mis labios, no mató mi corazón;

mi Verbo encadenado veló en la sombra, dialogando en el Silencio con la pálida Esperanza;

y, aguardè el alba... Así con el estremecimiento imprevisto, con que el leproso de Betania, esperaba la voz del milagro, que había de aventar lejos el polvo de su mortaja;

hoy, rompo el sudario del silencio, que tánto se parecía á la muerte, y me yergo y marcho; surjo con todas mis pasiones y todas mis aspiraciones;

ni un odio de menos; ni un amor de más; mi pluma no rectifica; ratifica;

el dolor hace más soberbio mi corazón. La desgracia no me doma; el Olvido no entra en mí; mis periódicos y mis libros, eminentemente personales, son por eso eminentemente leales; ellos flotan en mis manos en la hora caliginosa del combate; caen conmigo en la hora crepuscular de la derrota; y entran conmigo en la noche triste del silencio; ¡ bravíos, desesperados y tenaces como mi corazón, ellos tienen con la pureza inmaculada de mis convicciones, la rudeza encarnizada de mis pasiones;

son mi bandera, la bandera que yo planto bajo el sol de todos los cielos, en el calor de todos los climas, en la arena de todas las playas donde el Destino arroja mi barca;

los mercenarios de la pluma; los industriales de la prensa, hechos á la venta de su escritura á tanto por renglón, no comprenden eso; no pueden comprenderlo ¿ qué hay de común entre su alma cartaginesa y el alma mía?

no; esos publicanos no me comprenden; excavadores en los pudrideros de lo inerte y lo venal, ¡ qué pueden saber ellos de un sacrificio de alma á lo noble y al Ideal;

la venalidad de su vida, no comprende la dignidad de la mía.

ellos, que prefieren vivir en el oprobio á caer en el dolor; que buscan el mineral y no el Ideal; escafandros en el fango, que saben de todas las bajezas de la subsistencia é ignoran las grandezas de la resistencia; ellos, que saben todo del valor de un escrito, pero todo lo ignoran del honor de un escritor, no agotan los entimemas delatores de su sorpresa, contra mis periódicos resonantes y trashumantes.

no pactar para perdurar,

vivir para mi pluma, y no de ella,

romperla, antes que venderla;

no preferir mi comodidad á mi dignidad;

capitular con el dolor antes que con el deshonor;

no hacer una profesión de lo que creo una misión;

no preferir los intereses materiales, al sagrado pudor de mis ideales;

pelear y no comerciar;

hacer revoluciones y no evoluciones;

estrangular mis periódicos, antes que estrangular mis pensamientos;

no consentir en ninguna domesticidad, ni aun en la servidumbre de la celebridad;

permitir que mis periódicos mueran de inanición, antes que alimentarlos de prostitución; caer de espaldas ante la fuerza, antes que caer de rodillas ante el halago;

he ahí mi crimen;

he ahí lo que la verba incontinente de ciertos cronistas, superrenales, encuentra lamentable;

y toda su baba tetánica la arrojan sobre mí;

me acusan de lirismo, porque no profeso el mercantilismo;

flechan mi barca de conquistador de sueños, porque no me entrego con ellos al cabotaje desvergonzado de las ideas;

y me gritan idealista, porque no soy contrabandista;

y todo lo que se precipita perdidamente en la infamia, me saluda con un dicterio;

el frenesí bastardo de estos desesperados de la ordura, me divierte;

las insanias pintorescas de estos merodeadores de la prensa, me dan un goce lastimoso, como si viese las contorsiones de un pulpo en agonía;

el aullido de esos lebreles á caza del ochavo, me conmueve casi hasta el perdón.

Mas ¿cómo purificarlos? ¿cómo levantarlos hasta hacerles ver mi corazón? Su gran pureza heroica ¿los convertiría? el honor es una virginidad: no se rehace; es una ley ineluctable, el odio de lo bello, inherente á las almas inarmónicas.

La vecindad prodigiosa de la luz no cura las pupilas de los ciegos;

la majestad serena de los astros no reduce al silencio, la boca voraz de los lobos insatisfechos, que aullan contra ellos...

la envidia es una Imprecación.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Yo no hago empresas periodísticas, sino campañas, periodísticas;

no me preocupo de perdurar, sino de triunfar;

no fundo hojas parala saciedad de mis apetitos; alzo tribunas para la majestad de mis gritos;

no hizo Jesús templos en el desierto;

sus palabras volaron desde la barca instable, el sendero caliginoso ó el monte triste, sobre el campo crepuscular, atento al Verbo;

no hizo paraninfos á su elocuencia visionaria, aquella gran trompeta del abismo, que echó á volotear las águilas del Espanto, sobre las costas solitarias de Efeso;

el verbo revolucionario no funda, demuele;

las batallas no tienen nada de eternidad...

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Yo no fundo periódicos para mis intereses, sino alzo en los campos de combate una tienda á mis ideas;

no ejerzo el periodismo comercial, sino el periodismo intelectual;

¿que soy un visionario? sea;

pero, no seré nunca un empresario;

odio á la prensa mercantil, como á la prensa servil;

no estoy con los mercenarios, ni con los turiferarios;

no escribo en los campos del merodeo, ni en los ocios del Gineceo;

desdeño á los escritores industriales, tanto como á los poetas venales;

yo no amo los campamentos de fenicios, ni bebo el vino imperial en la copa de los vicios;

ni publicano, ni cortesano;

no amo el oro en las manos, ni los hierros en los pies;

de los metales forjables yo no amo sino el acero;

él, vibra, él ilumina y él redime;

por eso esgrimo el acero de mi pluma; yo no ejerzo la prensa como oficio; la amo como una misión y un sacrificio;

por eso caigo en ella, sacrificado pero no deshonrado; vencido, pero no vendido; opulento en decoro, pobre en oro;

y, quedo desarmado en el silencio, sin más arma en la noche negra, contra las fieras hambrientas del desierto, que la piedra en que reclino mi cabeza;

de esa piedra, en el alba, hago una cima;

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

por eso los pueblos creen en mí;

porque mi palabra es palabra de Libertad y de Sinceridad;

porque el halo de mis sueños engrandece en el silencio, y mis labios se purifican al contacto del dolor;

porque las tribulaciones y los espantos, que sumen á otros en actitud extática de lamentable desolación, despiertan en mí, el coraje, y hacen temblar mis labios, abiertos para los huracanes del dicterio;

porque no he engañado nunca, porque no he mentido jamás;

porque mi Verbo es Verbo de Verdad y brota del abismo de torturas donde se abreva la independencia del espíritu, por eso hay almas que creen en mí;

su creencia fortalece mi conciencia;

el huracán de la vida, resueltamente hostil, á toda flor de idealidad, no deshoja ni desarraiga la encina portentosa de mis sueños, último asilo de mis pasiones altísimas;

mi verbo reminiscente desafía la muerte. . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Caído al pie de mi bandera, me levanto con ella;

ni uno solo de mis amores, ni uno solo de mis odios, quedan por tierra;

todos se alzan conmigo; y por todos y con todos combatiré;

el peligro me aguijonea, no me intimida;

no rehuyo las responsabilidades, ni busco las complicidades;

ni quiero refugio, ni me amparo al subterfugio;

combato solo y aislado;

desdeño envolverme en la bandera de los partidos, que tendría sobre mis hombros el color de una librea;

no nací para hombre de partido, sino á condición de ser, jefe de Partido;

yo no sé obedecer;

tengo el odio de las colectividades, donde mi individualismo exuberante, siembra la revuelta y la disolución;

yo, no tengo más partido, que el partido de la libertad;

á la sombra de esa bandera he vivido;

y á su sombra quiero morir;

veinte años de lucha encarnizada, bajo el estandarte de ese Ideal, sirven de caución á mis palabras;

la unidad de mi vida: esa es mi gloria. Y, ella será mi guía;

hoy, como ayer, siempre el mismo;

¿qué importa que la cima cambie? la bandera es inmutable;

y, yo opongo á la diversidad del refugio, la inmutabilidad del estandarte;

¡ todo cambia en mi vida! todo, menos mis ideas;

ellas van conmigo, y las lanzo al viento dondequiera que detengo mi planta peregrina;

toda cima es buena para la irrupción del pensamiento;

toda altura es sonora para el Sermón de la Montaña;

la parábola no se encadena á la tangible tierra;

por eso mi coloquio con los pueblos de América, se interrumpe, no se acaba;

mis periódicos y mis libros, van conmigo, ellos son los heraldos de mi pensamiento; y los envío á las tierras lejanas, como habría enviado epístolas erráticas, si hubiese nacido en esos tiempos de evangelización difusa y remota, que llenó con su nombre Pablo, el sembrador;

¿ qué importa la latitud de la tierra, desde la cual suelte mi palabra sobre América?

lo que importa es la palabra;

mi verba es como águila adiestrada;

ella sabe que hay cimas que la esperan;

¿qué importa el lugar de la tierra de donde parta, mi palabra?

yo sé que hay oídos abiertos para escucharla;

¿qué importa el lugar en que escriba mis apóstrofes?

yo sé que hay ojos ávidos de leerme;

hacia ellos va mi Verbo;

va hacia mis amigos;

y hacia mis enemigos también;

yo no tengo más enemigos que los enemigos de la Libertad;

y, no los temo;

lejos de las bayonetas de sus pretorianos, no temo el acero de sus cortesanos;

yo sé castigar bien los esclavos en vena de heroísmo;

mi mano está hecha á desenmascarar los rostros, antes de herir los corazones;

yo, no sé deshonrarme por el miedo, ante aquellos que se deshonran por el crimen;

á mi energía verbal, supera aún mi energía moral: eso lo saben mis contrarios;

lejos de América no alcanzará á mí, ese bandolerismo oficial, que á una seña del amo, va á provocar y mata, al que ha osado alzar la punta del manto, que cubre la lepra del César putrefacto;

ese duelo del hierro contra la pluma, no existe aquí;

ni se acepta;

los condottieres palatinos, en histeria de quijotismos presupuestívoros, no creo que hayan pasado el mar, y si lo pasaran, aprenderían que á quien reta por comisión y mata por salario, le falta saber morir ante el hierro de un hombre libre.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

no queda otro camino á los tiranos de América, que suprimirme por el hecho;

Ó la intriga diplomática, ó la provocación cínica;

el diplomático, ó el esbirro;

yo los reto ambos;

yo no busco la gloria del martirio; pero no la rehuyo;

yo no me doy en prenda á los tiranos; pero no esquivo darme en holocausto á la Libertad;

ellos no pudiendo vencerme, tratarán de enmudecerme;

no pudiendo comprarme, querrán callarme;

vencidos en su violencia, no les queda sino la infidencia;

nada podrán;

nada;

¿y si triunfaran?

¡ victoria estéril!

¿Acaso en una vida de destierros me ha faltado nunca donde plantar mi tienda de proscripto y enarbolar sobre ella mi bandera?

el mundo es grande y no falta á un homhre libre un rincón de la tierra, donde posar el pie;

los hombres de la Libertad, los enamorados de la acción heroica, no triunfan sino por un entusiasmo llevado hasta el delirio, una fe llevada á la ceguera; un valor llevado al heroísmo, una abnegación llevada hasta la muerte...

yo no sé combatir sino por la libertad;

y no sé caer sino abrazado á ella.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Soy el amigo de mis amigos de ayer;

y mis enemigos de ayer deben ser mis enemigos de hoy;

yo los reto;

cumplan con su deber;

yo, cumpliré con el mío;

ellos podrán insultarme, pero no deshonrarme;

ellos saben que yo podré caer ante el hecho; pero no ante el cohecho;

la fuerza podrá enmudecerme, pero no podrá nunca envilecerme;

yo, no abdico, ni claudico;

morir antes que huir;

he ahí mi lema.

El Inexorable Dilema.

La fuerza es el derecho de las bestias, dijo Cicerón;

y ese derecho de las bestias, es el que hoy priva sobre el mundo;

en este momento de estupor y de desolación universales, en que con sus manos negras, las tinieblas cierran el horizonte, ante nuestros ojos hambrientos de esperanza, no se ve por toda el haz de la tierra, sino las fuerzas tumultuosas del pillaje, preparándose al combate ó marchando á la conquista;

como inmensas aves de presa; ellas caen sobre los pueblos inermes ó desprevenidos y los devoran impasibles ante esos vencidos que piden ¡ gracia! cerrados sus oídos al clamor de todas las misericordias;

con las águilas y los vientos descienden en tromba impetuosa, la muerte y la desolación sobre la tierra;

de ellas es el dominio amplio del mundo que tiembla bajo este deseo inhumano, bajo este sueño bárbaro de la rapacidad y el extermino;

las turbas carniceras pasan sembrando la muerte, y su espada se retuerce, asesinando la Libertad en las profundas fuentes de la Vida;

y, va feliz la conquista, hermana sitibunda de la muerte, por entre el polvo de los pueblos que su arado sembró de infames ruinas, extinguiendo en ellos todo germen radioso de vidas futuras;

en las Filipinas, la raza vencida es exterminada por el agua, por el hierro y por el fuego; nadie, ni los niños de pecho obtienen gracia ante los conquistadores airados, bajo cuyos pies de bárbaros septentrionales perece una civilización de siglos; entre la gleba ensangrentada yace el corazón de los héroes exterminados por la conquista; los herederos de Washington eclipsan el horror de los conquistadores asirios, y allí donde no llega la pica de Atila, asciende lentamente la mula de Filipo; vencen por el oro los corazones que no fueron dignos de ser traspasados por el hierro, y deshonran las almas que no fueron dignas de morir...

comprar la victoria al precio del crimen, no es comprar la gloria, es deshonrarla;

los alemanes en África, aun castigados por la derrota, marchan á exterminar las razas inferiores, á las cuales no son capaces de civilizar, y tienen tiempo de deshonrarse por manos de sus príncipes, entregados al heroico sport, de hacer blanco de sus tiros el cráneo de sus vencidos indefensos; y así deshonran lacivilización en una epopeya que no puede siquiera appellidarse bárbara, porque le falta el heroísmo, que ha sido siempre la virtud de la barbarie;

en el Transvaal la raza vencida perece ó se dispersa, recordanto que:

No hay más salud para el vencido que una;

y es no esperar del vencedor ninguna.

la China, siente el esfuerzo de la conquista desesperada ensangrentar sus campos y profanar sus templos; y espera el fin del duelo formidable, para saber quién ha de devorarla, qué fauces mutilarán la cola del dragón;

los valles silenciosos y monacales de Thibet ¿no han sentido bajar hasta ellos, y caer sobre el palacio de los Lamas, las águilas de la conquista, descendiendo de sus altos cerros, furiosas, como si las crestas de las montañas sagradas hubieran sido piedras para afilar sus garras?

el espíritu de los conquistadores parece presa de una embriaguez de sangre... y como leones en la selva, entran en el pillaje.

el contagio bélico gana todos los corazones;

los grandes gestos de la violencia y la conquista llenan el horizonte;

no se ven sino manos tendidas hacia la rapiña y hacia la muerte;

la crispatura de la codicia y del coraje, descompone los rostros, sobre los cuales la mueca convulsa de Caín recuerda el horror del hombre primitivo;

las palabras han perdido su significación augusta; no se habla sino de héroes, es decir, de hombres de violencia y de matanza; los más sangrientos gestos del furor humano son hallados bellos, y la barbarie hace recular asombrada la pobre piedad humana, á los limbos del Olvido;

¿qué podrán contra esos hechos, abrumadores y tangibles, las sonoridades oratorias de los apóstoles de la piedad y de la paz?

¡ nada! ¡ nada!...

es la hora del furor en los fuertes;

¡ la hora del valor para los débiles!

ellos son los acechados;

y serán los devorados;

¿qué piensan ante este movimiento de regresión á los instintos primitivos, nuestros pueblos de América, tan débiles y codiciados, ya mutilados y vencidos?

marchando á reculones por un llano sin senderos, acorralados entre la selva y la conquista, ¿qué piensan? ¿piensan siquiera?

ante esta condensación de peligros que desciende sobre ellos, ¿han de permanecer inmóviles, aguardando la ola negra que debe devorarlos?

¿quedarán inertes ante este huracán de catástrofes que llena el mundo y conmueve las más hondas profundidades?

¿volverán los ojos hacia el peligro y mirándolo de frente, sabrán esquivarlo ó vencerlo?

¿sabrán conocer sus enemigos y desconcertarlos por la audacia ó vencerlos por el coraje?

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¿cuál es el peligro de la América Latina?: El Peligro Yanki;

alguien, desde lo alto de sus soberbias demencias, denunció al mundo occidental: el peligro amarillo;

y, la Europa se prepara contra él;

esas olas de tártaros feroces, que cayeron el rostro contra el suelo en los fangosos llanos de Mandchuria, fueron algo más que las vanguardias de la desolación y del pillaje, fueron las avanzadas de una raza, marchada á contener la invasión silenciosa de otra raza adventicia que despierta;

fueron la primera muralla, que Europa, desconcertada y vencida, quiso alzar ante el Asia vencedora;

esos esclavos armados, bestias de pasividad, que cayeron así, en montón informe, los puños alzados contra la suerte adversa al pie de los muros negros y las lachadas centellantes de oro de los grandes templos mongólicos, fueron la primera cosecha que el miedo de una raza amenazada y decrépita ofreció á la hoz segadora de una raza resurgida, que avanza con el esplendor cegador de un sol levante;

en ese mar de sangre se ahogó la rebelión de un crepúsculo, contra un cielo oriental, resplandeciente de auroras;

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y, he ahí cerca de tres lustros, que vengo anunciando á los pueblos de la América el peligro yanki;

y, con sus oídos, sordos por el rumor de sus vociferaciones, ellos no oyeron;

y, con sus ojos turbios por brumas de esclavitud, ellos no lo vieron;

desde la soledad de mis dolores y de mi ostracismo, sobre las playas del infortunio y del destierro, por todos los climas donde la tempestad empujó mi barca, mi grito anunciador y denunciador no se ha callado;...

dondequiera que he puesto el pie, he hecho tribuna de las tablas de mi barca, rota por los naufragios, y desde ella he anunciado á la América Hispana, la llegada de los bárbaros...

y, ella, no me oyó;

y, los bárbaros llegaron;

ellos han quitado los más bellos florones á la corona secular de la latinidad vencida y dispersa en las selvas del trópico;

ellos, han mutilado á México, aprisionado á Cuba, conquistado á Puerto Rico, y despedazado á Colombia, con el robo audaz de Panamá...

el águila azteca tiene ya una ala rota y aprisionada en el pico del águila sajona;

la Estrella Solitaria, cautiva cayó, como un pez dormido, en la red de oro de aquellos pescadores de pueblos;

las turbas hambreadas y esqueléticas que en diaria y dolorosa emigración, dejan cada día las costas de Puerto Rico, anuncian al mundo, cómo la razainvasora y rapaz, persigue, aniquila y destruye la pobre raza vencida, que se les entregó allí como un rebaño;