Lirio blanco. Delia - José María Vargas Vilas - E-Book

Lirio blanco. Delia E-Book

José María Vargas Vilas

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«Lirio blanco» es la primera parte de la trilogía de novelas El Alma de los Lirios de José María Vargas Vila. Flavio Durán es un joven artista que se enamora de Dalia, una joven pura e inocente, pero que desea a Aureliana irremediablemente, lo que acabará originando la tragedia.

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Seitenzahl: 188

Veröffentlichungsjahr: 2021

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José María Vargas Vilas

Lirio blanco. Delia

Elle grandissait, énorme, colossale, la Femme, s’élevant sur le monde, nue comme la Vérité, resplendissante de Beauté, de Soleil et de Vie, touchant le zénith de sa tête et crucifiant ses bras vers l’aurore et le couchant.

Saga

Lirio blanco. Delia

 

Copyright © 1920, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726680478

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Derechos reservados.

PREF ACIO

PARA LA EDICIÓN DEFINITIVA

El Pasado nos fascina, como un miraje en la Tarde...;

la sombra de la Eterna Noche, ya cercana, lo desmesura borrando en su alarmante asimetría, toda fijeza de líneas, y, todo contorno de fronteras;

flota como un Espejismo de nieblas y, de nenúfares, en un lago del Walhalla;

por cualquier lado que se le mire, colinda con lo Infinito, y, se funde en él;

entra en la Eternidad;

la Vida de un Pensador, está toda en los jardines frondosos de su Pensamiento, tanto más bellos, cuanto más remotos;

y, vive en los rosales ideológicos, que sembró con sus manos, cuando eran jóvenes y, fuertes, en los surcos recién abiertos que despedían el reconfortante olor de una tierra virgen, apenas desflorada por el arado;

y, después... cuando viene el Crepúsculo, de un violeta ilúcido y sereno, que devora voraz los paisajes y, consume los rayos de luz, esas rosas de ayer, tan lejanas, aun inmunes de tanta tiniebla, y salvadas del último ultraje, no consuelan su enorme tristeza, pero ofrecen su pálido encanto a las manos que ayer las sembraron, y que hoy tiemblan en tanta penumbra, al buscar su amoroso contacto...;

en el oro temblante y confuso, de esa hora de vagos mirajes, rima el pájaro azul del Recuerdo...;

y, sus alas—dos laúdes vibrantes—, al tocar en las pálidas rosas, las hacen sonoras...

y, las rosas tiemblan y cantan, en sus pétalos de fúlgido cristal;

jaculatorias de la Tarde triste, como escapadas al corazón lejano de una estrella...;

bajo el azul difuso de los lejanos montes, que hacen marco a la esmeralda del Crepúsculo, engarzada en ellos;

y, aquel que sembró esas rosas, goza en acariciarlas con sus manos pálidas, agitadas por el ligero temblor, que hace irisar las olas de los ya cercanos mares de la Eternidad;

tal, así con las rosas de este libro...;

mis manos, al tocarlas... treman...;

como agitadas de un joven amor;

cansadas de apoyarse, sobre ese muro en ruinas que es mi Vida;

un largo Sueño desvanecido en el Crepúsculo;

una serie interminable de paisajes heroicos;

ya devorados por la enorme boca de la noche;

que aun dice las mágicas Palabras:

la Muerte;

y,

el Amor.

*

El Arte, es el Hombre;

una Obra de Arte, no representa sino el alma de un Artista;

el Yo, creador, vive en toda Obra creada, y, la informa, y, la domina;

así en los libros;

un libro, no tiene sino una alma: la de aquel que lo escribió;

una Obra de Arte, es personal, o no es una Obra de Arte, porque no es original;

fuera de la Originalidad, no existe sino la copia;

el Oficio, no el Arte;

obra de Artesano, no de Artista;

cualquiera que sea la impersonalización que ensayemos dar a nuestra Obra, siempre es nuestra Personalidad, la que vive y, se mueve en el fondo de ella;

cuando pintamos el alma de los otros, no hacemos sino reproducir la nuestra;

prestamos a nuestras creaciones las actitudes espirituales nuestras, y, vivimos en ellas una vida refleja que nos es querida;

nos vemos retratados en el corazón de nuestra propia Ficción, y, gozamos con el ritmo reproducido de nuestros propios gestos;

exteriorizamos y, cristalizamos en nuestra propia Obra, es toda la Impersonalidad que podemos darle;

vivir en su Obra, es decir: Vivir su Obra, es el deber de todo Artista genial;

ensayar vivir el alma de los otros, reproducir el alma de los otros, es el privilegio de los que no tienen una alma, en el sentido artístico de la palabra;

ninguna alma de Artista, es colectiva;

un Artista Verdadero, es un Yo, enorme, que se descompone en múltiples facetas, sin desvirtuarse, y, se puede diseminar hasta lo infinito, sin desaparecer, viviendo tantas vidas, cuantos átomos de su Yo, genera su Arte;

cuando el Arte cesa de ser nuestro reflejo, y se hace el reflejo de los otros, ha dejado de pertenecernos; ya no lo dominamos; nos domina;

el Artista, se ha hecho el Instrumento;

la Mecánica impera sobre las ruinas de la Inspiración;

la mano suple al cerebro;

la mano trabaja, no crea;

el Obrero surge sobre las ruinas del Artista...

todo germen de Genio, muere...

y, con él, todo germen de Arte...

así, la Vida de un Escritor, está toda en sus libros, o no es un Escritor, sino un copista, un mecanógrafo sin sensaciones, incapaz de sentir y expresar una Obra de Arte;

en cuanto a Mí; yo no he tenido otra vida que la vida de mis libros;

yo, los viví todos, aun aquellos que soñé;

la galvanización de los recuerdos, poniendo hoy en pie el alma de mis libros pretéritos, no hace sino alzar ante mí, fragmentos de mi Vida, paisajes psicológicos, en que yo viví, frescos pictóricos enormes, que yo decoré con mis propias manos;

a través de las nieblas de los días, esos coins de Vie, conservan todo su vivido esplendor;

me detengo ante ellos, como un Orcagna resurrecto, al cual le fuera dado rever la gloria mural del Campo Santo de Pisa, decorado por sus manos, y ver de nuevo desfilar ante él, la cabalgata enloquecida de sus creaciones... hoy, nada de eso conmueve mi corazón...; el Orgullo de mi Fuerza está intacto, como mi Fuerza misma;

¡inútil Orgullo, inútil Fuerza, que no alcanzan ya a consolar ni a embellecer mi Vida!...

en esta hora crepuscular en que las perspectivas de los jardines interiores, se hunden y se esfuman en el corazón de la Gran Noche definitiva, recordar el primitivo esplendor de esos jardines, es un deber;

miremos hacia el pórtico bermejo del Oriente, a cuya sombra sembramos las rosas magníficas; en el corazón de fuego de la Aurora...

y, las vimos nacer, en el oro bruñido de la mañana, espléndida y, sutil.

*

¿Se puede escribir un libro que no se ha vivido?...

con el pensamiento o con el corazón, todos los dramas que escribimos, han vivido en nosotros, si no los hemos vivido;

soñar su libro, ¿no es vivir su libro? la parte más bella de la Vida, es aquella que soñamos;

¿dónde la Vida deja de ser un Sueño, y entra a ser una Realidad?...

imposible marcar ese límite, eso equivaldría, a trazar las fronteras de las nubes, prontas a disolverse en el viento;

los libros que escribimos, son siempre estados de alma, absolutamente personales, ya radiquen en el corazón, ya en el cerebro;

son jalones de nuestra Vida, puestos en la vía de esa marcha acelerada hacia la Muerte, que es la Vida;

libros de Amor;

libros de Dolor;

¿hay un Amor que no sea un Dolor?

vosotros los que habéis amado mucho, ¿podríais contar o medir, el caudal vertiginoso de vuestras lágrimas

hay hombres de Amor...

¿no podrían llamarse hombres de Dolor? los grandes enamorados son grandes sensitivos; dan su vida al Amor, y, son capaces de dar su vida por el Amor;

tal el hombre que yo hago vivir en las páginas de este «Lirio Blanco», y en las de sus dos hermanos subsecuentes, el «Lirio Rojo», y el «Lirio Negro»;

¿dónde fué vivido el amor de este libro? lo he olvidado;

¿dónde fué escrito?

en Roma;

como tantos otros libros pasionales míos;

allá por el año 1901; sus manuscritos inconclusos, como los de «Lirio Rojo» y «Lirio Negro», viajaron largo tiempo conmigo;

vivieron bajo el cielo diáfano de Florencia; 1902; fueron a New York, y, recibieron el beso helado de las ráfagas del Norte; 1903;

y, fué bajo el cielo espléndido de España, que recibieron su forma definitiva, y, fueron llevados por mí a París, y publicados allí, en 1904, en casa de mis editores de entonces, Viuda de Ch. Bouret, con el título de «El Alma de los Lirios»;

ese enorme volumen, contentivo de las tres novelas, vivió bajo ese título, luengos años;

el huracán de la guerra me arrojó sobre playas mediterráneas;

y, en Barcelona en el año 1916, resolví desglosar las tres novelas para darles su forma definitiva;

desprendí las flores de la gran rama lilial, y entregué al Editor Maucci, el «Lirio Blanco», para su publicación, que por un error se publicó bajo el titulo deCisne Blanco ;

ornélo de un Capítulo Inicial, que siempre había soñado para él, y, dile un final menos trágico que aquel que primitivamente tenía;

y, en esa forma, circuló la edición del «Lirio Blanco»;

hoy, ante la Edición Definitiva de mis Obras Completas, que hace la Casa Editorial Sopena, de Barcelona, me veo en el deber de revisar cuidadosa y escrupulosamente toda mi Obra, para darle su forma definitiva, inmutable, y perenne;

así, corrijo y arreglo este«Lirio Blanco», dejándole el Capítulo Inicial, añadido en la edición Maucci, e íntegro el resto del texto, tal como fué publicado en la primitiva edición de París;

y, ésta ha de ser y, es su forma Inmutable;

y, va el «Lirio Blanco», precediendo a sus dos hermanos, que han de seguirle pronto, sobre la misma corriente agitada de la Vida;

lo sigo con mirada melancólica, a la luz opaca de esta hora vesperal de mi existencia, cuando la sombra creciente apaga en el cielo todo fulgor violento, y el horizonte palidece ante la aproximación de la Eterna Noche...; aquella que no tiene auroras;...

no estoy triste de entrar en ella;

y, doy gracias al Destino, que me ha permitido hasta este momento revisar mi Obra, y, me da el tiempo de poner un beso sobre la frente de estos hijos de mi espíritu, que vienen por última vez a mí, antes de ir a vivir en otras almas y en otros corazones;

¡benditos ellos, que han librado a mi Vida del baldón de haber sido inútil!...

¿cómo no conmoverme cuando hoy, Solitario Absoluto, me despido uno a uno, de esos hijos de mi cerebro, compañeros y flores de mi Soledad?...

dejad que este Lirio Blanco, tiemble por última vez entre mis manos;

y que mis labios, tiemblen al besarlo;

con un temblor de Muerte y de Eternidad.

Vargas Vila .

 

1920.

PRÓLOGO

DE LA EDICIÓN PUBLICADA EN PARÍS EN 1904

Tristes, apasionadas y sinceras, estas páginas tienen la forma y el relieve de una vida real; aquel que vivió esa vida ya no existe; ya la Muerte, selló para siempre, con su beso interminable, los labios de aquel grande Insatisfecho, nunca saciado de ósculos culpables;

encadenado fué al reposo eterno, aquel corazón de tormenta, rebelde a toda forma de quietud;

aplacada fué en los hielos del sepulcro, la fiebre pertinaz de aquel cerebro, que sólo pudo entrar en calma con la onda de Eternidad que lo cubrió;

ya los brazos lacerados de aquel gran Poeta gráfico, se cruzaron para siempre sobre el pecho apaciguado;

ya duerme en la calma y el reposo, como un héroe caído en la batalla, aquel altivo y fiero solitario, cuya vida fué como una llama, combatida por el viento en la noche negra;

y, esa vida son estas páginas.

 

VARGAS VILA.

Y EL POETA DIJO:

Porque pasaron por mi vida como lises crepusculares, embalsamándola con su perfume intenso de Belleza, de Dolor, y de Crimen.

Porque ellas arrojan aún sobre mi espíritu entenebrecido de tristeza, claridades radiosas y soplos de primavera, que hacen gemir la vieja selva, envuelta en la calma lenificante del olvido, bajo la ceniza gris que vierte la irremediable melancolía, sobre el recuerdo de las agitaciones adolescentes y el fulgor de los sueños pasionales, ya hundidas con sus preludios dolorosos en la gran calma maravillosa que precede a la inexorable Muerte.

Porque sus bocas voraces comieron mi corazón e hicieron pasto de ellas mis altos sueños luminosos, mis ambiciones heroicas, mis nobles entusiasmos, y el poder visionario de mi sueño creador.

Porque ellas devoraron mi Gloria.

Porque al acercarse a mí, se precipitaron como hacia una vorágine, en el círculo de la Fatalidad, que cual una Ménade celosa, rodea mi Amor.

Porque, al besarme, besaron en mis labios, el horror de la Tragedia Inexorable.

Porque la Sibila de Albano, mirando mis manos, con sus ojos fosforescentes de loba medrosa, había gritado con un inenarrable horror: ¡Desgraciados de los que te amen! ¡Desgraciado de ti si amas!

Porque las palabras de la Pitonisa, cumplidas fueron.

Y envenenada fué mi vida por el néctar delicioso de los lirios del amor...

Para recuerdo de esos lirios martirizantes y adorados.

Para hacer un ramillete de esas flores fugaces y divinas.

Para eso escribo estas páginas.

¡Oh puñados de lirios de mi vida!...

¡El Alma de los lirios gime aquí!...

LIRIO BLANCO

(DELIA)

¡Oh! el divino sortilegio de las cosas del pasado...;

cómo crece, cómo crece en su vaga idealidad;

lo recuerdo, y me estremezco...

¡tan divino y tan lejano!...

 

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... … … … ... ... … … ... ... … …

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...Yo era un niño, melancólico y huraño; hijo único, de grandes propietarios; raza de labradores adinerados, fué la mía;

por mi madre, algo más culta, más refinada, más intelectual;

algo de vibrátil y de extraviado, había en esa raza de sensitivos, en la cual, los varones, habían dado pruebas de una violencia irracional, casi llevada hasta la demencia;

mi madre, era hija de un médico de la ciudad cercana, muy letrado, muy erudito, con una gran reputación de neurólogo, y entregado con pasión al estudio de las enfermedades mentales;

maníaco y estrafalario hasta el ridículo, escapaba de éste, por la violencia impetuosa de su carácter, legendaria en todos los de su raza, la cual extendía uno como halo de horror, sobre todos los que llevábamos su nombre...

uno de sus hermanos había muerto loco; otro, había tenido que huir del país, perseguido por haber matado en duelo a un rival suyo;

él se dedicaba también al asesinato, pero, con patente, y mediante las drogas y el bisturí, únicas armas que usaba;

en su pueblo había crónicas horribles, sobre aquel médico medio loco, al cual todo el mundo creía brujo, a causa del misterio en que vivía, y de las curaciones, a veces maravillosas, que efectuaba;

tan alto gritaron las crónicas, que la autoridad se conmovió, y ordenó un registro en su domicilio; el viejo maníaco, se negó a aceptarlo; se encerró, se muró, se armó, hizo de su casa un fuerte, desde el cual disparaba tiros a todo el que se acercaba con intención de violar su domicilio...

no se le pudo rendir por hambre, porque vecinos cariñosos, le hacían llegar por los solares, alimentos para él y para mi madre, que era entonces una niña;

al fin, la fuerza armada entró en el edificio, por las tapias de un jardín, y aunque el viejo se defendió, fué agarrotado y reducido a la impotencia;

la autoridad, no halló en la casa, nada que fuera delictuoso, sino los útiles necesarios para las indagaciones de un sabio: retortas, morteros, hornillos, una cantidad infinita de libros y de materias químicas;

pero, como la autoridad, no quería darse por vencida, se incautó de infinidad de cráneos, catalogados, numerados y anotados, que el célebre neurópata tenía en su laboratorio;

se le acusó de violación de sepulturas, y de resistencia a la autoridad;

como logró probar que los cráneos los había adquirido de estudiantes de medicina que se interesaban en sus descubrimientos, y se los enviaban de los hospitales después de estudiados en los anfiteatros;

y amparándose en la inviolabilidad del hogar, expuso las razones que había tenido para oponerse a su violación;

fué absuelto con grande aplauso, del mundo científico, que se interesaba por él;

pero, salió de esta prueba, más loco y más violento que nunca;

se encerró por completo en su laboratorio, y se puso a anotar sus observaciones, después de haber publicado un aviso en la prensa, ofreciendo una prima de cinco mil francos, al que le trajera el cerebro del Inspector de Policía, que había asaltado su casa, para analizarlo; jurando, que nadie encontraría, ese órgano vital, en el cráneo policíaco;

eso, le ocasionó un nuevo proceso, que fué sobreseído por creer la autoridad, mentalmente irresponsable al acusado;

éste no se ocupaba ya sino de escribir, y acopiaba notas sobre notas, en volúmenes manuscritos, que después de su muerte, fueron ardidos por sugestión del cura de la parroquia, que los declaró heréticos, como escritos por un hombre que había muerto sin confesión;

mi madre, hija única, huérfana de madre al nacer, había crecido solitaria, al lado de aquel maníaco violento, en esa soledad, rodeada únicamente de libros y de esqueletos, siendo como una momia más en aquella lúgubre mansión;

su padre, la amaba como suelen amar los sabios: como un apéndice, a veces estorboso en sus meditaciones;

las almas afectivas, son siempre almas simples, desprovistas de un grande Ideal;

los hombres superiores, no aman a ciertos seres que les son queridos, sino como una parte, o una sombra de su propio Ideal;

a ese Ideal, se sacrifican, y sacrifican a los otros;

ningún verdadero grande hombre, ha sido un hombre de afectos;

mi abuelo, que amaba mucho a los muertos, se ocupaba muy poco de los vivos;

inclinado sobre los libros y los cráneos, buscando las circunvoluciones del cerebro de los otros, no se apercibía de cómo se extraviaba gradualmente el suyo;

y, por buscar cómo habían perdido el juicio los demás, acabó por perder absolutamente el suyo;

y, murió loco por completo y dejando una gran fortuna;

porque durante muchos años, nadie se murió en la ciudad, y los pueblos circunvecinos, que no fuera con la tarjeta de defunción firmada por él, y sin duda, a causa de él;

la reputación de los grandes médicos, como la de los grandes capitanes, se mide por los muertos que han hecho;

la de mi abuelo, era una especie de monolito asirio, formado por los cráneos de sus víctimas;

era un Napoleón de las pócimas, que un día, ya loco y sin duda por haberse recetado a sí mismo, se murió sin saber por qué habían muerto los demás;

y, sospecho que al entrar al cementerio no hubo muerto que no lo saludara, agradecido a la Paz Eterna de que disfrutaba, a causa de él;

sus papeles y sus libros, quedaron abandonados con mi madre, en el viejo caserón, poblado de fantasmas;

los libros llenos de notas; y mi madre, llena de billetes de banco;

bella, de una belleza frágil y extraña; una belleza que se diría trágica sin la apaciguante luz de los ojos tiernos y misericordiosos, entristecidos por algo inexplicable, como la sombra de alas invisibles; alas de visiones inasibles...; era mi madre...

bella, bajo su cabellera opulenta de un color castaño de carey, con hebrazones de oro, como ciertas cabelleras pintadas por Tiziano; los ojos grises nórdicos, como hechos de brumas y de espumas, ojos de ensoñación; el talle esbelto, que la maternidad no deformó después; y, la boca... aquella boca de labios fuertes y rojos, como una herida, en la cual, los dientes blancos y parejos, semejaban flores de azahar caídas sobre una entraña desnuda;

bella era mi madre, bella y melancólica, como hecha de mansedumbres y de inquietudes, trabajada por fuerzas ancestrales y lejanas, pero, sometida y suave, como una esposa bíblica...

toda la violencia de sus antecesores, se resolvía en ella, en una mansedumbre inerme, una resignación de oveja, una abulia enfermiza, que era como una fatiga y un abandono voluntario de su personalidad en brazos de la vida;

debía haber algo de hebreo en la raza de mi madre;

sus facciones eran de tal manera semíticas, que cuando yo hojeaba la Biblia sobre sus rodillas, me veía obligado a alzar la vista para mirarla constantemente, tanto así le hallaba de semejanza, con las mujeres que había en los grabados del texto;

había una Ruth, admirable de candor, que se le parecía enormemente;

ello es, que mi padre, rico agricultor, hijo de grandes propietarios, la vió, se prendó de ella, y la hizo su esposa;

sus dos juventudes, y sus dos fortunas se juntaron;

y, de ese matrimonio nací yo;

fuí hijo único, porque mi madre, enfermó tan gravemente de ese alumbramiento, que ya no volvió a concebir;

su temperamento impresionable y fantástico, sufrió mucho de esa infecundidad, porque su gran deseo era tener una niña, que se le pareciese y le hiciese compañía;

defraudada en esa esperanza, se dedicó única y apasionadamente a mí, a cuidarme, a mimarme, a velar por mí, con un celo enfermizo y exagerado;

y, yo, que debía ser el lazo de unión entre ellos, me hice por el contrario, el motivo de sus únicas disputas;

porque mi padre deseaba que se me educase de otra manera, con una mayor severidad;

y, mi madre, tan dulce, tan silenciosa, tan sometida, era la única vez que se incomodaba, que discutía, que hacía acto de personalidad, cuando de mí se trataba;

y, mi padre que la amaba mucho, por evitar disgustos con ella, la dejaba hacer;

y, yo crecí así, sobre el seno de mi madre, inseparable de ella, bajo el encanto lenitivo y pacífico de sus caricias, absorbiendo sus neurosis, intoxicándome de ellas, como de un filtro delicioso y fatal;

niño débil y enfermizo, extrañamente soñador y melancólico como mi madre, mi crecimiento era lento; el sol y el aire no alcanzaban a fortalecerme, y prematuramente enfermo del mal de pensar, era con frecuencia, atacado de crisis extrañas, que perjudicaban el desarrollo de mi vida física;

el morbo de la sensibilidad extraordinaria, que se resolvía casi siempre, en verdaderos accesos de violencia, trabajaba mi organismo;

una tristeza extraña, que acaso era hereditaria, se apoderaba de mí, y me sucedía, llorar sin causa y sin descanso sobre el seno de mi madre; que también lloraba, como abrumada por dolores sin nombre, por el ensueño de quién sabe qué imposibles realizaciones...