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«Némesis» (1923) es una recopilación de artículos de la revista del mismo nombre que José María Vargas Vila fundó en Nueva York, donde escribía sobre él y sus amigos, o enemigos, pero, sobre todo, contra la política imperialista y el Gobierno de Estados Unidos, motivo que le valió la expulsión del país. La revista siguió publicándose desde Europa.
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Seitenzahl: 297
Veröffentlichungsjahr: 2021
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José María Vargas Vilas
Saga
Némesis
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1923, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726680362
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
A la Sombra del Lauro;
cerúleo;
oripotente;
de fúlgido follaje;
yo he vivido;
fija la vista en los remotos cielos;
donde van los caballos de la Aurora, en carrera hacia el último horizonte, a pastar en las praderas del Sol;
gélido Lauro;
purpúreo-crínito;
a su sombra ferina;
las caravanas de mis sueños, dormido han;
y mis visiones en frémito ululante los furibundos vuelos fatigaron;
las precordias de la Justicia estremeciéronse al
vuelo de esos halcones zahareños;
que de heraldos feroces le servían;
escoltándola;
en un vuelo divino;
hacia el Destino
Inmanente;
uñas y rostros vueltos al Oriente;
¿no es allí que está el corazón de la Esperanza?. . .
de la Esperanza ante cuya nuda Belleza, en expectante angustia yo he velado;
adiestrando el vuelo de mis Ensueños;
los azores voraces;
onfalósitos que viven de mi sangre y mi cerebro;
mis soberbios Ensueños levantados del Dolor de mi Anima Profunda. . .
sólo el ala roja y candente de la Guerra al proyectar sobre ellos su hosca membratura de acero ígneo inmovilizó su vuelo. . .
y, los redujo al Silencio. . .
porque sólo a los buitres y a los cuervos les era dado volar entonces sobre los campos de matanza, devorando el trágico Festín que la Muerte devota les servía;
y, sólo a las bocas de los cañones les era dado llenar el espacio con el bronco rumor de su alarido;
y, a los alados criníferos de Marte cruzar el cielo con su cuadriga incendiada;
sobre ese Sacrificio de Pueblos, que era como otras Criptias, hechas para un asesinato de Ilotas;
donde los últimos crióferes fatigaban sus brazos degollando las víctimas vencidas;. . .
sobre el Inicuo Altar de la Victoria;. . .
pero. . .
pasó. . .
el tañir de los metales;
el rimbombo del cañón;
el tropel de los esclavos heroicos;
y el lúgubre cortejo de los muertos;
coronados de adormideras salvajes;. . .
pasó la Guerra;
y, el aire vasto;
sereno fué. . .
y hubo espacio para el vuelo del Pensamiento. . .
y, el Verbo fué libre. . .
y, recobró el prestigio de sus alas;
y, yo, Pastor de las Palabras, y Conductor de Ideas, volví al dominio de ellas;
y, las agrupé bajo mi pluma, y las hice volar coco enantes, bajo los cielos lívidos, tardos en recobrar su perdida serenidad;
y, Némesis, mi Tribuna Personal, erecta de nuevo fué;
y, volví al calor de mis discursos sobre esa címa inflamada;
y, mis pensares;
y mis decires;
fueron a los corazones y a las almas, que ha tantos años buscan como alimento el pan espiritual de mi Palabra;
y, los ecos que hoy me vuelven son extraños;
parásitos al oído;
incomprensivos;
quiero ocuparme de algunos;
se me acusa de Profetismo;
sí. . .
es Verdad. . .
yo he conocido muchas veces la suerte de Casandra, y no me he sentido triste al ver la inutilidad de mis palabras, y las he visto morir sobre los eriales de la Incomprensión, con la altíva Indiferencia del árbol que despojado de sus hojas las ve alejarse en raudos torbellinos, hasta hacerse polvo miserable en los senderos áridos;
no he sentido el vértigo del Orgullo al ver la Victoria de mis Profecías, cuando convertidas en hechos, plegaban las alas furentes sobre las cimas de la Realidad;
y, eso, porque ¡ay!. . . esas Profecías cumplidas, tenían la Implacabilidad terrible de un alud, y sepultaban al realizarse, muchos pueblos y muchas cosas que me eran muy amadas;
me ha sido dada la Inconmensurable Tristeza de ampararme bajo las ruinas que he profetizado, y, he sentido el respeto y el amor de los escombros, que hacían cúpula a mi cabeza fatigada;
los follajes de los sauces babilónicos han acariciado mi frente, murmurándome la suave y triste canción de las noches del Exilio. . .
en mi largo Apostolado, ningún Dolor ni ninguna Traición me han sido ahorrados;
los he sufrido todos;
ninguna Intemperie me ha hecho palidecer, porque la Intemperie ha sido la almohada sobre la cual me he reclinado, como Jacob, en este largo Desierto Inmisericorde, que ha sido mi Vida;
como todo Profeta, he sido lapidado;
los más imbéciles vocablos han servido de proyectiles a las Turbas Incomprehensivas;
y, con ellos me han apedreado;
esos guijarros me han servido de pedestal;
los que los han lanzado contra mí no han hecho sino añadir un elemento más a mi grandeza;
como los esclavos faraónicos, han sido los constructores inconscientes de la pirámide que me sirve de pedestal;
es sobre sus insultos que yo he puesto la misericordia de mis pies para elevarme.
¿Profeta?
sí:
que lo fuí;
y, lo soy;
pero, en el Sentido Científico, no Esotérico, de la Palabra;
me doy el gusto de autocitarme;
yo dije, en mi “Clepsidra Roja” hablando de la Guerra Universal, que anuncié sesenta días antes de que estallara:
“los Profetas han muerto, pero, los Pensadores viven;
los adivinos han pasado, pero los hombres de estudio quedan;
ya no hay Profecía, no hay sino Ciencia;
ya nadie cree en los libros de Magia, sino en los libros de Historia;
en sus páginas se aprende, no a predecir sino a deducir la marcha de los acontecimientos;
las entrañas abiertas de la Historia nos dan todas sus revelaciones, que son terribles lecciones;
mediante ellas, los Pensadores pueden anunciar la venida de ciertos acontecimientos, como los Astrónomos pueden anunciar el regreso de ciertos astros;
la órbita de los hechos históricos puede describirse como la de los planetas;
la monotonía de la Historia es desesperante a causa de eso;
del estudio atento de las ciencias sociológicas, puede extraerse este postulado: Deducir es Predecir;
dos meses antes de estallar la Guerra yo deduje ( 1 ) que la Guerra iba a venir, y la Guerra vino;
no merezco la lapidación de los Profetas, a la cual algunos me condenan;
apenas si merezco el Desdén debido a los hombres de estudio, que amando dialogar con la Historia extraen de esos diálogos el conocimiento lúcido de las leyes de la Dinámica Social, que se cumplen como el Veredicto Inapelable de todos los Dictados de la Ciencia, única Potencia Superior, que abruma con su Divina Brutalidad, la Debilidad Orgullosa de los hombres y los aplasta bajo ellos;”
así dije ayer;
y, hoy, digo así;
y continúo en profetizar. . .
exasperando el gelasmo histérico de los epileptoides de cierta prensa, a los cuales yo no me ocupo de curar la turgescente callosidad de sus meninges;
y, continúo en deducir, es decir, en predecir;
que:
la Paz, que la Victoria dice haber dado al Mundo, no es la Paz;
es la Guerra, engendrada por el Destino Violento en el vientre de la Iniquidad;
que hoy más que ayer el Mundo está a la orilla del Abismo y pronto a precipitarse en él. . .
que el Sacrificio de la Europa fué estéril, porque no ha logrado sino acrecer los males que pensaba conjurar;
que el Mundo, que se amotinó contra Alemania, para destruir el cáncer oprobioso del Militarismo, no logró sino contagiarse de él, a tal grado, que hoy la Europa no es sino un campamento de genizanos holgazanes, y excepción hecha de España y los países escandinavos, no hay una sola Nación, que no sea una sierva sumisa, temblando bajo el filo de una espada;
que el Pretorianismo domina en los Consejos de Estado, y es él quien dicta esos Veredictos de la Violencia, en los cuales se arrasan las últimas fortalezas del Derecho para que quede el Mundo apto a ser, como será mañana, un campamento de bárbaros;
que la Civilización sumergida por la Guerra, no renacerá en mucho tiempo, y, en este estado de Barbarie caótica que se tiene la Insolencia de negar, a falta de valor para evitarla, el Mundo entra cada día más en las tinieblas de lo Desconocido, empujado al corazón de ellas por las manos violentas de la Fatalidad. . .
decidme un solo derecho, que se haya salvado de este aluvión de brutalidades que sepultó al Viejo Mundo;
los Dinosaurios Caducos de la Diplomacia, continúan empeñados en hacer creer que hay en sus Consejos secretos algo más que la mano de Sylock, guiada por los dictados de Tartufo;
un regreso manso hacia la Edad Media;
el renacito de un Misticismo enfermizo y morboso, que acusa la Muerte de toda Virilidad intelectual, y, es el retorno a un Primitivismo Bárbaro, el gesto de regresión violenta de toda Sociedad, o mejor dicho de toda Civilización pronta a desaparecer;
el espíritu de Religiosidad, apareciendo en formas alarmantes, que anuncia la degeneración completa de la mentalidad Europea, lesionada y casi desaparecida por el choque brutal de la catástrofe;
una pérdida absoluta de todo Idealismo Liberal, declarado pecaminoso, por estas generaciones de monjes laicos salidos de los subterráneos de las trincheras, enfermos de oftalmia espiritual, llenos de un odio ciego a todo lo que sea la Luz;
estos oblatos galoneados, parecen no haberse inclinado en sus noches de ocio, sobre libros de Táctica y Ciencia Militar, sino haberse ejercitado en hacer Exégesis sobre la Suma Teológica de Santo Tomás, o fungir comentarios a José de Maistre, tal es el vaho de obscurantismo retrógrado que se escapa de todo lo que piensan y de todo lo que escriben;
los hombres de la Action Francaise, Charles Maurras, y Leon Daudet, que pasaban por los más agresivos líricos de la Reacción monárquica y Clerical, han sido de súbito eclipsados por estas miriadas de topos parlantes, escapados de las trincheras, para refugiarse en las prensas, y llenar con sus utopias ultramontanas los libros y los diarios;
el Espíritu de Autoridad, que había llegado a tomar formas ecuánimes, merced al lento trabajo de la Libertad, que es su rival, ha vuelto a tomar sus formas primitivas de Absolutismo Intemperante y feroz, y se ejerce sin tasa y sin control, sobre pueblos antes viriles, y que ahora parecen haber sido castrados al pie de las trincheras;
el Dios Iræ, de la Escritura proyecta sobre el Mundo su angustioso fantasma. . .
y reina sobre él;
reina sobre este mundo de supervivientes, que parece no haber escapado de la Muerte, sino para caer violentamente en la Esclavitud;
ellos no volvieron la espalda a la Libertad sino después de que creyeron haberla degollado;
gesto estéril. . .
gesto inútil. . .
ridícula contracción de miembros de ilotas en orgasmo. . .
la Libertad es Inmortal;
ella se alzará un día de sus cenizas;
triunfante y misericordiosa;
para amparar y proteger a las turbas de siervos miserandos, que hoy la niegan;
a todos. . .
a aquellos que la olvidaron;
a aquellos que la persiguieron;
a aquellos que la vendieron. . .
a aquellos que la entregaron. . .
a todos. . .
si no hubiera esclavos. . . ¿sobre quién se ejercería la Misericordia de la Libertad?
la Libertad como el Sol, no brilla nunca con tanta intensidad como después de un largo eclipse. . .;
¿cuánto durará este eclipse de la Libertad?. . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿de dónde vendrá la luz?
no quiero decirlo. . .
que mi Silencio vele como una nube el divino Sol, que ya despunta lentamente, majestuosamente, en el remoto horizonte, erizado de montañas. . .
tal vez yo no lo veré triunfar;
pero, lo saludo amorosamente desde el fondo de mi corazón. . .
a la Umbra Cadente. . .
de esta tarde de mi Vida. . .
tan dolorosamente triste por su ausencia.
No de rodillas como un esclavo sometido, temeroso del azote del Amo. . .
sino de pie, como un Vencedor, justamente orgulloso de su Victoria, el Presidente de México, ha hablado al Mundo desde el Capitolio Nacional, al hablar al Parlamento de su País;
todo el euniquismo oratorio, el bizantinismo convulsionario, y el ciceronismo cascabelero y extipendiado, balbuceante de Miedo y de Adulación, que distingue la elocuencia Presidencial en esos países, cuando de hablar de los Estados Unidos se trata, está ausente de esta Oración, austera y grave, de una concisión tacitiana, y de una Dignidad Política, cuasi olvidada ya, en esos feudos yancotropicales donde los labios de los Presidentes se hacen tumefactos de besar la bota ultra tosca del Tío Sam, y las mejillas de los pueblos vendidos por su hiscariotismo traficante y miserando;
nada del retoricismo nauseabundo de un Marco Fidel Suárez, ocultando la Traición bajo los vocablos, y los Treinta Dineros bajo la toga, al recomendar al Congreso Colombiano, la aprobación de SU Tratado con los Estados Unidos;
nada de aquellas prosas de caballerizo galoneado que hicieron célebre la abyección verbal de Mario Menocal, durante su larga Pretoria, en la Isla Esclava, regada con la sangre infecunda de José Martí;
nada de ese genizarismo de la lengua, ni de ese serrallismo de la Palabra, hay allí. . .
prosa máscula, de una virilidad heroica y serena, sin otros ornamentos que los que podríamos llamar los genitales del Discurso;
¿elocuencia?
sí que la hay;
pero grave y austera, como aquella que distingue las arengas de Julio César;
prosa personal;
porque Alvaro Obregón, no es de aquellos Presidentes que escriben al dictado de sus Ministros;
él da la norma y la forma de su Expresión;
como de su Política;
de la cual tiene derecho a poseer el Orgullo, ya que tiene el valor de toda su Responsabilidad;
sólo reproduzco y a ella me refiero, la parte de ese Mensaje concerniente a su Política con los Estados Unidos, aunque mucho y bien habla de su Política Interior, Pacificadora y Cultural, que ha vuelto la Libertad, el Prestigio y la Vida, a esa Democracia cuasi exánime, agotada por todos los bandalajes, los que acampaban un día en el Capitolio, y los que asolaban los campos con la esperanza de llegar a él. . .
ese no es mi tema;
lo que me encariña en México;
lo que me entusiasma en México;
es la Política Exterior de México;
su Política frente a los Estados Unidos;
porque la Política Internacional del Presidente Obregón, es no sólo Protectora de la Independencia de México, sino la sola salvaguardia, hoy día, de la Independencia de la América Latina, ribereña de los dos océanos, que mira con asombro la trayectoria de esa espada, marcando un límite a la Invasión Creciente de los Bárbaros:
leed:
“Nuestras relaciones con los Estados Unidos de América al iniciarse el actual período presidencial y antes de que pudiera juzgar por su propia actuación la capacidad de este Gobierno, para desarrollar el programa iniciado en el campo electoral, subsistía en el Departamento de Estado de Washington la idea de garantizar los intereses de los americanos en México mediante un Tratado previo a la reanudación de relaciones diplomáticas entre los dos países. Posteriormente se indicó que por este medio podría quedar otorgado de modo implícito el reconocimiento al Gobierno de México, y el de los Estados Unidos, al efecto, insinuó y propuso formalmente un proyecto de tratado que contenía estipulaciones contrarias a algunos de nuestros preceptos Constitucionales. Su adaptación, por lo tanto, conduciría inevitablemente a crear una situación privilegiada en favor de los Americanos residentes en México, que se hará automáticamente extensiva a los nacionales de otros países por causa de la conocida cláusula de la Nación más favorecida. Esto es, tendería a producir, a menos de que se reformara la Constitución de acuerdo con las demandas de un país extraño, ventajas injustificadas en favor de los americanos residentes en México o en general de un grupo de extranjeros sobre el resto de ellos, y lo que es peor aún, sobre los mismos mexicanos; pero aunque ésto no fuere así, ya que se trataba de un simple proyecto sujeto al estudio de este Gobierno y que el de la Casa Blanca, según indicaciones ulteriores, no tiene el propósito de insistir sobre estipulaciones contrarias a nuestras leyes, el Gobierno de México ha pensado que no es posible, ni conveniente, ni necesario, firmar un tratado semejante en tales condiciones, toda vez que su procedencia respecto del reconocimiento o la simultánea de ambos actos, o su fusión; y considerando que la firma de dicho tratado pudiera implicar o significar al mismo tiempo la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los dos países, hubiera dado al reconocimiento el carácter de condicional y hubiera lesionado gravemente la soberanía de México. Es este, en efecto, un Estado cuya existencia y soberanía jamás han sido cuestionadas durante cien años, y sus Gobiernos por consiguiente tienen derecho a ser reconocidos por los Gobiernos de los demás países de acuerdo con el derecho establecido, es decir, sin más condiciones que su legalidad para cumplir sus deberes y compromisos internacionales. No sería, pues, justificable, a la luz del derecho internacional, la exigencia de que el Ejecutivo de México contrajera compromisos de antemano para que le fuera otorgado el reconocimiento; pero, aparte de esta razón de derecho, tampoco podrá justificarse tal exigencia por innecesaria aun a los intereses que con ella se pretenda proteger, si se toma en cuenta que el actual Jefe del Gobierno ha hecho, primero como candidato y después como Gobernante, repetidas declaraciones de ajustar su política a los dictados de la Ley y de la moral, y abundan las pruebas tanto de su capacidad para desarrollar esta política como del apoyo que en tal sentido le prestan los otros poderes de la Federación, pruebas debidamente apreciadas por todos los Gobiernos de países Europeos, Americanos y Asiáticos que no han vacilado en reanudar sus relaciones diplomáticas con el de México. Para no citar de entre todas esas pruebas sino las que más directamente se relacionan con los intereses extranjeros en México, a la pacificación total de la República y su rápida reorganización administrativa y financiera, bastaría agregar, por ejemplo, la desincautación de los Bancos de emisión y de otros muchos bienes de propiedad particular intervenidos por una Administración anterior que mereció no ser reconocida por el Gobierno de los Estados Unidos. Y con el fin de concretar las pruebas al caso particular de los intereses americanos, es suficiente recordar, primero, que a raíz casi de inaugurado el presente Gobierno, se invitó de un modo formal y por conducto de la Secretaría de Relaciones Exteriores a la casa Speyer de Nueva York y al Comité Internacional de Banqueros presidido por el señor Lamont, para que tan pronto como lo desearan, vinieran a México a arreglar con este Gobierno las cuestiones pendientes relativas a nuestra deuda exterior; segundo, que el Gobierno actual, a pesar de que existe la Comisión Nacional de reclamaciones cuyos fines son conocer y resolver sobre las quejas que se presenten por daños causados por la revolución y que ciudadanos de Austria, de Cuba, de China, de Francia y súbditos de Inglaterra y de Italia, han presentado reclamaciones por la vía diplomática y que estas reclamaciones han crecido considerablemente de enero a julio del presente año, esto es, cuando regían ya las disposiciones que reformaron la ley constitutiva correspondiente; lo cual demuestra la confianza que van conquistando en los interesados los nuevos procedimientos de la comisión y que justo es recordarlo ha habido casos como el del señor Wodg Wi, cludadano chino, que ha dejado al criterio de dicha comisión el fijar los daños por él sufridos, y el del súbdito español don Alvaro Calleja, que con gran desinterés renunció a todo derecho de reclamación por daños que estimaba en la crecida suma de 272,000 dólares. A pesar de todo esto, repito, el presente Gobierno, en su deseo de satisfacer con mayor amplitud aun las demandas justas de los extranjeros damnificados y fundándose en el artículo 50 del Decreto del 10 de mayo de 1913 y del artículo 13 reformado de la ley de 24 de diciembre de 1917, invitó a los Gobiernos extranjeros a fin de que de acuerdo con el Gobierno de México se procediera a celebrar convenciones para el establecimiento de comisiones mixtas permanentes encargadas de conocer de las reclamaciones de sus nacionales. Y por último, que el carácter no retroactivo del artículo 27 constitucional respecto a concepto y derecho de propiedad petrolera privada, ha quedado definido recientemente por ejecutorias de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con cuyo espíritu están enteramente de acuerdo diversas manifestaciones y declaraciones del Ejecutivo de mi cargo y de algunos miembros y grupos de este Congreso que no es aventurado suponer son en mayoría abrumadoras, dando así un bello ejemplo de solidaridad Gubernamental en la que garantiza plenamente la reglamentación y aplicaciones futuras de dicho artículo 27 con entera subordinación al mencionado principio de no retroactividad. Así, pues, las tres cuestiones que principalmente interesan a los derechos de los extranjeros en México o sean: la reanudación del servicio de la deuda pública, la reparación equitativa de los daños causados por la revolución mediante fallos imparciales de comisiones mixtas y la interpretación no retroactiva del artículo 27 constitucional, pueden considerarse ya resueltas por la simple ejecución voluntaria del programa sano del Gobierno de México y resulta, por lo tanto, como lo expuse antes, no solamente innecesario consignarlas en un tratado con un Gobierno extranjero, sino también indecoroso, ya que por un lado las relaciones diplomáticas están en suspenso y que por otro lado un tratado internacional quitaría a los referidos actos de nuestro Gobierno su indiscutible carácter de espontaneidad. En otras palabras, y resumiendo, nuestro Gobierno se preocupa tanto como el de los Estados Unidos por la protección de los intereses americanos en México, considerando que esta protección es uno de sus deberes más imperiosos hacia aquel gran país. Nosotros no solamente por los vínculos materiales que necesariamente crea su vecindad geográfica, sino también por los morales, más fuertes aún, de nuestras simpatías hacia sus instituciones democráticas y las cualidades de su pueblo, coinciden, pues, todos los Gobiernos en este propósito, y el de México, con el fin de cooperar más eficientemente en su realización, esto es, para que ésta llegue a revestir una forma tal que fortalezca el prestigio de dicho Gobierno y la capacidad mejor para cumplir ese deber de protección y tengamos al propio tiempo mayor estrechamiento futuro de las relaciones entre ambos países, ha preferido eliminar la ocasión de promesas que pudieran humillarlo por el natural desenvolvimiento de su plan político y administrativo y se propone seguir por esta vía hasta que se considere el campo suficientemente libre de obstáculos para ser reconocido sin menoscabo de la dignidad y soberanía nacionales y poder después en iguales condiciones concertar y celebrar cuantos tratados se juzguen necesarios para la mayor cordialidad de las relaciones diplomáticas reanudadas. Es satisfactorio, por lo demás, poder señalar el hecho de que la gestión del Gobierno de México ajustada, como acabo de expresarlo, a los preceptos de la moral y de la ley, ha tenido elocuente resonancia más allá del río Bravo y que como consecuencia de esto, la amistad entre los pueblos americano y mexicano parece ser cada vez más estrecha y frecuente su intercambio de ideas y sus manifestaciones de mutua simpatía. Durante los últimos meses hemos sido visitados por diversos grupos de excursionistas procedentes de las ciudades de Houston, El Paso, San Antonio, Dallas, Waco y Laredo, de Texas; San Francisco, Los Angeles y San Diego, de California; Tucson y Nogales, de Arizona; San Luis, de Missouri y Nueva Orleáns, Boston y Filadelfia. Bueno es hacer notar también, pues ello arroja más luz sobre la verdadera actitud del pueblo norteamericano acerca de esta materia, que para poner término a la situación anómala de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y México, las Legislaturas de varios Estados de aquel país han recomendado a la Casa Blanca el reconocimiento de nuestro Gobierno y que esa gestión oficial ha dado origen a multitud de gestiones privadas semejantes por parte de las Cámaras de Comercio y otras instituciones de índole parecida. Estos hechos —que han despertado en el Gobierno de México sentimientos de profunda gratitud— nos hacen esperar que no pasará mucho tiempo sin que el espíritu justiciero y el buen sentido de la Nación Norteamericana triunfen al fin y sean causa de que se trate a México en la forma que México merece para que pueda realizar, libre de toda suerte de escollos internacionales, su justo anhelo de trabajar empeñosamente y en perfecta armonía con los otros países para su propio provecho y para el mayor bien posible de la humanidad.”
Así responde hoy el Jefe Vencedor, a la Insolente Táctica de los Enemigos de su Patria;
mayores comentarios amenguarían la grandeza del Discurso;
serían vanos ornamentos, a la grandiosa austeridad de ese Monumento de la Palabra;
que debe aparecer Solitario en su grandeza. . .
teniendo por única perspectiva los cielos ilimitados del Porvenir. . .
donde el Sol de la Gloria brilla;
como las pupilas de un dios abiertas sobre el Abismo. . .
serenamente;
divinamente;
para la eternidad.
Lloyd George es la nube;
fugaz, inasible, multiforme, inconsistente;
vago, y sin embargo amenazante y siniestro, es su mentida diafanidad, que se diría una candidez. . .
voltario y caprichoso, es una alma de mujer, de la cual tiene todas las veleidades y todos los matices de peligroso encanto;
pérfido como la ola, diría Shakespeare;
nada igual a su movilidad, o mejor dicho a su Volubilidad, de átomo, de arista y de celaje;
es el hombre sin raíces; la parásita viajera; unpolen de flor llevado por la brisa; el alga marina viajando sobre las olas y a merced de ellas;
se diría que ese hombre se hace una alma nueva a cada nueva aurora;
de él, no puede decirse nunca, que es el Hombre del Día, sino, el Hombre del Minuto;
nadie tiene el poder de Olvido, que este Político, ondeante, flúido, aeriforme como un gas;
a ese respecto, es una Amnesia Voluntaria, que anda;
tiene el horror del Recuerdo, y la fobia de la Fidelidad;
ignora que exista la Consecuencia en Política, y, tener una misma Idea más de veinticuatro horas, le parecería inadecuado, y casi hasta indecoroso; shocking, diría él mismo con el pudor alarmado de una mistressinglesa ante la estatua de un Fauno desnudo;
no se reconocería a Sí Mismo, si se hallase mañana en el mismo punto ideológico, en que estaba hoy, y defendiendo una misma Tesis;
eso le parecería una Infidencia a su Inconsecuencia;
y, acaso se avergonzaría de ello;
todo es posible. . .
todo. . .
hasta el rubor de un Político. . .
y, Lloyd George, es eso: un Político Profesional;
sensibilidad a veces exquisita, y siempre morbosa, tiene las sensaciones a flor de piel;
por eso, careciendo de Ideas Políticas, no tiene siquiera pasiones políticas, sino emociones políticas;
a esa Emotividad Política obedece;
y, es el juguete de la Emoción;
es el Hombre del Momento;
el Pasado, no existe para él. . .
el Porvenir es un Fantasma que no lo obsesiona;
apenas si cree en él. . .
fuera de su Fanatismo Religioso, de anabaptista, no conformista; no tiene sino otro Fanatismo: el del Olvido. . .
es un Poseso del Olvido, rebelde a todo Exorcismo;
sus Ideas de ayer;
sus Palabras de ayer;
sus Amores de ayer;
sus Odios de ayer. . .
sus Promesas de ayer;
nada de eso existe para David Lloyd George, que se creería deshonrado si las recordara;
hombre a fascetas;
impresionable como una cera virgen, los acontecimientos le imprimen su sello; él no se lo imprime a los acontecimientos;
es el Hombre-Disco;
lo Imprevisto es su Lema;
y la Ocasión es su Tirano;
aldeano incorregible, conserva en las alturas, la testarudez del alma aldeana;
y, su brutalidad;
es el pueblo campesino limpiando el barro de sus zapatos en las alfombras del Palacio Real de Windsor, y golpeando con sus manos callosas los pupitres de la Cámara de los Comunes, en días de conmoción parlamentaria;
largo tiempo —toda su juventud y parte de su edad madura— permaneció galo, inasimilable al alma inglesa, y rebelde a fundirse en ella;
puritano y apostólico, quedó por mucho tiempo el no conformista de su infancia y de su adolescencia, cuando sufría la presión de su tío, Richard Lloyd, el zapatero-Pastor de la “Iglesia de los Discípulos” en la aldea de Llanystumdwy;
El País de Gales, que dió nacimiento a David Lloyd George, permanece siempre el país de la Ortodoxia no conformista, rebelde contra la Church of England, la Iglesia Nacional Inglesa;
Lloyd George ha desertado de ese Credo, que enseñaba en su juventud, cuando predicaba como Pastor anabaptista, en la pequeña iglesia, en la cual su tío, el zapatero, era Rector;
ese tío, Richard Lloyd, que lo educó, quiso hacer de él un Pastor, y le formó esa alma opaca, desleal y melosamente áfona, que es la de todos los sacerdotes;
la “Iglesia de los Discípulos,” de la secta Baptista, que su tío regentaba, fué el campo de sus primeras prédicas;
mezcla de Autoridad y Rebelión fueron estos decires de Catecúmeno, ante un Público aldeano, atento al poder de la Palabra;
la tormentosa Elocuencia del Tribuno, se mostraba ya en esas prédicas de Pastor, en cuya mentida simplicidad dormía el alma violenta de la Diatriba, como un crótalo somnoliento enroscado en la vara de un rosal.
la agresividad rústica de su fanatismo estrecho y rencoroso, no lograba desaparecer bajo la mentida candidez de los vocablos;
su alma era ya estrecha, falsa, y rencorosa, como toda alma de Sacerdote;
¿qué otra cosa podía beber en esa fuente turbia y profunda de todos los fanatismos, en ese Cedron atronador de todas las venganzas, que es la Biblia?. . .
los Comentarios y la Exégesis de los textos bíblicos pueden no ser hoy la ocupación favorita del Primer Ministro inglés, pero basta leerlo u oírlo, para adivinar en el acto, donde está el alveo de aquel estilo y de donde bajan las olas agitadas de aquella Elocuencia, que sin lograrlo, hace esfuerzos inauditos por ser serena;
el espíritu del Pastor Protestante, es lo único que queda inmutable, en aquel hombre, padre de todas las mutaciones;
su alma siempre maleable y oscilante, conserva, como su estilo, la rígida desnudez, sin ornamentos de la capilla aldeana en que fué educado;
su estilo es sin imágenes, como las paredes escuetas del Templo que escuchó los primeros balbuceos de su Elocuencia;
nada de las galas oratorias de un Disraeli, un Pitt, un Chatam, un Sheridan, un Balfour, un Gladstone, hay en él;
la armonía de su Palabra, es la del cuerno de un Pastor guerrero, sonando en la montaña,
se le podría llamar el Guillermo Tell, de la Elocuencia;
tanto así se conserva simplista en todo, con una rudeza primitiva, que es la raíz verdadera de su fuerza verbal, su desconcertante poder de polemista;
su Elocuencia es la de una selva virgen, desnuda, profunda y áspera; ruda en su pentagrama que tiene la polifonía inarmónica de la Naturaleza;
nadie domina con mayor maestría que él, el rebaño de las palabras, un rebaño indócil, de tal manera, que muchas veces al acariciarlas parece hacer el gesto de quererlas estrangular;
la gracia, es un dón negado por los dioses a este orador de Muchedumbres;
se conserva tosco y jayanesco aun en sus gestos de mayor delicadeza;
no conoce el matiz de los vocablos, tan delicado y tan sutil, e ignora por completo el ritmo de los gestos, que es como una música sabia;
es agrio, descompasado, brusco, y si ensaya hacerse gracioso, no logra ser sino grotesco;
su sonrisa es pérfida y mala;
su carcajada brutal y amenazante;
cuando está en humor de hacer el clown en la Tribuna, es siniestro;
hilarizante, pero peligroso como un mono atacado de hidrofobia.
Guymplaine con alas de Medusa;
no posee el Arte de la Elocuencia, sino su Fuerza y su Dominio;
es con esta Fuerza, que ha escalado todas las cimas;
para abandonarlas todas;
seguir la trayectoria de esta Iliada de deserciones mentales, que es la Vida Política de David Lloyd George, es una tarea abrumadora, capaz de fatigar las fuerzas del abnegado Homero que lo intente. . .
es algo así como seguir el movimiento de una ola en el mar, o el viaje de una nube en el espacio;
este enemigo del Regionalismo Irlandés, principió su Vida Pública, siendo el Apóstol enfurecido del Regionalismo Galo, irreductible contra el poder de absorción anglosajona, que oprimía y devoraba su país, el País de Gales, que fué su cuna;
y fué en esta tarea de rebeldía contra Inglaterra, que desplegó los primeros y vírgenes vuelos de su Verbo y de su Acción;
¿para qué?
para capitular después de una política de Amnesia y Sumisión, que ha ido más allá de las fronteras de lo Inverosímil;
este reventador de huelgas, en Londres, en Manchester, en Liverpool, principió, —siguiendo las teorías de su educador: Miguel Jones— por ser el enemigo encarnizado de los grandes propietarios terratenientes de su región, predicando el comunismo de las tierras, atacando el feudalismo agrario, y organizando contra ellos, huelgas formidables de campesinos, mítines y protestas, en los cuales usaba y abusaba de su joven y fácil Elocuencia;
la Huelga Agraria fué el primer pedestal de su Celebridad;
como a todo no-conformista, las Universidades le fueron cerradas, y las escuelas oficiales de Segunda Enseñanza, lo rechazaron de su seno: porque era un Cismático;
él mismo declara, deber todo el acervo intelectual de aquella época de su Vida, tan heroica y miseranda que fué su juventud, a las enseñanzas de su tío, el zapatero —Pastor de Llanystumdwy, que llegó en su abnegación hasta estudiar el Derecho para enseñárselo— y a la little Bethel, la pequeña Capilla, en que se educó, de la cual habla con tanto cariño en alguna parte;
este no-conformista, que luego había de ser el Protector de la Iglesia Oficial, y, el amigo y defensor de los grandes Obispos de la Religión Anglicana, principió por ser el enemigo encarnizado y agresivo de los diezmos y de las tasas, organizando contra ellos huelgas amenazantes, y haciendo una campaña de denigración que soliviantó las masas y amotinó contra la Iglesia los labriegos, fanatizados por el sortilegio de su Palabra;
las Huelgas Religiosas, fueron también pedestales de su Celebridad;
¿qué queda hoy de este Lutero de cera, derretido al calor de las caricias oficiales?. . .
este sans culottisme, agro-religioso, fué uno de tantos gestos esbozados por Lloyd George, y de los cuales, todo el mundo, a excepción de Lloyd George guarda recuerdo;
proscrito de las Universidades, desterrado de las Escuelas, educado por Sí Mismo, caso extraño y prodigioso del Self-Taught, Lloyd George, coronó su carrera y entró en el Foro. . .
era nacido para él;
su Verbo ultraviolento y contusionante, sembró la sorpresa y el pavor en las aulas polvorientas, donde gansos togados dictaban sus sentencias, durmiendo sobre el armiño de sus cuellos, al calor de sus pelucas centenarias;
este Doctor Libérrimo de todas las audacias y de todas las libertades, que no se había sentado en otros bancos que en los de la Literary and Debating, Society del País de Gales —su primer Parlamento como él lo llamó luego— desconcertó desde su aparición, la gravedad rutinaria de los jueces, y fué el terror de sus contrincantes, por la violencia de sus acometidas y la agudeza intemperante de su Verbo.
bien pronto, el joven solicitor, ocupó las cimas del Foro;
y, el Foro le fué estrecho;
entonces entró al Parlamento;