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Carl Gustav Jung

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Beschreibung

"OVNIS (Un Mito Moderno sobre Cosas que se Ven en el Cielo)" es un ensayo escrito por Carl Gustav Jung que aborda la temática de los OVNIS y los encuentros extraterrestres. Jung argumenta que estos encuentros no deben ser interpretados literalmente, sino como expresiones simbólicas del inconsciente colectivo y de la psique individual. Según él, los OVNIS y los seres extraterrestres representan arquetipos que se han manifestado en diferentes culturas y épocas, como el ángel, el demonio o el hada. Además, Jung sostiene que estas experiencias pueden ser una manifestación de la sombra y de los aspectos más oscuros de la personalidad del individuo, como el miedo a lo desconocido o la tendencia a la proyección. En resumen, es un ensayo en el que Jung explora la naturaleza simbólica de los encuentros extraterrestres y cómo estos pueden ser entendidos desde la perspectiva de la psicología profunda y la teoría de la psicología analítica.

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CARL GUSTAV JUNG

OVNIS(UN MITO MODERNO SOBRE COSAS QUE SE VEN EN EL CIELO)

Título: OVNIS (Un mito moderno sobre cosas que se ven en el cielo)

Autor: Carl Gustav Jung

Título original: Ein moderner Mythus. Von Dinger, die am Himmel gesehen werde

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2022 AMA Audiolibros

[email protected]

Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

Todos los derechos reservados, prohibida la reproducción total o parcial de la obra, salvo excepción prevista por la ley.

ÍNDICE

ÍNDICE

SOBRE EL AUTOR

PREFACIO

I EL OVNI COMO RUMOR

II EL OVNI EN LOS SUEÑOS

III EL OVNI EN LA PINTURA MODERNA

IV CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA DEL FENÓMENO DE LOS OVNIS

V RECAPITULACIÓN

VI EL FENÓMENO DE LOS OVNIS DESDE EL PUNTO DE VISTA NO PSICOLÓGICO

VII EPÍLOGO

FIN

SOBRE EL AUTOR

La obra de Carl Gustav Jung (1875-1961) es una respuesta al estado psicológico del hombre occidental de nuestra época. Su objeto privilegiado de investigación antropológica es el sentido vital de individuos y culturas. En consecuencia, sus posiciones filosóficas otorgan al individuo el valor que le corresponde, sin olvidar por ello ni el aspecto colectivo ni su faceta oscura.

Jung inició su trayectoria profesional como psiquiatra en 1900 y pronto unió sus esfuerzos a los de Sigmund Freud y los psicoanalistas pioneros, detentando la presidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacional durante sus primeros cinco años (1910-1914). Disuelta su alianza con Freud en los tensos momentos que desembocaron en la Primera Guerra Mundial, no abandonaría sin embargo la hipótesis de lo inconsciente en su estudio de la psique humana. Puede decirse que Jung desarrolló aspectos abandonados por el Psicoanálisis clásico, fundamentalmente la propositividad o finalidad psicológica y el aspecto colectivo e histórico de la psique individual.

Es posible diferenciar varias etapas en la vida intelectual de Jung, una progresiva extensión y complejización de sus conceptos básicos. De 1900 a 1907 elabora su idea de complejo sentimentalmente acentuado, primer constructo teórico que permitió investigar experimentalmente la vida psíquica inconsciente. Entre 1907 y 1914 profundiza en su concepción de lo inconsciente, manteniéndose en contacto con el primer Psicoanálisis, que le repudiará posteriormente a causa de su idea de inconsciente colectivo, presente en cada individuo de la historia de la especie. De 1914 a 1930 pone en pie su Psicología Analítica, elaborando una tipología y definiendo una estructura y dinámica de la psique humana, orientada por un centro ideal, el sí-mismo, cuya realización en la biografía denomina proceso de individuación. Entre 1930 y 1944 investiga lo inconsciente colectivo intentando aprender la lógica subyacente a la dinámica de los arquetipos que lo constituyen. A partir de 1944 hasta su muerte, en 1961, estudiará a fondo las raíces simbólicas de la especie humana desde esta perspectiva arquetipal, argumentando la hipótesis de una ley de acausalidad en la Naturaleza, la sincronicidad, que abre vías de exploración que comprometen por igual a físicos y psicólogos.

La vida profesional de Jung se extiende a lo largo de la primera mitad del siglo XX, de la Belle Epoque a la contracultura de los años sesenta. Su condición de ciudadano suizo le hizo testigo privilegiado de las grandes convulsiones europeas de esos tiempos, ya fueran científicas, artísticas, económicas o políticas. Como psicoterapeuta se enfrentó a las consecuencias en los individuos de las tensiones sociales que durante su vida fueron estableciendo los límites de la razón ilustrada. Pronto sus concepciones psicológicas, nacidas tanto de la práctica clínica como del estudio de la historia de la humanidad, desembocaron en una Antropología simbólica.

Como psiquiatra, ofreció la primera visión psicoanalítica de la psicosis y la posibilidad no sólo de comprender sino de curar esta grave perturbación anímica. Frente al nihilismo terapéutico, que aún afecta a tantas tendencias psiquiátricas, mostró que la equivocadamente llamada enfermedad mental es el último intento de algunos individuos para no perder contacto con su naturaleza, con su sentido, con su verdad. Como psicólogo, ha ampliado considerablemente la comprensión de la psique individual al elaborar su hipótesis de un inconsciente colectivo. Frente a la atomización social, cada individuo está relacionado por múltiples hilos al destino de la humanidad como un todo. Estableció igualmente una útil tipología caracterológica para entender las conductas y tensiones humanas habituales.

Como antropólogo, Jung juega un papel primordial en el estudio de la humanidad como fenómeno natural, delineando el proceso que se extiende desde la preeminencia de lo colectivo en los orígenes, al actual dominio de lo individual. Centrando su obra en los procesos de creación de símbolos, evidenció el papel que representan en la salud individual y colectiva. Como humanista, trabajó en profundidad sobre la Mitología y el ámbito de lo religioso, ofreciendo perspectivas originales que han arrojado nueva luz sobre los estudios culturales. Puede decirse que su obra es un entusiasta recorrido por los múltiples ámbitos de la imaginación humana para captar su dinámica y límites, su economía psíquica en la creación de consciencia. Esta creación de consciencia, de significado, es para Jung el sentido del hombre.

Como científico de la Naturaleza, al presentar sus ideas de una materia psicoide y de la sincronicidad como significado objetivo, provee de instrumentos intelectuales para encarar aquellos fenómenos que se escapan de las ciencias mecanicistas, gracias a su concepción de un cosmos ordenado según principios que pueden ser explicados sin sacrificar los hechos de observación. Como filósofo, Jung es un autor fundamental para entender la relación Oriente/Occidente en la historia y el lugar de la Filosofía Hermética en el despliegue del imaginario occidental y su simbología, siendo por ello un defensor de la integración de la tradición frente a su rechazo y represión desde la propia mitología de la Modernidad.

Como fenómeno espiritual, Jung, junto a quienes trabajaron con él en sus investigaciones, es un heraldo del hombre universal imbricado en el cosmos. Carl Gustav Jung promovió siempre la libertad del individuo y el valor de la consciencia frente a la violencia del oscurantismo y el miedo. Su mensaje moral, ante las tensiones personales y sociales, coincide con el de toda psicoterapia dinámica, al subrayar la necesidad de asumir cada cual su propia sombra, es decir, los aspectos reprimidos e infradesarrollados en uno mismo. Jung invita a resolver en nuestro interior aquello que criticamos en el exterior, a fin de aumentar la responsabilidad individual en la solución de los diversos problemas colectivos. Pero frente al Psicoanálisis clásico, señala la base arquetipal de los procesos históricos que configuran los órdenes simbólicos, en cuyas redes prendemos nuestra consciencia individual.

OVNIS: Un mito moderno, sobre cosas que se ven en el cielo, una de las últimas obras de Jung, es un estudio del rumor visionario sobre los OVNIS. «Atendiendo a su forma, características y antecedentes en relación con los símbolos oníricos y artísticos, Jung plantea que los OVNIS son un símbolo de totalidad que avisa del peligro de la masificación para la vida del individuo, volcado hacia el exterior e incapaz de comprender su interior. Como en muchas otras ocasiones, se malentendió a Jung hasta hacerle un profeta de los OVNIS».

PREFACIO

Es difícil estimar correctamente el alcance de acontecimientos contemporáneos, y grande el peligro de que el juicio se quede en el plano subjetivo. De suerte que si me dispongo a exponer a quienes quieran leerme pacientemente la opinión que tengo sobre ciertos hechos contemporáneos que me parecen significativos, lo hago con plena conciencia de los riesgos que corro. Trátase de esas noticias que nos llegan de todos los rincones de la tierra, de esos rumores sobre cuerpos redondos que recorren tanto nuestra atmósfera como nuestra estratósfera y que se llaman “ufos”, “platos”, “discos” y “ovnis” o sea, (Objetos Volantes no Identificados). El caso es que estos rumores y la existencia física de tales cuerpos me parecen tan significativos que me siento obligado —lo mismo que ya otra vez, cuando se preparaban los hechos que habrían de dejar su marca en Europa— a lanzar una voz de advertencia. Verdad es que sé, como en aquella ocasión, que mi voz es demasiado débil para que llegue a oídos de los más. No es ni presunción ni arrogancia lo que me mueve; es mi conciencia de médico la que me aconseja cumplir mi deber de advertir a los menos de quienes puedo hacerme oír, que a la humanidad le esperan hechos tales que corresponden al fin de una era. Como ya sabemos por la historia del antiguo Egipto existen fenómenos de transformación psíquica que siempre se manifiestan al término de un mes platónico y al comienzo del siguiente. Según parece, trátase de cambios producidos en la constelación de los elementos dominantes psíquicos, de los arquetipos, de los “dioses”, que provocan o acompañan transformaciones seculares de la psique colectiva. Esta transformación comenzó a darse dentro de la tradición histórica y dejó sus huellas, primero en el paso de la edad de Tauro a la edad de Aries, luego en el paso de la edad de Aries a la de Piscis, cuyo comienzo coincide con el nacimiento del cristianismo. Ahora nos aproximamos al gran cambio que es lícito esperar se produzca con la aparición del punto equinoccial de primavera en el Acuario. Sería insensato de mi parte pretender ocultar al lector que semejantes consideraciones no solamente son en alto grado impopulares, sino que hasta se aproximan peligrosamente mucho a esos nebulosos fantasmas que ensombrecieron el cerebro de astrólogos y profetas que pretendieron reformar el mundo. Debo correr el riesgo por mi cuenta y apostar en el juego mi reputación, laboriosamente conquistada, de veraz, digno de confianza y capaz de discernimiento científico y puedo asegurar al lector que me lanzo a esta empresa con el ánimo no muy tranquilo. Para decirlo todo, me inquieta la suerte de aquellos que, sin estar preparados, hayan de ser sorprendidos por los acontecimientos y se extravíen ante su carácter incomprensible. Como hasta ahora, que yo sepa, nadie se ha sentido movido a considerar los posibles efectos psíquicos del cambio que es de prever, ni a exponerlos por escrito, estimo que es mi deber hacerlo en la medida de lo posible y de mis fuerzas. Acometo esta ingrata empresa admitiendo la probabilidad de que se me zafe de las manos el cincel con el que debo tratar la dura piedra.

Hace algún tiempo escribí un pequeño artículo en el cual exponía ciertas consideraciones relativas a la naturaleza de los “platos voladores”. Llegaba yo allí a la misma conclusión a la que poco después había de llegar el informe semioficial de Edward Ruppelt, el ex jefe de la Oficina de los Estados Unidos encargada de las observaciones de OVNIS. La conclusión es ésta: se ve algo, pero no se sabe qué cosa sea. Y es difícil, por no decir casi imposible, formarse una idea precisa de estos objetos, puesto que no se comportan como cuerpos sino como entes sin peso, como pensamientos. Hasta ahora no existe ninguna demostración concluyente de la existencia física de los OVNIS, con excepción de aquellos casos en que se han registrado ecos de radar. He conversado sobre la seguridad que pueden procurar semejantes observaciones por radar, con el profesor Max Knoll, un especialista en este terreno y profesor de electrónica en la Universidad de Princeton y en la Universidad Técnica de Munich. Sus informaciones no son precisamente alentadoras. En todo caso, parece que se han registrado casos dignos de crédito, en los cuales la observación visual fijé simultáneamente confirmada por el eco del radar. Remito al lector a los libros del comandante Donald Keyhoe quien, basándose en parte en material oficial, ha evitado lo más posible, la especulación desorbitada, la falta de sentido crítico y las ideas preconcebidas de otras publicaciones. La realidad física de los OVNIS continuó siendo, durante más de una década, una cuestión muy problemática, que no podía resolverse en ningún sentido con el carácter concluyente que era de desearse, a pesar de que en el transcurso de ese tiempo se reunió un gran material de experiencias. Cuanto más se prolongaba esta inseguridad tanto mayor se hacía la probabilidad de que el fenómeno, notoriamente complejo, poseyera junto a un posible fundamento físico también un esencial componente psíquico. Esto no debe sorprender por cuanto se trata de un fenómeno aparentemente físico que se caracteriza, en un sentido, por sus frecuentes apariciones, y en otro, por su carácter extraño y desconocido, que hasta contradice su naturaleza física. Semejante objeto excita, como ningún otro, la fantasía consciente e inconsciente, proceso en el cual la primera elabora conjeturas especulativas y cuentos falsos y, la segunda, el fondo mitológico que corresponde a estas inquietantes observaciones. De ello nace una situación en la cual a menudo no se sabe, ni aun empleando la mejor voluntad, si una percepción primaria lleva a su zaga un fantasma o si, inversamente, una fantasía primaria, que se prepara en el inconsciente, asalta a la conciencia con ilusiones y visiones. El material que conozco hasta ahora, es decir, que he ido examinando en el curso de una década, justifica las dos maneras de pensar: en un caso un proceso objetivo real, es decir, físico, constituye el terreno del mito que lo acompaña. En otro un arquetipo engendra la visión correspondiente. A estas relaciones causales se agrega aún una tercera posibilidad, esto es, la de la coincidencia sincronística, es decir, acausal, llena de sentido, que desde Geulincx, Leibniz y Schopenhauer, no ha dejado de preocupar a los espíritus. La última de estas dos maneras de interpretar se impone especialmente en fenómenos que se hallan en relación con procesos psíquicos arquetípicos. Como psicólogo, carezco de los medios y procedimientos que contribuirían a aclarar la cuestión sobre la realidad física de los OVNIS. Por eso sólo puedo atenerme a los aspectos psíquicos, que indudablemente existen, y en las páginas que siguen me ocuparé casi exclusivamente de los fenómenos psíquicos que acompañan a los OVNIS.

IEL OVNI COMO RUMOR

Es muy natural qué se dé una reacción negativa y una repulsa crítica respecto de las cosas que se cuentan sobre los OVNIS y que no sólo parecen increíbles, sino que además tienen visos de contrariar los supuestos físicos generales. ¡Seguramente son ilusiones, fantasías y mentiras!, se dice. A las personas que pueden informar de tales cosas (es decir, pilotos y personal de tierra) ya no les funciona bien la cabeza. Además, todos estos cuentos proceden de Estados Unidos, el país de las posibilidades inauditas y de la “ciencia ficción”.

A fin de no pasar por alto esta reacción natural, hemos de considerar primero las informaciones sobre los OVNIS como mero rumor y extraer de esta instancia psíquica todas las conclusiones que nos permita obtener nuestro método analítico.

En primer término, desde nuestro punto de vista escéptico, bien podríamos considerar los relatos sobre los OVNIS como un cuento repetido y difundido por todo el mundo, que por cierto se diferencia de los habituales rumores por el hecho de que los OVNIS hasta se expresan en visiones o por el hecho de que, quizá, éstas los engendren y los alimenten. Llamo a esta variedad, relativamente rara, rumores visionarios. Este género se aproxima mucho al de las visiones colectivas, como por ejemplo la de los cruzados en el sitio de Jerusalén, la de los combatientes de Mons en la primera guerra mundial, la del pueblo creyente de Fátima, la de las tropas fronterizas del interior de Suiza durante la segunda guerra mundial, etc. Pero, independientemente de las visiones colectivas, existen casos en que una o muchas personas ven algo que no tiene existencia física. Por ejemplo, asistí yo una vez a una sesión de espiritismo, en la que, de los cinco observadores presentes, cuatro veían flotar un pequeño cuerpo en forma de luna sobre el abdomen del medium, y yo, el quinto, no veía nada, mientras los otros señalaban con toda precisión el lugar en que se manifestaba el fenómeno. Para ellos era absolutamente incomprensible que yo no pudiera ver nada. Conozco otros tres casos en los cuales se percibieron con todo detalle ciertas circunstancias (en dos de esos casos los testigos fueron dos personas, y en el otro, una persona) que luego, según vino a demostrarse, no existían. Dos de esos casos se produjeron bajo mi observación directa.

Por boca de dos testigos se dice toda la verdad, puede muy bien ser un principio estadístico válido, pero en algunos casos dados puede ser asimismo falso. Es posible que personas responsables y en pleno goce de sus facultades mentales perciban cosas que no existen. No puedo dar ninguna explicación de este fenómeno. Acaso hasta se dé con más frecuencia de lo que me siento inclinado a admitir. Porque, en efecto, por regla general, no se verifican las cosas que “se han visto con los propios ojos” y por lo tanto nunca se sabe si han existido o no.

Me refiero a estas posibilidades algún tanto remotas porque en un fenómeno hasta tal punto poco habitual como el de los OVNIS es menester considerar todos los aspectos.

Condición previa de un rumor visionario es siempre una emoción extraordinaria, no usual, a diferencia del rumor corriente, habitual, para cuya propalación y desarrollo bastan la curiosidad y el gusto por lo sensacional, que reinan en todas partes. Pero la elevación a la categoría de visión e ilusión sensorial responde a una excitación más viva y, por lo tanto, aquéllas proceden de una fuente más profunda.

Esta historia de los OVNIS comenzó en los últimos años de la segunda guerra mundial, con ciertas observaciones hechas en Suecia, de misteriosos proyectiles, que se suponían inventados por los rusos, y con noticias sobre “Foo fighters”, es decir, luces que acompañaban a los aparatos de bombardeo aliados, en sus incursiones en Alemania. Luego siguieron las observaciones de “Flying saucers” en los Estados Unidos. La imposibilidad de encontrar una base terrestre de los OVNIS y de explicar sus propiedades físicas pronto hizo nacer la conjetura de que tenían un origen extraterrestre. Con esta variación, el rumor venía a relacionarse con la psicología del gran pánico de New Jersey, antes del estallido de la segunda guerra mundial, donde la irradiación por radiotelefonía de una versión de un cuento de H. G. Wells que tenía como tema la invasión de los marcianos a la ciudad de New York, produjo una verdadera estampida, con numerosos accidentes automovilísticos. Evidentemente la pieza irradiada desencadenó la emoción latente por la guerra que se avecinaba.

Los rumores recogieron el tema de la invasión extraterrestre y entonces se interpretaron los OVNIS como máquinas guiadas por seres inteligentes que procedían del espacio universal. El comportamiento de esos aparatos voladores, que aparentemente carecían de peso, y sus movimientos, orientados inteligentemente hacia una meta, se atribuyeron a saber y poder técnicos superiores de los invasores cósmicos. Como estos visitantes no producían ningún daño y se abstenían de todo acto hostil, se supuso que su aparición en el espacio atmosférico de la tierra se debía a curiosidad, es decir, que tenía fines de observación. Por lo demás, parecía asimismo que los campos de aviación, y particularmente las plantas e instalaciones atómicas poseían una atracción especial para esos objetos. De esto se llegó a la conclusión de que los peligrosos progresos de la física atómica, principalmente en lo tocante a la disociación nuclear habían suscitado cierta intranquilidad en nuestros planetas vecinos y habían provocado una incursión de reconocimiento aéreo a la tierra. La gente se sintió, en consecuencia, cósmicamente observada y espiada.

Y hasta llegó a reconocerse oficialmente el rumor, por cuanto las fuerzas militares de Estados Unidos fundaron una oficina especial que tenía la misión de recoger, investigar y valorar las observaciones en cuestión. Lo mismo parece haber ocurrido en Francia, Italia, Suecia, Gran Bretaña y otros países. Me pareció observar que, como consecuencia de la publicación del informe de Edward Ruppelt, desde hace más o menos un año habían desaparecido de la prensa las noticias sobre platos voladores. Aparentemente ya no eran novedad, pero la reciente noticia periodística de que un almirante de los Estados Unidos hizo la proposición de que se fundaran en todo el país clubes destinados a recoger y estudiar con precisión noticias o informes sobre los OVNIS, muestra, que el interés por estos objetivos no se ha extinguido y que probablemente continúan haciéndose observaciones.

Según los rumores, por regla general, los OVNIS son cuerpos lenticulares, también oblongos o en forma de cigarro, que muestran diversos colores o que resplandecen con brillo metálico, cuyo movimiento pasa de la quietud a una velocidad de unos 15.000 kilómetros por hora, y en ciertos casos la aceleración es tan violenta que si los tripulara algún ser parecido al hombre éste quedaría muerto inmediatamente. Su trayectoria de vuelo describe ángulos tales que sólo un objeto sin peso podría describirlos. Se parece a la trayectoria que describe un insecto volador. Lo mismo que éste, el OVNI se detiene de pronto sobre un objeto que le interesa por un tiempo más o menos prolongado, o bien vuela en círculo sobre él, cual animado de curiosidad, para luego abandonar súbitamente el lugar como para buscar en vuelo zigzagueante un nuevo objeto. Por eso no pueden confundirse los OVNIS con meteoritos o con los reflejos proyectados a las capas atmosféricas que se producen en casos de inversión de temperatura. Su presunto interés por los campos de aviación y las plantas industriales relacionadas con la disociación del átomo no siempre se confirma, pues se los ha visto también en la Antártida, el Sahara y el Himalaya. Verdad es que parecen pulular con predilección sobre los Estados Unidos, pero informes recientes establecen que también vuelan copiosamente sobre el Viejo Mundo y el Lejano Oriente. No se sabe bien qué cosa buscan o qué pretenden observar, parece que nuestros aviones excitan su curiosidad, pues muy a menudo vuelan a su encuentro o los persiguen; pero cuando éstos se dirigen a su vez hacia ellos, huyen. No podría asegurarse que sus vuelos responden a un plan sistemático reconocible. Se comportan más bien como grupos de turistas que recorren al acaso una comarca, se detienen aquí y allá un rato, obedecen a este o a aquel interés versátil y, sin motivo alguno que pueda reconocerse, se elevan a grandes alturas o realizan acrobáticas evoluciones ante las narices de los excitados pilotos. Ora se manifiestan de un tamaño de hasta 500 metros de diámetro, ora pequeños como los faroles eléctricos que iluminan nuestras calles. Hay naves madres, de las cuales salen pequeños OVNIS o en las cuales éstos buscan asilo. A veces están tripulados, otras no, y en tales casos son de gobierno remoto. Los rumores quieren que los viajeros de estos aparatos midan menos de un metro de alto y sean semejantes al hombre, o bien inversamente que sean del todo diferentes de los seres humanos. Otros informes hablan de gigantes de más de cuatro metros de alto. Son seres que pretenden orientarse cautelosamente en la tierra y evitan con cuidado todo encuentro con los hombres, o bien amenazadoramente espían los lugares de aterrizaje, con miras a un ulterior establecimiento por la fuerza en la tierra de los habitantes de algún planeta que se ve en apuros. Por el momento la inseguridad que tienen respecto de las condiciones físicas de la tierra y el temor a posibilidades desconocidas de infección los hacen abstenerse de encuentros directos con los hombres, aunque se hallarían en posesión de armas terribles, que les permitirían exterminar toda la población humana. Junto con su técnica, manifiestamente superior, se les atribuye también una sabiduría superior y un sentido moral del bien, que los facultaría para realizar actos de redención en la humanidad. Desde luego que también circulan relatos sobre aterrizajes, en los que no sólo se vieron de cerca pequeños seres, sino en los que éstos hasta intentaron capturar a hombres. Un hombre digno de confianza como Keyhoe deja entrever que toda una escuadrilla de cinco aviones militares, conjuntamente con un gran hidroavión de la marina, fue tragada y llevada por naves madres de OVNIS, en la región de las Bahamas.

Se nos ponen los pelos de punta cuando nos presentan semejantes informes junto con sus fundamentos documentales. Si agregamos a esto la posibilidad, generalmente reconocida, de seguir el rumbo determinado de los OVNIS con radar, bien vemos que puede nacer una historia de ciencia ficción de lo mejor que pueda desearse. Ante esto, cualquier entendimiento sano se siente vacilar, pero no quiero ocuparme aquí de los diferentes intentos de explicación relativos a estos rumores.

Mientras redactaba yo este trabajo quiso la casualidad que en dos importantes periódicos norteamericanos aparecieran, casi simultáneamente, artículos que ilustran en forma acabada el estado actual del problema. Uno estaba representado por el informe de la novísima observación de un OVNI que llevara a cabo un piloto que conducía un avión, con cuarenta y cuatro pasajeros, a Puerto Rico. Cuando el avión se encontró sobre el Océano, el piloto vio un “objeto redondo, ígneo, que irradiaba una luz blanquecina y verde” y que desde la derecha se aproximaba hacia él a gran velocidad. Al principio lo tomó por un avión de retropropulsión, pero pronto comprobó que se trataba de un objeto desconocido y extraordinario. Para evitar un choque, hizo que el avión se elevara tan bruscamente que los pasajeros cayeron de los asientos y rodaron, confundidos. Cuatro de ellos recibieron heridas que exigieron atención médica en un hospital. Desde otros siete aviones que se encontraban en la misma ruta y aproximadamente a unos 500 kilómetros a la redonda se observó el mismo objeto.

El otro artículo, titulado “Nada de platillos voladores, dice un experto de Estados Unidos”, contiene la categórica declaración del doctor Hugh Dryden, director del Comité Consultivo Nacional de Aeronáutica, de que no existen los OVNIS. No es posible aceptar sin más ni más el firme escepticismo de Dryden; pero ese escepticismo expresa el sentimiento de crimen de lesa humanidad frente al carácter increíble de los rumores.

Si entrecerramos algún tanto los ojos para poder pasar por alto ciertos detalles, nos es posible adherirnos a la juiciosa opinión de la mayoría, cuyo vocero es Dryden, y considerar los varios millares de informes sobre OVNIS y sus variaciones como rumores visionarios y en consecuencia tratarlos como tales. Objetivamente quedaría entonces un montón, manifiestamente impresionante, de observaciones y conclusiones falsas, en las que se proyectan supuestos psíquicos subjetivos.

Pero, si se trata aquí de una proyección psicológica es menester que exista una causa psíquica de ella; porque, en efecto, no es posible admitir que un fenómeno tan difundido como el de la leyenda de los OVNIS sea asunto insignificante y fortuito. Los muchos millares de testigos directos deberían tener una base, igualmente extendida, que fuera la causa de sus testimonios. Cuando una afirmación semejante se confirma, por así decirlo, en todas partes, hay que suponer que también en todas partes existe un motivo correspondiente. Verdad es que los rumores visionarios pueden estar producidos o acompañados por toda clase de circunstancias exteriores posibles; pero su existencia descansa esencialmente en una base emocional, que existe en todas partes y, en este caso, pues, sobre una situación psicológica general. La base de este género de rumor es una tensión afectiva, que tiene su causa en una situación de apremio colectivo o de peligro colectivo o en una necesidad viral del alma. Hoy esta condición está dada decisivamente y consideramos que todo el mundo sufre la presión de la política rusa y de sus consecuencias aún imprevisibles. En el individuo se producen fenómenos tales como convicciones anómalas, visiones, ilusiones, etc., únicamente cuando se halla psíquicamente disociado, es decir, cuando se produce una disociación entre los criterios y enfoques de la conciencia y los opuestos contenidos del inconsciente. Como precisamente la conciencia no cobra conocimiento de esos contenidos y como, en consecuencia, se encuentra en una situación aparentemente sin salida, esos contenidos extraños no pueden integrarse directa y conscientemente, y entonces procuran expresarse indirectamente al engendrar inesperadas y al principio inexplicables, opiniones, convicciones, ilusiones y visiones. Entonces se interpretan como acontecimientos amenazadores, hechos naturales extraordinarios, como los meteoros, cometas, lluvias de sangre, una becerra con dos cabezas y otras monstruosidades, o se ven “señales en el cielo”. Por fin muchas personas pueden ver independientemente, y hasta simultáneamente, cosas que no tienen una existencia física real, y los procesos de asociación hasta han hecho que muchos hombres manifestaran un paralelismo temporal y espacial, de suerte que, por ejemplo, de manera independiente y al mismo tiempo, diferentes espíritus concibieran las mismas nuevas ideas, como lo atestigua suficientemente la historia de las ciencias del espíritu. Además, están aquellos casos en que la misma causa colectiva produce los mismos efectos psíquicos o, por lo menos, efectos psíquicos parecidos, es decir, las mismas interpretaciones, las mismas imágenes visionarias, precisamente en las personas menos preparadas para semejantes fenómenos o menos dispuestas a creer en ellos. Y esta circunstancia es justamente la que presta especial verosimilitud a las informaciones de los testigos directos; es más aún, suele hacerse notar con complacencia que este o aquel testigo está particularmente libre de toda sospecha porque no suele abandonarse a fantasías o no es fácilmente crédulo, sino que por el contrario siempre se ha caracterizado por un juicio frío y un agudo sentido crítico. Pero es precisamente en estos casos cuando el inconsciente debe apelar a medidas muy drásticas para hacer perceptibles sus contenidos. Y este proceso se verifica en virtud de la proyección, es decir, lanzar afuera, a un objeto en el que luego se manifiesta, lo que antes era el secreto del inconsciente. Puede observarse el proceso de la proyección en las enfermedades mentales, en las manías persecutorias, en las alucinaciones de los llamados espíritus normales que ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio y por fin, y en grado supremo, en la propaganda política. Las proyecciones tienen diferentes alcances según procedan exclusivamente de condiciones personales e íntimas o de condiciones colectivas más profundas. Las represiones personales y los elementos inconscientes personales toman como vehículo de proyección el mundo circundante inmediato, el círculo de parientes y conocidos. En cambio, los contenidos colectivos, como por ejemplo conflictos religiosos, biológicos o político-sociales, eligen apropiados agentes de proyección, como los francmasones, los jesuitas, los judíos, los capitalistas, los bolcheviques, imperialistas, etc. En la situación mundial de hoy, tan amenazadora y peligrosa, en la que comienza a vislumbrarse que bien pudiera tratarse de jugárselo todo, la fantasía de la proyección trasciende el dominio de las organizaciones y potencias terrestres y se lanza al cielo, es decir, al espacio cósmico de los astros, donde antes tenían su morada los dueños del destino, los dioses. Nuestro mundo terreno está dividido en dos mitades y no se sabe de dónde podrían venir una decisión y un socorro. Hasta personas que sólo treinta años atrás nunca habrían pensado que un problema religioso fuera una cuestión que podría concernirles directamente, comienzan a formularse interrogaciones esenciales. En estas circunstancias en modo alguno maravilla el hecho de que esa parte de la población del mundo que no se pregunta nada se vea acosada por “visiones”, es decir, por un mito difundido en todas partes, en el que muchos creen seriamente y que muchos otros rechazan decididamente, por considerarlo ridículo; o el hecho de que testigos de los que no cabe abrigar la menor duda sobre su honestidad, anuncien que han visto con sus propios ojos las “señales del cielo” y que han vivido cosas maravillosas, que están por encima de la comprensión humana.

Desde luego que, frente a semejantes informaciones sobre OVNIS, nació una ardiente exigencia de explicarlos. Los primeros intentos de explicar los OVNIS