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«Pretéritas» (1921) recoge tres artículos sobre la revolución del 85 de Colombia de José María Vargas Vila: «Pinceladas sobre la última revolución de Colombia», «La revolución de Colombia, ante el tribunal de la historia» y «Siluetas bélicas», que más tarde se publicarían con los títulos de «De la guerra», «De la historia» y «Los épicos», respectivamente.
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Seitenzahl: 290
Veröffentlichungsjahr: 2021
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José María Vargas Vilas
PRÓLOGO DE RAMÓN PALACIO VISO
EDICIÓN DEFINITIVA
Saga
Pretéritas
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1921, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726680287
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
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PARA LA EDICIÓN DEFINITIVA
Hiere...
sin tregua y sin descanso...
hiere el Mal;
en su siniestro Imperio Ilimitado: acósalo;
el Mal se llama: Esclavitud;
orfandad del Derecho;
vida sin Libertad;
dondequiera que halles esa Iniquidad: liiérela;
en cualquiera latitud de la Tierra, que tropieces con el Monstruo áptero y rampante: la Tiranta; hiérelo...
que el alma de la Justicia viva en ti;
la Justicia es Implacable, como los dioses, de cuyo corazón nació;
soldado del Derecho;
ponte en pie...
arma tu brazo;
y, marcha;
que no te reposes nunca;
que no descanses jamás;
que cada palabra tuya sea un Acto;
cada Acto un Combate;
¿cada batalla una Derrota?
no importa;
de cada caída te alzarás más fuerte;
Anteo te dará su estructura invencible y tenaz;
aguza el dardo;
adiestra el brazo;
dispara la honda...
marcha sobre el cadáver de Goliath;
tal pareció haberme dicho, el Genio de la Predestinación al borde de mi cuna, cuando yo dormía en ella, bajo la beatífica mirada de los ojos de mi Madre, esos dos bellos soles de Amor, que tan pronto se habían de apagar en mi horizonte;
y, esas palabras de la Eternidad dichas por boca de mi Destino, lo marcaron para siempre;
y, los pilares de mi Vida Futura, fueron levantados asi en el corazón de las Tinieblas, por una mano que no tembló...
y sobre los muros de aquella Ciudad Doliente, que había de ser poblada de clamores inútiles, apareció como en un disco de fuego, el terrible lema de su escudo; Combate;
y, eso fué;
eso es;
eso será; mi Vida;
un Combate...
contra todas las Potencias fatídicas y misteriosas nacidas del corazón del Caos para nublar y ultrajar el rostro de la divina Aurora;
contra el Destino, el Amo Inexorable, que extiende su espada en la sombra para volcar el carro de los dioses victoriosos, y cortar el cuello de los pueblos vencidos...;
¿combatir para mí?
no fué mi Sino...
combatir por otros y, para otros...
por entelequias quiméricas y luminosas, que brillaron un momento entre mis manos, y se desvanecieron luego, no sin haber querido carbonizar el extremo de mis dedos, empeñados en levantarlas en las tinieblas, como la Apoteosis de un Sol;
paladín de díoses proscriptos que el tumulto ingrato de los hombres arrastraba miserablemente por el suelo;
soldado de Ideas abandonadas en su cruz, a las cuales todos volvían insolentemente la espalda, después de haber agotado contra ellas el caudal de su saliva;
solitario...
tan solitario, que las arenas mismas de mi desierto, parecían huir de bajo de mis pies, y apartarse de mí, en un gesto agresivo de cruel y vaga complicidad...
aquellos a quienes yo liberté, no me perdonaron su libertad;
y, las cadenas que yo rompí, sólo sirvieron para que los esclavos insolentes, amenazaran aprisionar con ellas mis manos libertadoras;
… … … … … … … … … … … … … … … … …
es remontando el río taciturno y tormentoso de mi Vida, que corre por entre riberas ornadas de sauces y de tumbas, entre los cuales crecen atrevidos algunos trágicos laureles, que puede verse bien, este siniestro secreto de mi Predestinación;
niño, verdaderamente niño, los campos de batalla me vieron caer en su foco de llamas y de muerte, y los ojos desolados de mi Madre hubieron de buscarme a la sombra de las tiendas de campaña;
profesor adolescente, mi cabeza asomó entre el Tumulto, coronada por todas las llamas del Dicterio y del Escándalo, tal un cachorro de felino, asomando por entre los zarzales incendiados de una selva en fuego...;
fuí como una chispa escapada de un lejano Horeb hacia los altos cielos y los profundos valles, para llevar a todas partes el germen ígneo, por el cual muchas cosas habían de ser reducidas a pavesas;
el Odio, me recibió en sus brazos a mi Aparición, me lactó con la hiel de la Calumnia y del Insulto, y mitridatizado asi, me hizo el Hombre Fuerte, el Hombre de Combate, que yo debía ser...
y, me lanzó en su vórtice de llamas;
empujado por él...
perdí mi Hogar...
perdí mi Madre...
perdí mi Patria...
y, fui Hombre Trágico, en la edad en que otros adolescentes vagan por los jardines del Idilio, musitando cosas de Amor, coronando de rosas blancas la frente de su pálido Ensueño;
neófito de la Libertad, consagrado a su culto, ya no tuve más amor que el de ella...
y, ese Amor consumió mi Vida...
y, consume aún lo que queda de ella...;
¿veis estas hojas de papel, que amarillean y tiemblan en mis manos en esta hora de lívido crepúsculo?...
son mis primeras ofrendas a esa Diosa;
son mis dos primeros libros de Política, agrupados en un solo volumen, bajo el nombre de:Pretéritas ;
sí...
pretéritas... y bien pretéritas son estas páginas, porque principiadas a escribir fueron allá por el mes de Octubre de Mil ochocientos ochenta y cuatro (1884), al fuego del vivac, en campos boyacenses, en plena guerra civil de la cual era yo, ferviente y juvenil actor;
y, concluídas fueron al finar el año de Mil ochocientos ochenta y cinco (1885);
en el corazón de la Derrota;
en pleno desierto;
en el vértigo de la huída;
el Emblema Visible de mi Vida, aparece ya en estas prosas cándidas y coléricas, balbucientes de noble admiración, que son como los primeros centelleos del cráter de un volcán, que principia a abrirse en el corazón de la Inexorable Noche;
el terrible drama de mi Vida se esboza ya en este puñado de metáforas rudimentarias y apasionadas, que fueron como el pivot del cual habrían de generar luego las frondazones majestuosas de mis libros y mis panfletos de Historia;
libros cándidos que mis lágrimas regaron al escribirlos;
en esta cuna de mi Obra, está mi corazón;
porque yo tuve uno;
saturado de amor;
de un largo amor estremecido que tardó largo tiempo en morir...
el amor de los sueños imposibles...
¿no veis cómo ellos brillan en este libro con un débil fulgor auroral, como el vago pestañear de estrellas nacientes?...
es ingenuo y candoroso, pero ya épico, como uno de esos coros de adolescentes que cantan himnos guerreros en una tragedia esquílea;
páginas heroicas, escritas en plena Heroicidad;
en el corazón desnudo de la Tragedia;
tal una ruda estrofa marcial, escrita por un bardo niño en el rugoso tronco de una encina druídica;
¿cómo nació este Himno a tantas cosas bellas, y, efímeras, tan gloriosa y prontamente difuntas?;
lo diré;
… … … … … … … … … … … … … … … … …
… … … … … … … … … … … … … … … … …
… … … … … … … … … … … … … … … … …
Era el clarear de una mañana fría;
cielos de inanición;
el espacio silente;
había muerto el eco de los últimos aullidos de las fieras humanas que habían asaltado mi casa de Apóstol adolescente, pidiendo a gritos mi cabeza;
inmóviles afuera los guijarros con que había sido lapidado el hogar de aquel que había dicho la Verdad;
me acerqué al lecho de mi Madre insomne;
la besé;
me besó;
la dije: ¡Adiós!...
su mano temblorosa trazó sobre mi frente la forma de una cruz en el pacío;
luego, esa mano que temblaba, cubrió sus ojos;
y, jué un rio de llanto bajo ella;
nuestros sollozos se oían afuera...
al fin...
rompí la cadena de lirios de sus brazos...
y partí...
centauro impávido en la llanura;
crucé los prados, dominé los montes, me perdí en las selvas...
y, llegué al fin al campamento de los libres;
en plena guerra;
mi adolescencia coronada por todos los mirtos rojos del Insulto y de la Lapidación, fué saludada con amor por aquel puñado de héroes homéridas, alzados en armas contra la Tiranía;
me incorporé a ellos;
y, fui nombrado Secretario General, del Jefe de la Revolución, y General en Jefe del Ejército: Daniel Hernández;
en aquel grupo de guerreros, en su mayoría rudos y selváticos, muchos de los cuales habían sido compañeros de armas de mi Padre, yo era el niño mimado, al cual se creía nacido para los más gloriosos destinos;
una noche...
tras días de rudas marchas...;
acampados en un pueblo muy frío del territorio boyacence...;
Daniel Hernández, un grupo de jefes, y yo, platicábamos;
se hablaba de la guerra, que ardía en todo el país;
de la Tiranía, que asolaba con sus crueldades, las poblaciones vencidas;
yo aparecía ya dotado de este funesto don de la palabra al cual he debido tantos ruidosos y efímeros triunfos, y, apostrofaba rudamente el Despotismo Capitoliano, alzando un Himno de Gloria al valor nómade de las huestes que nos seguían;
se me oia en un silencio profundo;
de súbito, Daniel Hernández, lo interrumpió para decirme:
— Usted debe escribir todo eso, decir todo eso; la Historia de esta Revolución debe escribirla usted; sólo usted podrá hacernos justicia, usted la escribirá, ¿verdad?...
lo prometí;
y, aquel Areópago de Héroes, tomó nota de mi promesa;
si;
yo la cumpliría;
yo escribiría esa Historia;
yo, diría al Mundo, el Heroísmo cuasi anónimo de ese puñado de hombres combatiendo por la Libertad, sin otros testigos, que el cielo indiferente a sus proezas, y la virginidad de las montañas prontas a servirles de tumba y de sudario;
y, el Poema vivió en mí;
porque un Poema, y, no otra cosa, es esa pequeña Iliada de un puñado de Héroes destinados al fracaso primero, y a la Muerte y al Olvido después...
¿quién podría salvarlos, y quién los salvó de estos dos últimos abismos devoradores, sino yo, trazando con mi pluma de Homero niño, tan toscamente, pero tan amorosamente, esos cariñosos anáglifos de Gloria que son sus biografías?
yo, dramaticé sus nobles gestos esbozados en ese panorama de selvas y de ríos, que fué el único escenario de su Heroísmo anónimo y sublime...;
¿quién sin esas páginas de lírica emoción adolescente, sabría hoy, los nombres de esos héroes, fuera de ese jirón de tierra ingrata, por cuya libertad murieron...?
esa es la sola razón de la supervivencia de este libro — la razón histórica — porque razones literarias ningunas en él concurren como para hacerlo vivir;
y, luego, la concatenación de cosas de mi Vida, que hace de su génesis una etapa sentimental de grata recordación;
¿lírico?
desde luego;
¿épico?
la Epopeya fué su madre;
con qué noble entusiasmo lo emprendí...
con qué calofrío de fiebre tracé sus primeras páginas ora al fuego del vivac, ora bajo las tiendas de campaña en plena guerra, y luego:
con cuán desolada angustia, en las horas del triste inexorable Vencimiento...
porque fué cuando la Derrota consagró ya definitivamente nuestro fracaso, y, perseguido de muerte hube de emigrar hacia las llanuras orientales, y refugiarme cerca de Tame, en«Patute», un hato del General Gabriel Vargas Santos, último General en Jefe de la guerra vencida, que este proyecto de libro, extraído de mi frugal equipaje, tuvo una apresurada y formal realización;
dime a la tarea de concluirlo, en presencia del Héroe anciano, que me recordó la promesa hecha a Daniel Hernández, ya tan heroicamente muerto en la contienda...
los paisajes somnolientos y los mirajes violentos de la pampa, presenciaron su creación;
en horas caniculares y en la calma silenciosa de las noches, poco a poco el Poema fué surgiendo...
tosco y vago, de elocuencia primitiva y torrencial;
y bajo un cintrel bermejo de laureles y de rosas retóricas, poco a poco iban surgiendo los Héroes, como bajo un Arco Triunfal; victoriosos de la Muerte;
uno como estremecimiento de admiración romántica y dolorosa recorría las páginas cual un tema musical;
y mi mano aún inexperta dibujaba grandes cuadros de batallas, como frescos inconclusos sobre un muro;
y, mi fantasía, ebria de su propio vuelo, tocaba sobre tantas cosas inocentes y confusas, un largo toque de bélico clarín...
de súbito...
una nueva alarmante recorrió el llano glauco y llegó hasta nosotros;
de nuevo las jaurías oficiales venían en mi persecución;
se escuchaba ya a distancia el aullar de la trailla;
mi cabeza había sido puesta a precio; y la querían;
vagamente, confusamente, en las obscuridades de su instinto los tiranos presentían, que mi Vida había de ser el castigo de su Crimen, y querían eliminarla;
se sentía ya cercano el tropel de los cinocéfalos bélicos;
entonces: Vargas Santos, me puso en salvo;
me dió cabalgaduras, y víveres, y peones armados para que me escoltaran;
y, escapé...
llevando conmigo los medallones, de mis Héroes, y su Historia, aun inconclusa;
dije adiós al noble anciano, que de pie en la esmeralda fúlgida del llano parecía un dios Términus, alzado allí para defenderme...
y, partí...
entré en el desierto;
atravesé las selvas;
vadeé los ríos;
durante veinte días recorrí la pampa desnuda;
y, llegué a Arauca...
último pueblo de la Patria Hostil;
atravesé el rio limítrofe con Venezuela;
y, heme ya en tierra hospitalaria;
y, el miraje de una tierra amable, que había de serme muy amada, se alzó ante mis ojos y en mi corazón...;
en un nimbo de Aurora, en sus espejismos de luz, con los brazos abiertos en un gran gesto de Hospitalidad;
y, me hallé solo, ya irremisiblemente solo, orgulloso en el espléndido corazón de mi Soledad...
… … … … … … … … … … … … … … … … …
… … … … … … … … … … … … … … … … …
mermaría grande interés y muchas páginas al libro de mis Memorias, que ha de serme póstumo, si relatara aquí mi bella y dolorosa Odisea, descendiendo los ríos Arauca, Orichuna, Apure, hasta el enorme y tenebroso Orinoco, y de allí hasta el inmenso Mar...
divina hora ardiente y heroica de mi Vida, perdida entre espejismos y alucinaciones, sobre los graves ríos, sonoros y misteriosos, y el azul de los ciclos diáfanos, teñidos de escarlata;
sobre el dorso inquieto de esos ríos, y, a la sombra de sus bosques ribereños, este libro fué concluido, con una como embriaguez de mirajes, y, el recuerdo de cosas inmortales;
y, mis Héroes, fueron conmigo;
esperando la hora propicia para hacer conocer su Gloria, dispersándola sobre el Mundo;
como una ígnea rosa desfoliada a los cuatro vientos de la Rosa Náutica;
en el horizonte suave;
sobre la Mar inquieta;
y, la hora iba a llegar;
era en la ciudad de Rubio;
sita en Venezuela;
fronteriza a tierras de Colombia;
al finar el año 1886;
un grupo de proscriptos, nos hallábamos congregados allí;
todos jóvenes, todos ardientes e impetuosos, todos vencidos en la última guerra, y llenos aún de la divina virtud del Entusiasmo;
éramos;
Ecequiel Cuartas Madrid, Avelino Rosas, Emiliano Herrera, y yo ( 1 );
llamado por ellos, yo había venido allí...;
¿qué querían?
conspirar...
¿contra quién?
contra los opresores de nuestra Patria;
¿cómo hacerlo?
éramos dos plumas y dos espadas;
dos escritores recientemente conocidos por un choque violento con el Despotismo, y, ya muy odiados; Ecequiel Cuartas Madrid, y, yo;
y, dos espadas hechas ya terribles en la reciente guerra: Avelino Rosas y Emiliano Herrera;
guerra de espadas no podíamos hacer;
haríamos entonces guerra de plumas;
resolvimos fundar un periódico;
y, lo fundamos, con el nombre de: «ela Federación»;
unos tipos de imprenta traídos sigilosamente de Cúcuta, y otros, conseguidos subrepticiamente en la vecina ciudad de San Cristóbal, y, he ahi la imprenta;
redactores: Cuartas Madrid, y, yo;
¿cajistas?
Rosas y Herrera;
y, he ahi los dos héroes fungiendo de operarios, para componer el periódico rebelde, y Cuartas y yo puestos a escribirlo, con una santa pasión, que nos venia de lo más hondo del Alma;
¡noble pasión de juventud! ¡cómo vivifica todo lo que toca!...
rompiendo el Silencio letárgico que nos rodeaba, fuimos, violentos, de una violencia à outrance;
el periódico era rojo, como una llama viva, irradiando en la sombra;
del corazón de esa llama surgieron mis: Héroes;
Daniel Hernández, fué publicado en el primer número de «la Federación».
Fortunato Bernal, en el segundo;
y eso bastó...
el Despotismo colombiano puesto en furia solicitó del Gobierno venezolano la suspensión del periódico y la entrega de los culpables;
el Gobierno de Venezuela accedió a lo primero; pero, no a lo segundo;
el periódico fue suspendido, y el grupo de conspiradores fué dispersado...
y, heme ahi de nuevo en viaje, con el resto de mis Héroes aún inéditos, y los cuadros de sus hazañas en mi equipaje;
asi llegué a la ciudad de San Cristóbal, en el Táchira;
pero, los liberales de allende la frontera, ya sabían de la existencia de mi libro;
y, Carlos Estrada fué hasta el lugar de mi destierro para pedírmelo;
se lo di;
lo llevó a Cúcuta; y allí fué enviado a Maracaibo, donde fué impreso por suscripción de los liberales cucuteños;
y, así vió la luz pública este mi primer libro político, principiado en la guerra, concluido en la derrota, y, publicado en el destierro al entrar en ese periplo de luchas inmisericordes que fué mi Vida...
* * *
Poco tiempo permanecí tranquilo en esa alba de mi reputación tumultuosa, que otros han llamado Gloria, porque nuevos dolores me asaltaron, y nuevas olas de infortunio me llevaron lejos, con nuevos manuscritos de combate entre mis alforjas de proscripto;
con motivo de un discurso dicho en San Cristóbal, y que figura en este mismo volumen, la Dictadura colombiana pidió al Gobierno de Venezuela mi extradición;
éste se la negó; pero ordenó mi internación;
y, heme ahi de nuevo, en profunda peregrinación a través de las selvas, porque no pudiendo atravesar por territorio colombiano hube de dirigirme a Maracaibo, por las montañas cuasi vírgenes, que hay entre Colón y el puerto de Encontrados;
no iba solo;
conmigo iban, no ya mis Héroes de la Guerra, que había dado a volar en alas de la publicidad, sino los Hombres de la Tiranía, los grandes culpables, que ya llevaba, prontos a ser arrojados por las gemonías de la Historia, en mi nuevo libro: La Regeneración de Colombia, que había escrito durante mi ascensión por el Orinoco, y demás ríos de la hoya hidrográfica que remonté, para llegar a ese lugar de mi torturante peregrinación, del cual entonces se me arrojaba;
con ese libro inédito en mi equipaje, llegué a Maracaibo, la noble ciudad hospitalaria, cuyo recuerdo conmueve aún hondamente mi corazón;
la prensa de aquella Urbe, fué fraternal y admirativa para conmigo;
un alto y, eminente diarista, don Valerio P. Toledo, Director Propietario de los «Ecosdel Zulia», publicó en las columnas de su diario, capítulos de mi libro, e hizo luego una edición de él;
así vió la luz pública: «La Regeneración de Colombia ante el Tribunal de laHistoria».
* * *
Asíuno en pos de otro, con pocos meses de intervalo, fueron estos mis dos primeros libros, a circular por Colombia y Venezuela, teniendo su ocasional y apasionada resonancia;
el torbellino de la Vida me llevó muy lejos…
y olvidé esos libros, como se olvida piadosamente un amor de adolescencia...
después de largos años...
un dia...
una mano cariñosa y consoladora ( 2 ), encariñada en la idea de hacer perdurar mi Obra toda, y que nada se pierde de ella, reunió en un solovolumen estos dos libros con el nombre de: Pretéritas;
y, así fueron a circular por América, teniendo una acogida que mi arrogante orgullo no esperaba para estas dos libélulas rojas escapadas de un jardín primaveral;
hoy, entran bajo ese mismo título a formar en la colección de misObras Completas, que la casa Sopena edita;
el gran misterio del Tiempo ha consagrado esas páginas; su mano venerable las ha ungido... ¿había de rechazarlas yo, como una inoportuna aparición.?
no;
vengan ellas a completar mi Obra, y corónenla como un follaje de yedra superviviente en esta hora del pálido crepúsculo...
¿podía por un hosco orgullo de Escritor que ha triunfado, cercenar de mis Obras Completas, esos dos primeros libros, tan ingenuos, tan sinceros, llenos de un lírico candor?...
no lo he creído así;
haría una traición a mi Pasado, si no colocara en mi Obra estas madreselvas de Adoración, que ornaron el pórtico de mi Vida, temblando castamente sobre el vigor heroico de mi Juventud, que aparecía, ya torturada por nobles sueños inútiles;
nada he tocado en esos libros para corregirlos; nada;
les dejo todo su acre sabor y su salvaje belleza;
¿el Estilo?
no hablemos del Estilo, si es que alguno hay, en aquellas páginas que delatan las aulas recién abandonadas;
todo lo dejo allí, respetado, como un paramento de joyas bárbaras, que ornara el cadáver de una virgen sepultada largos años ha...
todo...
hasta la puntuación arcaica, de aquella época en que atiborrado de clasicismo, sufría aún el yugo de la Gramática y no había hallado mi estilo personal, ese molde de oro y de acero, en que luego he vertido el metal de todas mis creaciones;
dejad que desde la altura de esta Montaña de la Desolación, que ha sido mi Vida, vea con cariño, en los ya tan remotos jardines de mi Adolescencia, el vivido esplendor de esas rosas bermejas, de un color de sangre y sol, que me fueron tan amadas;
dejad que el Panfletario vengador que fui y que aún soy en horas de coraje, y, el Historiador justiciero, que he sido en tantos libros míos, mire hoy con tierno amor de paternidad estos primeros Panfletos Históricos, en los cuales, palpita, con tanta unción, su pensamiento inédito, y su alma rebelde en un perpetuo viaje hacia el Ideal;
dejad que mis manos — que acaso sientan pronto los temblores de la edad — acaricien estos bocetos de libros, como acariciarían la cabeza de dos nietos muy amados, si hubiese perpetuado mi nombre y mi dolor, en miserables generaciones de carne;
¡queridas rosas de Adolescencia y Juventud, os digo: Adiós!
como acaso pronto lo diré a la Vida;
desde la árida playa de mi Soledad;
ante los rayos occidentales de un sol pacificador que llena mi alma de extrañas consolaciones...
cantos de pájaros de Ultra-Tumba;
venidos de las cercanas selvas de la Eternidad.
VARGAS VILA.
1921.
Prosas Pretéritas, prosas de antaño, es el título que el Maestro ha querido dar a estas páginas suyas, páginas de juventud, por no decir de adolescencia bélica, sobre algunas de las cuales ha llovido ya la nieve de treinta y cinco años, y que conservan sin embargo todo el brillo y todo el fuego de la juventud que las dictó. Rosas matinales que guardan toda su frescura, aun en la tarde de esa vida que ha sido un inacabable sembrar de cosas bellas.
Dormidas estaban en el olvido y envueltas en el más acre e inmerecido desdén de su propio autor, esas prosas épicas, que sólo un tenaz empeño de mi admiración, logra hoy sacar de ese injusto limbo a la plena luz meridiana, que ha de esplender sobre ellas, como sobre un joyel de viejas joyas un día halladas bajo las ruinas. Nada puede el tiempo, sobre aquello que el Arte maravilloso produjo, y nada el mismo limo de la tierra y nada el silencio hostil, y nada el tenaz olvido, contra aquellas obras que llevan en sí, el alma inmortal de la Belleza.
Cuando uno de esos hombres universales, que no tienen patria, porque su espíritu y su obra pertenecen al acervo mental del mundo, llega a la plena consagración de su gloria, se cree peligrosa para ésta, la exhumación de obras juveniles que podrían empañar con nubes de vacilación, la luz del astro en pleno cenit.
Mi admiración por el Maestro, me habría hecho vacilar y aun retroceder ante el ensayo de esta prueba, si no hubiese tenido la convicción profunda de que estas páginas, llenas del fuego generoso de la libertad y del acento de las más nobles cóleras, resisten el parangón, a pesar de las naturales inexperiencias de la edad, con las más bellas que el panfletario y diarista formidable ha escrito luego. Apelo a los lectores, seguro de que ellos encontrarán como yo, en estas prosas, el mismo soplo de elocuencia huracanada, que anima toda la obra subsiguiente, de aquel hombre que ha sido en América, la más grande elocuencia de su siglo.
Cuando se ha sido como Vargas Vila, un conductor do conciencias y un educador de pueblos, la exhumación de escritos políticos de vieja data es de una definitiva audacia, porque, ¿cuál es el hombre que al declinar de su vida no se haya contradicho alguna vez? ¿cuántos no han traicionado alguna idea, o abandonado algún principio, o desertado de bajo alguna bandera? ¿cuántos se han conservado firmes en la hora crepuscular de las conversiones y de las regresiones, que es siempre la de la declinación de las energías y de la edad?
Vargas Vila, es en ese terreno, una victoria viva, y no sólo resiste la prueba, sino que hace de ella un pedestal. Leed «de la Historia» en este libro, y decidme si aquellos capítulos no parecen hechos de hoy por aquella gran conciencia que no ha mentido nunca; por aquella gran pluma que no ha tenido eclipse. En «Sombra y Sangre», esos apóstrofes contra la pena de murte, ¿no son los mismos que ante el asesinato de los pueblos y de los hombres han vibrado luego en Verbo de Admonición y de Combate, y en los Laureles Rojos? Sus anatemas contra los mutiladores del pensamiento humano, contra los violadores y opresores de la prensa, en ese fogoso capítulo «Prensa Libre» ¿no son los mismos del «Verbo Libre», y los mejores editoriales de «Némesis»? En «Las Aves Negras» ¿no sentís el mismo acento condenatorio de la Secta Infame, que en admirables soplos de lirismo pasa por las páginas del Camino del Triunfo y la Conquista de Bizancio? Toda esa pintura de la tiranía que en Colombia se ha llamado la Regeneración, ¿no es la misma que ha hecho luego con mayor belleza en Alba Roja, Los Parias, Los Divinos y Los Humanos, y los Césares de la Decadencia? ¡Qué unidad de vida y de acción! ¡qué inflexibilidad de alma, que a través de cuarenta años de lucha no ha vacilado un momento, no se ha desviado un instante de la senda emprendida, ni se ha apartado lo más leve de su línea primitiva! ¿Cuántos otros podrán decir lo mismo?
No ha tenido, pues, razón el Maestro, para oponer la encarnizada resistencia que ha puesto a la publicación de estas páginas, resistencia que mi amistad y mi admiración han vencido al fin, sin pretender dar con este triunfo, un átomo de gloria más, a una que está ya hecha, ni un día de orgullo a aquel corazón que ha renunciado a él. Pero, seguro estoy de hacer un placer a los admiradores tan numerosos y tan férvidos de Vargas Vila, en América, y un gran servicio a la Historia Literaria del Continente, publicando estas prosas, que el olvido y el silencio habrían devorado sin mi esfuerzo.
¿Por qué la rehusa obstinada de Vargas Vila a esta publicación? por su desdén hacia esa época y esas cosas de su vida. «Nada de ese pasado me interesa, ha dicho, en un reciente libro suyo ( 4 ), y si hubiera de salvar algo de él, no salvaría sino el recuerdo de mi madre, y como Eneas con su padre a cuestas no volvería siquiera mi vista hacia las ruinas de Troya.»
Si las ingratitudes de su país han arrancado al Gran Solitario, ese y otros apóstrofes violentos, la condenación de su obra de aquella época, no tiene razón de ser. El puede sentir el pesar de haber escrito para esa patria que le ha sido siempre hostil, pero no puede condenar esa obra al olvido.
«Atrás de Ibis — dice él—, no hay en mi obra sino literaturaje y politicaje despreciables, dignos de quedar enredados en las selvas bárbaras que atravesé; hombres y hechos infinitesimales, ¿cómo pude darles tanto valor y encariñarme a ellos? mi prosa me pide cuenta de este ultraje.»
Ese desprecio colérico por esas épocas y esos escritos de su vida, no los confirmará la Historia.
Vargas Vila, puede haber vuelto violentamente la espalda a su país, pero no puede volvérsela a su genio, y su genio alborea ya, en esas páginas de tan viril estructura y de tan noble entonación. Esas páginas, donde historiador y guerrero adolescente ( 5 ), Vargas Vila, describe las batallas que ha lidiado, y poeta-soldado, canta como Esquilo sus propias epopeyas, no merecen la sarcástica reprobación que él da a esa parte de su vida, cuando describiendo sus campañas de Boyacá y la batalla de Badanique, donde General de guerrillas, a los veinte años, comandaba en Jefe contra Próspero Pinzón, dice: «y al recordar estas mis glorias militares, no ceso de reír sino para esperar que mis lectores hayan acabado de hacerlo.»
Ese sarcasmo a su gloria militar, que no iguala en ferocidad de desdén, sino a aquel con que en otra página abruma su uniforme de Ministro Diplomático, no puede ser un sarcasmo a la gloria militar, porque Vargas Vila, hijo de soldado y soldado él también en su adolescencia, no puede despreciar la gloria de las armas y el encanto de los combates; porque su vida toda no ha sido sino una larga epopeya gloriosa, como la vida de un cruzado.
Si Nietzsche, enloqueció del pesar de ser incomprendido en su patria, y vituperó la Alemania con gritos de desprecio que eran en el fondo un gran dolor; si las mejores páginas que tenemos de Schopenhauer, contra la Filosofía Universitaria y contra la gloria de Heckel, las debemos al despecho de aquel espíritu acre y solitario, al verse desconocido o postergado en su país; si Ibsen, vagó veinticinco años fuera de su patria herido por su indiferencia y no se refugió en ella sino para flagelarla, no es de extrañar, que Vargas Vila, más orgulloso que esos otros genios, no se haya dignado apostrofar su patria, pero quiera olvidarla y sobre todo desterrarla de su obra. De ahí tal vez su oposición a esta exhumación de cosas suyas y a este proyecto mío de dar a luz estas prosas, que porque él quiere olvidarlas, las cree dignas del olvido.
Yo no sé de la política colombiana y sobre todo de la retrospectiva, lo bastante para decir, si los hombres apostrofados o elogiados en este libro, merecen el apóstrofe o el elogio, sólo sé que el canto y el dicterio aquí son bellos y es por bellos que vivirán. Y es por fuertes, por nobles, y por puras, que estas páginas vienen a consolarnos de tantas prosas fangosas y de tantos libros serviles, con que las almas esclavas se empeñan en regalarnos.
¿No veis cómo Vargas Vila, todo Vargas Vila, está en germen en estas páginas? Leed esos discursos ¿no es ya la misma elocuencia, aquella elocuencia arrebatadora, que ha tronado luego, dondequiera que esta peregrino del ideal ha puesto los pies y ha dejado escapar de su pecho esos acentos, que sólo los que han oído, pueden decir a qué altura el verbo humano puede llegar en unos labios inspirados?
Si herido en el alma y enfermo en el cuerpo, Vargas Vila, se ha arrojado brutalmente en la soledad, como se hubiese refugiado en un convento, si hubiese tenido el alma cristiana, no es la prensa la que lamenta esa «claustración entre jardines y cerca del mar» en la cual el gran atormentado busca el reposo, sino la tribuna, huérfana del más poderoso orador que oyeron los hombres de estos últimos tiempos, tan ricos en juglares sonoros y en panegiristas arrodillados, llenos del loco empeño de dar sonoridad a sus metáforas de siervos. La pluma de Vargas Vila, no ha callado jamás; es su palabra la que ha enmudecido. Vargas Vila, ha continuado en escribir sin descanso, desde todas sus soledades, desde Auteuil, en los alrededores de París, desde «Villa Ibis» en Málaga, desde «Villa Schultz» en Suiza, desde «S. Agnello» en Sorrento, pero ha enmudecido violentamente para la Tribuna. ¿No tengo yo razón de salvar esos discursos, en que el gran rebelde está ya todo él, fulgiendo en la sombra antes de que la gloria lo iluminara por completo? Esos acentos de San Cristóbal y de Maracaibo ¿no son los mismos que sonaran años después, en el Ateneo y en el Paraninfo de la Universidad en Madrid, y en los Congresos de Libres Pensadores, en París y Roma? Es ya la misma voz que conquistaba la admiración de un auditorio, antes de conquistar la admiración de un mundo.
En esos discursos, como en todas esas páginas, no encontraréis que sea completamente ajeno al Vargas Vila de hoy, sino la palabra Dios; quitad esa palabra, y el escritor ateo se os aparecerá ya, en todos su soberbios lineamientos. Y ¿qué falta es no ser ateo a los veinte años? la gloria está en serlo a los cincuenta y entrar como él, en la soledad, volviendo la espalda a Dios, y a los hombres, con el mismo gesto de desdén.
Es con un respeto enternecido, que he tenido en mis manos, las hojas amarillentas de estas prosas ultrajadas por los años y prontas a hacer naufragio, si yo no hubiese tenido el designio de salvarlas.
Es acaso por esa mi piadosa admiración y para explicarme sobre ellas que me ha sido concedido el honor, único hasta hoy, no hecho a nadie por Vargas Vila, de prologar un libro suyo.
Al regresar de Italia, trayendo para la imprenta, estas páginas, arrancadas a la benevolencia del Maestro enfermo, al cual ya no interesa nada, ni siquiera su propia vida, he sentido el hálito acariciador de una victoria, porque había conquistado para la Belleza y para la Libertad, algo que vivirá en ellas, porque por ellas y para ellas fueron escritas.
Este libro, no añade nada a la obra ni a la gloria de Vargas Vila, pero las completa.
El Maestro, en su colérico desdén por sus prosas de aquel tiempo, no ha querido rever estas páginas, ni hacerles corrección alguna. Yo no he tenido ni la autorización ni la audacia de intentarlo. Eso les deja el raro encanto de darnos entero y sin retoques, el pensamiento juvenil, de aquel que, hecho después gran escritor, gran orador, diarista, novelista, diplomático y político, no ha dejado nunca de combatir por la Libertad, sino para cantarla, y no ha dejado de azotar la Tiranía sino para escupirla en el rostro.