Saudades tácitas - José María Vargas Vilas - E-Book

Saudades tácitas E-Book

José María Vargas Vilas

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Beschreibung

«Saudades tácitas» (1922) es un libro de máximas y aforismos de José María Vargas Vila sobre cuestiones vitales, sentimentales y literarias. Todas las reflexiones, expuestas brevemente sin interrupción en esta recopilación, son fieles a la visión pesimista de la realidad y al pensamiento crítico de su autor.

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Seitenzahl: 212

Veröffentlichungsjahr: 2021

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José María Vargas Vilas

Saudades tácitas

 

Saga

Saudades tácitas

 

Copyright © 1922, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726680225

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Las fuentes y, los pensamientos, no fluyen puros y no corren serenos sino en la Soledad.

Vargas Vila

PREFACIO

Los grandes pensamientos como los grandes ríos nacen en el corazón de la Soledad; y, es de ella que toman toda su majestad y toda su belleza;

son la Voz de la Soledad;

y toda su extraña y profunda musicalidad, viene de allí:

Beata Solitudine.

Vargas Vila .

Este libro estaba sumido en catalepsia;

dormía el sueño de Lázaro;

me he acercado al lugar en que yacía, para decirle: Surge et ambula;

y lo vuelvo a la Vida;

y lo hago marchar;

hacia las almas hospitalarias, que acogen con tanto fervor los libros míos;

el lugar en que este libro dormía, no era un Sepulcro, era un ghetto;

en el Sepulcro no hay Ignominia;

en el ghetto, sí...

este libro era como uno de esos pedazos de carne que Job arrancaba de su cuerpo, a la caricia brutal de la piedra con que limpiaba su lepra, y

que caían palpitantes sobre el Estercolero, donde el Principe castigado, ostentaba la Majestad de su Miseria;

hace ya años, yo lo había cedido a un Editor de Madrid, talmente paupérrimo, que careció de medios materiales para su publicación...

y, envejecía inédito;

resolví redimir ese cautivo;

sacar a José de la Cisterna;

y, helo aquí...

lo publico ahora

¿ por qué?

el ciclo de mis Obras Completas, está pleno con los cincuenta y tres volúínenes publicados;

pleno, pero no cerrado;

el Hermetismo no es posible en una Obra como la mía;

seria decretar la hora en que un mar dejara de recibir nuevos afluentes;

mi cerebro está aún en plena producción;

he creído que seria tiempo de dar a la publicidad este libro, precediendo a los otros inéditos que aun he de publicar;

su largo cautiverio le da ese derecho;

y por eso lo publico...

he estado tan peligrosamente enfermo y estoy en una convalecencia tan precaria, que esperãr largos días de Vida es una insensatez;

el pórtico de la ancianidad tiene eso de triste; que la Avenida que se extiende mas allá de él, es una Avenida bordeada de cipreses, y la linea blanca que limita el horizonte, tiene la forma y la blancura de la piedra de una tumba...

y, yo me preparo a pasar por bajo ese pórtico y marchar por esa Avenida solitaria, hacia la blancura final de la tumba hospitalaria;

eso no tiene el privilegio de hacerme triste;

pero, si debe tener el de hacerme previsor;

a cierta edad de la Vida, el porvenir es tan corto, que hacer vastos proyectos, es como tener el designio de construir una flota, para lanzarla a las soledades de un estero que se seca por minutos, y en cuya cuenca agotada, no habrá mañana sino la memoria de las aguas, sobre las cuales hizo el Sol mirajes lagunares, y las alas de los cisnes trazaron jeroglíficos inciertos;

cuando se ha doblado el meridiano de la Vida, y se desciende rápidamente por el declive fatal, todo gesto que se esboza, tiene la significación augusta de un: Adiós; y toda línea que se escribe, tiene una irremisible gravedad testamentaria;

yo, sé eso;

y por eso trazo estas lineas, para prologar este libro, del cual no sé si he de ver la aparición;

eso no me interesa, ni siquiera bajo el concepto sentimental;

la suerte y la supervivencia de mi Obra Toda, está ya definitivamente asegurada;

la dejo en las manos más fieles y más puras que puedan tocar la Obra de un Hombre sobre la Tierra;

el Heredero y Propietario de todas mis Obras 1 ha sido el compañero fiel de los últimos treinta años de mi Vida, y él ha visto crecer y poblarse esta selva de creaciones que ha sido miObra , y la cual se verá acaso muy pronto huérfana de mi presencia;

pero queda él;

y sus ojos vigilantes, y sus manos cariñosas, velarán por la selva adusta, y cuidarán el lírico jardín;

por eso me toca morir tranquilo sobre la suerte de mi Obra...

y por eso una tranquilidad elysea, se extiende sobre mis últimos días...

como un suave crepúsculo otoñal sobre la quietud sedeña de un jardín enmurado y señorial, en cuyas Soledades augustas, se abren aún muchas rosas, las músicas de los arroyos acompañan los salterios de la tarde, y pájaros paradisíacos arrullan con sus trinos las Saudades Tácitas, donde el alma del jilguero cenobita hace cantar aún:

la Música Callada...

la Soledad sonora...

a la orilla de la Cisterna abierta;

sobre la cual brilla una luna de Eternidad...

J. M . Vargas Vila .

Este Prefacio, fué escrito en Madrid el día diez y nueve de Octubre del año de Mil Novecientos veinte y dos.

SAUDADES TÁCITAS

Verlaine, no me ha seducido nunca y su canto morboso, no ha penetrado jamás en mi corazón;

su música verbal, que es un balbuceo lánguido de plegaria, fenece en mis oídos, sin que haga vibrar mi cerebro con una emoción ideológica, ni logre nublar mis ojos, con el vaho de una lágrima;

nada en él es verdaderamente grande: ni el Dolor...

todo en él es bello, hasta las caídas; conmovedoras como las de la marcha ascensional de un Cristo hacia el Calvario;

todo en él es triste, hasta su alegría, esa alegría dolorosa de los ebrios, que no puede hacer reír las almas nobles, y antes bien, hace llorar en silencio las almas sensitivas;

el vino de Rabelais, se hace al llegar a sus labios, el acíbar de la cruz...

toda copa, aun aquella del cristal de la Bohemia, tiene en sus manos la forma de una esponja; el vinagre y la hiel mezclados a la sal de sus lágrimas, se escapan de ella y ruedan hasta sus barbas hirsutas; y, en aquellas hebras faunescas, fingen la escarcha invernal en un puñado de helechos;

todo en él es trémulo, como sus manos, fatigadas de acariciar...

sus músicas y sus colores tienen la misma vaguedad, el mismo encanto mórbido y letal, que se escapa de las aguas quietas de una marisma, donde se evapora el alma de los nenúfares, bellos y fatales, como adolescentes viciosos;

los tonos grises, languidecientes, esfumados, de sus paisajes, les dan la nostálgica belleza de una vieja acuarela, tras un cristal opaco;

nada hay fuerte, nada firme, nada viril, en aquella floración de miniaturas evanescentes;

todo allí carece de fuerza, hasta el grito del Dolor, que no semeja un rugido, sino el balido de una oveja degollada en la Noche;

ninguna masculinidad hay en esos cantos, en los cuales, la cuchilla de Dalila no habría encontrado nada digno de mutilar;

pastor de efebos y de sensitivos, Verlaine, no es el fauno lírico, que muchos quieren hacernos ver, no es sino el limosnero místico, hermano de Francisco, el de Asis, vagabundo por los mismos senderos, recogiendo las mismas rosas, para adornar los altares del mismo dios;

sus pobres pies, lacerados por la acritud de los caminos, no tienen las pezuñas cápreas de los pies de los faunos, sino unas tristes plantas sensibles, hechas para ser consagradas como las de su hermano, el Poeta versifloral, por los estigmatas rojos que decoraron los pies del versolario ambulante por los campos nazarenos;

su emoción toda sensual, hace esfuerzos por levantarse hasta la espiritualidad, en las alas de la Fe;

una Fe cándida, de novicia enguirlandada de ensueños;

su alma de cristiano primitivo, envenenada por el Dogma, perdió toda pureza;

y, por eso tuvo la más cobarde y más vil de todas las pasiones: el Arrepentimiento;

no salía del Vicio, sino para entrar en las lágrimas;

no se alzaba del lecho del Pecado, sino para ponerse de rodillas ante Dios;

y de sus labios húmedos aún por la saliva de los besos, brotaban temblorosas sus grandes jaculatorias de Dolor;

se le ha creído un Místico…

no tenía el alma bastante complicada para eso;

era demasiado cándido para entrar en esas confabulaciones mentales, que dan un aire torvo al rostro angélico y suave de la Fe;

su Fe, era la única Fe que no deshonra: la Fe del niño;

el espíritu de Verlaine, no llegó jamás a la pubertad;

murió niño, aun entrado en la prematura decrepitud de la vejez;

las elegancias helénicas de Moreas, le fueron extrañas;

en él no había griego, sino la mano socrática que se perdía en la melena de Fedón;

los hermetismos de Mallarmé, no atraían con sus tinieblas, sus claros ojos de abeja, enamorados de la luz solar;

abeja, sí, abeja luminosa, abeja musical, enamorada de todas las flores y ávida de libar en todos los cálices;

¿qué habría hecho ella en esa selva tenebrosa y profunda, esa selva hindua, que fué la Poesía de Leconte de l’Isle?

huir... huir de la Montaña Sagrada, hacia el claro Montmartre, o el luminoso Barrio Latino, y la asoleada montaña de Santa Genoveva;

alondra enamorada de la aurora, huía de las viejas águilas meditativas en la hora crepuscular... de aquellas que venían prófugas de los frisos del Partenón y de las que llegaban de Oriente, trayendo entre sus alas fragmentos del Ramayana y estrofas prisioneras de los himnos de Siva.

¿Romántico?

no lo era tal;

el Romanticismo es una modalidad de espíritu, una disposición de ánimo, cuasi una idiosincrasia en los individuos, y, una pose, una ostentación, vacua y, pueril en las escuelas.

Verlaine, era demasiado ingenuo para eso.

¿ Parnasiano?

le sobraba emotividad;

vagabundo por todas las escuelas, como fué por la Vida, no buscaba en ellas sino un Asilo para su Musa, como buscaba en las noches, en París, un asilo para su cuerpo fatigado;

se hospitalizó en los sistemas, sin radicar en ninguno, como se albergaba en los hospitales para emprender de allí, un nuevo viaje al país de sus ensueños;

mendigando a Dios y a los hombres, este vagabundo luminoso, no fué acaso sino un lírico, mejor dicho, un porta-lira, genial, lleno de gracia ambigua, y que no tuvo profundo sino su Dolor, al cual no supo, sin embargo, darle ninguna forma de grandeza;

la Abulia, fué su Musa;

una Musa sin fuerza y sin orientación, una Antígona demente, que llevó a este Edipo desventurado, de caída en caída a través de todos los desiertos;

el benvenutismo dilettante de sus estrofas, es prodigioso;

en ese orfebrismo didáctico, nadie lo superó;

pero, aun en esa modelación de ánforas líricas, puso una gran suma de su primitivismo y de su ingenuidad;

se acercó más a las cerámicas cincocentistas, a las mayólicas toscanas, a las faenzas antiguas, a los dorados anacrómicos de alfarería pompeyana, que al bronce repujado, al oro mórbido y al argento cincelado de los orífices de Florencia;

y, eso porque al pulso de su Musa le faltaba fuerza para las cinceladuras heroicas;

ciborios maravillosos fueron sus estrofas, y, en ellos el licor de sus lágrimas vertió;

y, gozó en apurarlas, en embriagarse de ellas, añadiendo la embriaguez de sus lágrimas a sus otras embriagueces;

ostensorios divinos cinceló, y, en ellos puso su corazón triste y desnudo;

y lo adoró;

adoró su propio Dolor...

y, fué el salmista de su alma sin consolación;

y, en esos salmos puso todas sus músicas interiores, las sinfonías auditivas de su espíritu, llenas de cosas estremecidas e inexpresables, misteriosas, como todo aquello que carece de modulación y, está más allá de las fronteras del Verbo;

alma pasiva y, emotiva, no supo sino sufrir y sentir;

ajeno a toda forma de Heroísmo, fué ajeno a toda forma de Rebelión;

la servidumbre de su espíritu, se tradujo en esa pasión de esclavos: la Resignación;

y, la cantó;

sus cantos arrodillados, tienen todos el enanismo lírico de una plegaria;

fué un cortesano del Perdón;

y, en el designio de obtenerlo, gastó todos los tesoros de su lira, deseoso de conmover o corromper con sus cantos a la Divinidad;

grandes estremecimientos de amor agitaron su alma; turbándola con el soplo cálido de sus emanaciones; sintió el delicioso vértigo de todas las caídas;

se alzaba llorosa del fondo del Pecado, como un niño caído de la cuna, que se incorpora gimiendo;

tuvo todos los vicios y todas las virtudes para ser un Santo;

y, lo fué a su manera;

vicioso y piadoso, como un novicio cándido y degenerado;

el perfume que se escapa de su huerto lírico, no es el de los jardines de Aspasia, sino el de los rincones de una huerta conventual, donde hablan a media voz legos disolutos;

el Yo, es un ritornelo triste y perenne, que tiembla más que se emite, entre sus labios dolientes, con la entonación armoniosa y definitiva de una cuerda que se rompe;

él, no creía como de Vigny, que: «el Yo, es la palabra más difícil de colocar»; y ponía el suyo con tenacidad inquieta, al pie de la Cruz del Cristo, lo mismo que en los grandes monumentos del Pecado, como una rosa de Amor, arrancada al rosal de su Voluptuosidad;

esa Voluptuosidad inagotable e inapaciguada, que lo hacía gemir como David, sobre el cuerpo desnudo de la Sunamita;

pero, este arpista socrático, era más tierno y más sensitivo que el preferido de Saúl, por eso sus músicas son más sugestivas, más conmovedoras, aunque tengan el mismo perfume de lascivia que se escapa del Cantar de los Cantares;

oyendo esas sinfonías con sordina, se siente la impresión de oír sonar en la tarde, en los alrededores de un Beaterio, el eco de un clavecín, en el cual cantara una monja soñadora, cantos de amor extático y sensual, de esos que llenan los Antifonarios medioevales y, en los cuales, el candor de las palomas que adornan las iluminaduras, hace sombra con sus alas a la púrpura de las rosas, unas rosas tan rojas, que se dirían nacidas del calor de las estrofas, en las cuales la pasión de la palabra, parece temblar, rebelde a revelarse, por miedo de hacer enrojecer de pudor las alas eucarísticas;

el Amor de Dios, no fué en él, sino uno de los tantos amores que fatigaron su Vida;

y, viéndolo de rodillas ante la cruz, produce la impresión de un Sileno, enamorado de la belleza del Cristo;

los ojos siempre infantiles de su alma, no se corrompieron jamás, conservando todas sus purezas, así como su voz, la voz de sus cantos, semejó siempre la de un niño de coro, cantando las Aleluyas, una mañana de Resurrección;

él, no amaba como el tenebroso e impasible Poeta, de: Destinées: la magesté des souffrances humaines;

sin duda porque no era capaz de sentirla;

él, no amaba sino el Dolor, el bajo Dolor, que pide y puede ser consolado;

y, por eso lo cantó, en esos dulces cantos pánidas, tan lejos del temblor de Heráclito, como cerca de los viñedos ubérrimos de Horacio;

en envases, prodigiosos de ornamentación, como si hubiesen sido laborados por el cincel impecable de Théodore de Banville, vertió la fluidez enfermiza de sus versos, llenos de una saturación de angustia capaz de enfermar las almas como la suya, empeñadas en hacer abrir con el rocío de las lágrimas, la flor apétala de la Consolación;

el preciosismo existía ya desde Ronsard, pero, él, lo depuró, y, por decirlo así, lo estetizó, librándolo de caer en la mignardise delicuescente de los imitadores apasionados de su estilo;

porque Verlaine, como todos los grandes poetas, sufrió la única deshonra que no provocó con su Vida, y tal vez la única a la cual no se resignó; la de los imitadores;

fué el Idolo de las mujeres que se sentían poetas, y de los poetas que se sentían un poco mujeres;

tuvo una corte póstuma de Abelardos;

y, todos los Onanes de la Rima, tomaron los cálices de sus versos, como modelos para depositar en ellos sus eyaculaciones líricas...

la América se pobló de ellos;

alfareros insubstanciales, se empeñaron en hacer ánforas verlainianas con el barro virgen de nuestras montañas ecuatoriales;

y, fracasaron en el intento;

prendidos a los pámpanos caídos de la frente del Sátiro muerto, se embriagaron de su jugo;

y, murieron de esa embriaguez;

el Tiempo y el Perdón, caminando de espaldas, como los hijos de Noé, han cubierto sus nombres con el manto del Olvido...

Pax...

___

No tener talento es el pecado que los hombres perdonan más fácilmente, casi conmovidos, en un gran gesto de fraternidad.

___

Tenemos nuestra alma del momento; una alma fugaz, proteiforme, que vivió nuestra Vida de ayer, que vivirá nuestra Vida de mañana, pero, que no ha sido, no es, y no será nunca la misma.

___

Tener palabras heroicas cuando no se cree ya en el Heroísmo... ¿es una deslealtad?...

yo, no lo creo;

es la supervivencia de un culto a algo que amamos mucho en nuestra Vida, que fué la esencia de nuestras más nobles acciones y, que no queremos confesar que fué nuestra más bella y más espléndida locura;

curados de esa sublime demencia, nos sentimos humillados y entristecidos de no ser ya dementes, y, avergonzados de haber recobrado la razón, nos empeñamos en sembrar en los otros la locura, a falta de poseerla;

y lloramos en silencio, tristes de no haber sabido morir en uno de esos accesos violentos de demencia, que alzándonos a la altura de los héroes, nos hicieron por un momento casi dioses.

___

La Soledad preserva mucho de la Traición, pero, no preserva por completo;

ella se filtra hasta la Soledad, como el agua a través de los muros de una prisión, pero, no ahoga al Solitario, como el agua no ahoga al prisionero;

la tristeza de ser traicionado, no le es nunca ahorrada al hombre sobre la tierra, como no le son ahorrados la enfermedad, el dolor y la muerte;

cada día que nace parece traicionar al día que ha muerto, recordándonos las angustias que nos trajo y, calumniando el esplendor de su lumbre fenecida;

la Traición está en todas partes, como la Eternidad;

todo nos traiciona en la Vida, hasta la Vida misma;

y, tal vez la Muerte no será sino la última Traición, encargada de traicionar nuestra Esperanza, mostrándonos en el fondo de la tumba, en vez de su rostro descarnado el rostro cruel e inmutable de la Vida, de la cual no es sino una Transmutación.

___

No sé por qué Platón, me parece uno como cristiano retrospectivo;

o, ¿es el Cristo el que me parece un Platón crucificado?

el padre del Idealismo, era bien digno de morir en una cruz, a la cual Aristóteles, no habría subido nunca;

con Platón, desapareció el corazón de la Filosofía;

con Aristóteles, hizo su aparición el vientre de ella;

el Profesor de Alejandro, es bien un Profesor del Instinto;

el discípulo de Sócrates, es un Profesor de Ideas;

los conceptos de Aristóteles, son como mandrágoras de una selva asiria; radican en la tierra y son fuertes y vivaces en su profundidad;

las Ideas de Platón, son como telas de araña, tendidas en el cielo para aprisionar estrellas; son muy altas, muy altas, todas luz...

en Platón, priva el Símbolo;

en Aristóteles, priva el Sistema.

Platón, es el padre de los Poetas.

Aristóteles, es el de los Filósofos;

las Ideas de Platón, cristianizándose, se hicieron el Misticismo;

las de Aristóteles, frías y crueles, se hicieron el Dogmatismo;

a través de los siglos, el platonismo se hizo cristianismo;

el aristotelismo, se hizo el alma del catolicismo.

Platón, continúa teniendo su corte de mendigos del Ideal.

Aristóteles, tiene su corte fastuosa de Príncipes y Sacerdotes: Apóstoles de la Autoridad.

Platón, es siempre: la República.

Aristóteles, es ya: el Imperio;

el alma de Alejandro.

Platón, es el Espiritualismo en la Historia: el genitor del Alma Latina.

Aristóteles, es el Materialismo Histórico; el genitor del Alma Sajona;

la Idea,

y, la Fuerza...

en lucha sobre el Mundo.

___

Benito Spinoza, era un Judío, y todo el soplo de Israel vibra en él;

anunció a Dios con el sonido del Shoffar y descolgó al Cristo de la cruz, con la escala de su Ética;

ni el Materialismo de Locke, ni el Espiritualismo de Leibnitz, valen lo que el Deísmo de Spinoza;

para Spinoza, Dios es todo; el Hombre, es nada;

el Hombre no perdonará a Spinoza esta definición, y, es seguro que Dios no se la ha recompensado...

los dioses suelen ser más ingratos que los hombres.

___

¿De dónde han podido sacar los panteístas que: «el Hombre revela a Dios»?...

si esa teoría fuera verdad, esa revelación sería bastante para apostatar del culto de Dios...

el Hombre es la más fuerte razón de ateísmo que existe sobre la tierra;

el Hombre, es un argumento contra Dios.

___

Mi primer trabajo frente a una Obra que empieza a germinar en mí, es dominarla...

y, el último es libertarme de su dominio;

y, eso, porque aun largo tiempo después de terminado un libro mío, sus ideas y sus personajes me persiguen, como pájaros voraces, empeñados en picotear en mi cerebro...

y, quedo inquieto, bajò el tumulto de los pensamientos y de las sensaciones de ese libro, hasta que otro nuevo me llama al trabajo y a la liberación;

¿qué sería de mí, sin el placer de crear?...

el Trabajo es la suprema Voluptuosidad.

___

Yo, siento que no puedo ser un médico de almas, porque, ¡ ay!, contra mi querer, exaspero las llagas que quiero curar...

yo, no sé los secretos de la Consolación;

mis labios no saben mentir... ¿cómo podrían consolar?...

en mis libros como en mi alma no hay el blandor de la Esperanza; ¿cómo podría darla a los corazones lacerados que me la piden?...

las certidumbres rudas que hay en ellos, serían capaces de producir la llaga dolorosa, si ella no existiera;

¿cómo, pues, podrían curarla?

la Verdad no es nunca un antídoto contra el Dolor;

toda Verdad es cruel, y, tiene el don de exasperar las almas que se abren para recibirla;

quema las manos extendidas hacia ella; cuando no las corta;

la Ilusión, es el único bálsamo para extender sobre las grandes heridas de las almas;

la Ilusión no cura, pero, adormece el Dolor;

con la canción del Engaño lo adormita;

no hay analgésico moral igual a la Ilusión;

los Profesores de Ilusión, son los grandes médicos de las almas;

pero... la Ilusión, es una Mentira;

y, yo, no sé mentir...

por eso no sé consolar;

¿cómo queréis que cure las heridas de las almas, con la exasperante Verdad, que todo lo quema como un cauterio, y lo corta todo como una hacha?

mentir es vivir;

por eso me siento yo tan lejos de la Vida, que es una Mentira;

tan lejos... que yo mismo no me reconozco, en esta zona de tinieblas que atravieso;

el largo monólogo conmigo mismo, me parece el salmo de un muerto bajo las estrellas;

la voz de un muerto enseña, pero no consuela;

los muertos no saben mentir;

no tienen ya interés en engañar;

arrojaron lejos la máscara, con la Vida, y su rostro lívido, no hace ya el gesto de engañar;

por eso no sonríen...

la última lágrima, perlada sobre sus mejillas, es el sello de la Verdad, puesto sobre la faz de aquellos que han dejado de mentir, pues que ya dejaron de vivir;

el Silencio es el corazón de la Verdad;

consolar es engañar;

¿la Mentira, cuando es piadosa, es un deber?...

yo, no tengo el valor de cumplir ese deber;

si no tengo el valor de engañarme a Mí Mismo... yo, que tanto lo necesito...; ¿cómo podría engañar a los demás?...

los sacerdotes de la Esperanza, tal vez tienen alguna, y, es por eso que la prodigan...;

es con ese lirio en flor, que adormecen como con un nepenthe, las penas que les confían;

debe ser bello ese apostolado de la Mentira, ejercido en nombre de la Piedad, y, el cual permite al Hombre reinar sobre un mundo de almas adormecidas por la Esperanza, como permitiría a un Mago, reinar sobre un mundo de silfos, dormidos en el cáliz de una flor;

yo, carezco de los secretos de esa Magia;

no tengo caricias ni en las manos, ni en la voz;

yo, no sé consolar, porque el Consuelo cerró ante mí, tan brutalmente las puertas de sus jardines, que ni siquiera el perfume de sus flores lejanas llega hasta mi corazón;

¿cómo son las rosas del Consuelo?

yo recuerdo haberlas visto, cuando era niño, en las manos de mi Madre;

eran blancas y tristes, se dirían unas rosas de ópalo, que guardaran prisionero un rayo de luna;

ellas, se hundieron con mi Madre, en el sepulcro, las llevó entre sus dos manos en cruz, que semejaban dos lirios blancos, tronchados bajo la nieve...

yo, no he vuelto a ver jamás las rosas del Consuelo;

no han crecido sobre la tumba de aquella que perfumaba con ellas mi corazón;

y, si se abrieron, no fueron para mí...; inútiles rosas crecidas sobre la tumba solitaria, en la montaña lejana, a las riberas del caudaloso río, más allá del océano tormentoso...

abiertas bajo la soledad de las estrellas, habrán servido tal vez para consolar el corazón nostálgico de un dios, triste de no haber tenido una madre como la mía;

sólo las madres saben consolar;

no importa la edad de la Vida, para el esplendor de esa caricia;

para una Madre, la vida de su hijo, es siempre una cuna, sobre la cual florecen los años, como flores de almendro, que no pierden jamás su candidez;