La dama elegante: manual práctico y completísimo del buen tono y del buen orden doméstico - María del Pilar Sinués - E-Book

La dama elegante: manual práctico y completísimo del buen tono y del buen orden doméstico E-Book

María del Pilar Sinués

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Beschreibung

La dama elegante: manual práctico y completísimo del buen tono y del buen orden doméstico se explaya como nunca en un género de los más frecuentados por Sinués: los consejos para las mujeres. También era su costumbre negar que estuviera ofreciendo preceptos rígidos, sino sugerencias para convertir la faena hogareña en un arte. Desfilan recomendaciones sobre el modo de elegir y ambientar cada cuarto de la casa, la administración de los recursos, un llamado a la "vigilancia moral" de los criados, consejos de higiene, instrucciones para armar un botiquín de primeros auxilios con remedios caseros y mucho más, hasta llegar a sus indicaciones para mantener la felicidad de la familia y ser una buena anfitriona.

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Seitenzahl: 355

Veröffentlichungsjahr: 2021

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María del Pilar Sinués

La dama elegante: manual práctico y completísimo del buen tono y del buen orden doméstico

 

Saga

La dama elegante: manual práctico y completísimo del buen tono y del buen orden doméstico

 

Copyright © 1880, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726882230

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

INTRODUCCION.

Mi objeto al escribir este libro no ha sido presentar en sus páginas preceptos descarnados, que significarian una persuasion de mi propia suficiencia y un alto concepto de mí misma; no, mis queridas lectoras: yo sé bien que las apreciaciones difieren segun el modo de ser de cada persona, y que, aparte de las altas cuestiones de la moral, en que el código es uno é ineludible, todas las cosas de la vida tienen un doble punto de vista, cuando no tienen muchos más.

Pero hay un campo delicioso y extenso, sembrado de flores, el de la fantasía; hay otro código encantador, el del buen gusto; el arte puede embellecer todo aquello que constituye la parte material de la existencia, y en este libro pretendo probaros que la mujer puede ser artista, es decir, amante de lo bello, atendiendo tambien á los preceptos saludables del órden, de la economía y de la buena administracion de su casa; que puede ser á la vez dama elegante y excelente madre, esposa amante y tierna y modelo de distincion; y que puede crearse, en fin, el gracioso marco de su belleza, el decorado de su casa, los primores de su mesa, el atavío de su persona, y lo que es mejor que todo, puede ser la alegría y la dicha de cuantos vivan á su lado.

Aquí teneis el objeto de este libro, que resumiré más brevemente: deseaba unir en él lo útil á lo gracioso, lo bueno á lo bello, y creo que lo he conseguido; porque el órden es la gracia, y todo lo bueno es bello: si el bien, si la virtud, si el cumplimiento del deber asusta á las almas débiles y tiernas, culpa es de los que se le presentan adusto y severo; sólo se alcanza la grata serenidad del alma, la dulce é inalterable calma de la conciencia, pudiéndose decir con verdad y conviccion: «Cumplo bien todos mis deberes.»

Segun mi modo de ver, hasta lo más vulgar puede hacerse con un esmero y una elegancia relativas, y esto debe ser el principal objeto de la mujer: por eso hallaréis en estas páginas explicaciones claras y detalladas, que no podrán ménos de ser prosaicas, y observaciones que me sean propias, y que estimaréis, segun lo creais conveniente, tomando de ellas lo que gusteis ú os sea más útil ó más agradable.

La casa, el mueblaje, el modo de disponer la mesa en todas las ocasiones ó circunstancias en que tengais que dar una comida; el arte de vestir bien, las invitaciones, todo aquello, en fin, que es necesario saber para proceder cortésmente, para adquirir la simpatía y la consideracion, lo hallaréis en este libro, en el que he procurado recopilar lo mejor que en las materias que encierra se ha escrito, añadiendo mis propias observaciones y los consejos que las damas más competentes en distincion y buen tono me han dado: en los detalles de la cortesía y de la elegancia la moda cambia poco, y se llega á la perfeccion con escaso trabajo; y áun me atreveria á asegurar que una regla fija debe presidir á todos los esfuerzos de las personas de mi sexo para que alcancen un fin dichoso y para que el éxito los corone: tenga la mujer verdadero deseo de agradar, tenga amor á su familia y profese el culto de lo bello, y seguramente convertirá su casa en un eden, donde descanse el alma de las más amargas luchas, y del cual multipliquen los primores los encantos de la inteligencia, que son á la vez irreemplazables é imperecederos.

_______________

PARTE PRIMERA.

LA CASA.

I.

ELECCION DE BARRIO Y DE HABITACION.

Aunque la eleccion del barrio en que ha de buscarse la casa preocupa algun tanto á la madre de una recien casada—pues es siempre la madre la que se encarga de estos cuidados—paréceme, mis queridas señoras, que áun se le debia dar mayor importancia á este detalle de la que se le concede: segun sea el sitio donde se elige la habitacion, así suele ser ésta, no sólo más cara, sino tambien más estrecha y más incómoda: los barrios céntricos adolecen de varios defectos: aprovechado el terreno hasta los últimos límites de lo posible, no hay comodidad en las habitaciones y se paga el ruido y la alegría—muy molesta—de la calle á un precio exorbitante; es, pues, preferible un barrio que sea algun tanto retirado, pues en éstos se vive á ménos coste con más holgura y comodidad, y con la conveniente separacion y libertad entre los individuos de la familia.

Una joven recien casada debe tener tambien muy en cuenta, al elegir el dulce nido doméstico que ha de embellecer con su amor, la comodidad de su marido, y preferir el barrio que esté más cerca del centro en que aquél tiene sus ocupaciones. Si es empleado en un ministerio, deberá procurar no alejarse mucho de él; si militar, debe preferir una casa que se halle cerca del cuartel donde le llaman las obligaciones de su servicio; si agente de cambio, cerca de la Bolsa; si se ocupa de alguna empresa particular, ha de procurar la esposa que la morada conyugal esté tan cerca como la necesitan la fatiga de los negocios y las ásperas preocupaciones de la vida; su marido le agradecerá esta atencion delicada, y las atenciones de esta clase son la firme base de la felicidad conyugal, pues hacen estimar desde luégo al corazon que las dicta, y la estimacion es la más dulce hermana del amor.

La mejor habitacion es la más espaciosa, ventilada y alegre. El aire, el sol, la vista de un hermoso pedazo de cielo, son elementos de bienestar, que conservan la salud y animan al trabajo.

La habitacion de una jóven recien casada debe ser elegida por ésta, su madre y su futuro esposo: las dos personas que han de habitarla son las que han de estar sobre todo conformes con sus condiciones y hallarla cómoda y agradable: la madre se limitará, si tiene talento, á dar su parecer y á aconsejar lo que crea ser más conveniente.

No hay para qué elegir una morada extraordinariamente grande, ni tan reducida, que se viva en contínua y molesta opresion; el término medio es el mejor; necesita constar de una antesala, un salon ó sala de recibir, dos gabinetes dormitorios, un comedor, cuartos de criados, cuarto de baules y perchas para desahogo, y otra habitacion decente, que debe estar de reserva para cualquiera evento de enfermedad ó de arribo inesperado de algun huésped ó pariente.

Es preferible siempre elegir una casa nueva, porque su aspecto es risueño, limpio y agradable á la vista; pero en la alternativa de encerrarse en una jaula ó de vivir con holgura, será más cómodo tomar habitacion en un edificio que no sea ya moderno, pues éstos son siempre de mayores dimensiones.

II.

IDEAS GENERALES ACERCA DEL MUEBLAJE. — ANTESALA.

Yo aconsejaré á todas las señoras que me hagan el honor de estimar mi parecer, que no elijan nunca — si su fortuna no es cuantiosa—muebles de gran apariencia ó muy vistosos: la comodidad exige moverse con libertad y sin temor de estropear las sillas, las mesas y las cortinas; lo preferible es que todo el mueblaje ostente una armonía perfecta, y que, por ejemplo, si la madera es de caoba, la tapicería sea de lana, y no de seda.

Si la antesala tiene una ventana, aconsejaré que se pongan en los cristales visillos ó cortinas de muselina blanca estampada, y cortinas grandes interiores de una tela de lana argelina, género muy sufrido y que se vende para este solo objeto: dos banquetas de terciopelo de lana verde ó de crin negra se colocarán en los lados, pudiendo poner tambien, si los huecos lo permiten, dos ó tres sillas de la misma clase.

En las paredes, y en vez de cuadros, se colocarán dos mapas geográficos y un plano de Madrid ó de la poblacion donde se habite, objeto muy precioso para consultarlo en esta época de cambios y demoliciones: con estas tres cosas alternarán un barómetro, una percha ó colgador, fuerte y elegante á la vez, para las capas y los abrigos, y un porta-paraguas y bastones de la misma madera que el colgador y que los marcos de los mapas y del plano, y que deberán ser de madera oscura y lisa: si se desean más elegantes, se les mandará adornar con clavitos de hierro dulce imitando al acero.

En el centro de la antesala debe haber una mesa redonda y cubierta con un tapete de lana, cuyos colores armonicen con los de las cortinas; y en el centro de esta mesa, una canastilla bastante grande, y todo lo bonita posible, destinada á recibir las tarjetas de las visitas que no pasen al salon, por no hallarse los señores de la casa en ésta.

Será de muy buen gusto el colocar en el antepecho de la ventana un cajon de madera lleno de tierra y forrado de zinc, conteniendo plantas trepadoras, como capuchinas y hiedra; una jaula con dos tórtolas, ó bien un canario colocado entre el verdor de la ventana, será un ornato encantador.

Las plantas del cajon deben dirigirse hácia algunos cordones ó alambres colocados á alguna altura, á fin de que formen á la ventana una cortina de verdor esmaltada de flores y de esas campanillas blancas, azules y rosadas, que son las más humildes y modestas, pero las más atractivas hijas de la naturaleza, tan pródiga en bellezas.

III.

SALON.

No soy yo, mis queridas lectoras, de parecer de tener el salon cerrado y sólo dispuesto á recibir: no se trata de llenarle de objetos costosos é inútiles, sino de hacer de él la habitacion agradable por excelencia, pues en ella hemos de recibir á nuestros amigos: los ingleses, que prefieren la realidad á la apariencia, tienen los salones más confortables, más cómodos y mejor arreglados del mundo, y yo os deseo, señoras mias, que los imiteis, renunciando á la costumbre de nuestras madres, que tenian la sala ó estrado siempre á oscuras, frio y sin vida, pues sólo se abria á la llegada de las visitas.

No se debe imponer ni á sí propio ni á los demas la molestia de habitar un museo: el pedantismo de los muebles es insoportable, y por el contrario, es muy agradable el tomar de cada época lo que tiene de útil y de cómodo: los muebles históricos son muy interesantes, pero yo prefiero un sillon cómodo y mullido, que date de ayer, al sillon del rey Dagoberto, que figura en el Museo de antigüedades del Louvre: si os aconsejo, jóvenes lectoras, que mediteis en el arreglo de vuestro salon, es porque deseo que unais un pensamiento, mejor dicho, un sentimiento, á cada uno de sus muebles; es preciso que en él se hallen á su gusto vuestra familia y vuestros amigos, y que al salir deseen volver. La rigurosa simetría produce infaliblemente el cansancio de los ojos, y debe huirse de ella, procurando colocar lo que puede ser más agradable á los asiduos asistentes á vuestro salon; será un excelente cambio, porque la simetría no dice nada, ó lo que es peor y más fastidioso, dice siempre la misma cosa: la extremada uniformidad acusa la sequedad del corazon, y dice que en éste no hay recuerdos ni iniciativa: es inmutable y fria, y hace retirar el almohadon que ha bordado una amiga, el estantito que al alcance de la mano ofrece los libros más queridos, los periódicos y revistas que podian ser muy agradables á las personas que van á pasar un rato con vosotras. No retrocedais ante la irregularidad, porque ésta probará que pensais en complacer á vuestros amigos y en distraerlos agradablemente.

Despues de estas ideas generales, vengamos á otras más concretas; digamos algo de las condiciones que cada salon debe tener para ser agradable y para que se mire como el grato asilo de la amistad confiada y verdadera: el fuego y la luz es lo primero que debemos á las personas que nos favorecen haciéndonos compañía; y así, no cabe ni economía ni negligencia en esta parte; toda lámpara ó quinqué que alumbra mal debe retirarse de una habitacion, y sobre todo, de aquella en que se recibe á personas de fuera, sean ó no de confianza.

En cuanto á las telas que deben elegirse para decorar un salon, es difícil poder señalarlas, no sabiendo la suma que en este objeto se puede ó se desea invertir; como regla general diré que es preferible la sencillez elegante á una ostentacion sin armonía y premiosa, por decirlo así; por ejemplo, es preferible poner todas las colgaduras y portières de damasco de lana, á poner solamente colgaduras de seda; sin embargo, el non plus ultra de la elegancia sería un salon todo vestido de terciopelo, color grosella de los Alpes, con toda la madera de palo de rosa tallado; es decir, cortinas, portières, tapicería de la sillería, tapices de las paredes y alfombra, todo de terciopelo; y armadura ó engaste de la sillería, marcos de los cuadros y espejos, piano, un mueble á lo Luis XIII y un velador del centro, todo de palo santo negro, tallado delicada y prolijamente.

Este salon sería un modelo de lujo y elegancia, y sólo podrian obtenerlo personas de una gran fortuna: tal suntuosidad exigiria vasos de Sèvres para flores, jardineras de laca, sillas volantes japonesas, tapete de terciopelo en el velador, un juego de bronces de 200 duros sobre la chimenea, y una araña en el centro del salon que no bajára de 100. Pero áun así, este salon deberia estar siempre abierto y habitado, lleno de flores frescas y de libros, que aunque lujosamente encuadernados, se leyesen y mirasen como amigos familiares y queridos.

He visto un salon pequeño amueblado con sillería dorada y raso violeta, que era delicioso, y otro dorado tambien y con tapicería de damasco rosa; pero ya he dicho que esta suntuosidad es dada á muy contadas fortunas, y que el deseo de ostentarla, sin poder completar todos los detalles, da un resultado deplorable.

Lo preferible á todo es, como ya queda dicho, una decencia armónica, una sencillez graciosa y elegante: colgaduras, cortinas y sillería de damasco ó reps de lana de buena calidad; velador en el centro con tapete que juegue bien con la tapicería, donde se coloquen los libros nuevos y los periódicos del día. Piano con candelabros de bronce, y banqueta igual á la sillería; musiquero y dos estantitos para libros de la misma forma y pendientes de la pared con cordones de seda del color de la tapicería; espejo ovalado con marco de madera, y juego de chimenea de bronce oscuro, componen un todo agradable y confortable, porque no siendo nada de subido precio, se hace de todo un uso continuado y franco, por decirlo así.

Terminaré, en lo que respecta al salon, aconsejando que se elijan para su decoracion telas á la vez fuertes y opacas para que sufran un uso contínuo: el color granate oscuro con rayas doradas ó verdes, ó con brochado de estos dos colores, me parece muy á propósito; el gris oscuro y el color de cuero dan tambien excelentes resultados; lo que es indispensable es que muebles y cortinas sean de la misma tela.

Es de muy buen gusto el que haya en el salon una mesita de labor ó costurero grande y cómodo, y otra mesita cerca de uno de los balcones ó ventanas para escribir y dibujar; que haya asimismo periódicos, revistas, libros en uso constante y renovados de vez en cuando; flores frescas, grabados, y todo aquello, en fin, que da vida á una habitacion y la hace agradable.

IV.

COMEDOR.—DESPACHO Ó GABINETE DE TRABAJO.

El salon es la habitacion más importante de la casa; en él se recibe á las personas de nuestro trato, que forman su opinion acerca de nosotros con mayor ó menor benevolencia: las demas habitaciones son ya del dominio particular, y puede atenderse más al gusto de la persona que haya de ocuparla.

Pasemos al comedor. Ya habrán comprendido mis lectoras que he elegido como tipo de mis descripciones la casa de una familia de la clase media, que es, á mi parecer, lo más acertado, pues el lujo puede aumentarse con la más grande facilidad tanto como se quiera.

Los muebles de la sala de comer, una de las más usuales habitaciones de la familia, son casi siempre iguales ó parecidos; pero he estado en algunas casas donde el comedor se halla en el desórden más completo: se habian enviado allí todos los muebles de sobra, baules, perchas y sillas desemejantes entre sí: esto es lastimoso y perjudica al decoro y al buen órden, y hasta al bienestar del espíritu, pues indica desaseo é incuria.

Todos los muebles que sobran ó estorban, y esto se entiende en una casa puesta ya desde hace mucho tiempo, deben colocarse en la buhardilla ó cuarto guardamuebles, para dejar expeditas todas las habitaciones: tratándose de una casa que va á ponerse, diré que el comedor debe estar guarnecido con sillas de gutapercha verde ó color de café, y que es preciso sean muy cómodas, bastante grandes y con mullido tambien en el respaldo: los convidados deben hallar en los menores detalles el deseo de complacerles: un aparador, una mesa con tablero de piedra blanca para trinchar encima los manjares, y la mesa principal y redonda en el centro; una lámpara de porcelana blanca, con gran pantalla de lo mismo, se suspenderá del techo en el fondo: las ventanas estarán adornadas con cortinas de lana á dibujos turcos, y de lo mismo serán los portières: nada hay que dé más completo bienestar que el hallarse en una habitacion cerrada con espesas cortinas y como aislada de los ruidos exteriores.

El pavimento deberá cubrirse de hule oscuro, con dibujos pequeños en el verano, y sobre éste puede extenderse para el invierno una alfombra cuyo fondo armonice con el de las cortinas y portières: no es de buen gusto cubrir la mesa de comer con tapete, hule ni ninguna otra cosa, sino dejarla que luzca el barniz de la caoba, que debe estar siempre cuidadosamente limpio.

Es muy elegante y gracioso colocar en las ventanas del comedor cajones de madera forrados de zinc, como los que recomendé para las ventanas de la antesala, llenos de flores ó de plantas trepadoras: uno de los más grandes goces que se pueden imaginar es almorzar en familia, en una mesa limpia y bien servida, con las ventanas abiertas, llenas de flores, de hiedra y de madreselva y bañadas por un alegre sol: si á esto se añade el canto de un canario que salta en una jaulita de alambre, ó de dos tórtolas prisioneras en una casita de cañas, el cuadro no puede ser más encantador.

Cerca del comedor está situado ordinariamente el despacho ó gabinete de trabajo del dueño de la casa: esta habitacion debe ser un santuario para los criados, y la esposa es la que debe cuidarla ó presidir á su arreglo y limpieza: del respeto de esta habitacion depende á veces la fortuna de dos jóvenes esposos, pues aquél es el sitio donde se guardan los papeles de importancia y donde se llevan á cabo los graves trabajos de una profesion ó de un cargo importante: por esta misma razon el ornato debe estar en consonancia con el destino de la habitacion, y debe ser sencillo y severo: los muebles podrán ser de encina; esto, que ántes era un lujo inabordable, hoy ha dejado de serlo, porque la industria ha dado á dicho género proporciones considerables: la tapicería, cortinas y alfombra serán del color clásico de estas habitaciones, es decir, verde oscuro: el género mejor y más elegante es el terciopelo épingle de lana: es una tela seria, sólida, que se drapea bien y forma pliegues majestuosos.

La eleccion de los muebles del despacho pertenece exclusivamente al marido; sin embargo, la esposa debe colocar en él algunos objetos de comodidad y distraccion, como una mesita de fumar de las muy elegantes que hoy prescribe la moda, y que contiene cigarrera, bujía, fosforera, cenicero y hierro para despuntar los tabacos; una fumadora ó lecho de reposo con un solo respaldo, y un timbre de bronce, con el que pueda llamarla su marido y que tenga una forma artística: debe colocar tambien sobre la mesa de escribir un limpia-plumas hecho por su mano, y una cajita para sellos de correo lo más bonita y de mayor precio que le sea posible: el folgo ó calienta-piés de debajo de la mesa debe ser de tapicería, bordado tambien por la mano de la esposa.

Ya es sabido que los muebles de un gabinete de trabajo son siempre los mismos: librerías cerradas con puertas de cristales, de madera más ó ménos preciosa y con molduras de lujo; una mesa de despacho, de las llamadas ministro; otra mesa para los periódicos y libros nuevos que llegan cada dia, y que debe ser más pequeña; un sillon para escribir, y otros varios guarneciendo las paredes: la sobriedad es condicion esencial del mueblaje de un gabinete de trabajo perteneciente al dueño de la casa: en el testero principal, ó sea en el que da frente á la puerta de entrada, se colocan las dos grandes librerías: entre estos dos muebles es de muy buen efecto poner una panoplia de armas antiguas y modernas de caza y guerra: los cuadros, que no deben ser muchos, pertenecerán tambien á estos dos géneros.

La mesa destinada á los libros y periódicos, si no tiene el tablero de piedra, deberá cubrirse con un tapete del mismo género que las cortinas, ó á lo ménos que armonice con él: son detalles que al parecer nada significan, pero que hablan con mucha elocuencia en favor del gusto de la persona que habita un aposento.

V.

SALA DE CONFIANZA.—TOCADOR.

Suele haber en las casas de las personas que cuentan con alguna fortuna una sala ó habitacion donde se hace labor, donde se pasa la velada en familia las noches que no se esperan personas extrañas, y donde se dan las lecciones de los niños de la casa, que las reciben de una institutriz, de un preceptor, y á veces de estas dos personas á la vez. Cuando la educacion está encomendada á profesores que vienen cada dia, es en la sala de confianza donde dan ó deben dar las lecciones; pues si bien es ridículo é incómodo tener el salon siempre cerrado, no es ménos cierto que su mueblaje y decorado sufririan notable deterioro si fuese teatro de la educacion de los niños, de la constante labor de aguja y córte, y de la reunion de la familia á todas horas.

La sala de confianza es, pues, una de las habitaciones más útiles y de más uso de la casa: se amueblará, por lo tanto, con objetos sólidos y cómodos, de color oscuro para que no se manchen; si tiene chimenea, se encenderá desde temprano, y si no, se caldeará la temperatura por medio de un brasero bien encendido, en el cual podrá quemarse algun perfume suave y agradable, si bien en corta cantidad, para que no ataque á la cabeza, lo que es muy fácil suceda al levantarse de la cama.

El mueble más necesario en la sala de confianza es una mesa bastante grande y cubierta con un tapete, que á su vez se cubre con un hule elegante, que permite cortar y preparar sobre él todas las prendas de costura que se hacen en la casa.

Un costurero grande, un reloj fijo, una mesa-consola superada por un espejo ovalado y puesto con una inclinacion graciosa, y sillas cómodas de gutapercha oscura, café ó verde, son los muebles obligados de esta clase de habitaciones: el balcon ó ventanas no tienen colgaduras, pues siendo un aposento puramente de utilidad y destinado casi por completo á la labor y á las lecciones, necesita buena y clara luz; no obstante, las colgaduras y portières son cosa tan elegante, que por mi gusto, los aconsejaria en todas las habitaciones, inclusa la sala de confianza: nada hay más íntimo que esas gratas veladas en una habitacion abrigada y perfumada con lirio ó con un bello ramo de flores frescas y recien cortadas, cuando hay corridas espesas y elegantes cortinas delante de las puertas y balcones.

Uno ó dos ramos de flores, colocados en floreros de cristal, deben ponerse en la consola, cuidando de renovarlos con frecuencia; porque si nada hay más bello y alegre que las flores frescas, nada hay tampoco más triste y desagradable que las flores secas y marchitas: de no poder renovar las flores á menudo, lo que es bastante caro en el invierno, es mejor no tenerlas.

Un quinqué grande con buena y clara luz es de toda precision en esta sala ó habitacion de confianza: la presencia de este objeto durante el dia ejercerá un bien moral, haciendo pensar en las dulzuras é intimidad de la velada; de modo que al hacer la limpieza y arreglo de la habitacion, deberá entrarse ya en disposicion de encenderlo, y colocarlo sobre la consola ó en una rinconera: este quinqué debe ser todo lo más elegante posible, y debe estar cuidadosamente aseado y preparado por mano de una persona inteligente.

La mesa del centro, que sirve para cortar, preparar labores, tomar té, leer y escribir en caso necesario, sirve tambien para que los niños de la casa estudien, escriban, lean y dibujen durante una ó dos horas de la velada, á la vista de sus padres y hermanos mayores.

Debe haber en la sala de confianza algunas sillas volantes ó movibles, dos ó tres bajas para hacer labor, y sobre todo, un sofá cómodo y adicionado con almohadones de persa ó de la tela de lana de las cortinas: estos sofás son el descanso de los ancianos y la delicia de los niños: yo recuerdo todavía un gran sofá vestido de una indiana de fondo azul con figurones, donde en mi infancia he dormido los más dulces sueños de mi vida. ¡Qué bellas y risueñas visiones pasaban ante mis ojos! ¡Qué horizontes de oro y rosa! Aquel sofá tiene para mí tan gratas y risueñas memorias, que jamas olvidaré su forma y el color de los almohadones que lo vestian, donde tantas veces he reclinado mi infantil cabeza.

En este sofá lee el abuelo el Diario y toma con grato reposo su taza de café; en este sofá la abuela reza su rosario y aduerme á la nietecita, que está inquieta y llorosa, y hasta el gato, amigo de la familia, y hasta el perrito, compañero de los juegos de los niños, anhelan el dulce y blando reposo que les ofrece.

¡Oh, cómo recuerdo el sofá que siendo niña me daba lecho, en las largas veladas del invierno, en la salita de confianza de mi abuela! ¡Qué gratos sueños, qué dulces visiones traia á mi mente! ¡ Las noches de los sábados soñaba con el paseo del dia siguiente, con el teatro, con el vestido ó sombrero nuevos! ¡Oh! sí, el sofá guarnecido de almohadones es mueble indispensable en la habitacion en que se reune la familia para las tareas y los dulces placeres!

Pasemos ahora á hablar del gabinete de tocador.

Una elegante sencillez es siempre preferible á la ostentacion, y así lo más bonito será adornarle con cortinas y sillería de cretona color de rosa, sembrada de ramos de flores, ó bien, si se prefiere, de cretona azul con guirnaldas de flores.

La sillería propiamente dicha se compondrá solamente de dos divanes anchos de asiento y bajos de respaldo, que permitan dejar sobre ellos vestidos, confecciones y todo lo que no se lleva al guardaropa en el momento de quitárselo; de tres ó cuatro butacas de distintas formas, y de una pequeña, colocada ante la mesa de tocador, para peinarse sentada en ella.

Dicha mesa, que será bastante ancha y cuadrada, estará vestida de la misma cretona que la de la sillería, es decir, estará cubierta con un tapete guarnecido de un alto volante y que llegue al suelo: las cortinas de esta mesa caerán á los dos lados de un espejo grande y ovalado, cuyo marco puede ser de madera, de plata ó de seda almohadillada, es decir, tan rico ó tan sencillo como se quiera.

Cortinas de la misma tela caerán ante la ventana, teniendo debajo visillos blancos, y lo mismo se hará en el caso de que un balcon reemplace á la ventana.

Un armario con puerta de espejo, otro armario para vestidos, una percha larga, cubierta con cortinas, para las enaguas y las batas, son cosas indispensables en un tocador: en las casas que son bastante grandes y cómodas, dentro del gabinete de tocador, que está amueblado con ostentacion, hay otro pequeño cuarto donde se coloca el lavabo, las perchas y el ropero, así como los baules de la ropa blanca; pero cuando no hay para vestirse y guardar la ropa más que el cuarto de tocador, debe estar todo en el mejor órden posible y de modo que presente el aspecto más agradable.

Por esta razon, los baules que haya necesidad de tener en el tocador se cubrirán con tiras de paño y de tapicería alternadas, lo que quita á la madera su aspecto tosco y les da una apariencia elegante y hasta suntuosa; este mismo procedimiento se usa con la leñera del salon, si es que no está forrada de paño verde, carmesí ó azul, segun el color de la tapicería de aquél.

Nada más bonito que estos muebles vestidos con tiras de tapicería, que se hacen durante los ratos perdidos, ó en la velada que se pasa entre los parientes y amigos en la sala de confianza.

En el gabinete de tocador debe haber tambien un mueblecito para guardar encajes y joyas; y si es bastante espacioso, un velador grande en el centro para dejar las alhajas, sombrero, guantes, sombrilla y todos los objetos pequeños de vestir, que tienen que volverse á usar en el dia para una nueva salida.

Una cómoda en un ángulo, dos girándolas con bujías á cada lado de la mesa de tocador, y algunos vide-poches colgados de la pared, así como una bonita relojera, acabarán de dar al gabinete de tocador un aspecto elegante y agradable, á la vez que muy cómodo, pues reunirá todo lo que es preciso para cambiar de traje sin salir de su recinto.

Si el gabinete no tiene chimenea, mejor que brasero será poner en él un calorífero ó una pequeña estufa, que evitará el que caiga al fuego cualquiera prenda de vestir.

VI.

HABITACION DE UNA SEÑORITA HIJA DE FAMILIA.

Voy á tratar aquí del cuarto de una señorita, ya sea hija de la casa, ya sea sobrina, ó bien hija de unos amigos que la han confiado por algun tiempo á los cuidados de una familia de confianza.

El cuarto de una jóven soltera debe ser, si es posible, sin alcoba: la cama, en el testero más lejano del balcon, debe estar cerrada con cortinas blancas de muselina; más que várias cortinas, convendria una larga pasada por una anilla dorada y adornada de una palma ó de una flecha que parece sostener la colgadura; la colcha será igualmente blanca, y ésta, como las sábanas y almohadas, de intachable limpieza: las cortinas del balcon ó ventana, así como las fundas de toda la sillería, serán de tela de Persia blanca, sembrada de ramos de flores: el papel de las paredes debe ser parecido á esta tela; las cortinas se guarnecerán de un rizado á la vieja, ribeteado en los bordes con un galon rosa, si este color se encuentra en los ramos del sembrado de la tela.

En el invierno las cortinas y la colcha de la cama se pueden reemplazar por otras de la tela de Persia de las cortinas y muebles.

En la habitacion de que voy hablando debe haber una cómoda con un quinqué ó lámpara pequeña arreglada encima; un pequeño buró, una mesa de caoba con un espejo encima, un lavabo y una mesita de tocador vestida, bien de muselina blanca con trasparente rosa y lazos del mismo color, bien de la tela que viste todo el cuarto: el espejo será no muy grande y ovalado; una cornucopia antigua llenará muy bien este objeto.

Un costurero grande se colocará al lado de la ventana, adornada con algunas macetas de flores; delante de la ventana se colocará una jardinera de laca forrada de zinc; las jóvenes se aficionan fácilmente á cuidar flores, y esta distraccion, agradable y graciosa á la vez, eleva su espíritu y dulcifica su carácter: con el mismo objeto, y para embellecer la habitacion, se suspenderá del techo un vaso de tierra cocida en forma de lámpara, que tenga hueco para una luz, y en el cual se siembren plantas descendentes que caigan hácia abajo.

Dos estantitos para libros bastan para una jóven; pero estos libros deben elegirse con cuidado, para que formen á la vez el corazon y el juicio de la que los lea, y no estará de más el advertir aquí que deben mirarse como á los amigos de cada dia, que hacen parecer ménos largas las horas de la lluvia y de la tristeza; como á huéspedes amables, que toman parte en nuestras alegrías y nos dan el medio de conservarlas, que nos consuelan en nuestras penas, y nada piden en cambio; como á enviados de Dios, que nos hablan de su providencia y de su inagotable bondad, y que nos enseñan cómo el alma se encamina á traves de las penas de la vida hácia la patria celestial.

Un consejo daré aquí á las jóvenes respecto de su pequeña biblioteca: que no guarden jamas ningun libro que tengan que ocultar á los ojos de su madre ó de su familia.

Cuantas más flores haya en la habitacion de una jóven, será tanto más atractivo su aspecto; ademas de las que haya en la lámpara del techo, en la ventana y en la jardinera, debe tenerlas sobre las mesas, cortadas no en ramos hechos artificialmente, sino en hacecitos y mezcladas con ramaje verde, lo que les da un aspecto mucho más fresco, más pintoresco y más bello.

El amor á las flores supone gustos sencillos é inocentes, amor á la casa y al órden de la misma: ¡ dichosas las niñas á las cuales se les ha inspirado desde temprano el gusto por las flores, y lo han cultivado y lo han sentido crecer, pues este gusto eleva el alma y la predispone al aborrecimiento de todo lo que es feo y odioso!

Si no puede tenerse un pedacito de jardin, lo cual para las jóvenes amantes de las flores es una delicia incomparable, se puede siempre cultivar flores en las habitaciones: se fabrican actualmente jardineras de formas tan elegantes, y de tan escaso coste, que las jóvenes que aman las flores pueden fácilmente tenerlas naturales en el salon de la casa de sus padres y en su propia habitacion.

No hay nada que sea más grato á los ojos de todos que el cuidado que pone una hija en embellecer el sagrado asilo donde ha nacido, el dulce techo paternal, abrigo de todas las tempestades, puerto de todas las borrascas; cuanto más cuidado, cuanto más hermoso esté, más elocuentemente habla á todos de la paz que reina en la familia y del amor que la une.

Una señorita dedicará—si sólo cuenta en su aposento particular con una sola pieza — un ángulo para colocar sus vestidos, colgados y cubiertos con cortinas que se descorran por medio de anillas pasadas en unas varillas de hierro: la percha en que estén colgados los vestidos puede ser más ó ménos elegante, por ejemplo, de caoba pulimentada, ó bien de pino blanco solamente: unas palomillas salientes, colocadas á cada lado de la pared, sostienen las varillas y dejan á los vestidos el hueco suficiente para no arrugarse: los paños á los que se pegan las anillas deben ser de la tela de los muebles, pues así se les quita todo aspecto irregular, ofreciendo el agradable de unas bonitas cortinas.

Los cofres que ocupen en el cuarto de una jóven alguno de sus ángulos deberán estar forrados con persa de colores ó cortinas de tapicería, como advertí para el tocador, donde haya bordados lindos y frescos dibujos: la primera condicion de la belleza—como ya lo he dicho en otras ocasiones—es la armonía, y la madera ó el lienzo de que están forrados los cofres cuando se sacan de casa del comerciante que los vende, haria un triste y chocante contraste con las lindas cortinas, los espejos y las porcelanas del lavabo.

Por regla general, la belleza es condicion precisa en todas las cosas necesarias á la vida, en esta época en que se rinde grande y constante culto á la forma: hasta los utensilios de las labores más mecánicas, como, por ejemplo, los que se ocupan para el aplanchado de la ropa, son muy bonitos y elegantes: toda fealdad ostensible ha desaparecido, y ya es condicion precisa del bienestar doméstico la belleza en todos los detalles.

VII.

CUARTOS DE LOS NIÑOS DE AMBOS SEXOS.

Ya mi tarea respecto del mueblaje de una casa toca á su fin, y alguna otra pluma más aventajada que la mia la daria aquí por terminada: yo, sin embargo, creo de mi deber añadir aún algunas páginas, porque mi primer propósito es escribir un libro útil, una verdadera guía práctica para la mujer.

Cuando en una familia hay niños, sus habitaciones no deben asemejarse en nada á las de su hermana mayor, ya descrita en el período anterior; si los niños son de ambos sexos, los varones deben tener un aposento separado del de sus hermanas, pues el pudor y la delicadeza de los instintos debe cuidarse y cultivarse en la infancia como flores preciosísimas y frágiles, que un hálito impuro puede matar para siempre.

Empecemos por la habitacion de las niñas: éstas deberán tener sus lechos iguales, pero cada una el suyo; no conozco nada más molesto y más depresivo que la comunidad del lecho, aunque sea entre hermanas: hay en la vida, y sobre todo, en la vida de la mujer, independencias respetables y sagradas: las niñas, pues, desde la más pequeña hasta la que cuente diez y seis años, á cuya edad ya se les da, y debe dárseles, aposento separado, deberán tener cada una su cama propia, pero todas iguales y arregladas del mismo modo: la cama enteramente decorada de blanco tiene el inconveniente, cuando se trata de niños, de ajarse muy pronto: una persa azul para los cobertores es bonita, fresca y alegre: cada cama necesita sus cortinas, reunidas en la parte superior por medio de una aguja ó flecha, ó simplemente por medio de una anilla de metal, por donde se pasa la colgadura, dejando la mitad por cada lado.

Cada camita de hierro, y muy sencilla, tendrá al lado una mesita de noche: dos lavabos bastarán aunque sean cuatro las niñas: el jarro y la jofaina pueden ser de metal dorado, para evitar los desperfectos de la travesura infantil.

Los demas utensilios del tocador serán de porcelana blanca con filetes azules, cuidando mucho de que las niñas tengan siempre en abundancia y buen uso esponjas y cepillos para la ropa, cabello, dientes y uñas: las criaturas aprenden desde temprano los hábitos de cultura y de limpieza si se les acostumbra á ellos, y no hay niño educado con estas delicadezas de detalles que sea más tarde una persona tosca y ordinaria.

Una mesa bastante grande y guarnecida de cortinas blancas servirá á las niñas de tocador, y contendrá un bote de pomada y otro de vinagrillo, como locion de tocador: habrá tambien sobre esta mesa una caja de polvos para la dentadura, y otra caja de polvos de arroz, limitándose aquí todos los aprestos de una coquetería que se deberá dejar dormir el mayor tiempo posible: la madre ó las hermanas mayores tomarán sobre sí el cuidado de registrar todos los dias el aposento de las niñas, á fin de que no adquieran ni conserven cosméticos ni pinturas, ni ninguno de esos artículos de tocador que podrian marchitar su natural belleza y acostumbrarlas desde demasiado temprano á unos cuidados tan inútiles como perjudiciales.

En el sitio donde dé la luz más clara se colocará una mesa grande, con tantos pupitres como sean las niñas, donde podrán escribir, dibujar, leer y repasar su aritmética desde las primeras horas de la mañana, pues debe acostumbrárselas á madrugar: el trabajo ó el estudio de las primeras horas de la mañana es el que aprovecha más de todo el dia.

En un estante grande de madera oscura se colocarán los libros de estudio y de recreo de las niñas: ni los unos ni los otros deben ser muy numerosos: no debe fatigarse el cerebro de los niños con estudios complicados, y es mejor que en la primera infancia aprendan bien dos ó tres cosas, que el sobrecargarlos de lecturas fatigosas y de lecciones que no hallan fácil acceso en su memoria, y que pueden perjudicar á su salud.

En cuanto á los libros de recreo, serán los mejores los que les den más exactas ideas de la vida, y sobre todo, los que les inculquen más sanos principios de religion y de moral; no son los cuentos de encantadores los que dan á los niños más verdaderas nociones de la verdad: ántes bien, si la imaginacion de los niños es viva, deslizan en ella mil pensamientos erróneos, que pueden hacer su desdicha en lo sucesivo.

Entre los libros de educacion hay algunos que se pueden elegir y dar á los niños con toda confianza, en la seguridad de que les han de hacer un bien positivo.