La Unión Europea, Estados Unidos y Rusia. Sus convergencias y divergencias en el contexto internacional. Una mirada desde Cuba - Colectivo de autores - E-Book

La Unión Europea, Estados Unidos y Rusia. Sus convergencias y divergencias en el contexto internacional. Una mirada desde Cuba E-Book

Colectivo de Autores

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Beschreibung

Esta obra es fruto de un equipo de especialistas del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI). Se abordan aquí, entre otros asuntos, la evolución de las tendencias globalizadoras neoliberales y la puja de los principales actores europeos por mantener y ampliar sus esferas de influencia, tanto a nivel regional como global. A estas cuestiones se suman otras como los efectos de la crisis global, los procesos integracionistas y de formación de bloques, la lucha por los recursos naturales geoestratégicos, los precios del petróleo, las implicaciones de la emergencia de nuevas potencias y la importancia de las empresas trasnacionales.

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición: Reinaldo Medina Hernández Diseño de cubierta e interior: Seidel González Vázquez (6del)

Corrección: Gilma Toste Rodríguez

Composición: Irina Borrero Kindelán Conversión a e-book: Amarelis González La O

© Colectivo de autores, 2021

© Sobre la presente edición: Editorial de Ciencias Sociales, 2022

ISBN 9789590623936

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO Editorial de Ciencias Sociales Calle 14 no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, [email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Índice de contenido
La Unión Europea, Estados Unidos y Rusia
Página Legal
Índice
Agradecimientos
Introducción
Capítulo IRelaciones políticas y de seguridadentre la ue y Rusia: las relacionestrasatlánticas como factor condicionante
1.1 Factores determinantes en la conformaciónde la política exterior y proyeccionesgeoestratégicas de la UE y Rusia
1.1.1 La Unión Europea
1.1.2 Federación de Rusia
1.2 Las relaciones trasatlánticas y de Estados Unidos con Rusia como procesos condicionantesen los vínculos Bruselas-Moscú
1.3 Las relaciones UE-Rusia en el tablerogeoestratégico actual
1.3.1 Convergencias y divergencias geoestratégicasen el marco de las relaciones UE-Rusia
1.3.2 Evolución de las relaciones UE-Rusia:una bilateralidad entre la cooperación y el conflicto
1.3.3 Debilidades, fortalezas, amenazasy oportunidades que enfrentan la UE, la Federaciónde Rusia y la OTAN en la coyuntura actual
Capítulo II Proyecciones geoestratégicasde los principales actores europeos(UE, Rusia, OTAN) hacia el Cáucaso,Asia Central y el Medio Oriente:sus convergencias y divergencias
2.1 La UE, Rusia y Estados Unidos: variablesque determinan sus convergencias y divergenciasen el contexto internacional actual
2.2 Proyecciones geoestratégicas hacia el Cáucasoy Asia Central
2.3 Proyección geoestratégica hacia el Medio Oriente: génesis y evolución
2.3.1 Presencia de la OTAN en el Medio Orientey espacios de África subsahariana
2.3.2 Proyección geoestratégica de actores priorizados: intereses y principales tendencias
2.3.3 Convergencias y divergencias geoestratégicas entre Occidente y Rusia en la región: tendenciasmás probables
Conclusiones
Anexo 1
Dominio británico en África
Anexo 2
Dominio francés en África
Anexo 3
Mayores empresas transnacionales europeas(de las 20 mundiales)
Anexo 4
Acuerdos en el marco del plan para el Mediterráneo
Anexo 5
Significado de las siglas que identifican a misiones, oficinas y fuerzas navales o policiales
Bibliografía
Fuentes impresas
Fuentes digitales
Fuentes inéditas
Datos de los autores

Agradecimientos

Por la colaboración especializada agradecemos particularmente a:

Dr. Adalberto Ronda Varona, Centro de Investigaciones dePolíticaInternacional (CIPI); Isabel Allende, Instituto Superiorde RelacionesInternacionales Raúl Roa García (ISRI); Dr. Eduardo Perera, Universidad de La Habana (UH); Dr. Leyde Ernesto Rodríguez (ISRI), Dr. Lázaro Peña Castellanos, Centro de Investigaciones de Economía Internacional (CIEI); Dra. María Elena Álvarez (ISRI),Dr. Oscar Julián Villar Barroso (UH), Dra. Gladys Cecilia Hernández Pedraza, Centro deInvestigacionesde la Economía Mundial (CIEM); Juan SánchezMonroe(ISRI),Dra.ZoilaGonzález Maicas (ISRI),Dra. Jourdy Jame(CIEM) y Dr. José Luis Rodríguez (CIEM).

Sus aportes, criterios y señalamientos oportunos resultaron esenciales para alcanzar este resultado.

Introducción

La evolución de las tendencias globalizadoras neoliberales, la puja de los principales actores europeos —entre los que destacamos a la Unión Europea (UE), a la Federación de Rusia (Rusia) y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)— por mantener y ampliar sus esferas de influencia a nivel regional y global y, al mismo tiempo, la necesidad de desarrollar acciones coordinadas para el enfrentamiento de determinadas situaciones, son las razones más importantes que explican la actualidad e importancia de este estudio.

A estas tradicionales cuestiones se suman otras que caracterizan la situación más reciente del sistema de relaciones internacionales: los efectos de la actual crisis global, los nuevos procesos integracionistas y formación de bloques, la lucha por el acceso y control de recursos naturales estratégicos, los impactos de la crisis ucraniana, la baja en los precios del petróleo, las implicaciones políticas, económicas y financieras derivadas de la existencia y desarrollo de una serie de nuevas potencias —entre las que destaca la República Popular China—, la importancia creciente de las empresas trasnacionales y otros fenómenos que condicionan las principales tendencias de las relaciones políticas y de seguridad entre los principales actores europeos y de estos con Estados Unidos.

En el citado contexto, y durante la última década, han sido notorias las divergencias en las relaciones de Rusia con las potencias occidentales, y especialmente con Estados Unidos. Con este último descuella la ubicación del escudo antimisil en territorio europeo, el carácter agresivo e interventor de la política exterior estadounidense, la escalada occidental multilateral contra Rusia, incluyendo las proyecciones hacia el espacio postsoviético, la vigencia de limitaciones legales para el intercambio y las acciones dirigidas a promover la inestabilidad interna mediante el financiamiento de organizaciones de la “sociedad civil” en Rusia.

Con la UE las convergencias fueron mayores, por la interdependencia económica entre las partes. Sin embargo, se mantienen importantes focos de fricción, como la ubicación del escudo antimisil en territorio europeo, las reticencias de la UE a firmar un acuerdo de libre visado con Rusia, las trabas para la expansión económica de empresas rusas hacia los países de la Unión, especialmente de GAZPROM, y las sanciones que la UE ha impuesto a Rusia, tomando como pretexto la crisis ucraniana, de la cual se culpa a Moscú.

La forma en que se desarrollen los vínculos entre los actores europeos mencionados no solo influirá en los procesos políticos y de seguridad en Europa, sino que terminará incidiendo en la fisonomía del sistema capitalista global de los próximos años y, particularmente, en la evolución más o menos acentuada hacia un mundo multipolar. La identificación de las tendencias más probables constituye, por consiguiente, parte esencial del aporte científico y político de este libro.

Esta obra se ha estructurado en dos capítulos, a través de los cuales se pueden apreciar, tanto las relaciones bilaterales de los actores objeto de estudio, como sus interacciones en distintos espacios geográficos. En el primer capítulo se realiza un diagnóstico e identifican las tendencias que caracterizan las relaciones políticas y de seguridad entre la UE y Rusia, a partir de factores socioeconómicos, políticos, y de seguridad que constituyen base de poder e inciden directamente en sus ubicaciones, concepciones, proyecciones geopolíticas y decisiones geoestratégicas.

Los objetivos específicos en el segundo capítulo son caracterizar las proyecciones geoestratégicas de la UE, Estados Unidos, la OTAN y Rusia —identificando las convergencias y divergencias— particularmente en el Cáucaso, Asia Central y Medio Oriente, regiones que tanto los actores occidentales como Rusia califican de “estratégicas” para sus intereses. Los contenidos, aunque se enmarcan en el período 2009-2018, en correspondencia con el inicio de la administración Obama y el ascenso a la Casa Blanca de Donald Trump, hacen referencia constante a las tendencias que vislumbran los autores en el mediano y largo plazos referidos al tema.

En la actualidad, cuando el potencial de conflictos adquiere dimensiones alarmantes a escala global, sin dudas gana vigencia e importancia la elaboración y divulgación de análisis como los que se presentan en esta obra, un aporte de utilidad para la comunidad internacional y un instrumento para descifrar las esencias que son ocultadas por el intríngulis de la política y de los grandes consorcios de la comunicación.

Capítulo I. Relaciones políticas y de seguridad entre la ue y Rusia: las relaciones trasatlánticas como factor condicionante

1.1 Factores determinantes en la conformación de la política exterior y proyecciones geoestratégicas de la UE y Rusia

Las tendencias globalizadoras neoliberales, los efectos de la actual crisis mundial y las resultantes que sobre el balance mundial de poder imprime la creciente participación de las nuevas potencias en el sistema internacional, son algunas de las cuestiones que resultan insoslayables, tanto para las clases que conducen las políticas y proyecciones geoestratégicas de la UE como para las de Rusia.

Destacar los factores que en el actual contexto inciden de manera específica en la conformación de la política exterior de la UE y de Rusia, constituye un paso ante el propósito de identificar las principales tendencias de sus relaciones bilaterales y las variables de las cuales van a depender tanto sus convergencias como las divergencias.

Además de las cuestiones sistémicas y de carácter global, existen variables y actores que tienen también una importante participación en la conformación de la política exterior de estas potencias. Una conjugación de factores condicionan su proyección, entre los que pueden destacarse la estructuración del poder político, y como parte del sistema interno las doctrinas de política exterior dominantes,1 las formas de gobierno, la acción de los principales partidos políticos y otros grupos de presión, las características de las personalidades políticas de significación, e incluso la cultura y tradiciones políticas de cada actor.

Las especificidades de los procesos de toma de decisiones en política exterior también pueden constituir una variable de peso, en la cual inciden la interrelación entre los órganos gubernamentales y las personalidades encargadas de formular y ejecutar la política. Los rasgos característicos de sus respectivos instrumentos de política exterior —particularmente los económicos,2 diplomáticos e ideológicos— también son aspectos que contribuyen, tanto a la proximidad, como a la exacerbación de las contradicciones existentes entre la UE y Rusia.

1.1.1 La Unión Europea

Las especificidades estructurales del proceso integracionista y el propio carácter intergubernamental de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la UE, constituyen factores determinantes en la conformación de su política exterior y proyecciones geoestratégicas. Estos elementos inciden de manera significativa en el modo de interactuar de la Unión con otros actores internacionales, y consecuentemente en su relación con Rusia.

Quizás con más propiedad que en el caso de otros sujetos internacionales, a la UE le corresponde la definición de no ser un actor racional único, debido al número de unidades que lo componen, en este caso 28 Estados,3 cada uno de ellos con sus propias peculiaridades estructurales. Aunque opera en algunas dimensiones con características similares a las de un Estado, no lo es, y se ha constituido en un actor global gracias a la combinación del poder de sus Estados miembros, particularmente en aquellas esferas en las que estos han cedido soberanía a una autoridad supranacional, o la comparten a través de ella.4

Aun en la esfera económica, donde el proceso ha ganado mayor profundización y los Estados miembros han cedido mayores parcelas de soberanía en función de un orden supranacional, la UE no está exenta de serias vulnerabilidades que relativizan su nivel de influencia ante la dinámica de las relaciones internacionales.

Como resultado, la UE no es una entidad monolítica ni homogénea. Sus instituciones, diferenciadas en carácter y competencias, se identifican con rasgos propios de un organismo internacional, de una organización estatal y de una entidad supranacional.5 Su estructura híbrida se organiza en torno a dos niveles de soberanía, interconectados, pero diferenciados: el supranacional y el intergubernamental. En este último opera la llamada PESC con 28 realidades nacionales distintas.

Tanto la PESC como la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD) mantienen un carácter intergubernamental, lo cual implica que recaiga en los jefes de Estado, representados en el Consejo de la UE, la función de definir y coordinar, por unanimidad de sus miembros, las proyecciones del bloque. Vulnerabilidad que la UE no ha logrado superar con la paulatina instrumentación del Tratado de Lisboa.

Este es uno de los factores esenciales que limitan la capacidad de influencia de la Unión en la arena internacional, particularmente cuando los temas involucran, de manera especial, los intereses de potencias internacionales como Estados Unidos o Rusia y en donde las propias proyecciones de los miembros comunitarios evidencian la superposición de sus intereses nacionales sobre los comunitarios. Los acuerdos bilaterales de Estados comunitarios con Rusia, al margen y en ocasiones en detrimento de otros miembros, son una expresión de este fenómeno. Respetando las claras diferencias que impone el carácter estratégico de la alianza trasatlántica, algo similar ocurre ante las presiones estadounidenses, cuya asimilación es diferenciada dependiendo del Estado o actor en cuestión.

La quinta ampliación de la UE (2004-2007)6 se produjo sin haber establecido los soportes institucionales necesarios para amortiguar el choque económico, político, social y cultural que derivaría de ella y evidenció múltiples deficiencias que en el orden estructural ha arrastrado el proceso integracionista a lo largo de su evolución y cuyas soluciones no han quedado zanjadas tras los diversos tratados constitutivos.

La incorporación de 12 Estados provenientes de las exrepúblicas socialistas exacerbó las agudas diferencias de sus miembros en el ámbito exterior y de defensa, los fuertes contrastes en cuanto a niveles de desarrollo económico y en las posibilidades de los Estados de influir en las diferentes políticas comunes. El bloque también resulta más vulnerable ante los intereses de Washington, pues en su interior alberga Estados y liderazgos abiertamente proestadounidenses y que ante cuestiones de interés estratégico han llegado a privilegiar las directrices de la Casa Blanca por encima de las comunitarias. Las políticas que la UE ha aplicado contra Rusia, en el actual contexto, guardan relación con los factores descritos.

Los Estados miembros de la Unión asumen a Estados Unidos como principal garante de su seguridad y defensa colectiva, principio que continúa lastrando posibles evoluciones hacia una estrategia de seguridad independiente de los designios estadounidenses y dotada de medios propios. La relación trasatlántica es prioritaria y la más real y tangible “asociación estratégica” de la UE abarca la esfera económica, política, cultural y de seguridad, lo cual le confiere a Estados Unidos importantes niveles de influencia sobre la proyección internacional del bloque.

Entre las dificultades para emplear una verdadera Estrategia de Seguridad, además, valdría destacar las siguientes razones:

–El desarrollo de la PESD está lastrado por problemas estructurales. Depende de la iniciativa de pocos Estados miembros.

–Desigualdad del reparto del esfuerzo de seguridad y defensa entre los Estados miembros. Todavía no se han establecido mecanismos que permitan redistribuir equilibradamente el esfuerzo militar. Solo unos pocos de los 28 sostienen la capacidad militar de la UE. En este contexto resulta muy difícil sacar adelante estrategias colectivas, a lo que podrían ayudar, después de haber entrado en vigor el Tratado de Lisboa, las cooperaciones reforzadas o las cooperaciones estructuradas permanentes.7 Existe una tradición de apelaciones genéricas a mayores esfuerzos presupuestarios y a generar economías de escala en materia industrial y tecnológica que se han incumplido reiteradamente en el pasado.

–La seguridad nacional es competencia exclusiva de los Estados miembros (artículo 4.2 del Tratado de Lisboa). La UE solo dispone del ejercicio de la competencia que le deleguen sus Estados miembros y no responde por sus actos de seguridad ni ante el Parlamento Europeo ni ante los ciudadanos europeos.

Sin embargo, los Estados miembros comparten en términos de seguridad importantes patrones. Entre estos aparecen la similitud en sus consideraciones sobre seguridad nacional, regional y mundial y las acciones para el logro de un entorno de estabilidad política y seguridad en el cual puedan ser realizadas sus inversiones directas y actividades económicas.

En el ámbito económico y como parte de los factores que condicionan la proyección estratégica de la UE, la seguridad energética constituye uno de los elementos más sensibles. La dependencia del bloque respecto a las importaciones, particularmente de petróleo y gas natural, avalan su importancia. Más de la mitad de la energía procede de países fuera de la Unión, y en particular de Rusia. En este orden, los cambios en la correlación de fuerzas a escala global, constituyen otra variable que ha agudizado la lucha por el acceso y control de las fuentes de materias primas, lo cual explica la encarnada competencia con las potencias emergentes, y en particular con China, cuya demanda es creciente.

Para la UE, si bien la alta dependencia de las importaciones energéticas se ha constituido en puntos neurálgicos de su agenda política, otros retos similares relativos a materias primas no energéticas aún siguen sin la atención debida.8 Por una parte, aunque la UE posee yacimientos de materias primas, su exploración y extracción sufren una competencia creciente derivada del uso privado de la tierra y de las regulaciones ambientales, así como de algunas limitaciones tecnológicas.

Un elemento que hoy es causa de fisuras y divergencias entre los Estados miembros es que no existe una respuesta consensuada para asegurar un acceso suficiente a las materias primas, con precios adecuados y sin distorsiones. Al respecto, la Comisión Europea ha pretendido sin éxito aprobar una estrategia integrada sobre este tema, dirigida a garantizar el acceso de los mercados internacionales, establecer las condiciones marco adecuadas en la UE para potenciar un suministro sostenible, fomentar en general una mayor eficiencia de recursos y promover el reciclaje para reducir el consumo por la UE de materias primarias, disminuyendo su dependencia relativa de las importaciones. La voluntad política de avanzar en la producción de energía renovable y en la diversificación de sus suministradores energéticos no ha revertido las tendencias descritas.

Resulta poco probable que la UE forje una estrategia energética común sin antes realizar un verdadero esfuerzo de cohesión interna, lo cual resulta difícil debido a la diversidad de estructuras y sistemas energéticos de sus países. En estos sectores coexisten empresas con importantes participaciones públicas y otras de capital totalmente privado, mientras que sus mercados tienen diferentes niveles de apertura y competencia. Además, su capacidad de interconexión aún resulta insuficiente.

La estrategia energética de la Unión sigue supeditada a la diversidad de intereses nacionales, lo cual impide su necesaria complementariedad. Aún no existe un verdadero mercado interior de la energía, cuya concreción se ve frenada por la carencia de un modelo que permita hacer compatible la seguridad del suministro con la competitividad y el respeto al medio ambiente.

Disímiles son los elementos que arraigan la heterogeneidad de tendencias en cuanto a las políticas energéticas de la UE. Los niveles de dependencia y el origen del suministro energético varían según el Estado miembro y, consecuentemente, la proyección ante los proveedores.

La utilización de la energía nuclear, por ejemplo, es una de las asimetrías. Países como Francia son favorables a su uso mientras que otros Estados como Austria o Irlanda son opuestos. Francia ocupa el segundo lugar mundial, después de Estados Unidos, por cantidad de energía nuclear, y el primero por densidad de población, y 86% de la energía que genera es producida por centrales nucleares.9

Por solo destacar algunas de las diferencias existentes entre los Estados miembros, vale decir que en el sector energético Reino Unido aparece como aquel con mayor producción. La British Petroleum (BP) y la Royal Dutch Shell siguen estando entre los líderes mundiales de la industria petrolera. Las principales fuentes de obtención de energía son el petróleo, el gas natural y el carbón. El país dispone de reservas de petróleo y gas natural que se extraen en su inmensa mayoría a través de la gran plataforma petrolífera del mar del Norte, ubicado en el territorio escocés. También posee grandes reservas de carbón.10 No obstante, el agotamiento de las reservas es inevitable, mientras que la intensidad de su explotación y consumo convierten a este país en un importador neto, fundamentalmente de Nigeria y Angola. Sin embargo, con la situación de Reino Unido contrasta la de países como República Checa, Bulgaria, Letonia, Lituania, Estonia y Finlandia, los cuales importan 100% del gas que consumen y este proviene exclusivamente de un proveedor, Rusia.

En definitiva, la UE carece de un modelo coherente y objetivo que propicie su cohesión interna, cuestión que se considera indispensable para garantizar la seguridad energética. En tanto ello persista, existirán diversidad de intereses que regulen la proyección de los Estados miembros, elemento que podría resultar más visible en coyunturas de crisis como la que atraviesa en estos momentos la relación bilateral de la UE con Rusia.

Como tendencia, la concreción de una política energética común a corto y mediano plazos resultará difícil en la Unión mientras la cooperación entre los Estados no incluya la distribución de tecnologías disponibles, la intensificación de las medidas de ahorro energético, el fomento de la investigación y el desarrollo de las alternativas energéticas del futuro y, muy especialmente, la apuesta decidida por las fuentes renovables.

La seguridad energética se encuentra estrechamente relacionada con otra variable que incide poderosamente en la conformación de la política exterior comunitaria y su proyección estratégica: los impactos de la crisis económica global. El temor a un frenazo en la incipiente recuperación de la zona euro como resultado de una mayor confrontación con Rusia es palmario.

La gran condicionante en la evolución actual de la UE es la crisis global y su negativo impacto sobre las economías de los Estados miembros, diferenciado por la diversidad de niveles y estándares de desarrollo prevaleciente, que evidencia e incrementa los desajustes estructurales ya existentes y la brecha entre los países de mayor y menor desarrollo.

Por consecuencia, los impactos de la crisis económica son asimétricos, resultando visibles durante 2014 con un moderado crecimiento a nivel eurocomunitario; mientras que a nivel nacional los ritmos son diferentes, persistiendo y conjugándose factores que hacen peligrar la pretendida estabilidad. La elevada deuda pública y privada, los altos índices de desempleo, la precariedad laboral, el limitado consumo de los hogares y la baja demanda interna son algunos de los factores que limitan la confianza de los inversores y su incidencia en la economía real. Estos elementos nos conducen a pensar que, al interior de la UE, también existen diversos actores económicos, políticos y sociales que apuestan por evitar una escalada del conflicto con Rusia.

La crisis económica también ha impactado sobre las fuerzas políticas. Los efectos de esta han dado mayor visibilidad a las vulnerabilidades de la UE y al carácter estructural de los problemas, incidiendo de diversa forma sobre la dinámica institucional, la imagen y las proyecciones comunes del bloque, tanto en el ámbito interno, como externo.

Las fuerzas conservadoras continúan preponderando en el escenario político a escala regional, en solitario o mediante coaliciones de diversa índole, a pesar de su desgaste por el ejercicio del poder en medio de la crisis. La extrema derecha sigue captando segmentos del electorado según el escenario nacional que se considere, esencialmente a los jóvenes, a partir de un discurso atractivo, populista, manipulador, nacionalista y euroescéptico, que criminaliza a los inmigrantes. Las fuerzas políticas de este signo han reforzado sus posiciones a niveles locales y en menor medida a nivel nacional, entre los que aparecen países como Francia, Holanda, Bélgica, y Hungría.

La actual correlación de fuerzas al interior de la UE también nos ayuda a explicar rasgos de su proyección internacional. La preponderancia de las fuerzas conservadoras se expresa en un mayor consenso, que constituye la base para impulsar internacionalmente los criterios ideopolíticos occidentales de democracia. A propósito, se proponen imponer sus términos acerca del respeto de los derechos humanos, libertad de expresión, multipartidismo, sistemas electorales, Estado de derecho, transparencia y el buen gobierno, así como el combate contra la corrupción, el tráfico de armas, drogas, personas y el terrorismo.

Para promover sus posiciones ideopolíticas se valen de disímiles instrumentos, entre los cuales el poder alcanzado por los medios de comunicación al servicio del capital transnacionalizado desempeña un papel fundamental. Constituye un aparato ideológico altamente potenciado por el revolucionario dinamismo que logran las tecnologías de la información y la comunicación (TIC); de ahí su integralidad para la transmisión de los sistemas de mensajes que se pretende colocar o imponer, pero también para destruir en aquellos casos que objeten o simplemente no resulten funcionales al modelo del capital, ya sean actores o proyectos políticos y socioeconómicos.

Al propio tiempo, los socios comunitarios comparten la creencia en la legitimidad de su derecho a intervenir, agredir, sancionar y emplear la fuerza ante los gobiernos o naciones que se opongan a sus intereses.

1.1.2 Federación de Rusia

La llegada de Vladimir Putin a la presidencia en el año 2000 modificó de manera sustantiva el curso externo del país.11 Se produjo el cambio de una estrategia, cuya piedra angular era la subordinación a Occidente, a una política más centrada en la defensa de los intereses propios del Estado ruso, de sus clases dominantes, y una aspiración a ser considerados como actores globales en igualdad de condiciones con las potencias occidentales.

Esta tendencia se hizo evidente, aunque con matices, durante las dos primeras administraciones del presidente Vladimir Putin (2000-2008) y del presidente Dimitri Medvedev (2008-2012).12 La política exterior de Moscú en el período 2012-2016, sin embargo, ha estado moldeada por nuevos factores específicos que, junto a otros elementos estructurales, explican sus actuales tendencias y que, a los efectos del presente trabajo, nos permitirán enfocar el tema desde una perspectiva más general.13

La política de Moscú ha estado signada durante el período analizado por la reacción ante una inusitada agresividad de Estados Unidos, la UE y la OTAN. La actual estrategia se implementó de manera más abierta desde fines del primer período del mandato de Obama (a raíz de los bombardeos a Libia y los casos Snowden y Magnitsky),14 buscando el objetivo de no solo “contener” el avance de Rusia, debilitar sus posiciones geopolíticas y como bloque de poder, sino lograr, de ser posible, un eventual cambio de gobierno en Moscú, prólogo del cual fueron las multitudinarias manifestaciones antigubernamentales a raíz de las elecciones parlamentarias de noviembre de 2011.15

Posterior a la crisis de Ucrania, la política exterior rusa ha tenido que hacer frente a la imposición de sanciones, la ruptura de los mecanismos de diálogo establecidos con Estados Unidos, la política de aislamiento, el fortalecimiento de la OTAN y el incremento de la guerra propagandística, entre otros factores. Este elemento se adiciona a la preexistente estrategia general rusa, expresada en su concepción de política exterior de febrero de 2013, que expresaba el deseo de Rusia de contribuir a formar una nueva configuración del sistema de relaciones internacionales.16 En noviembre de 2016 Rusia aprobó una nueva doctrina de política exterior que repite el mismo postulado.

La contradicción con Rusia se ha expresado en el activismo occidental en el llamado espacio postsoviético. Estados Unidos ha diseñado un curso hacia el área que busca disminuir la influencia rusa, afectar los procesos de integración en la zona, establecer gobiernos afines a los cánones occidentales o promover, donde sea posible, “revoluciones de colores” e inestabilidad, como fueron los casos de Georgia, Ucrania y Kirguistán, aunque en este último país no lo lograron.17 Igualmente han expandido, de manera sistemática, las acciones y la presencia de la OTAN cerca de las fronteras rusas.18

Estados Unidos busca promover los intereses de las transnacionales energéticas, generando proyectos para diversificar las exportaciones de los países evitando el territorio ruso y tratar de establecer bases militares para el apoyo a sus operaciones en Afganistán, aunque en la actualidad perdió estas facilidades, pues primero el Gobierno uzbeco retiró la base de Jananabad en 2005 y el Gobierno kirguizio no prorrogó la estancia de la base de Manas en junio de 2014.19 Por su parte, la UE ha adoptado el documento quinquenal “UE-Asia Central: Estrategia de la nueva Asociación”, en que se buscan objetivos similares a los de Estados Unidos, aunque con menor énfasis en el aspecto de seguridad.20

Moscú se ha visto obligado a realizar un giro estratégico en su política exterior, abriendo significativamente sus prioridades a la consolidación de las relaciones con el llamado espacio postsoviético, China, países de Asia, el Medio Oriente y en menor medida, América Latina.

Un elemento que también ha moldeado la proyección de activismo de Rusia en este último período es la manera en que su élite ha enfocado las causas de la situación actual y las propuestas que han hecho para enfrentar los retos que se le presentan. En la lectura rusa,21 la agresividad occidental es una reacción al proceso objetivo de la pérdida de relevancia a nivel global del “Occidente histórico” ante el avance de China y otros centros de poder hacia un mundo más multipolar. Este proceso inevitablemente genera turbulencias, incertidumbre e inestabilidad.22

Rusia, en tanto que polo de poder emergente y actor clave para acelerar este proceso hacia la multipolaridad, según esta lógica, tiene las capacidades para enfrentar la hostilidad occidental23 y lograr un mundo más balanceado, donde predomine el derecho internacional, el respeto a la soberanía de los Estados y la centralidad del papel de la ONU, claves para el mantenimiento del orden político internacional vigente.24 Sus proyecciones son las de una potencia capitalista.25

Esta percepción está basada en la lectura que han hecho los dirigentes rusos de sus incrementadas potencialidades militares, políticas y diplomáticas —ante un debilitamiento occidental— y cuyos instrumentos han priorizado en su proyección.

La política de Moscú tiene en cuenta también los recursos que posee: amplio diseño y experiencia en sus relaciones político-diplomáticas, exportaciones de armamento, presencia de bases militares, tradicionales relaciones de amistad en las sociedades (en el espacio postsoviético, Medio Oriente y América Latina), atractivo mercado interno para las exportaciones de otros países, recursos financieros para la concesión de créditos gubernamentales y privados, manejo de los precios y cantidades en sus exportaciones de gas y petróleo, además del empleo de los recursos del llamado poder blando: vínculos culturales, lengua rusa (sobre todo en el llamado espacio postsoviético), relaciones con los rusos en el exterior (entre veinticinco y treinta millones),26 proyección mediática, prensa, propaganda, concesión de becas, entre otros.

Pero, al mismo tiempo, la política rusa ha estado influenciada por su participación dentro del sistema globalizado, lo que la ha hecho flexible, matizada y no necesariamente opuesta en toda la línea a Occidente, dados los intereses, nexos de sus sectores dominantes y la inseguridad de que el “viraje” hacia la “pequeña Eurasia” (entendida como los países de la Unión Económica Euroasiática), China y Asia no le proporcione los resultados esperados.

Más bien la proyección rusa ha sido “multivectorial, pragmática”, como lo plantean el propio canciller Lavrov y los documentos estratégicos de la política exterior del país.27

Es que Rusia depende en 50% del comercio con la UE, importa una gran cantidad de productos occidentales y recibe y emite inversiones al exterior.28 Sus élites están vinculadas estrechamente con los sectores del capital transnacional occidental y necesita inversiones y tecnología para modernizar su economía.

Por otra parte, los proyectos de conformación de megabloques regidos por Estados, tanto el Tratado Trasatlántico como el Transpacífico, soslayaron en su momento de concepción (habría que ver qué pasaría con estos proyectos durante la Administración Trump) la participación de Rusia, lo que, entre otras razones, compulsó a Moscú a formar su propio espacio integrativo.