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Los engaños de un engaño y confusión de un papel es una comedia teatral del autor Agustín Moreto. En la línea de las comedias palatinas del Siglo de Oro español, la historia se desarrolla en torno a un malentendido amoroso tras el que se suceden numerosas situaciones de enredo.
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Seitenzahl: 84
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Agustín Moreto
Saga
Los engaños de un engaño, y confusión de un papelOriginal titleLos engaños de un engaño, y confusión de un papelCover image: Shutterstock Copyright © 1911, 2020 Agustín Moreto and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726597400
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 2.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
La escena es en Madrid.
Sala de la casa donde posa DON DIEGO.
DON DIEGO y GALÓN, en traje de camino; aquel con dos pliegos de cartas en la mano.
GALÓN Muy descuidado te veo,
señor, y muy poco amante.
Di, ¿por qué no has ido ya
a visitar aquel ángel
de Blanca? Que te aseguro, 5
si yo viniera a casarme,
como tú, que ya estuviera...
DON DIEGO Tente, adelante no pases,
Galón; que satisfacerte
quiero a la objeción que haces. 10
Yo sé que Blanca me adora
de suerte, que si llegase
tan de repente a sus ojos,
pudiera ser peligrase
(mejor amor lo disponga), 15
su vida; y así, pues sabes
que es tan peligroso un gusto,
y que el mismo efecto hace
una pena que un dolor,
cuando al corazón combaten, 20
este pliego has de llevar
a Blanca, y este a su padre.
Finjo que de Badajoz
les escribo, y que te partes
solo a ganar las albricias 25
de mi esposa.
GALÓN Que me maten
si no has de dar en grosero.
DON DIEGO Nunca anduve, tan galante.
Demás, que antes de ir a verla,
quiero en secreto informarme 30
si Blanca en mi ausencia estuvo
en amar firme y constante;
si bien pienso habrá mirado
la obligación de su sangre.
Y en sabiéndolo, Galón, 35
la visitaré esta tarde.
Y advertida de que vengo,
el susto podrá evitarse;
conque yo, alegre y contento,
sin azar que me embarace, 40
sabré si mi dama es firme,
y trataré de casarme,
logrando en dulce himeneo
la unión de dos voluntades.
GALÓN Ahora ya no te culpo, 45
si te culpaba endenantes.
Dame las cartas, y adiós.
DON DIEGO (Dale las cartas.)
Toma, y advierte que es tarde;
date priesa.
GALÓN Ya me voy.
(Aparte.
Yo apostaré que me valen 50
las albricias dos millones,
sin que un ochavo les falte;
pero no he de reparar
tan to en verlos muy cabales,
como en la moneda. Plata 55
es cosa que va no vale,
el oro es cosa de pobres;
si hay de sobra algún diamante,
podrá ser tomarlo en precio,
que aunque en la plaza no pasen, 60
y aunque son piedras, al fin
son alhajas de buen aire.)
(Vase.)
DON JUAN y PASAMANO. DON DIEGO.
(Habla DON JUAN con PASAMANO a la puerta, que será otra distinta de aquella por dondese fue GALÓN.)
DON JUAN ¿Aquí te han dicho que posa?
PASAMANO Así he llegado a informarme.
DON JUAN Bien te han dicho: que allí esta. 65
PASAMANO Llega pues, señor, a hablarle.
DON JUAN (Sale.)
Don Diego, amigo, ¿qué os veo?
DON DIEGO ¡Hay tal dicha!, ¡hay tal ventura!
DON JUAN Vuestra amistad me asegura
las finezas que en vos creo. 70
DON DIEGO Desde que en Salsas nos vimos,
señor don Juan, no he tenido
noticia de vos.
DON JUAN No ha habido,
después que nos dividimos,
cosa notable.
DON DIEGO Es verdad. 75
DON JUAN Supe de vuestra llegada;
y así, os busqué en la posada.
DON DIEGO Debeislo a nuestra amistad,
vuestros sucesos decid,
así, amigo, os guarde Dios, 80
y sean tales, que a los dos
nos entretengan.
DON JUAN Oíd.
De todos los trabajos que he pasado,
experiencia tendréis por lo soldado;
sucesos de la guerra no los digo, 85
porque no hay novedad; y así, prosigo.
Dejar de Flandes la marcial campaña
me fue forzoso, y el partirme a España;
porque si no lo fuera,
toda mi vida en Flandes estuviera; 90
que ya tan hecho estaba
al estallido que el mosquete daba,
que al valle más vecino agradecía
cuando el fin de los truenos repetía.
No me quise venir sin ver primero 95
de Italia las grandezas; que es grosero
quien no mira curioso
de las tierras extrañas lo famoso.
De Nápoles noté la gentileza,
de Roma la grandeza, 100
de Milán lo aseado,
y de Venecia, en fin, lo concertado.
Visité el sacro templo de Loreto;
quien tal cosa no admira,
o tan bruto se mira, 105
o bárbaro sin fe ni ley constante,
puede prestar durezas de diamante.
De Italia, en fin, me despedí contento,
confiando la vida al elemento
cuyo centro Neptuno señorea 110
cuando en carro argentado se pasea.
Pero como del mar a la inconstancia
hay tan poca distancia,
cruel el Noto en uno y otro exceso
(que por incorregible estaba preso), 115
de tal modo asaltó nuestra galera,
que despojo marcial sin duda fuera,
si el cielo, de nosotros lastimado,
no le hubiera enfrenado.
Aún mi valor aquí se maravilla, 120
porque tal vez barriendo con la quilla
las profundas arenas, zozobraba,
y tal vez con el árbol ajustaba
las más fijas estrellas,
siendo barreno de sus luces bellas. 125
Pero como, a pesar de mi desdicha,
esperándome estaba aquesta dicha,
toqué la playa alegre, besé el suelo,
dile gracias al cielo,
porque escapando de peligros grandes, 130
la vida me dejó escapar de Flandes.
Entré en Madrid, y con mis pretensiones
estudié de palacio las lecciones.
Y estando una mañana entretenido,
viéndome exento y libre de Cupido, 135
desprecio haciendo de su arpón dorado,
pisaba alegre el Prado;
mas ¡ay!, que amor activo,
viéndome tan esquivo,
una flecha tiró; pero tan cierto, 140
que, cuando libre me juzgaba, advierto
que el rigor de mi pecho endurecido,
del sol quedó a la vista derretido.
En un coche salían
dos deidades, que vida repartían 145
al campo y a las flores;
y solo yo de amores
tan absorto quedé de la una dellas,
que aunque a la vista de sus luces bellas
la vida se perdía, 150
en mi opinión hallé que la seguía,
juzgando a mejor suerte
tener en su presencia dulce muerte,
que ausente de su luz, vida penosa;
tomando ejemplo de una mariposa, 155
que temeraria y ciega,
a la llama se llega,
y en humo convertida,
yace ceniza allí lo que fue vida.
Paró el coche, llegué, pero no quise 160
hablar yo propio a Nise
con tan poco decoro
(Nise es nombre supuesto; el propio ignoro).
Y así, dije a su hermana
(Que de mi Venus era la Diana): 165
«Infeliz sois, señora,
pues vais después del sol, siendo la aurora.»
Referiros de Nise la hermosura
fuera imposible en mí, fuera locura;
porque tanta deidad, y beldad tanta, 170
da envidia a Venus y a Cupido espanta.
Sólo diré que a la naturaleza
no costó poco estudio su belleza.
Mirela en este tiempo, y ella (¡ay cielos!),
conociendo en mis ojos mis desvelos, 175
los suyos en mí aplica,
con que de amor mil penas significa;
que amor, aunque vendado,
siempre los ojos pone en su cuidado;
porque en tan dulce calma 180
son la mayor retórica del alma.
Quiero saber quién es, el coche sigo,
y de mi intento la mitad consigo;
pues solamente alcanzo, por notorio,
cómo don Pedro Osorio 185
tiene dos hijas nobles cuanto hermosas.
Discretas como airosas:
la una se nombra Blanca, la otra Elvira;
y así, el sujeto a quien mi amor aspira,
con aquestos dos nombres confundido, 190
de mí sólo en lo hermoso es conocido.
Prosigo desta forma el galanteo,
resístese al principio a mi deseo;
pero al curso continuo de un suspiro
consigue que mi amor no yerre el tiro. 195
Acércome una tarde, codicioso
de ser su Clicie, y luego más dichoso,
aliento cobro, presumiendo ufano
que quien un guante da, dará una mano.
En efecto, el amor, mas declarado, 200
nos junta varias veces en el Prado;
y al paso que repito mis amores,
mil venturas alcanzo, mil favores;
y el continuarlos llega a tanto agrado,
que hoy para el mismo sitio estoy citado, 205
donde iré a ver si puedo,
con aliento y sin miedo,
obligando cortés, rogando suave,
hacer que dure firme y no se acabe
este feliz principio que he tenido. 210
Pero ya he presumido
que el hado, a su despecho,
mayor mi dicha ha hecho,
pues la de haber llegado a vuestra vista,
bien juzgo que no dista 215
de la mayor que sucederme puede.
Y así, pues la ventura me concede
presagio tan dichoso habiéndonos visto,
no hay duda que bienquisto
con la fortuna quedo; 220
y asegurarme puedo
de que tras esta dicha,
he de perder el miedo a la desdicha;
que aunque sea importuna,
sin duda he de burlar a la fortuna. 225
DON DIEGO (Aparte.
¡Valgame el cielo, qué infeliz he sido!
¡Que este hombre a darme celos
y aumentar mis desvelos
de Italia haya venido!
Cuando a casarme vengo 230
con doña Blanca Osorio,
cuando en mi desposorio,
mil dichas me prevengo,
hallo (¡quién tal creyera!),
mi honor en duda mucha. 235
Pero si el alma a la razón escucha,
bien puede ser que a doña Elvira quiera,
pues que ignoraba, dijo,
el nombre de su dama,
y así, Nise la llama. 240
Pero, pues no colijo
qué nombre propio tiene,
mientras lo sé, disimular conviene.)
Tan entretenido he estado,
don Juan, con vuestro suceso, 245
que ya deudor me confieso
del placer que me habéis dado.
Quiera el cielo que gocéis
aquese dichoso empleo,
como quiere mi deseo: 250
que esta afición me debéis.