Todo es enredos de amor - Agustín Moreto - E-Book

Todo es enredos de amor E-Book

Agustín Moreto

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Beschreibung

Todo es enredos de amor es una comedia teatral del autor Agustín Moreto. En la línea de las comedias palatinas del Siglo de Oro español, la historia se desarrolla en torno a un malentendido amoroso tras el que se suceden numerosas situaciones de enredo.

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Seitenzahl: 91

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Agustín Moreto

Todo es enredos de amor

 

Saga

Todo es enredos de amor Original titleTodo es enredos de amor Cover image: Shutterstock Copyright © 1652, 2020 Agustín Moreto and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726597332

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 2.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES

DON FÉLIX. TRONERA, criado.DOÑA ELENA. JUANA, criada.ORTIZ, escudero, viejo.DOÑA PAULA, viuda.INÉS, criada.EL DOCTOR CONTRERAS. DOÑA MANUELA. DON FERNANDO. LUCÍA, criada.REQUENA, mozo de mulas.

La escena es en Salamanca.

Jornada I

Calle.

Escena I

DOÑA ELENA, de estudiante galán; JUANA, de gorrón; ORTIZ.

 

DOÑA ELENA Anda, Juana.

JUANA Ya te sigo.

DOÑA ELENA Ven, Ortiz.

ORTIZ Aunque me aprieta

el achaque de la ijada,

la tos, la gota y la piedra,

como tu pan, soy gallego, 5

y he de seguirte aunque fueras

al Cairo o las Filipinas.

JUANA Por no reventar, es fuerza

(pues callando una criada,

es mucho, si no revienta) 10

hacerte aquí una pregunta.

DOÑA ELENA Ya la espero, como sea

breve y del caso.

JUANA Pues diga,

mi señora doña Elena

de Guevara, ¿qué motivo 15

la ha obligado, con tal priesa,

a que salga de Madrid,

dejando su casa puesta,

y echando voz de que viene

a cumplir una novena, 20

que en una dolencia grave

ofreció a la imagen bella,

digo, a la aurora divina,

a quien llaman de la Peña

de Francia? Tomó el camino 25

de Salamanca; y apenas,

de los dos acompañada,

a esta insigne ciudad llega,

cuando aquella misma tarde

(sacando con diligencia, 30

para usted ese ormesí,

para mí aquesta bayeta,

y entregándoselo a un sastre,

que otro día con gran priesa,

transformándonos el traje 35

y el sexo, nos dejó hechas

a usté un pulido estudiante

de alcorza, de nieve y perlas,

y a mí un gorrón, parecido

al capón de las comedias), 40

sin decirnos dónde vamos,

sale de aquesta manera

a pasear de Salamanca

las calles; sin ver que arriesga,

en las barbas y el andar, 45

que nos conozcan por hembras,

y que quizá el juez de estudio

dé con las dos en la trena,

por embaidoras de leyes

y adúlteras de la escuela. 50

Y pues para acompañarla

nos eligió, y de experiencia

sabe que somos leales,

vuesa merced se resuelva

a decirnos el motivo 55

que a tal arrojo la empeñó,

o si no, a Dios, que me mudo;

porque tenerme suspensa

sin decirme...

DOÑA ELENA No prosigas,

porque agravias con tu queja 60

la confianza que debes

a mi fe, pues si la lengua

en la cárcel del silencio

tuvo la causa secreta

que a tal empeño me obliga, 65

fue, Juana, porque, a saberla

tú en Madrid o en el camino,

quizá piadosa, discreta

y leal, en mi locura

me templaras de manera, 70

que de proseguir mi intento

me apartaras; con que fuera

preciso perder la vida

y quietud.

JUANA Pues date cuenta,

señora, de aqueste enigma 75

a mi lealtad.

DOÑA ELENA Ya te acuerdas

que mi padre, don Fernando

de Guevara, que Dios tenga,

habrá que enviudó seis años,

quedando por heredera 80

única en su casa yo.

JUANA Y que a su noble fineza

y cariño le debiste,

quedando con mucha hacienda

libre, y un gran mayorazgo, 85

y mozo, que no le diera

a tu hermosura madrastra.

DOÑA ELENA Y aunque esa deuda confiesa

mi obligación, también sabes

que su condición austera 90

y su celoso capricho

me privó con gran violencia

los lícitos pasatiempos

que en una noble doncella

son decentes ejercicios, 95

como ponerse a una reja,

al prado bajar en coche,

tal vez ver una comedia

y visitara una amiga:

cosas todas tan modestas, 100

que ni la razón las culpa

ni el recato las condena;

antes el que las impide

sin duda su honor arriesga,

que una mujer oprimida, 105

aunque más honesta sea,

no digo que sera mala,

pero puede no ser buena.

JUANA Yo sé que mi amo guardó

en la clausura secreta 110

de su casa tu hermosura,

cerrando agujeros, puertas

y ventanas con tal arte,

que si te asomabas, era

a los cuarterones altos, 115

arrimando una escalera

para subir a lo alto

de la muralla; por señas,

que oyendo un pregón un día,

subí arriba a ver que era, 120

y al llegar vi que llevaban

azotando a la Cuaresma,

que propiamente imitaba

una encorozada vieja,

tan langoruta y pilonga, 125

tan arenque, tan acelga,

y tan parecida al diablo

de los pies a la cabeza,

que al mirarla, con el susto,

caí y me quebré una pierna; 130

con que anduve cuatro meses

coja, entrapajada y renca,

con una pierna a la brida,

y otra pierna a la jineta.

DOÑA ELENA Yo, en fin, Juana, como sabes 135

al tiempo que estaba fuera

de casa mi padre, alguna

vez me asomaba a una reja,

y por una celosía,

muy fruncida y recoleta, 140

que como rallo de monjas

del sol dispensaba apenas

la luz, acaso una tarde

(aquí mi desdicha empieza)

miré a don Félix de Vargas. 145

Ya presumo que te acuerdas

de un caballero estudiante

que vive en la misma acera,

a dos casas de la mía.

JUANA Ya le he visto, y aunque es buena 150

la presencia, trae a el uso

su poco de cabellera,

es boquirrubio, presume

de manos, y en vez de piernas,

anda sobre dos verdades, 155

que adelgazan, mas no quiebran.

DOÑA ELENA Vile, en fin, y aunque su gala

en mi noble resistencia

no hizo impresión entonces,

después no sé qué violencia 160

oculta o qué simpatía

me llevaban a la reja

con curiosidad de verle.

de curiosa pasé a atenta,

la atención llegó a cuidado, 165

y el cuidado de manera

en el pecho se introdujo,

que le entregué, loca y ciega,

a pocos lances el alma.

¡Qué mal hace la que arriesga 170

el albedrío a los ojos,

sabiendo por experiencia

que dellos a los deseos

hay distancia tan pequeña!

Murió mi padre en efecto, 175

y libre de la violencia

de su condición, propuse,

pues en sangre y en hacienda

don Félix era mi igual,

averiguar con secreta 180

cautela sus propiedades,

su entendimiento, y si era

el alma de tan buen aire

como el talle; y con aquesta

resolución, le previne 185

a Ortiz que con diligencia

se informase de su vida,

su condición, y la senda

que, rico y mozo, seguía

en Madrid, golfo que anega 190

la juventud muchas veces.

ORTIZ Y haciendo lo que me ordenas,

a pocos lances hallé

que aunque el tal don Félix era

galán, valiente y discreto, 195

deslucía aquestas prendas

con tener una faltilla;

y es, que por influjo o lema

aborrece las mujeres,

y con fingida apariencia 200

las festeja, las obliga,

las sirve y las galantea

hasta que caen en la trampa

y en teniéndolas muy tiernas,

hace de su rendimiento 205

salsa para la soberbia

de su necia libertad,

y en un sancti amen las deja,

muy burladas y muy finas,

a la luna de Valencia. 210

DOÑA ELENA Tuve, en fin, esta noticia,

y lo que servir pudiera

de escarmiento a mi cuidado,

fue mayor cebo. No es nueva

política del capricho 215

arrojarse sin prudencia

a lo más dificultoso,

pues el que a nada se arriesga

nada consigue. Y sabiendo

que en esta ilustre academia 220

de Salamanca estudiaba

leyes, por ser a las letras

inclinado, y que vendría

este curso a sus escuelas

y a la casa de las Conchas 225

(donde sus alhajas deja,

mientras asiste en Madrid,

en poder de la casera,

que es una noble viuda,

que vive en la casa mesma 230

alquilando algunos cuartos

a estudiantes de nobleza

y porte, que de todo esto

me informó la diligencia

de Ortiz) determino (¡ay triste!), 235

loca, enamorada y ciega

y arrestada (pues confieso

ser imposible que pueda

vivir sin ver a don Félix,

aunque arriesgue mi modestia 240

y aventure mi recato,

que amor todo lo atropella),

seguirle en aqueste traje,

y procurar en su mesma

posada tomar un cuarto; 245

porque siendo de una tierra

y viviendo en una casa,

no es difícil que yo sepa

empeñarle en mi amistad.

De suerte, que centinela 250

de sus motivos y acciones,

siendo una espía secreta

y ladrón de casa (a quien

no hay cosa que esté encubierta),

averigüe cautelosa 255

si es verdad lo que se cuenta

de su libre condición;

y procure mi cautela,

sin declararme con él,

darle parte de mi mesma, 260

y empeñarle en la noticia

de mi sangre, de mi hacienda,

de mi hermosura; que, en fin,

nunca la infeliz es fea.

Y si advierto, si conozco 265

que aquesta plática acepta

don Félix, sin el doblez

con que a las demás desprecia,

puesto que, acabado el curso,

es fuerza que a Madrid vuelva 270

adelantandome yo,

y transformada en la mesma

Doña Elena de Guevara,

sin la fingida apariencia

de don Lope de Mendoza 275

(que aquí de aquesta manera

he de llamarme), podré,

Juana, con mayor decencia,

siendo esposa de don Félix,

coger alegre y contenta 280

el fruto de la esperanza

que aquí sembró mi cautela.

JUANA Digo que en toda mi vida

vi tan extraña quimera

ni tan difícil empeño; 285

pues cuando todo suceda

como dices, que no es fácil

te pones en contingencia

de que viéndote en Madrid,

reconozca por las señas 290

que eres el mismo don Lope

de Mendoza, que en su mesma

casa vivió en Salamanca;

y al ver una acción tan ciega,

como venirle siguiendo, 295

señora, desta manera,

se excuse de matrimonio.

DOÑA ELENA No creí que eras tan necia.

¿Ha de faltarme un engaño,

siendo mujer, con que pueda 300

desmentirle esa aprehensión?

JUANA Ya sé que, aunque eres honesta

y discreta, eres señora

de tan buen gusto, tan diestra

en fabricar un enredo 305

y en urdir una quimera,

que comparada contigo

aquella maldita vieja,

la famosa Celestina,

te adelantaste a su ciencia 310

de modo, que en los embustes

no te llega a media pierna.

DOÑA ELENA Aguarda; que hemos llegado,

si no me engaño, a la puerta

de la casa de las Conchas. 315

JUANA Y en ella hay cédula puesta,

que dice: «Se alquila un cuarto

principal.»

DOÑA ELENA Pues, Juana, entra.

Y vos, Ortiz, os volved

a la posada, y en ella 320

estaréis hasta avisaros

mi intención.

ORTIZ Lo que me ordenas

haré.

(Vase.)

JUANA Yo llamo. ¿Ah de casa?